Capítulo 2
Terminó su trayecto a su asiento rápidamente, no quería perderse nada de lo que ella tuviera que decir. Algo le dijo que una mujer así no podría tener una pizca de inteligencia, no es que fuera prejuicioso en ese aspecto pues él mismo conocía muchas mujeres bellas e inteligentes pero tenía que quitarse algo del efecto que ella le había provocado, así que se libraría de su hechizo en cuanto abriera la boca y demostrara su ineptitud. Pero ¿cómo alguien tan afamado como Carlton permitiría hablar a cualquiera en una de sus conferencias?
Conferencias que eran aclamadas en todo el mundo y que además acudían miles y miles de personas. ¿Por qué se arriesgaba a hacer el ridículo? La respuesta estaba en ese momento sonriendo a la audiencia y colocando el micrófono a su altura ella misma.
¡Claro! Ella tenía hechizado al pobre de Carlton. ¿Pobre? Pero, ¡Lo que daría por estar en su lugar! Eran amantes, de eso no cabía duda y terminaría de convencerse en cuanto esa preciosa criatura hablara.
El pensar que esa chica estaba con Carlton le hizo sentir una especie de envidia y enojo, cuando él ni siquiera había sentido jamás lo que significaba la envidia. Enojo por que ella anduviera con ese viejo en beneficio de su carrera, ¿Qué? ¿Acaso todas las mujeres eran iguales? Enojo por que una mujer como ella no fuera suya. Aunque su cerebro brillara por su ausencia en el cuerpo de esa mujer aún así la deseaba.
Pensamientos tontos, se recriminó enseguida por que podía tener a las mujeres que quisiera y ella no era necesaria en absoluto para calmar sus instintos o ¿acaso despertaba una lujuria nueva e insaciable en él?
En eso ella habló y le causó el mismo efecto que la primera vez, su voz suave pero a la vez firme con notas de dulzura y sensualidad.
Al parecer él no era el único absorto, pues el auditorio había respondido mostrando interés y silencio.
Ella inició con los puntos a tratar de su discurso, la importancia del arte en la cultura moderna, el deber de las personas para con la historia de su nación, su preservación y conservación, el legado a futuras generaciones.
Habló con una pasión y entusiasmo contagioso y él tuvo que rechazar de tajo lo que había pensado de su ineptitud, a todas luces era una mujer inteligente, preparada y una apasionada de su carrera y eso hizo que la deseara aún más.
A pesar de ello no podía pasar por alto la sospecha que tenía algo que ver con su mentor, a juzgar por la expresión de este al observarla estaba arrobado por ella. Sin embargo con el paso de los minutos él se encontraba en iguales circunstancias.
Allyson tenía un don natural para captar el interés y la completa atención de su auditorio sin la necesidad de recurrir a su belleza. Aún hablando de temas serios y profundos como los que abordó logró hacerse entender en todo aspecto con sencillez y eficacia e incluso arrancó risas con toda intención al tratar en tonos más ligeros aspectos de su discurso a un auditorio que cualquier experimentado conferencista hubiese temido.
Ahí estaba la crema y nata de la sociedad florentina, gente de ilustres apellidos y de amplias fortunas que se daban la fama de conocedores de arte, fama bien ganada en el caso de muchos que solamente se dedicaban a adquirir obras de arte y por ende no se les podía tomar el pelo. Su abuelo era uno de ellos, al retirarse por mala salud había vuelto a su pasión por las artes.
Hubo un momento en que creyó pensar que ella lo había quedado viendo y había hecho una pausa casi un poco mas larga de lo normal, pero enseguida se dio cuenta que ella ordenaba sus notas. Esa mujer lo estaba trastornando, no veía la hora de hablar con ella y presentarse.
Pero sobre todo no veía la hora de llevársela a la cama y si eso significaba arrancársela a Carlton entonces eso haría, sería como juego de niños.
Usaría todo su atractivo, encanto y dinero y haría a un lado los escrúpulos, ¡vaya! nunca se había propuesto seducir a una mujer, ellas venían a él siempre.
Quizás con ella sería diferente o quizás sería igual de fácil, no le importaba cómo pero la poseería. Esperaba que no fuera tan sencillo, creía captar un aura apasionada y salvaje en ella.
El discurso terminó, ella sonrió y en ese justo momento miró hacia donde él estaba, sus miradas se conectaron, prácticamente todo se incendió alrededor de ellos. Allyson retiró rápido la mirada y fue cuando Max esbozó una sonrisa, una sonrisa de depredador...
¿Pero que rayos le sucedía? Es como si hubiera retrocedido en el tiempo y estuviese viviendo de nuevo lo que había sentido al ver a Allyson por vez primera.
De pronto lo invadió la inmensa necesidad de verla, ¿acaso tenia que vivir con el estigma de su recuerdo, con esa necesidad y anhelo de tenerla cerca aunque sea para sufrir? Estaba loco, esa era la única verdad.
A muchos kilómetros de ahí Allyson Castillo estaba tratando de hacer las paces con ella misma, se había propuesto recuperar aunque sea un detalle de esos meses "oscuros" y todo había sido en vano. Se levantó de la cama del hospital y echó a andar hacia la ventana, el viento hacía volar las hojas de color café debido al otoño y anunciando el nuevo cambio de estación. Dadas las fechas ella no recordaba lo sucedido en la primavera y verano de ese año... de repente el corazón empezó a latirle con fuerza, "la primavera"... Flores, muchas flores. Volteó como autómata hacia su habitación y al instante no era un cuarto de hospital lo que tenía ante sus ojos, si no una lujosa suite y flores por todas partes, sobre todo sus favoritas: tulipanes rosa y amarillos, además de un sin fin de flores exóticas y hermosas. Casi se podía ver a si misma en medio de la habitación con los ojos iluminados por la emoción y una sorprendente sonrisa en el rostro mientras con aire encantado examinaba las flores, pero lo cierto era que aunque él le hubiera enviado un único tulipán ella estaría en igual estado de felicidad suprema... ¿Él? ¿Quién era Él?...
Como si su mente le hubiera dado más información de la que pretendía, al instante volvió a la realidad y supo con más certeza que nunca mientras su corazón latía aceleradamente que había recordado un detalle importante: un hombre en su vida y no uno cualquiera, por lo visto alguien por el cual ella había estado más que entusiasmada.
Un repentino temblor le recorrió el cuerpo, cuando recordaba lo que había sentido al ver las flores, ¿era posible que ella hubiese estado enamorada?
No, no podía ser así, ella nunca había dejado tiempo para eso. No, cuando su carrera era lo más importante, claro que algún día pensaba encontrar al hombre adecuado y quizás casarse y tener uno o dos hijos.
Pero eso sería cuando ella se hubiese realizado en todo aspecto profesional, cuando terminara su libro, cuando tuviera patrocinadores necesarios para las restauraciones que tenía en mente, cuando hubiese terminado de recorrer mundo debido a las investigaciones. Y es que ella no se veía de otra forma que trabajando y viajando, había sido su estilo de vida al lado de sus padres y para ella era lo más normal.
No había sido problema mantener a los hombres a raya, puesto que ninguno le había llamado demasiado la atención como para dejar aunque sea por unos días sus ocupaciones.
Claro que había salido y disfrutado de excelentes veladas con amigos, pero eso eran nadamas, amigos. Había llegado a salir en más de una ocasión con uno solo, debido a la insistencia de sus amigas, los besos no habían despertado en ella el anhelo de algo más y no entendía el desenfreno de muchos por el sexo.
Le hubiera gustado ser un poco más como Jacqueline... vibrante, sin una gota de aburrimiento en su ser, sin tomarse demasiado en serio las cosas.
Jaquie era un ejemplo de superación a pesar de los múltiples problemas que había enfrentado, eso sin mencionar los del corazón.
Pero ahí estaba ella, desaprovechando según decían sus compañeras de estudios en sus días de Universidad, todo su potencial. No se referían a su cerebro obviamente, si no a su belleza física y encanto natural. De poco servía lo que le dijeran, estaba más que decidida a seguir con lo que se había trazado para su futuro, lo que le apasionaba, su carrera.
Nada ni nadie habían logrado apartarla de esa meta todos esos años, pero con lo poco que había recordado estaba más que convencida que esta vez las tornas habían cambiado y esa pasión interior al parecer en esta ocasión la tenía por un hombre. Estaba prácticamente segura de ello, así como lo estaba que su vida había cambiado totalmente. El miedo de la incertidumbre la invadió.
Por que si ella estaba así de comprometida sentimentalmente con un hombre, ¿dónde estaba él? ¿Seguirían juntos? ¿Sabría del accidente? Ó ¿acaso había sido una aventura? Esa última opción no encajaba con ella, pero no podía descartarla. Con un suspiro se sentó en la cama y trató de serenarse, pero definitivamente eran demasiadas las interrogantes como para poder estarse tranquila.
En eso Jaquie llegó con una enorme sonrisa, y con una bolsa de papel en la mano.
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