Capítulo 10
- ¡Esto no prueba nada! – gritó absurdamente Allyson.
- Al contrario querida, lo prueba todo.
- Tan solo un hombre y una mujer dejándose llevar.
- Argumento que te hunde todavía más.
- ¿A qué te refieres? – dijo confundida todavía por lo vivido.
- No haces si no reforzar el hecho de que fuiste infiel.
- Piensa lo que quieras, aunque no lo recuerde se que no sería capaz de semejante cosa – dijo agitadamente.
- Eres capaz de cualquier cosa siempre que sea para tu beneficio, eso es algo que no tardarás en recordar y volver a hacerlo.
- En ese caso, si piensas así ¡déjame ir! – pidió la joven.
- ¡Nunca! – replicó fieramente Máximo.
- No puedes obligarme a quedarme.
- En eso te equivocas, no puedes hacer nada sin que yo no lo consienta. Tu pasaporte está resguardado y no te será entregado a menos que yo lo diga. Tu lugar es aquí a mi lado te guste o no y más vale que te vayas acostumbrando por que no irás a ninguna parte.
- ¡Esto es un secuestro! – le gritó furiosa.
- ¿Secuestro? ¿y quien te creería? Viniste conmigo por tu propia voluntad, tengo muchos testigos que lo avalan. Eres mi esposa, acabas de sufrir un accidente donde te golpeaste la cabeza y tienes amnesia ¿a quien crees tú que le creerían? No harás más que ponerte en ridículo.
- Maldito, mil veces maldito – espetó ella.
- Ten cuidado con lo que dices, no consiento que me ofendas.
- Y yo no consiento que me prives de mi libertad, si me conoces en algo debes saber que haré todo para alejarme lo más que pueda de ti.
- Oh, pero claro que lo se. Y precisamente por eso no darás un paso sin que yo no lo haya autorizado previamente.
- Si me crees una mujer infiel, una mujer que no es de fiar ¿Qué es lo que ganas teniéndome a tu lado? ¡nada! – le dijo tratando de apelar a su sentido común.
- Evito que me sigas poniendo en ridículo a mí y a los Vechio. Te quedarás conmigo como lo que eres: mi esposa por que yo así lo deseo y punto final a esta discusión.
- Vete al Diablo – replicó a punto de ponerse a llorar de coraje.
- No agotes mi paciencia o te arrepentirás.
- El que se arrepentirá eres tú por tenerme aquí contra mi voluntad. Jaquie ya sabe de ti y sabe donde me has traído. Debe estar esperando mi llamada y por lo visto no conoces de lo que ella es capaz si no tiene noticias mías, debo añadir que nos espera un infierno por que no me quedaré de brazos cruzados – lo desafió.
- Que ingenua puedes ser para algunas cosas. Llamé a tu amiga en cuanto llegamos, le aseguré que todo estaba perfectamente y que tú te encontrabas descansando, está de más decir que puedo ser sumamente convincente y persuasivo cuando me lo propongo. Ella acaba de marcharse a realizar un reportaje fotográfico a Islandia si no me equivoco, estará prácticamente incomunicada unas semanas y me ha pedido te diera el mensaje de que se comunicará contigo en cuanto vuelva. Tus padres igualmente están muy ocupados con una nueva excavación y sabiendo que estás bien han proseguido con lo suyo. Eso nos deja a ti y a mí únicamente con nuestro infierno particular.
Esa noticia la dejó lívida, intentando sobreponerse alzó el rostro y con los ojos centelleantes lo miró queriendo que su mirada acabara con él.
- Si las miradas mataran – dijo divertido.
- Estarías tres metros bajo tierra.
- Eso te dejaría como una bella viuda muy rica ¿no es asi?
- Tu dinero me importa muy poco, quiero mi libertad.
- No la tendrás. – al menos por ahora pensó Máximo, "te desecharé cuando ya no te quiera mas a mi lado" la situación sería diferente entonces pues estaba seguro que ella no se querría marchar.
- ¿Qué pretendes? ¿Qué me vigilen todo el tiempo?
- Las 24 horas del día, mi equipo de seguridad se encargará de ti bueno, casi todo el tiempo.
- ¿Casi? – odió preguntar pero no pudo evitarlo.
- Por las noches yo me encargaré personalmente de ti – le dijo con esa sonrisa de tigre que ya reconocía perfectamente – Dormirás conmigo en la habitación que compartíamos como lo que somos, marido y mujer.
Allyson no pudo menos que mostrar su estupefacción al escuchar las palabras de Máximo. Intento responder rápidamente pero no pudo, las palabras abandonaron su boca y su cerebro parecía no poder coordinarse, lo que si hizo fue mandarle imágenes de ella y Máximo con las piernas entrelazadas en una cama enorme, de él besándola, pasándole la lengua por sus pechos haciendo todos los preliminares eróticos para la unión total y de ella gimiendo al contacto. Empezó a sudar y su cuerpo se tensó de anticipación. El sentido común le hizo el enormísimo favor de aparecer antes de que él se diera cuenta o al menos eso era lo que esperaba.
- En ese caso, prepárate para la peor noche de tu vida – le dijo desafiante.
- Al contrario, me preparo para una de las mejores – respondió con un brillo diabólicamente seguro en los ojos.
- No pienso compartir cama contigo. Dormiré en el suelo o en la tina del baño, donde sea pero teniéndote a varios metros de distancia.
- Deja el melodrama – dijo impaciente – vamos adentro, es hora de la cena, no queremos quedarnos sin energías ¿verdad? – dijo provocándola adrede.
- ¡Eres un cretino! – espetó.
- O entras por tu voluntad o me veré obligado a meterte a la casa – respondió Máximo con ojos centelleantes.
- Puedo entrar perfectamente, sola, no me pongas un solo dedo encima o juro que te arrepentirás.
- ¿Desde cuando eres una gata salvaje? – preguntó entre divertido e intrigado.
- Algo me dice que tú me hiciste así.
Eso provocó un tenso silencio y Allyson pudo notar que eso había provocado algo en él. Lo malo es que no sabía el qué ¿arrepentimiento, quizás? Sin esperar una respuesta, se dirigió a la casa y sólo al llegar se dio cuenta que él no la seguía, no es que ella esperara eso ¿o si?
Lola emocionada le habló sin parar en italiano sobre las delicias de las que disfrutarían en la cena. Ella asintió algo distraída a todo lo que le decía y agradeciendo el que pudiera entenderla.
No tenía intención de cambiarse nuevamente para la cena y mucho menos quería que él pensara que ella quería verse bien para atraerlo o algo parecido. Angustiada por la sola idea de compartir habitación con él y la cama sobre todo, fue hasta la cocina con Lola tratando de encontrar algo que hacer, ésta la reprendió cariñosamente no dejándola hacer absolutamente nada. Frustrada, ansiosa y sumamente nerviosa deseó desaparecer. Buscando una salida a su situación el teléfono de la cocina llamó su atención, sintió una especie de alivio.
Se imaginó en cuestión de segundos utilizarlo para llamar un taxi por que definitivamente no tenía a quién acudir o al menos alguien a quién recordara. Avanzó lo más rápido que pudo, descolgó el auricular y digitó un número que salió de su cabeza sin siquiera pensarlo. Le contestaron de la central de taxis que ella por lo visto había utilizado con anterioridad.
- Su dirección por favor – le dijo una amable operadora.
- Sí, claro es... - ¡maldición! ¿Cómo es que no la recordaba? Además de eso ¿con que pagaría? No tenía un solo centavo - ¿me permite un minuto por favor? – tapando el auricular con la mano se dirigió a Lola con una sonrisa inocente – Lola ¿Cuál es la dirección de la casa? – después de que le diera la dirección no le quedaría más opción que pedirle algo de dinero.
- ¿Para que la quiere la señora? – frunció el ceño – pídame lo que desee, no es necesario que usted se moleste. Estoy para servirla.
- Lo se, Lola. Es solo que la he olvidado y ahora mismo la necesito.
- Está bien, la dirección es...
Sin haberlo oído llegar sintió únicamente como le arrebataron el teléfono de la mano y lo colgaban haciendo un estruendo. Lola se quedó asombrada de la reacción de Máximo lo mismo que Allyson pero por otras razones. Creía haber actuado rápido y que lograría pedir el taxi antes de que llegara.
- La señora ya no quiere nada Lola. Déjanos solos un momento, por favor – dijo Máximo en un tono mortalmente tranquilo.
- Gracias Lola – añadió Allyson con una sonrisa tranquilizadora a lo que la señora salió rápidamente.
- ¿Se puede saber que intentabas? – le preguntó en el mismo tono tranquilo y ella casi prefería que le gritara.
- Irme lo más lejos posible.
- ¿Tengo que repetirte que no puedes?
- Me temo que si. No puedes tenerme aquí en contra de mi voluntad.
- Esta es tu casa.
- No la recuerdo.
- Lo harás.
- No me interesa recordar nada que tenga que ver contigo.
- ¿A que se debe el cambio? ¿Qué no estabas ansiosa por recordar todo?
- Tú lo has dicho, lo estaba, pasado. Mi instinto me dice que es mejor quedarme con amnesia. Porque si recordar significa aceptar que estuve al lado de un salvaje como tú tanto tiempo, prefiero olvidar mi estupidez.
- No tienes por que preocuparte por eso querida, tú no fuiste nada tonta, al contrario el estupido fui yo. En cuanto a lo de salvaje no soy el único. Tú lo eres también.
- ¿Cómo has dicho? – dijo furiosa.
- Sí, siempre lo has sido... en la cama, por supuesto – dijo dedicándole una burlona sonrisa.
Dicho eso, se alejó pero no había dado más de tres pasos cuando la voz de ella lo detuvo.
- Será mejor que continúes con tu camino si no quieres acabar con un jarrón en la cabeza – le espetó enfadada por no reaccionar con más rapidez.
- ¿Y se supone que el salvaje soy yo? – preguntó divertido.
- Lo único que hago es defenderme, dudo que eso sea salvajismo. No tengo la menor intención de seguirte escuchando así que ...
No tuvo tiempo para acabar la frase por que la agarró del brazo y la apretó contra él.
- No se te ocurra hacer ninguna tontería, no llegarías muy lejos. Ahórrate la humillación.
- Te detesto, ¿Quién te crees que eres? ¿el amo del mundo?
- El tuyo, por lo menos si lo soy, que no se te olvide nunca.
Aprovechando que ella iba a replicar, la besó sin darle tiempo a nada más ¿desde cuando los besos se usaban para castigar y no solo para demostrar la pasión que corría por las venas?
Se preguntó Allyson desesperada, casi le dolía el rostro por la furia contenida y al mismo tiempo descargada que con ese beso le infligía Máximo, con furia intentó liberarse pero su fuerza sobrepasaba la suya con creces y su abrazo era de puro acero, notó consternada que en realidad no la liberaba pero tampoco le hacía daño.
Su cuerpo empezaba a sucumbir y se obligó a emprender el ataque de nuevo para no verse en evidencia ante él. Cerró los puños e intentó golpearlo, pero con una facilidad pasmosa e irritante le tomó las manos con una sola sujetándoselas por la espalda y con la otra le sujetó la cabeza por la nuca para que su boca no escapara a la suya, lagrimas de rabia amenazaron con salir de sus ojos y fue justo entonces cuando él suavizó de forma paulatina su beso y empezó la verdadera lucha pero esta vez interna, contra ella misma.
El castigo se convirtió en caricia, en un asalto descarado a sus sentidos. Su lengua jugueteaba con la suya sensualmente. Ella entendió el significado al completo de la expresión "derretirse en los brazos de un hombre".
Le soltó las manos lentamente, como aún dudando de su reacción, pero ella estaba más que perdida en las sensaciones, los brazos de Allyson trazaron un camino por los hombros de Máximo hasta que rodeó su cuello y se pegó a él íntimamente, provocando que él respirara entrecortadamente al igual que ella.
Notó al instante la fuerza de su erección y deseó fundirse de inmediato con él. Pequeños gemidos de placer escaparon de la garganta de Allyson cuando la mano de Máximo encontró uno de sus pechos y lo atrapó con una mano, dándole una deliciosa tortura.
Su boca dejó la suya y avanzó por su mandíbula y cuello mientras su otra mano se introdujo en su vestido, llegando a su trasero para después seguir una ruta muy distinta hacia el centro de su feminidad.
Allyson ya no pensaba racionalmente, se había abandonado al completo a las sensaciones que ese hombre le provocaba, la racionalidad y la lógica habían desaparecido. Era simplemente una mujer en brazos del hombre que la hacía enloquecer de deseo.
Justo cuando él estaba por introducir su mano bajo su ropa interior, cambió nuevamente de dirección. Haciendo que ella protestara, la ronca risa de Máximo le dijo que eso no acabaría allí.
La tomó del trasero y la subió en una de las encimeras de la cocina. Ella abrió las piernas para que él se colocara entre ellas deseando con desesperación que estuvieran sin nada de ropa, echó la cabeza hacia atrás dejando ver su maravillosa melena. La tomó del cabello y lo acarició, acercando su boca para besarla nuevamente.
Un sonido al principio débil y que después se tornó insistente se empezó a colar en los oídos de ambos. Él decidió ignorarlo a pesar de que se trataba de su teléfono celular, pero para Allyson fue la vuelta al planeta tierra. Su cuerpo se tensó por completo y debido a la vergüenza y el coraje por lo sucedido su cara adquirió la tonalidad de un tomate. Sus rostros habían quedado a escasos centímetros, pues Máximo al percibir su tensión no había llegado a besarla y la miraba fijamente, desafiantemente. Como diciéndole que se atreviera a negar que lo que había sucedido no significaba nada, como ella misma se había atrevido a gritarle en el jardín hacía escasos minutos.
No había pasado ni media hora y estaba de nuevo en sus brazos completamente derretida y anhelante.
¡Maldito sea! ¡Que estupida, mil veces estupida! Dijo Allyson para si.
- ¿No piensas contestar? – le preguntó con la voz un tanto ronca, pero agradecida de haber podido articular palabra.
- Decide tú ¿seguimos con esto? – respondió con el brillo de deseo relampagueando aún en sus ojos pero mezclado con ironía y burla.
¿Esto? ¿A eso reducía lo que había pasado o había estado a punto de pasar? ¿Seguimos con esto? Había preguntado. Que simple y llana manera de nombrar la pasión que a ella la había arrebatado, pero que por lo visto para él no era más que una manera de demostrarle que podía reducirla a un estado deplorable y de paso satisfacer sus necesidades carnales cosa que cualquier hombre que se preciara de serlo no dejaría pasar.
- Me da exactamente lo mismo. Pero mejor contesta, puede ser algo importante y no queremos que te pierdas algún jugoso negocio ¿no es así? – replicó tratando de mostrarse indiferente e irónica.
- No creo que te de igual, pero de todas maneras la cocina no es precisamente cómoda para tener sexo, aunque debo admitir que consigues que el lugar poco importe. – dicho eso se alejó y contestó el teléfono con una tranquilidad que le provocó ganas de abofetearlo tan solo por ello y eso sin tomar en cuenta sus últimas palabras.
¿Podía ser un halago al mismo tiempo un insulto? Claro que se podía y ese hombre era experto en ello.
Temblando ligeramente, se bajó de la encimera y se compuso la ropa y el cabello lo mejor que pudo. Quería lanzarle algo, pero ya no estaba a la vista. ¿Querría él jugar sucio? Pero que pregunta más tonta, se reprendió enojada. ¡Por supuesto que eso quería!
Tendría que sacar fuerzas de sus debilidades y demostrarle que no le importaba en absoluto lo que él tratara de demostrarle y sobre todo que no podría usarla a su antojo y mucho menos privarla de su libertad por simples sospechas de que lo había dejado por otro hombre.
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