Capítulo 17
Momentos más tardes oyó el helicóptero alejarse y la casa se le antojó enorme y vacía. Estando en la cama lista para dormirse se sintió fatal, por que su cuerpo lo añoraba, por que toda ella quería que él estuviera a su lado en esa cama enorme y odiándolo por provocarle todo ello y odiándose ella misma por permitirle estar tan dentro de su ser y por tener esa maldita amnesia que no le permitía descubrir lo más importante, el por que ella lo había dejado.
Siete días más tarde
Allyson trataba de ocultar una sonrisa mientras leía a la sombra de una palmera. Desde una distancia prudente y tratando de no ser descubierto la vigilaba uno de sus "gorilas" personales.
Era chistoso como recordaba lo mucho que detestaba el que la vigilaran tan de cerca y no se había percatado de que eso había cambiado. Ahora le daban más espacio y trataban de pasar desapercibidos. Sintiéndose más relajada desde que Máximo había irrumpido en su vida nuevamente, suspiró y se sintió masoquista. Por que extrañaba a Máximo a pesar de que su presencia le provocaba tantos sentimientos contradictorios, lo amaba y lo odiaba. No había llamado desde que se había ido. Al menos no a ella, porque lo hacía con Althea preguntándole por su salud. Eso le había provocado un episodio de furia que no había podido explicar después. Se había largado a la playa y corrido como si la persiguiera un dragón. Althea que era la discreción en persona no le había preguntado por que su esposo no se comunicaba con ella y mejor, porque ella no hubiera podido darle una respuesta. La amable señora la atendía a las mil maravillas y ella creía ver en sus ojos compasión. Se rebelaba a que sintieran eso por ella, por que ella misma no se permitía sentir autocompasión. Deseando no tener que enfrentarse a las miradas de los empleados que seguramente se imaginaban la situación se iba a la playa y disfrutaba de bañarse en el mar de color esmeralda. Había recorrido la Isla casi en su totalidad y a pesar de saber que le seguían los pasos había logrado relajarse. Visitaba el pequeño pueblo de pescadores que quedaba en la zona norte de la isla y hecho amistad con algunos de los pequeños que la habían divertido mucho al tratar de enseñarle a pescar. Los lugareños ya la habían reconocido como la Sra. Vecchio y eran muy amables con ella.
Caminar explorando la isla y nadar le servía para calmar los deseos de estar con Máximo no sabía si para besarlo o matarlo. Tenía prohibido hablar por teléfono. Simplemente no salían llamadas sólo se recibían, preguntó porque y Althea no logró darle una respuesta convincente. Resignada al menos de momento trató de concentrarse en lo que leía. Mientras, en Atenas Máximo veía unas fotografías con creciente interés.
Máximo estaba absorto viendo las imágenes que le habían sido enviadas a su teléfono de su esposa. Había pedido un informe diario sobre sus actividades. No soportando el no ver con sus propios ojos lo que hacía, había pedido fotografías y ahí las tenía, Allyson salía en prácticamente todas las fotos con sensuales trajes de baño o con ropa ligera que le hicieron apretar los dientes al principio al saber que mostraba su maravilloso cuerpo de manera tan relajada y natural, la siguiente reacción a esas fotos se reflejó directamente en su entrepierna de manera casi dolorosa. Allyson se veía relajada y sonriente en compañía de varios niños, incluso en una de esas fotos ella reía a carcajadas y los niños junto con ella. Un nudo se le formó en la garganta al saber de manera inequívoca que ella sería una excelente madre, el no imaginarse a otra mujer como madre de sus hijos a pesar de lo que ella le había hecho le provocaba pesar pues estaba muy lejos de poder quitársela de la cabeza.
En otra de las imágenes ella salía del mar como una sensual sirena embrujadora de hombres. Su equipo de seguridad tenía que ser de piedra para no responder físicamente a la belleza de su esposa se dijo repentinamente excitado y furioso. Levantó el teléfono y enseguida Marcos recibía órdenes de retirar a los guardaespaldas de su esposa. Tal orden era algo totalmente extraño y hasta algo peligroso tomando en cuenta la protección que siempre recibía Allyson y la facilidad de ella para desaparecer, Marcos se lo hizo saber a su Jefe y sólo recibió el sonido del teléfono al colgar.
Esa mujer era una hechicera ni más ni menos. Ni siquiera le había llamado por teléfono por que estaba seguro que en cuanto oyera su voz, saldría disparado a la isla. Tenía que tomar duchas frías con frecuencia, sólo de pensar en ella su cuerpo respondía con una rapidez que lo enfadaba. Afortunadamente los negocios lo habían absorbido, pero no era el mismo. Los empleados lo miraban extrañados y hasta temerosos. Si bien, era un jefe exigente nunca había sido un tirano, pero lo cierto es que ahora se comportaba como uno, el estar lejos de ella y el necesitarla no estaba dentro de sus planes y no contribuía para nada a su humor de perros.
Una hora después Máximo iba hacia la isla pilotando él mismo el helicóptero en su afán por tener la mente en otro tema que no fuera Allyson.
¿Estaría con otra mujer? Se preguntaba por enésima vez Allyson aceptando que no podía concentrarse en la lectura, era probable tomando en cuenta que era un insaciable, claro que ella recordaba no quedarse muy atrás en cuanto a deseo.
Empezó a caminar por la playa buscando la manera de olvidarse del asunto. El sol empezaba a bajar y recibió con agrado la brisa marina y la belleza del próximo atardecer, su cuerpo tenía un saludable tono dorado y en cuanto a salud se sentía mejor que nunca. Sus heridas habían sanado rápidamente y ya casi no necesitaba las pastillas pues eran cada vez más espaciados las migrañas. La noche que él se había ido, se le había pasado pedirle su computadora. Estaba entre sus pertenencias que ella había llevado desde el Hospital, aunque quizás estuviera hecha pedazos, ni siquiera había preguntado. Lo cierto, es que le sentaría de maravilla ponerse a trabajar nuevamente.
¿Se la daría? Podía contener mucha información importante y no solo de su trabajo si no también de su vida. Estaba ensimismada pensando en eso que tardó un poco en darse cuenta que nadie la seguía ¿sería posible tal cosa? Una sensación de burbujeante libertad empezó a recorrerle la piel. Reacia a creerlo, escrutó con la mirada a su alrededor, regresó sobre sus pasos sabiendo que no se ocultarían si no que permanecerían a la vista desde la distancia que habían estado manteniendo. Asombrada descubrió que en efecto estaba completamente sola e inmediatamente pensó en ese mágico sitio que estaba bastante retirado, rodeada de vegetación se encontraba una pequeña cascada de aguas cristalinas y frías perfecto para el calor del sol griego. Además estaba bastante cubierta y era poco probable que la vieran tomando en cuenta que sus intenciones eran nadar desnuda. Corrió por toda la playa deteniéndose de vez en cuando para asegurarse nuevamente si la seguían, no era así y empezó a reír como loca. Por fin llegó a su destino y se quitó el pareo, las sandalias las llevaba ya en la mano y las arrojó ahí cerca lo mismo que el resto de su bikini y con un grito de alegría desde una roca se arrojó a las deliciosas aguas decidida a disfrutar como nunca.
No había usado la piscina desde su llegada. El mar le parecía una mejor alternativa. No había nadado en la zona en la que estaba ahora por que deseaba hacerlo como ahora, totalmente desnuda. Su piel recibió agradecida el agua refrescante y acariciadora, le recordó a Máximo y sus manos que la volvían loca de deseo.
Dos veces le había hecho perder la cordura, había reconocido inmediatamente la forma de hacer el amor y para ella y su cuerpo había sido lo más normal del mundo recibirlo. Suspiró y se sumergió completamente deseando prolongar su estancia lo más posible.
Al otro lado de la Isla tenía varios minutos de haber aterrizado Máximo, la distancia y el sonido del mar así como el estar centrada en sus pensamientos había hecho que Allyson no oyera el helicóptero. Mucho menos podía imaginarse el alboroto que él estaba armando por que no la encontraban por ningún lado.
Su equipo de seguridad estaba preparándose para marcharse obedeciendo sus órdenes, pero él estaba fúrico, no atendía al razonamiento lógico de que ellos le estaban obedeciendo.
¿Se habría ido? ¿Habría vuelto a dejarlo? No habían pasado ni 15 minutos buscándola y él estaba cerca de entrar en pánico. Nadie había salido de la isla le decían en esos momentos, el alma le volvió al cuerpo cuando una de las empleadas le dijo que la había visto dirigirse a la zona de la cascada. Por los informes sabía que ella se paseaba casi a diario por allí.
Corrió dejando en claro que iría sólo para allá, algo le decía que ella estaba allí, que no lo había abandonado otra vez.
Llegó lo más rápido que pudo y avanzó lentamente entre la vegetación para no hacer ruido alguno. Quería ver que era lo que estaba haciendo como para que no hubiera oído el ruido del aparato. Lo que vio lo dejó inmóvil, pero tan solo unos segundos por que inmediatamente empezó a quitarse la ropa dispuesto a reunirse con esa mujer que lo tenía completamente loco.
La visión de Allyson desnuda cual sirena de cuerpo pecaminoso le puso el mundo alrevés, se deslizaba en el agua tentadoramente y él no podía quedarse allí sin hacer nada. Una vez desnudo igual que ella se lanzó el agua haciendo un estruendo que la sobresaltó.
Allyson gritó y se pegó a una roca que sobresalía en el agua viendo por donde salir lo más rápido posible. Justo en ese momento emergía Máximo del agua y ella en lo único en que pensó fue en la belleza que sólo un Dios Griego podía tener y que le había sido dada a ese mortal que tenía por marido.
Imponente, bello, increíblemente guapo era lo único en que pensaba. El agua resbalaba por su piel de oro y ella quiso deslizar la lengua por esas gotas que cubrían su pecho. Exudaba sexo y su mirada ya estaba cubierta y cargada de deseo, oscurecida. Allyson tenía el aparente refugio del agua para ocultar su desnudez, pero el agua era tan cristalina que se veía todo y así es como pudo ver la evidente prueba de deseo de Máximo por ella. Él se acercó a ella sin decir una sola palabra, ella debería haber tenido miedo o haberle dicho algo, pero estaba terriblemente excitada, las ansias de ese hombre, por tenerlo dentro de ella la consumían. El hecho de estar en aguas frías no menguaba para nada la excitación a ninguno de los dos. Cuando llegó a ella la besó, se posesionó de su boca con fervor y ella respondió con la misma intensidad como si la vida se le fuera en ello. Él acariciaba sus senos mientras tanto y la llevó donde ambos pudieran hacer pie, a aguas menos profundas. Ella se dejó llevar encantada.
La tomó de la cintura y la elevó de tal manera que sus pechos quedarán a la altura de su boca y se dio un banquete con ellos, haciendo que Allyson gimiera de placer. Buscó su boca nuevamente y se devoraron con desesperación, ansiosa por tocarlo sus manos vagaron por su ancho pecho y bajaron tomando su erección haciendo que él se estremeciera y gimiera, ella lo miró retándolo con la mirada y sonriendo maliciosa. Él respondió deslizando un dedo al centro de su feminidad y penetrándola con él volviéndola loca. El sonido de las olas rompiendo contra la playa se mezclaba ahora con el de sus respiraciones entrecortadas y las exclamaciones de placer de ambos. Él la aprisionó contra una roca en el agua y ella le rodeó con las piernas lista para que la penetrara, cosa que él hizo y nuevamente la hizo alcanzar el cielo, siguiéndola poco después. Ella enterró la cara en su cuello, sintiendo que se hundiría si no lo hacía a pesar de no estar en lo profundo y de pisar tierra, pero es que ella sentía que su cuerpo después de semejante explosión sexual no la sostendría en pie. Él lucía también agitado y poco a poco ambos empezaron a calmarse. Allyson no sabía si podría volver a verlo a la cara sin sonrojarse. Le había demostrado que lo había echado de menos y de que manera. Con lentitud lo miró a la cara, esperando ver una mirada cruel o burlona. No vio nada de eso, sólo vio el rostro del hombre que amaba que la miraba casi como si sintiera lo mismo que ella.
- ¿Me extrañaste? – le preguntó de pronto.
- Algo así – contestó escuetamente.
- Te morías por verme. – le dijo con sonrisa sensual.
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