Capítulo 18

Tenía diez días de vivir en el paraíso se decía Allyson maravillada por poder decir eso y sobre todo de haberlo vivido al lado de Máximo. No habían vuelto a pelear, no había habido reclamos, comentarios crueles e hirientes por parte de ninguno de los dos. Era como si hubieran hecho una especie de tregua silenciosa desde que habían hecho el amor en la cascada. Desde esa noche no solamente habían compartido habitación, habían hecho el amor como si tuvieran siglos de no hacerlo y lo desearan intensamente, siempre era lo mismo, siempre se deseaban y al pasar los días la fuerza de ese deseo no hacía si no aumentar. Estaban prácticamente solos, los guardaespaldas habían desaparecido, a todos los empleados incluidos Cyril y Althea les habían dado días libres y ella sentía estar viviendo un sueño imposible. Con mucho cuidado ninguno de los dos había tratado de mencionar el pasado o lo que los había distanciado, o su abandono. Cuando no estaban haciendo el amor, nadaban, caminaban por la playa y charlaban sobre distintos temas y cada vez descubría con más claridad el por que se había enamorado de ese hombre. Tenían muchas cosas en común, pero en las que no estaban de acuerdo debatían animadamente pues ambos eran iguales de testarudos, pero nunca esos días habían discutido sobre el pasado, no se había mencionado en absoluto.

Cuando Máximo se ausentaba unas horas para ponerse al corriente con el trabajo ella intentaba en vano recordar la contraseña para acceder a su computadora la cual afortunadamente había sobrevivido.

Máximo se la había dado sin rechistar, pero daba igual ella no recordaba la contraseña. Había escrito infinidad de opciones y ninguna era la indicada. Quizás era lo mejor por el momento pensaba, podría ser que la información de su computadora fuera el equivalente a la caja de pandora.

Máximo la había tenido tan extasiada y feliz que se había olvidado por completo lo mucho que deseaba recordar lo que aún no venía a su mente. Con una sonrisa, recordó los detalles que él había tenido con ella esos días. Cenas románticas a la luz de la luna, todos los días llegaban flores para ella desde Atenas, le brindaba todo su tiempo disponible, cocinaba para ella, la escuchaba y platicaban durante horas, le hacía el amor de tal manera que la transportaba a un universo paralelo de placer infinito y lo mejor es que parecía no saciarse de ella, cosa que le sucedía también. La cascada era su lugar favorito y acudían a ella con regularidad. No recordaba la cantidad de ocasiones en que habían hecho el amor.

De pronto un pensamiento inquietante invadió su mente, y se levantó de un salto de la tumbona donde tomaba el sol ¡no habían tomado precauciones en ningún momento! Iba a hacer el mes al lado de ese hombre, había tenido relaciones con él casi inmediatamente y hasta ahora se daba cuenta de algo tan importante ¿Cómo podía haber sido tan descuidada? ¿Sería posible que un bebé estuviera formándose en su interior? ¿Un hijo de ella y de Máximo? La idea le gustó, pero enseguida la desechó con pánico. No podía ser posible, aún no, se dijo desesperada.

No era tan tonta como para no saber que les esperaban días muy difíciles, que estaba viviendo un sueño y nada más, un sueño que no duraría mucho. Que la calma aparente en la que vivían era solo la que precede a una tormenta. No podía tener un bebé en esas condiciones. El corazón le latía rápidamente y se sentó para calmarse al mismo tiempo que aparecía una escena en su cabeza. Era ella llorando angustiada, pero también furiosa discutiendo con Máximo y gritándole que el bebé que esperaba era de él y de nadie más. La mirada que obtuvo como respuesta fue tan despreciativa que a ella se le habían doblado las rodillas y hubiera caído de no ser por que se había apoyado contra la pared, él se había dado la vuelta y se había ido y ella había caído finalmente al suelo llorando desesperadamente y sintiéndose... ¿culpable? ¿Había estado embarazada antes? Se preguntó con creciente horror ¿Por qué el había dudado si el bebé era suyo? ¿Había perdido al bebé? ¿Por qué se sentía culpable? ¿Le fue infiel a Máximo? Imposible se dijo con firmeza, pero la duda se empezó a formar en su cabeza, era por eso que él la había tratado tan mal se dijo ¿Por qué había empezado a tratarla bien, entonces? ¿Era una especie de venganza, enamorarla de nuevo y luego despreciarla por todo lo que ella le hizo? No podía ser posible que ella le hubiera entregado su cuerpo a otro hombre, a pesar de que sabía que él no la amaba, ella jamás hubiera podido hacer eso como venganza o por sentirse desdichada. Las dudas se agolpaban en su cabeza y se sintió desfallecer ¿Qué había sucedido con ese bebé?

A juzgar por el tiempo, ella no dio a luz a ningún bebé, no lo había perdido en el accidente de eso estaba segura.

Fue caminando como una autómata hacia la playa, el ruido de las gaviotas, del mar, la belleza de lo que le rodeaba no sirvió para despejar su mente. Ni siquiera el sol que le daba de lleno en el rostro con toda su fuerza pues era mediodía logró sacarla de su trance. A lo lejos escuchaba que alguien la llamaba, reconoció la voz de Máximo y simplemente cerró los ojos, sintiendo únicamente el sabor salado de sus lágrimas.

Máximo llegó a su lado apresuradamente, la había estado observando atentamente desde no muy lejos, absorto en ella y por eso mismo había visto como su rostro se transformaba y pasaban por él distintas cosas, desde la tranquilidad de su sonrisa satisfecha, hasta el miedo cuando ella se había levantado de donde estaba sentada para pasar al pánico y al estado de shock en el que parecía estar. Cuando la había visto ir hacia la playa en estado totalmente ausente, la había seguido. Realmente se le veía mal y sintió temor de que algo le pasara. Era por algo que había recordado se dijo sintiéndose desesperado por no poder hacer mucho para ayudarla. Le habló y ella no respondió. La tomó en brazos y regresó a la casa. Estaba lánguida, con el rostro cubierto de lágrimas y él seguía intentando que reaccionara. La puso sobre la cama y enseguida llamó pidiendo un médico. Corrió por un vaso de whisky y la obligó a bebérselo.

El líquido le recorrió la garganta y la hizo toser. Fue suficiente para que reaccionara pero sentía un terrible malestar general empezando por una insistente pulsación en la cabeza.

Abrió los ojos y vio a Máximo sentado a su lado con cara de preocupación.

- ¿Te sientes mejor?

- Sí. – susurró y le acarició en un gesto impulsivo la mejilla con una mano. Necesitaba tocarlo, sentir que él de alguna manera la amaba y los ojos se le llenaron nuevamente de lágrimas.

Máximo maldijo y la abrazó tan fuertemente que sintió que se fundiría con él. Pero ese abrazo le bastó para empezar a sentirse mejor. Pobre ilusa se dijo tristemente. Esto no significa nada, tiene razón en odiarte. Todo indica que fuiste infiel se recordó con un dolor que le quemaba el pecho.

- ¿Qué ha sucedido para que te pusieras así?

- Recordé.

- ¿Qué cosa? - le dijo poniéndose claramente tenso.

- El accidente. – mintió, pues no estaba preparada para admitir sus dudas y temores – Fue horrible – añadió para que él no siguiera preguntando.

- Lo siento. – Y la abrazó de nuevo.

- Ya pasó – Se obligó a sonreír, pero solo logró una sonrisa temblorosa. – Creo que exageré.

- No pasa nada. El médico no ha de tardar en llegar.

- No quiero ver a ningún médico.

- Por supuesto que lo verás.

- Necesito descansar y solamente eso.

- Lo harás pero primero verás el médico ¿entendido?

- Entendido – se sentía tan débil que no protesto más.

El sonido de la puerta los interrumpió.

- Es él, un médico retirado que vive en el pueblo.

Minutos después el médico se despedía dejando a Allyson durmiendo, debían llevar las cosas con calma había dicho. Evitarle tensiones y estrés, de por sí su situación era complicada no había por que añadirle más le había dicho el médico con cara de culparlo a él por lo ocurrido. Lo cierto es que esos días había tratado por todos los medios de hacerla sentir bien y en el proceso él se había sentido de maravilla, olvidándose por completo de su venganza. Quedaba algo lejano el recuerdo de su traición, al menos todos esos días teniendo a Allyson para él no había pensado para nada en ello. Se había sentido como si viviera algo irreal. Como si nada les hubiera separado nunca y había permitido que su corazón traicionero le dijera lo que antes no se había detenido ni permitido escuchar y eso no era otra cosa que tener la conciencia absoluta de seguirla amando. El dolor corrosivo que sentía cada vez de acordarse de su traición se había ido diluyendo si no en su totalidad, los avances eran gigantescos. Quizás él mismo la había orillado al engaño, la vida que tenían no era la mejor; peleaban y discutían constantemente, aunque seguían haciendo el amor como si fueran obsesos sexuales y eso precisamente le hacía sentir que algo no encajaba ¿se habría equivocado? Las fotos eran concluyentes, tenía todas y cada una de las que habían tomado. Fotos donde ella aparecía yendo al departamento de él, juntos tomando un café en una de las plazas más alejadas del centro de la ciudad y las más incriminatorias las de ellos dos besándose ¡santo cielo! ¿Por qué recordarlo? El dolor era casi físico ¿Podría dejar todo eso atrás? Lo único que sabía en esos instantes era que no había dejado de amarla.

Máximo luchaba contra sus demonios internos. No quería perderla, sin embargo se le hacía difícil aceptar el hecho de que ella había compartido su cuerpo con otro hombre ¿o no había sido así? Tienes las pruebas más claras que el agua se dijo y luego se maldijo. Porque ¿Qué hacía ella yendo a su departamento? ¿Qué hacía ella besándolo? La rabia afloró nuevamente y se pasó una mano por el pelo mientras descalzo en la playa contemplaba el atardecer. Ella seguía durmiendo, llevaba horas haciéndolo y él iba con frecuencia a comprobar que estuviera tranquila o a quedarse simple y sencillamente mirándola. Sin poder creerse que esa mujer de cara de ángel fuera en realidad su demonio personal. Pero a pesar de todo lo que ella había hecho, él no había sido un santo. Había sido posesivo y autoritario, no le gustaba que anduviera sola sin protección, la celaba y siempre terminaban enzarzados en buenas peleas que llegaron a ser una constante en la vida de ambos. Allyson no era una mujer sumisa y obediente, era tenaz y testaruda una provocadora y terminaba haciendo lo que quería, cuando quería y como ella quería. No la había logrado dominar y no es que deseara hacerlo. Pero no concebía el hecho de sentirse tan atado a ella y no soportaba pensar que ella no sintiera lo mismo. Las dudas, las desconfianzas empezaron a surgir. Aunque él no tenía la culpa de que hubiera mujeres locas empeñadas en atraparlo a pesar de estar casado. Por que ella también lo celaba y eso a él le agradaba pues no era el único que se enfrentaba a los dañinos celos.

Por el simple hecho de provocarla él había llegado a no rechazar las atenciones que le prodigaban, cosa que en un principio si había rechazado. Deseoso de devolverle un poco de lo que sentía al ver como los hombres se derretían a su paso y se desvivían por ella. Ella nunca le respondió de la misma manera, no coqueteaba, no se aprovechaba de su belleza con los demás y lograba hacerlo sentir culpable. Lo que no sabía es que ella tramaba una venganza sin paralelo en respuesta. Lo había engañado ni más ni menos que con ese idiota que él detestaba, con el estúpido de William, que le diera gracias al cielo que no lo habían encontrado aún sus hombres. Cuando lo tuviera enfrente no sabía que haría con él. La idea de asesinarlo se le antojaba la mejor ¿Él, un asesino? Solamente Allyson podía hacerle sentir toda una gama intensa de sentimientos perversos. Sonrió burlonamente, era un hombre famoso por no revelar sus pensamientos, por preservar el control de él y de lo que le rodeaba y por ello era temido. Ahora lo era por que no podía controlar con éxito su mal genio. Aunque eso era nada comparado con la tormenta de su interior, por que hasta en eso ella había ganado. Él había cerrado en su totalidad los malos recuerdos, todo lo que pudiera hacerle sufrir, como la falta de atención de sus padres, el no significar nada para ellos más que el dinero que le pedían con frecuencia. Eso lo había dejado atrás, nada lo afectaba, nada lo hacía perder el control, nada... hasta que ella llegó a su vida poniendo todo al revés y aunque la maldecía por ello, no podía verse viviendo sin ella. Todos esos meses sin Allyson que en realidad no habían sido tantos la había odiado y la había amado.

Pero de lo que estaba seguro al cien por ciento es que no podía vivir sin ella, porque a pesar de pensar que la odiaba en realidad la amaba casi con desesperación. Así que ahí estaba, odiándose a si mismo por ser tan débil pero aceptando al fin que no se vengaría, que trataría de empezar de nuevo y que intentaría olvidar su infidelidad. Sólo Dios sabía lo difícil que sería y lo mucho que le dolía aún. Pero por el hecho de tenerla, de estar con ella, lo haría. No sabía si ella se quedaría con él. Eso no lo sabía con certeza. Por que al descubrir su engaño, él la había tratado de una forma tan cruel que le remordía la conciencia el pensarlo, ella había intentado irse más de una vez sin lograrlo, había clamado su inocencia, había luchado contra él y estaba seguro lo había odiado por no creerle, pero las pruebas ahí estaban. Hasta que lo planeó cuidadosamente y logró irse. Loco de celos y de rabia la había buscado, pensó que se había ido con el otro y por primera vez en su vida se había emborrachado. Hasta que la había hallado en el Hospital había sabido que no se había reunido con William en ningún momento. Había dado conferencias ella sola en Universidades de México y tenía las pruebas de que el maldito de su amante no había pisado ese país. Aun así la furia no lo abandonaba, si no hubiera sido por el desafortunado accidente no la habría encontrado. Debería trabajar para la CIA se dijo con burla, era buena para escapar y ocultar su identidad. Aun no sabían donde había estado viviendo, solo donde había trabajado. Esos meses sin ella creyó volverse loco. Sin embargo ahora no tenían por que cometer los mismos errores.

Ahora ya no sabía si ella lo había amado alguna vez, se lo había dicho por supuesto,muchas veces. Sólo que ahora no sabía si podía creerlo. Desconocía sus sentimientos hacia él pero al menos de lo que si estaba seguro es que lo había deseado y que seguía haciéndolo. Su vida sexual había sido fabulosa, por esa mujer el deseo siempre lo consumía. Creyó que era igual para ella ¿él no habría sido suficiente? O peor aún ¿él la había orillado a serle infiel? Se mezclaban en sus entrañas la culpa, el remordimiento y claro, la rabia. No había justificación para lo que ella hizo se dijo, pero sabía que el pensar así era una salida fácil para él, una justificación para él al final de cuentas. El sol ya se había metido por completo, el manto de la noche empezaba a caer y se obligó a regresar a la casa. 


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