Capítulo 20
Casi con sigilo se dirigió al salón donde estaba la foto de Máximo con el infame de Stefano, cerró la puerta y se sentó en un precioso sillón color caramelo a juego con la decoración del lugar, levantó el teléfono con sumo cuidado como esperando en cualquier momento que alguien o más bien dicho Máximo llegara a arrebatárselo de las manos. Con alivio comprobó que no era así y que tenía línea.
Con dedos temblorosos marcó a sus padres a casa y nada, saltó la contestadora y escuchó la dulce voz de su mamita querida: Llamas a la casa de los Castillo, deja tu mensaje y si es muy urgente llama a nuestras oficinas en Madrid. Y si eres Allyson, cariño, más vale que llames y digas donde estas.
Momentos después le daban el teléfono de sus padres que se encontraban en quien sabe que región perdida de Sudamérica.
- ¿Mamá? – dijo temblorosamente cuando marcó. La emoción de oír a su madre la estaba sobrepasando.
- Allyson ¡cariño mío! ¿Cómo estás? ¿estás mejor? Cuando Jaquie nos llamó tú ya no estabas en el Hospital ¿Qué pasó? ¡Dios mío! Nos has tenido muy preocupados y si no nos hemos movido es por que Jaquie tardó en avisarnos lo que te pasó y luego ya no supimos donde estabas.
- Estoy bien, mamá no te preocupes. Mucho mejor. Se suponía que yo te diría lo del accidente no Jaquie – dijo con ganas de tener enfrente a su amiga para zarandearla- ¿Qué más te dijo? – preguntó con aprensión.
- Estaba preocupada por ti y bueno... - ¡les había dicho todo! Definitivamente tendría que ponerle cinta adhesiva en la boca la próxima vez – Nos dijo que te habías casado pero no que no recordabas nada de eso y eso fue un completo shock para nosotros debo añadir.
- Lo siento tanto mamá, pero es que apenas estoy recordando como es que pasó todo esto ¿Qué dijo papá?
- Ese fue el problema no dijo nada. Quedó en shock.
No, gimió Allyson. Era única hija y se había casado sin decir una palabra y para rematar no lo recordaba. Vaya desastre.
- ¿Estás con tu esposo ahora? ¿Estás segura que estás casada con él? – preguntó angustiada su madre.
- Sí mamá, si no, no estuviera aquí créeme.
- Te creo, se que no es momento para reclamaciones pero nos debes muchas explicaciones jovencita una vez que hayas recuperado la memoria.
- Lo sé- y volvió a gemir, pues sabía lo que eso significaba. Era independiente por supuesto, pero nadie se libraría del interrogatorio de sus padres.
Tardó largo rato hablando con su madre y después con su padre, ambos le prodigaron su cariño y ella se sintió tan reconfortada y amada que casi se pone a llorar en el teléfono. Claro, que la dulzura desaparecería cuando una vez se vieran le pidieran explicaciones. Eso la hizo sonreír, aceptaban todo de ella, pero casarse así sin decir nada por lo visto era para que les diera un ataque, tenían razón y si no le reclamaban es por que estaban más preocupados por ella y por su salud.
Quedaron de verse en cuanto ellos volvieran a España, se tomarían unas largas vacaciones había dicho su madre.
Por la conversación se había enterado de que Jaquie seguía en Islandia y le fue imposible comunicarse con ella, lo más que pudo hacer fue dejarle un recado en las oficinas de la revista donde trabajaba. Lo mismo pasó con Gabriela y le dejó un mensaje en el contestador. Lo siguiente era llamar a su abuela. Se le hizo un nudo en el estomago. Y sintió que empezaba a surgirle la tensión ¿Por qué? ¿Qué sabía su abuela acerca de esos "días oscuros" que no recordaba?
- ¿Mabel? Soy Allyson – dijo entrecortadamente. No solía decirle abuela y para su consternación en ese entonces a Mabel le había complacido que no le llamara abuela.
- ¡Allyson! Hija ¿estás mejor? ¡me has recordado! – decía emocionada su abuela. La hizo sentirse algo rara el escucharla hablarle con tanto cariño, pues aun no recordaba mucho de cuando había vivido con ella al dejar a Máximo, solo una pequeña parte.
- Sí, te he recordado. Estoy bien ¿tú como estás?
- Mejor, ahora que me llamas. No pasaba un día sin que no me acordara de ti. Jaquie dijo que no era prudente llamar por que no me recordabas. Por eso no pude impedir que te fueras con ese hombre, después supe que te habías ido con él.
Allyson apretó con fuerza el teléfono y el corazón empezó a latirle desbocado.
- ¿Por qué no debía irme con él Mabel? – había varios motivos por los cuales no debía haberse ido con él, pero quería oír los de su abuela.
- Oh, Dios. No debí decirte nada. Pensé que ya habías recordado todo – dijo angustiada.
- He recordado, no te preocupes. Es sólo que hay cosas que aún no y necesito me ayudes a llenar esos huecos en mi memoria.
- No creo sea lo mejor para ti – dijo dudosa.
- Abuela, por favor. – imploró Allyson.
- No recuerdo la última vez que me dijiste abuela.
- Pero lo eres ¿no? Anda, dime por que no debía irme con él. Necesito de ti, de tu ayuda.
- ¿Qué es lo que recuerdas?
- Que lo dejé, que me refugié contigo. Que me cuidaste.
- No decías gran cosa. Sólo que casarte con Máximo Vecchio había sido un error. Estabas en condiciones tan malas que me imaginé cosas horribles. Tú te cerraste casi completamente y no me decías nada.
- ¿Absolutamente nada? – frustrada preguntó.
- Llegaste y me dijiste en el tono más triste y desgarrador que necesitabas un lugar para quedarte un tiempo, yo acepté por supuesto. Después que entraste te pusiste a llorar y dijiste que habías aguantado tanto pero que no lo habías conseguido.
- ¿El qué? ¿Qué no había conseguido?
- Te pregunté lo mismo, pero no dijiste nada más.
- Abuela, yo... estaba... cuando llegué, yo... ¿Estaba embarazada?
- No, por supuesto que no. Dijiste algo al respecto, que había sido lo mejor que no hubiera un bebé.
La mano de Allyson tembló, eso ella ya lo sabía que no había bebé, pero la pregunta era si lo hubo ¿Qué había pasado? ¿Lo había perdido? O ¿Había sido una falsa alarma?
- ¿Nunca estuve embarazada? ¿perdí algún bebé?
- No te puedo contestar porque no lo sé. Solo sé que cuando llegaste conmigo no lo estabas. Poco a poco empezaste a recuperarte y te enfrascaste en el trabajo. No mencionabas siquiera su nombre. Pero a mí se me había quedado grabado, Máximo Vecchio-Salvatore...
Pasó un poco más de tiempo hablando con su abuela y tranquilizándola por el hecho de que vivía con Máximo de nuevo, puesto que ella era la única que había visto como había sufrido por ese hombre.
No había logrado información que le ayudara a terminar el rompecabezas que tenía ante si. William era la última opción, si su corazón palpitaba rápido al hablar con Mabel, ahora lo sentía desbocado y nuevamente las sensaciones se agolpaban en su mente y su cuerpo con tanta rapidez que no lograba descifrarlas.
Llamó a la casa de William en Londres y nadie respondió. Llamó a Florencia, al museo donde habían trabajado ellos y donde de vez en cuando él colaboraba. No supieron decirle donde estaba. Dejó recados en el contestador de su casa como en las oficinas del museo. Era raro que nadie supiera donde estaba, era un hombre conocido y su rastro había desaparecido. Con más fuerza que nunca su corazón le decía que él era la llave para abrir lo que tan encerrado mantenía su mente. La puerta se abrió de golpe, ella ya había colgado el teléfono pero aún así se sobresaltó, sobre todo al ver a Máximo en el umbral con cara de ángel caído.
A los pocos segundos de que Allyson había intentado comunicarse con William, él ya lo sabía. Sabía que había llamado a su familia y lo había permitido. Porque ellos sabían muy poco de lo ocurrido. Pero William no solo lo sabía todo, si no que además le corroía el alma el saber que ella ya lo había recordado o quizás no lo había olvidado se dijo con furia, sobre todas las cosas le mataba el hecho de que había intentado comunicarse con él.
- ¿Has terminado?
- Sí, he terminado. Así que sabías que estaba hablando por teléfono.
- Poco sucede a mí alrededor que yo no me entere.
- Ya veo.
- ¿A quien llamabas?
- A mi familia, amigos. Estoy cansada quiero irme a dormir- Y dicho eso se levantó rumbo a la puerta, pero él la interceptó tomándola del brazo.
- ¿Qué amigos?
¿Qué rayos le pasaba? Pensaba Allyson. Si le había prohibido las llamadas en Siffnos era por que pensaba que ella intentaría escapar. Pero ahora eso no era una opción, no después de haber hecho esa tregua.
- Si te molesta que haya llamado, debo decirte que no tienes por que. Tenía que hablar con mis padres, con Jaquie, Gaby, con mi... - y se interrumpió, no tenía por que dar explicaciones de su comportamiento el cual era normal.
- ¿Con tu qué...?
- ¿Por qué estás tan molesto?
- No contestes a una pregunta con otra.
- No entiendo tu actitud. Déjame ir, tengo sueño, estoy cansada.
- ¿Buscando la manera de evadirme? No es tu estilo, querida – dijo cínicamente.
- A quien yo llame, créeme no tiene por que ser motivo de tu enojo.
- Deja que eso lo juzgue yo – Dicho eso la atrajo hacia si y la besó ferozmente, como queriendo demostrarle que le pertenecía sólo a él. Ella le respondió de la misma manera sin amedrentarse ni un solo segundo.
- No juegues conmigo, Allyson.
- ¿Por qué no aclaramos las cosas de una vez por todas? – le dijo con la respiración agitada y soltándose de su abrazo. – Dime que fue lo que pasó, que fue lo que hice para que tu desconfianza tenga niveles tan altos. Dímelo de una maldita vez y acabemos con este juego de dudas.
Quería oírlo de su boca, que él le dijera todo. No importaba si le gritaba su traición, lo que sea que haya hecho, pero que lo dijera de una maldita vez pensó furiosa. No podía seguir así se volvería loca.
- Lo haría, pero no es recomendable.
- ¿Por qué no? – gritó.
- Sería malo para tu salud y no quiero provocarte otro shock – secamente contestó como si en realidad no le importara un comino. – tendrás que recordarlo todo tú sola y no se si sea lo mejor para los dos, pero así están las cosas, no puedes hacer nada para apresurarlo.
Ella no contestó, le lanzó una mirada furiosa y salió de la habitación dejándolo allí maldiciendo. Cuando rato después entró a la habitación que compartían casi sentía que ella lo estaba esperando lista para arrojarle algo. Pero se la encontró profundamente dormida. Se desvistió, entró a la cama y la abrazó. Ella entre sueños protestó pero luego se acomodó a su cuerpo haciendo que él se tensara de deseo. Deseo que definitivamente esa noche no satisfaría.
A la mañana siguiente cuando bajó a desayunar le dijeron que Máximo se había ido ya a trabajar. Tenía el tiempo más que necesario para acudir a comprar el test de embarazo. Desayunó y le pidió al chofer la llevara a un centro comercial, no podía decirle que a una farmacia. Este obedeció inmediatamente y con una sonrisa cínica se dio cuenta que ya era seguida por sus guardaespaldas, si bien, al menos ahora guardaban una distancia más que justa. Máximo le había dejado varias tarjetas que tenía a su disposición así que sin tener más opciones tomó una. Después de comprar lo que necesitaba y aprovechando la oportunidad única para explorar y añadiendo el hecho de que quizás así olvidara por un momento las consecuencias si estaba embarazada, visitó un museo del centro y después se encontró comprando en una boutique un vestido que nadamas al verlo le había encantado. Era de un color oro pálido muy parecido a una túnica griega, comprando así mismo unas sandalias a juego. A pesar de las distracciones los nervios atenazaban su estomago. Volvió a casa apretando el bolso en el cual estaba la prueba de embarazo. No solo tenía que enfrentarse a ello, estaba el hecho de tener fragmentada su memoria y la exposición de esa noche así como el ver de nuevo al hombre que había insultado a Jaquie. Con un sonido de exasperación sintió como la tensión hacía su efecto y la cabeza le dolía anunciando una migraña. Entró apresuradamente dispuesta a tomarse una pastilla, pero se paró en seco. No debía ingerir cualquier medicamento si estaba embarazada. Tenía que hacerse esa prueba ya. Para evitar que la cabeza le estallara y sobre todo para salir de dudas.
Máximo entró a la habitación justo cuando ella estaba terminando de maquillarse, estaba en albornoz todavía. Se había dejado el cabello en un moño alto y estaba concentrada aplicándose el maquillaje tratando de borrar los rastros de las lágrimas que había derramado un buen rato. No estaba embarazada y eso debería haberla aliviado pero se encontró llorando amargamente y con su mente luchando para hacerla recordar algo que lamentablemente se le escapaba. Ella no quería un hijo en esas condiciones, pero el pesar que sentía y su llanto le decía que algo quería comunicarle su corazón y se maldecía por no recordar nada. Máximo se acercó y hasta que lo vio en el espejo se percató de su presencia.
Una oferta de paz había dicho y puesto en su cuello una exquisita cadena de oro, llevando también pendientes y pulsera del mismo material. Ella le sonrió a medias a través del espejo y le agradeció, aun cuando deseaba ponerse a gritar de frustración. Así que volvió a su tarea de maquillarse. Le pareció escuchar un sonido de frustración de parte de él y se alegró pues ahora ya eran los dos en las mismas condiciones. Estaba actuando irracional, se decía. Pero no se podía ser muy racional estando en sus condiciones.
Un hijo sólo hubiera empeorado las cosas se repetía una y otra vez, pero el pesar en su corazón persistía. En cuanto Máximo entró al cuarto de baño, ella se apresuró a vestirse. Era una noche de gala y etiqueta, los Troyanos eran gente de alcurnia y según lo que había leído de ellos ese día por Internet pertenecían a una familia de abolengo griega.
Con un gesto de desagrado al recordar el incidente con Jaquie, deseó que no hubiese conocido nunca al famoso Stefano y cuando deseó para ella misma no haber conocido nunca a Máximo, se encontró con que no cabía para nada esa idea en su mente y menos en su traicionero corazón.
Se contempló en el espejo y tuvo que admitir que se miraba realmente bien, el color del vestido le venía de maravilla con su bronceado, sus ojos parecían más grandes y luminosos. En esencia parecía una mujer bella y sofisticada, la esposa de un magnate. Deseó quedarse en casa, meterse en la cama y rumiar sus penas, llorar simplemente para vaciar todo, su dolor, la angustia del olvido. Pero nunca había sido una cobarde. No permitiría además que él la viera en ese estado.
- Te faltaron las joyas.
Desde el marco de la puerta del baño, Máximo la contemplaba con admiración, se giró al oír su voz. Error pensó al instante, sus ojos despedían deseo puro. Llevaba únicamente el albornoz como ella momentos antes. Lamentaba el hecho de que con una sola mirada se sintiera completamente excitada. Casi lo odió por el poder que tenía sobre ella, si no salía de allí haría algo de lo que después se arrepentiría. Tomó rápidamente los estuches que contenían las joyas y con manos temblorosas los abrió. En un instante él estaba a su lado, le quitó un estuche y le pasó la cadena de oro por el cuello provocándole escalofríos que controló con esfuerzo, hizo lo mismo con los pendientes y la pulsera. Ella no dijo nada y no hizo nada, estaba demasiado concentrada tratando de no derretirse allí mismo.
Sentía su aliento sobre su cuello, sus manos que la rozaban. Si él decidía seducirla, no pondría objeción alguna, su cuerpo se tensó de anticipación pero él eligió ese momento para apartarse y dirigirse al vestidor. Susurrando un gracias casi ahogado salió de la habitación sintiendo que le faltaba el aire. Bajó las escaleras decidida a tomarse algo fuerte, pero no había comido mucho ese día y la sola idea de ingerir un licor fuerte le hizo revolver el estomago ¿acaso ni siquiera eso podía hacer? Sentía un persistente nudo en el estomago, se sentía muy nerviosa. No era por la exposición estaba acostumbrada a esos eventos que la mayoría de las veces no eran otra cosa que un desfile de vestidos de diseño y joyas carísimas, no era por Troyanos, le partiría la cara si pudiera pero no sentía aprensión por ello al menos no mucha, sentía mezclarse la desesperación dentro de ella junto con sus nervios que solamente podía atribuir al hecho de estar con un hombre que amaba pero al cual no recordaba haber engañado antes o no, un hombre del que no sabía si se podía fiar. Tampoco tenía la seguridad de esa tregua silenciosa que tarde o temprano se rompería y ambos lo sabían. No quería sentir ese deseo pecaminoso en todo su ser por él sin recordar lo que aún se le escapaba a su mente amnésica.
Sigiloso como un gato salvaje, Máximo ya había bajado las escaleras no lo había escuchado llegar y la observaba con una expresión de lo más escrutadora, era el pecado personificado pensó viéndolo detenidamente y olvidándose de sus anteriores pensamientos. Ese hombre era para quitar el aliento ¿era justo que un hombre fuera así de bello? No, no lo era. Definitivamente no lo era.
No se explicaba por que a pesar del aire acondicionado de la limusina sintiera calor, bueno, en realidad si que lo sabía o más bien quién se lo provocaba. Se había introducido en ella observando con evidente desinterés su entorno y mirado por la ventana en un intento por no ser tan conciente del hombre que iba a su lado. Sabía sin necesidad de mirarlo que él no le quitaba la vista de encima. El silencio era atronador si es que eso era posible y la tensión en su interior se estaba elevando vertiginosamente. Sintiendo un repentino deseo de mandar todo al diablo incluyéndolo a él se giró bruscamente a mirarlo y no se había equivocado pues él la observaba y seguía haciéndolo sin pestañear ¡maldito fuera! Sentía que ya empezaban a subírsele los colores a la cara. Él hizo un asomo de sonrisa irónica y ella quiso abofetearlo.
- ¿Qué es tan divertido? – dijo sin poder contenerse.
- Tú – respondió con una evidente sonrisa maliciosa en la cara.
- No sabes cuanto me emociona alegrarte la noche – repuso irónica – No sabía que soy una especie de payasa personal.
- Estás muy rara esta noche.
- Y yo que pensé que nunca había estado más normal en mi vida.
- ¿Es por la exposición? ¿por las personas que veremos?
Esas preguntas las había hecho suavemente, pero Allyson percibió que encerraban algo más ¿verían a personas que ella ya había conocido antes? ¿Algo que la ayudara a recordar? Pero algo le dijo que no era eso, él se lo habría dicho.
Aunque sea por un poco de consideración a ella pues era probable que pudiera sufrir un shock ¿o no?
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