Capítulo 19
Tenían que empezar de nuevo, podrían hacerlo. Él lo intentaría. Una voz en su interior le dijo que tenía que esforzarse al cien por ciento y apartar el orgullo y la rabia que lo carcomía por dentro. Sin dudas, Allyson valía la pena. Estaba dispuesto a todo por ella. Pero sabía que algo se cernía sobre ellos, nubes negras se aproximaban presagiando tormenta, la que sucedería cuando ella recordara todo y lo cierto es que, no sabía si lo superarían, tomando en cuenta que al final ella decidiría si quedarse o marcharse ¿estaba preparado para dejarla ir? Nunca lo estaría, pensó con tristeza. Solo que esta vez trataría de hacer lo correcto. Actuar con indulgencia y humildad era algo que nunca en su vida había hecho. Pero con Allyson nunca nada fue igual y nada sería lo mismo. Su vida pasada antes de conocerla era un recuerdo lejano. Pero igual no se le antojaba lo más mínimo regresar a lo que había sido.
Allyson yacía en la cama ya despierta pero sintiéndose tan atormentada por los recuerdos que no quería poner un pie fuera de ella. No podía seguir allí eternamente pero las preguntas se le agolpaban en su mente ¿Qué pasó con ese bebé? ¿Fue capaz de ser infiel? Su corazón se encogía cada vez que ella pensaba eso ¿era por la culpa? Se incorporó dispuesta a hacer otra cosa que estar allí acostada gimiendo sus penas y nuevamente se le vino a la mente una imagen de ella acostada sin querer levantarse, llevando días allí sin hacer otra cosa que llorar y llorar. Su cara estaba tan hinchada y roja que parecía un tomate enorme y su abuela cerca de ella y pendiente, consolándola, obligándola a comer y a levantarse aunque sea para dar un paseo breve ¡su abuela! ¡Dios santo! Pero si su abuela no la podía ver a ella ni en pintura. Pero lo que recordaba era una abuela dulce, preocupada y con los ojos llenos de amor por ella. Cosa que ni en sus mejores sueños hubiera podido imaginar. Mabel no había sido una buena abuela con ella, pero al parecer eso había cambiado. Su estado era tan deplorable y desgarrador que hasta la fría e inamovible Mabel Del Real había por fin apartado su enorme coraza para recibirla y ella había llegado a refugiarse en casa de su abuela, algo totalmente impensable puesto que no se soportaban mutuamente y lo había hecho precisamente porque...
Por qué no quería que él la encontrara, por que él desconocía la existencia de su abuela en México y así jamás la hallaría, aunque el no verlo nunca más significara morir en vida.
¿Por qué no recordaba en el orden correcto de los acontecimientos? No sabía lo que al final había desencadenado su partida ¿lograría recordarlo?Por que lo que no recordaba era lo más importante, ya sabía que en su matrimonio las peleas eran el pan de casi todos los días pero a pesar de eso ella lo amaba con locura, como aún lo hacía y por ello no se explicaba el que Máximo la culpara de infidelidad, no podía creer que ella hubiera sido infiel.
Los ojos de Máximo despreciativos y crueles culpándola de adulterio y rechazando el bebé estaban marcados ya en su mente. Pero lo que quería saber era si realmente había sido culpable, que había hecho para merecer el castigo de su rechazo, él la había seguido reteniendo a pesar de lo que pensaba de ella, si era así había tenido una oportunidad de recuperarlo, entonces ¿Por qué había tenido que huir? ¿No había soportado el que él no solo no la amara sino que también la despreciara? ¿Era por el bebé? Pero no había bebé pensó sintiéndose repentinamente vacía. Por lógica sabía que lo había perdido ¿era eso lo que había hecho dejarlo? ¡Dios! Se apretó las sienes tratando de obligar a su cerebro a darle más información, a que se la diera toda. Se abrió la puerta y alzó el rostro. Lo vio entrar y quedarse frente a la cama viéndola y con aspecto de estar batallando con sus propios demonios. Ella alzó sus brazos hacia él, quería sentirlo, quería que la abrazara y sobre todas las cosas quería que la amara.
Máximo respondió, se acercó a ella y empezó a besarla suave, dulce, tiernamente. Allyson casi se pone a llorar pero se concentró en responderle.
Hicieron el amor de igual forma y cuando rato más tarde se encontraba entre sus brazos sintió latir dentro de ella una pequeña esperanza. Pequeña, pero esperanza al fin y al cabo.
Al día siguiente, con vergüenza Allyson tenía que reconocer que no sabía cuando es que tenía que venirle el periodo. Si supiera tal vez se daría una idea de si estaba embarazada o no. Para salir de la duda tendría que encontrar la manera de comprar una prueba de embarazo sin que Máximo la viera, iría al pequeño pueblito pretextando un paseo, aunque no estaba segura de encontrar lo que quería. Aprovechó cuando él se puso a trabajar y salió dejándole una nota diciéndole que iba al pueblo pues no quería molestarlo. La pequeña farmacia no tenía lo que quería, no había preguntado pero todo estaba expuesto así que se dio cuenta que no habían test de embarazo. Recordó al Doctor y preguntó por él, sólo para saber que se había ido a Atenas unos días. Suspiró derrotada, ya tendría oportunidad de averiguarlo, pero la verdad es que ya quería saberlo. Regresó, llevando con ella un collar de conchitas marinas que una niña le había regalado y en cierta forma el gesto le había aliviado un poco la tensión. Al llegar Máximo estaba claramente impaciente y ella que pensaba que llegaría a tiempo para que no viera la nota siquiera.
- ¿Adonde fuiste?
- A dar un paseo. La nota lo decía.
- No vi ninguna nota.
- El viento debe haberla tirado. Mira ¿no es bonito? – le mostró el collar.
- Hermoso – respondió atrayéndola y besándola.
Ella rió encantada. Si se ponía así cada que saliera a dar un paseo lo haría con más frecuencia. Aún así preguntó algo extrañada.
- ¿Qué sucede?
- Pensé que...- Se detuvo, no iba a decirle que pensaba que lo había dejado y que el sentido común le había hecho que se controlara. Por que no podía salir de la Isla sin que él lo supiera. Así que había esperado con la impaciencia creciendo a cada momento. Cuando la había visto, había suspirado aliviado. – Te habías ido a la cascada sin mí.
- Que tontería – rió Allyson – la cascada sin ti, no es lo mismo – Le sonrió seductora - ¿vamos?
- Por supuesto. Pensé que no lo preguntarías.
Cuando horas más tarde regresaban a la casa. Un fax con carácter de urgente estaba en la máquina. Se requería su presencia en Atenas por negocios lo que hizo que frunciera el ceño enojado por lo inoportuno que era irse en esos momentos. Estar con Allyson era la gloria, la Isla había sido una especie de burbuja para los dos alejándolos de todo y todos. Sabía que no sería para siempre pero aún era pronto. Se fijó que había llegado también una invitación para asistir a una exposición de arte griego patrocinada por la familia Troyanos. Seguramente a Allyson le encantaría asistir y estaba el hecho de que los Troyanos eran familia por parte de su madre que era griega y aunque no los veía con frecuencia, mantenía comunicación y se veía cada que podía con su familia griega, sobre todo con Stefano su primo. Así que no había de otra. Dejaban la isla ese mismo día.
Allyson se sintió triste al abandonar la isla, la sentía como su hogar. Pero si lo veía objetivamente ahora si podría salir de dudas y saber si estaba esperando un hijo de Máximo o no.
Apartó la vista de la Isla y se enfocó en Máximo que ya estaba concentrado leyendo. Sonrió recordando como habían llegado, ella ignorándolo por completo y él enfadado.
Al aterrizar en Atenas ya era de noche y ella no tenía idea si se iban a un hotel o él tenía casa en la ciudad. Cosa que era probable por lo que le había dicho, tenían casas en distintas ciudades del mundo. Pero que la de Florencia era en donde pasaban más tiempo. Ella no recordaba la casa de Florencia. Porque no era en la villa de las afueras en donde vivían permanentemente. De la mano de Máximo entró a la limusina que los esperaba y ella sonrió irónica ante tanto lujo.
- No tengo ningún auto mío aquí. – le dijo él cuando vio su expresión.
- ¿Por qué lo dices?
- Vi tu cara, piensas que soy un snob que no quiere conducir su propio auto. Me gusta lo mejor por supuesto, pero no la extravagancia. Cosa que seguramente aún no recuerdas.
- Lo siento, no pretendía ser ...
- No te preocupes – le dijo y se volvió de nuevo a unos documentos dejándola con las palabras en el aire.
- A mí tampoco me gustan las cosas extravagantes – Dijo suavemente casi como para si misma.
- Lo sé.
- ¿Adonde vamos?
- Tenemos una casa aquí.
"Tenemos" esas palabras la reanimaron pero al mismo tiempo le recordaron su maldita amnesia.
Llegaron por fin a lo que ella ya se esperaba, una casa magnifica de dos pisos enclavada en una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Atendidos de inmediato por el personal, fue a la habitación principal de la casa mientras Máximo se encerraba en el despacho a hacer llamadas. Nada le recordaba nada, se dijo frustrada ¿había estado ella ahí? Con tantas casas, seguro no había estado en una por lo menos. Y estando en Grecia el único lugar en el cual querría estar era Siffnos. Se duchó y para cuando anunciaron la cena estaba lista. La casa contaba con aire acondicionado pero a pesar de ello llevaba un vestido de tirantes que le llegaba a las rodillas en color limón. Se paseó por la casa mientras esperaba a Máximo y al entrar en uno de los salones se percató de una fotografía donde salía él y otro hombre igualmente atractivo, bueno la palabra se quedaba corta era un hombre casi igual de impresionante que su esposo. Ambos sonreían y se fijó que tenían cierto parecido. Frunció el ceño pues sintió que ya lo había visto antes, juraría que así era, solo que para variar no recordaba donde. Escuchó pasos a sus espaldas y se giró para ver, era Máximo quien entraba en el salón cambiado de ropa y el cabello húmedo por la ducha y miraba la foto que estaba en su mano.
- No lo conociste, es mi primo.
- ¿Estás seguro que no? Se me hace conocido.
- Quizás por que tiene parecido conmigo.
- Puede ser, pero hay algo que me dice que ya lo había visto. No puedo explicarlo.
- Mi primo es un hombre muy conocido, se dedica a la industria de la construcción entre otras cosas. Seguramente viste su cara en alguna revista o artículo en la web, sobre todo en los que hablan solo de chismes. Es asediado por las mujeres – dijo con una sonrisa.
- ¿Ah sí? – dijo sintiendo cierto desagrado hacia su primo, sin saber bien por qué y antes que pudiera detener sus palabras soltó – Seguro que le agrada el asedio de las mujeres lo mismo que a ti.
- ¿Cómo has dicho? – Respondió entrecerrando los ojos y aproximándose a ella.
- Creo que me has escuchado perfectamente ¿eras algo así como uno de los solteros de oro no? Ya he recordado eso, así como que no despreciabas para nada las atenciones del género femenino a pesar de estar casado conmigo.
La mirada de Allyson era helada y penetrante y él se quedó unos instantes analizando el hecho de que ella empezaba a recordar pero no se lo había dicho.
- ¿Cuándo has recordado eso?
- Ahora mismo que ha salido la conversación.
- No te creo.
- No es algo que pueda controlar ¿sabes? Los recuerdos llegan de pronto.
- Sí, pero estás muy tranquila. Cuando recordaste el accidente te pusiste casi en estado de shock.
- Recordar un accidente no es lo mismo que recordar los devaneos de mi marido ¿te has fijado que no lo has negado?
- No era mi culpa recibir esa clase de atenciones.
- Pudiste haberlas rechazado ¿no?
- Me hubiese visto ofensivo – dijo a la defensiva, sabiendo que ella tenía razón pero se dejaría cortar una mano antes que admitir que si aceptaba las atenciones de esas mujeres era solo para mortificarla a ella.
- Creo que te debió importar más que a la que ofendías era a mí.
- No parecía importarte ¿te importaba?- preguntó burlón.
- Quedar en ridículo es algo que no pienso volver a tolerar- dijo ignorando su pregunta. – Harás bien en recordarlo.
- ¿Es una amenaza? – preguntó no sabiendo si sentirse enfadado o echarse a reír.
- Oh, claro que no. Es una promesa.
Ahí estaba la Allyson que él recordaba con claridad. La que no se dejaría de nada ni de nadie. Sabía que no había arrastrado literalmente a las mujeres que le acechaban solamente para no darle el gusto a él de verla enojada.
- Me encantará vértela cumplir.
- No tientes tu buena suerte.
- Tendremos oportunidad de ver que pasa mañana por la noche.
- ¿Por qué?
- Conocerás a parte de mi familia materna. Los Troyanos. Han patrocinado una exposición de arte griego. Nos han invitado.
- ¿Troyanos? - ¿Por qué el nombre se le hacía curiosamente familiar? Y de pronto recordó por qué.
...
¡Maldito! ¡Mil veces maldito! Repetía Jaquie la frase que ella ahora ya usaba con frecuencia al menos en su cabeza para referirse a Máximo, solo que su querida amiga la usaba para referirse a un hombre igual de atrayente que su marido e igual de rata. Jaquie parecía una diosa griega en busca de venganza, allí vestida de azul oscuro se veía preciosa pero de los ojos le salían chispas y cuando se fijó un poco más lágrimas ¿Jaquie llorando? El verla así había angustiado a Allyson y se había apresurado a sacarla del lugar donde se realizaba esa fiesta lejos del famoso Stefano Troyano ¡claro! Por eso se le había hecho familiar la cara de ese despiadado magnate ¿era coincidencia que fuera familia de Máximo? No. Se dijo con dureza, llevaban en la sangre el hacer sufrir a las mujeres que realmente los amaban. Aunque Allyson no sabía si ella era inocente o no, una vocecita dentro de ella le dijo que no tenía por que arrepentirse de nada ¿era su diablito interior el que le decía eso? Sonrió con ironía.
- ¿Qué sucede? – preguntó él al verla quedarse mirando a la nada e interrumpiendo el pequeño debate que mantenían.
Allyson no era de las que respondían el clásico, el típico, la infaltable palabra que usaban la mayoría de las mujeres: NADA. Así que le dedicó una sonrisa diabólica y le dijo...
- Me encantará asistir a esa exposición y sobre todo me encantará ver a tu primo.
- ¿Por qué? – dijo sin fiarse nada de esa sonrisa de diabla y temiendo por lo que podría significar ¿Qué podría importarle a ella Stefano? ¿lo conocía? Se tensó.
Stefano era conocido por los fabulosos negocios que hacía, era un genio de las finanzas igual que él y gozaba de todo lo que ello conllevaba. Era uno de los solteros más cotizados y podía tener a la mujer que quisiera sin mover un dedo ¿Allyson y él tuvieron algo? No, no podía ser. Era demasiado. Casi una tragedia griega en todo su esplendor. Sintió chirriar los dientes, mientras Allyson seguía como en estado ausente la vio colocar la fotografía en su lugar, pero alcanzando a ver el destello de furia que lanzaban sus bellos ojos ¿estaría enfadada con Stefano? ¿Por qué? ¿Habría intentado ser la señora de Stefano Troyanos sin éxito? ¿Él había sido la segunda opción? La rabia que sintió le quemó literalmente el interior de su cuerpo y deseó destrozar algo, lo que fuera y tomar a esa bruja que tenía por esposa y marcarla como suya de la manera más placentera posible. Apretó los puños y ella eligió ese momento para voltearse y verlo. Su mirada era de decisión ¿Qué estaría tramando? ¿Hacerle un escándalo a Stefano? No, no lo haría pero si buscaría la manera de hablar con él y por supuesto él no se lo perdería por nada. De lo que si podía estar seguro es que Stefano le diría toda la verdad. Lo quería como a un hermano y sabía que el sentimiento era reciproco, sin embargo eso no minimizaba en nada las ganas de querer romperle la cara a su primo a pesar de no saber con certeza que había pasado. ¿Serían solo imaginaciones suyas? Esa mujer tenía la facultad de convertirlo en un ser dominado por las emociones.
- Por que no conozco a casi nadie de tu familia a excepción de tu abuelo.
Allyson tranquilamente respondió a una pregunta que ya había olvidado le había hecho.
- Nos la pasaremos genial ya verás –dijo sarcásticamente.
Sarcasmo que no se le pasó por alto a ella. ¿Qué estaría pensando? Se preguntó Allyson, no tiene por qué importarme se dijo, estaba deseando ver a Stefano y arrojarle una botella a la cara. Ahora recordaba con claridad como había hecho sufrir a una de las mejores mujeres del mundo que conocía, de hecho Jaquie era como su hermana.
En esemomento les anunciaron que la cena estaba servida y él la tomó con firmeza dela mano cosa que la sorprendió y la guio al comedor.
Mientras avanzaban ella siguió pensando en lo sucedido ese día en Grecia hacía ya un tiempo. Jaquie se había adelantado a ese viaje que ambas habían planeado. Cuando ella la había alcanzado, encontró a una Jaquie diferente, terriblemente enamorada, cosa que le gustó pero después le preocupó al enterarse de la identidad del hombre en cuestión. Stefano era conocido por supuesto por ser un hombre fabulosamente rico, fabulosamente guapo y fabulosamente todo. Pero se le veía con una mujer bellísima diferente cada semana. La noche en que se lo iba a presentar Jaquie, él había decidido cambiar de pareja sin decirle una sola palabra. Había despreciado a su amiga y le había dicho cosas que hacía que le hirviera la sangre. La respuesta de Jaquie había sido una sonora cachetada en pleno salón de baile, estaba segura que si no la hubiera sacado, Jaquie le habría dado de patadas a Stefano y ella era buena para eso. Ese pensamiento casi hizo que empezara a reírse a carcajadas. Pero se contuvo pues sentía la mirada de Máximo.
- ¿Qué es tan gracioso?
Era buen momento para que la famosa palabra "nada" acudiera en su ayuda, pero algo dentro de ella se rebeló a decirla.
- Pensaba en lo divertido que va a ser conocer a tu familia.
- No tienes idea cuanto – Máximo contestó arrastrando las palabras.
- ¿Por qué nunca me los habías presentado?
- No dilatamos juntos el tiempo suficiente.
Durante toda la cena la conversación no se podía decir que hubiera sido amena. Ambos estaban sumidos en sus elucubraciones personales. Cuando anunciaron que Marcos, necesitaba hablar con él. Máximo se retiró inmediatamente y ella suspiró pues de pronto necesitaba estar sola y empezar a ordenar sus pensamientos y su vida. Con pesar y vergüenza se dio cuenta que no había llamado a sus padres, ni a Jaquie, ni a Gabriela, ni a su abuela. En Siffnos tenía prohibida las llamadas, después de haber hecho el amor con Máximo en la cascada no solo no le había reclamado por eso, si no que se le había olvidado llamar a sus seres queridos. Sintió la cara roja de vergüenza ¿Qué le daba ese hombre para olvidarse de todo? Eso no era bueno para su amnesia definitivamente.
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