Capítulo 21
- ¿He visto a algunas personas de las que veremos hoy antes?
- No que yo sepa. Al menos no a ninguna que hayas conocido mientras estuvimos juntos.
Nuevamente esa sensación de que algo se le escapaba a su comprensión. Algo que no encajaba. Quería decir que podían encontrarse con personas que si reconocería pero que seguramente no las había olvidado, no como a él y a todo el tiempo que estuvieron juntos. Pero era culpa de su cerebro no querer dar esa información no de ella.
Ella hizo un simple gesto de aceptación a lo que decía y no volvieron a hablar más. Llegaron a una imponente residencia que casi parecía un castillo enclavado en la mejor zona de Atenas. Ella pensaba que la exposición sería en un museo y al ver su cara Máximo le explicó que la Casa Troyanos era lo suficiente grande como para exhibir la colección de esa noche y recibir a todos los invitados. Después de esa noche la exposición se trasladaría a un museo de Atenas y después viajaría por el mundo. Esa era una noche donde los invitados habían sido cuidadosamente seleccionados.
Avanzaron por las amplias escalinatas y fue plenamente conciente de las miradas que les dirigían, ciertamente era una especie de presentación pública de ellos como pareja después de todo ese tiempo sin que los hubieran visto juntos. Estaban despertando la curiosidad de los que les conocían y siendo honestos todos allí sabían quienes eran ellos.
Solo un ermitaño no sabría que la pareja que ascendía con porte y elegancia eran los Vecchio-Salvatore.
En una amplia ventana que daba a la entrada principal, Stefano Troyanos contemplaba con creciente aburrimiento la llegada de lujosos autos y las limusinas, le pareció ver descender a su primo Máximo y eso le reanimó, desde hace mucho no era él mismo y ver a su primo sería una excelente manera de pasar la velada sin esa constante sensación de desinterés por lo que le rodeaba. Así que bajó rápidamente, pero una llamada al móvil lo retuvo unos minutos.
En la entrada principal, Máximo saludaba con evidente afecto a su tía Sylvia madre de Stefano y a su prima Penélope una beldad griega. Ambas miraron con abierto interés a Allyson, pero la saludaron con lo que ella percibió como sincero afecto y enseguida empezó a relajarse. En un inglés casi perfecto Sylvia y Penélope platicaron amablemente con ella aunque por breves momentos pues los invitados seguían llegando.
- Es hermosa y encantadora Máximo. Eres un hombre muy afortunado – le dijo su tía.
- Ya lo creo que sí – respondió con una sonrisa enigmática.
- Un gusto conocerte Allyson, tienes que decirme como lograste capturar al esquivo de mi primo – sonrió Penélope.
- ¡Penélope! – exclamó Sylvia. Pero todos se rieron.
Al adentrarse a la mansión la riqueza de los Troyanos se hizo patente. Se hubiera quedado más tiempo analizando lo que le rodeaba pero Stefano avanzaba hacia ellos.
Al más puro estilo de Máximo, el de magnate impresionante poseedor de esa aura de seguridad, sofisticación, elegancia y claro, guapísimo a decir basta, avanzaba Stefano siendo todo educación y evasión al mismo tiempo para desentenderse de los que se acercaban a saludarle y claramente deseoso de acercarse a saludar a su primo ¿se acordaría de ella? Allyson pensó con cinismo que lo más probable era que no fuera así. Seguro ni de la bella Jaquie se acordaba, hombres como él y como el que tenía al lado olvidaban con facilidad impresionante a las mujeres que cometían el error de haberse cruzado en su camino para luego pasar a pastos más verdes. Lo observaba sin perder detalle y por eso mismo no se percataba de la mirada de Máximo que destellaba un control casi total de sus instintos y de lo que pasaba por su cabeza en esos momentos. La tensión de la mandíbula era lo único que denotaba que no estaba en control.
¿Habían sido amantes? Eso si que no podría soportarlo, eso no, se decía Máximo prácticamente rogando al cielo que el abierto interés de su esposa por Stefano fuera solo curiosidad. Pero no, no podía ser así de sencillo, seguro que su azarosa vida le deparaba una sorpresa de lo más desagradable. Pero por lo más sagrado podía jurar que aunque Stefano no tuviera la culpa de nada, que era lo más seguro y de que quizás lo que hubiese habido entre ellos hubiese ocurrido antes que él llegara a la vida de Allyson, el deseo de derribar a su primo de un golpe era algo que corría imperioso por todo su cuerpo. Pero, Allyson había llegado a él virgen ¿no? Aunque había más de una manera de tener placer y sin penetración, se recordó apretando con más fuerza la mandíbula.
Allyson estaba más que lista para recibir a Stefano y sus ojos adquirieron una tonalidad helada. A pesar de estar concentrada mirando a Stefano, algo detrás de él llamó su atención. Le pareció ver a uno de los Investigadores que habían colaborado anteriormente con ella y William, si no se equivocaba era Luciano Mendoza amigo de William y simple conocido de ella. Sabía que podría tener información de donde estaba William y si ella lo localizaba podría obtener más datos de su pasado. Eso la distrajo el tiempo suficiente para no ver llegar a Stefano, cuando se giró vio que le daba un abrazo calido a Máximo y le sonreía ampliamente. Máximo le correspondió de igual manera aunque ella percibió algo de tensión en él.
- Te presento a mi esposa, Allyson. – dijo Máximo.
Stefano se volvió hacia ella con la sonrisa en el rostro, que se le borró durante un brevísimo momento y al instante siguiente sonreía pero sus ojos indicaban que si bien no la había reconocido al instante en ese momento su cerebro famoso por su rapidez le estaba dando los datos.
- Siempre es un placer conocer a una bella mujer – Dijo todo encanto y dándole un beso en la mejilla, movimiento que ella no esperaba y que no tuvo tiempo de evitar.
- ¿Tratas de seducir a mi esposa en mis narices? – Preguntó Máximo aparentemente bromeando, pero su sedosa voz dejaba traslucir que no le agradaba en absoluto el asunto por broma que fuera.
- Mi querido primo ¿celoso? – Stefano se rió con ganas- En honor a la verdad, solo una mujer como la que tengo delante podría lograrlo, es un gusto conocer a la esposa de mi primo.
- Me gustaría decir que es un placer conocer al primo de mi esposo pero lamentablemente no puedo, a decir verdad lamento el verle de nuevo – Dijo Allyson con el rostro firme y con ojos de hielo mirando fijamente a Stefano.
Stefano por poco se queda boquiabierto lo mismo que Máximo que no esperaba que ella dejara en claro su opinión e intenciones fuesen las que fuesen delante de él.
- Ciertamente eres una mujer que dice las cosas como son. Directa y al grano, me gusta eso. Ahora bien, dime querida prima a que debo ser el receptor de tu enojo.
- Sabía que no lo recordarías – Esbozó una sonrisa sarcástica y desdeñosa.
Y Máximo se tensó hasta decir basta ¿Es que esa condenada mujer expondría sus amores con su primo delante de él? Stefano ni siquiera la recordaba, de eso estaba seguro y no sabía por que, Allyson no era una mujer para olvidarse.
- No eres la clase de mujer que pueda olvidarse y menos con esa boca tan rápida, pero debo admitir y me sorprende, que no logro recordar donde...- Se calló repentinamente, por fin lograba recordarla. Era amiga de ella... de ella...aquella noche, solo la había visto breves momentos, quizás ni cinco minutos por eso no la había recordado al instante.
- Se puede saber de qué va todo esto – rugió Máximo en la voz mas baja que su escaso control le concedió.
- ¿Dónde está ella? – lo interrumpió Stefano.
Máximo no podía estar más confuso. De pronto Stefano tenía en el rostro una expresión que le recordaba a él mismo, desesperación, furia. Pero al menos no se trataba de Allyson como era obvio, si bien no entendía del todo lo que pasaba, su suspiro de alivio fue bastante audible y si su esposa y su primo no estuvieran a punto de una monumental discusión lo hubieran escuchado.
- ¿Y eso a ti que puede importarte? – La hostilidad de Allyson crecía velozmente y pudo notar sintiéndose mejor como la irritación de Stefano aparecía.
- Quiero saberlo.
- Da igual. Yo no pienso decírtelo. Dejaste muy claro que no quieres nada con ella desde el momento en que la trataste tan cruelmente.
- Créeme ella se lo ganó.
Máximo vio justo a tiempo como los ojos de Allyson relampaguearon de ira, iba a abofetear a Stefano delante de toda esa gente y sabía que nada la detendría a no hacerlo. Era algo que no podía permitir más que nada por ella misma, no quería su imagen en todas las revistuchas amarillistas anunciando que había abofeteado a Stefano. Así que fue mucho más rápido que ella y en el momento en que su mano se levantó él se la agarró. Ella lo fulminó con la mirada y Stefano aunque estaba furioso no pudo menos que quedarse sorprendido por la actitud de ella.
- Tienen el mismo condenado carácter. – Susurró incrédulo.
- No, ella ya te habría hecho pedacitos. Aunque debo decir que ya no le importas – Se intentó soltar de la mano de Máximo pero él no se la permitió e incluso la acercó más a él ganándose otra mirada de hielo.
- Estás demasiado segura de eso. Yo no lo creo así – contestó arrogantemente Stefano.
- Esta conversación está de lo más interesante, pero ¿podríamos ir a un sitio donde puedan destrozarse tranquilamente sin la presencia de nadie más? – Repuso irónico Máximo.
- No voy a ir a otro maldito sitio – Dijo Allyson.
- No maldigas querida.
- Por favor Máximo, necesito que me lo diga.
- ¿Qué te diga qué? No entiendo nada.
- No diré nada. – Terció ella.
- Vamos al salón azul. – propuso Stefano.
- No iré con ninguno de los dos a ningún lado.
- Vamos a ir y no vas a oponerte. Si lo haces te llevaré a rastras te lo prometo.
Aquello pareció bastar al menos de momento para ella. Aunque estaba seguro se vengaría después de él.
Una vez lejos de las miradas de los demás invitados. Quedaron los tres solos en el salón azul, llamado así por su decoración. Allyson se sentó en un cómodo sillón y les dedicó una mirada asesina a ambos.
- Mi intención era romperte la cara de alguna manera – Le dijo a Stefano.
- Ella ya olvidó pero no fue nada justo- continuó ella- La quiero como mi hermana y lo que pasó no podía quedar así, sobre todo porque yo hoy te vería, podía hacerte pagar de alguna manera lo que le hiciste aquí mismo, desagradables circunstancias ¿no?
- Ahora si díganme de quien están hablando – exigió Máximo.
- De Jaquie.
- ¿Jaquie? Ah, ya. ¿la conoces? ¿quieres encontrarla? Dios te ampare. – Le dijo Máximo a su primo recordando el carácter de Jaquie cuando se vieron en el Hospital.
- No es gracioso – Dijo furiosa Allyson.
- Merezco una explicación. Quiero saber dónde está- Dijo Stefano al borde de la furia.
- ¡¿Explicación?! Fuiste tú el que la trató horrible.
- Por circunstancias que no pienso discutir aquí con ustedes. Solo con ella. Lo que ella me hizo a mí fue peor de lo que pasó esa última noche.
- Yo le creo – dijo Máximo.
- Hombres, apoyándose hasta en sus bajezas. Y dime después de este tiempo ¿vas a buscarla? Es demasiado tarde ¿no crees? Cuando dije que ya no se acordaba de ti es cierto. Va a casarse en unas semanas.
Aquello pareció dejar lívido a Stefano. Máximo no recordaba nunca haberlo visto así. Seguramente nadie lo había visto así. Estaba perdidamente enamorado el pobre de su primo y quizás aún se lo negara a sí mismo.
- ¿Stefano? – lo miró preocupado.
- Por favor dime donde está- Dijo Stefano angustiado a Allyson y aquella suplica casi la hizo hablar.
Casi habló y le dijo el paradero de Jaquie, pero no se lo merecía aparte de que Jaquie la mataría. Ella no le diría a Máximo si estuviera en su lugar, de eso estaba segura. El hombre que tenía delante había cambiado al escuchar sus palabras. No era cierto que Jaquie se iba a casar, pero solo así él pensaría que su amiga no pensaba más en él. La reacción de Stefano le había sorprendido. Vio angustia en sus ojos los momentos suficientes para saber que estaba ante un hombre que sentía mucho más de lo que admitiría nunca por Jaquie o quizás esa intensidad de emociones que vislumbraba era de otro tipo. Con los hombres se podía esperar todo y tomando en cuenta lo que vivía al lado de Máximo no sabía que creer, que pensar, que deducir.
- Lo siento, pero no serviría de nada. Él es el hombre indicado para ella. – Dijo y muy a su pesar le siguió mintiendo. Así sabría que tan verdaderas eran sus intenciones- No tiene ningún caso que se vean de nuevo, no hay lugar ya para las reclamaciones.
- Deja que eso lo juzguemos nosotros – Gruñó Stefano.
- Puedes ponerme en el potro de tortura si quieres – Dijo y se levantó resuelta – Pero no te revelaré su paradero. No sé qué pretendes al tratar de localizarla.
- Tan solo hablar con ella.
- Máximo ¿nos vamos? Quiero ver la exposición – Dijo ignorando a Stefano, se merecía eso y más.
- ¡No! ¡Máximo hazla hablar por el amor de Dios!
- ¿Crees que podría obligarla a hacer algo que no quiere?
- Hay muchas maneras de hacerla hablar. Y esas solo las puedes emplear tú.
- Y el proceso puede ser de lo más placentero – Respondió Máximo con un brillo divertido en los ojos.
- ¡Váyanse al diablo los dos!
- Prefiero no irme a ningún lado si no te importa... - Dijo Máximo – Yo se dónde está Jaquie.
- ¡No se lo digas!
- No puedo ocultarle una información que para empezar no le perjudica a nadie y que es obvio que a él le interesa muchísimo.
Allyson se sentó nuevamente en el sillón sintiéndose derrotada. Pero si ella no había localizado a Jaquie, lo más seguro es que él tampoco pudiera. Pero conociendo a los hombres de esa familia, Stefano iría directo a Islandia si era posible y la encontraría. Rogaba que no fuera así.
- ¿Islandia? ¿Qué rayos hace allí? ¿está sola? – decía Stefano al escuchar donde se hallaba Jaquie.
- Sí, trabaja como fotógrafa de no recuerdo qué revista y supongo que va con su equipo de trabajo, no lo sé. – respondió Máximo a las preguntas.
- No será una maldita revista de cotilleos.
- ¡Por supuesto que no! - Explotó Allyson – Ella fotografía la naturaleza, paisajes y escribe reportajes. Se le llama fotoperiodismo por si no lo sabes- Añadió con sarcasmo.
- Debo irme – dijo Stefano sin más – Gracias por decírmelo Máximo. Se que piensas lo peor de mí – le dijo a Allyson- Pero... bueno, hablaremos después. – Y se marchó dejándolos solos sumidos en el silencio.
- Muchas gracias, traidor – Dijo Allyson arrastrando las palabras y levantándose para quedar frente a él
- Tenía derecho a saberlo – se defendió Máximo.
- No, no lo tenía. Es algo que no te correspondía a ti juzgar.
- A ti tampoco.
- Es mi amiga.
- Es mi primo.
- Pagarás por esto.
- ¿Tienes una idea de lo que es estar en esa situación?- Le dijo de pronto furioso- De buscar desesperadamente sin saber si la búsqueda tendrá éxito, sin saber si iba a encontrarte. Si estarías bien o no. Porque a pesar de todo, a pesar de todas las malditas cosas que me hiciste quería encontrarte y tenerte conmigo.
Allyson tenía una expresión horrorizada ¿A pesar de todas las malditas cosas que me hiciste? Esa frase se repetía en su cabeza.
- ¿Qué te hice? ¿Qué malditas cosas te hice? – le dijo con la voz temblorosa.
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