Capitulo 9
—Bienvenido nuevamente a su casa, señor Saúl.—le dije descaradamente como si no me afectara ver su mirada recorrer mi cuerpo. Esa mirada lasciva y atrevida que siempre le lanzan a las mujeres. ¡Pervertidos!.
Unos hombres pasaron por nuestro lado entrando las maletas que se encontraban en el baúl de su gran Jeepeta Land Rovers.
—Gracias, Karina.—¿Karina? ¿Acaso es tan difícil decir Karen?—Estas muy cambiada. Fíjate, que estaba por decirte hace unos días atrás que necesitabas una mano urgente en tu vestuario.—y dicho esto se adentró a la casa perdiéndose de mi vista.
La tranquilidad se esfumó, sabía que llegaría de nuevo al infierno que quiere arrastrarme. La pregunta que siempre me he cuestionado dentro de mí es esta: ¿Que le he hecho yo a Saúl para odiarme tanto, para ni siquiera verme en esta casa? Porque si fuera el hecho de que le he faltado el respeto, le hecho algo que no le gustó. Ah, quizás no le gusta mi comportamiento; pero eso sería ilógico porque Saúl desde que me vio por primera vez, me ha odiado. ¿Acaso sería por mi físico? ¿Por como me visto? ¿Entonces son el tipo de persona desprecia a primera impresión, o por el hecho de ser pobre?
Esa si es una razón convencible.
Si, debe ser eso.
Con la mano detrás de mi espalda me dirijo nuevamente a la habitación de Don Rafael. Justo cuando Saúl había llegado de sus vacaciones, él me pidió que salga para poder cambiarse de ropa. Ahí fue cuando al verle me temblaron las piernas y debo confesar que eso me asustó porque ese hombre estaba propinando en mí algo que me da temor. Nadie nunca me hizo sentir así, las piernas me flaqueaban y en un momento pensé que me derrumbaría. Las palmas de las manos me sudaban y estaba en un estado de nerviosismo en el que no tenía el autocontrol de mi cuerpo. ¿Qué pasaba? Sea lo que sea me asusta.
Mi obsesión de querer saber más de él me invade, me domina. Se cada uno de sus pasos, lo tengo todo vigilado, para sí; cuando quiera que me despidan tener algo bajo la manga. Pues nadie sabe lo que Saúl hace de noche,nadie sabe que apuesta y que está poniendo en riesgo a que todo su imperio se derrumba. Mejor dicho, lo que él ha construido sea arrebatado. Sé que es muy buen jugador. Y la mayoría que él ha logrado obtener ha aumentado a base de esos casinos.
Al caer el anochecer me dirigí como siempre a casa. Anduve por el pasillo hasta que sentí que alguien caminaba detrás de mí, la curiosidad me ganó y mire hacia atrás para ver de quién se trataba. Y resultó nada más y nada menos que Saúl, quien llevaba las manos dentro de los bolsillos de su bermuda color crema.
—¡Hey!
—¿Qué quieres Sr. Saúl?—pregunto siguiendo mi trayecto hasta que me hizo virar para detener mis pies.
—Eso es mala educación,¿no te lo enseñaron en la escuela?—pregunto con un toque de ironía.
—¿Acaso fue de "Buena educación" aquel día que interviniste en el piso que yo limpiaba, señor Saúl?—eso es para que viera quien saber jugar. Su cara se tornó sorpresivo, humillado.
Pero la que salió tan sorpresiva fui yo cuando me agarro de las muñecas con sus manos colocándola por encima de mi cabeza, chocándome de impacto a la pared. Mi corazón se aceleró, mi garganta se secó y todo mi ser se estremecía. Al tener contacto otra vez con su piel y aspirar su esencia me hacía sentir.. Mmm, ni idea. No sabía que estaba ocurriendo conmigo y era bueno dejar las cosas así porque con ponerle un nombre alteraría más las cosas. El no es para mí, ni yo para él y en cuanto todo esto acabara tenía que encontrarle solución a lo que ocurría entre los dos.
—Deja de retarme, no sacará nada de eso, Karina.— su aliento era fresco, sabor a menta y su voz se distorsionaba cada ves que emitía palabras, y es cuando ahí deduje que se encontraba nervioso. ¿Pero nervioso por qué?
—Solo pongo las cosas en su lugar.—dije inmutable, demostrándole que su cercanía no provocaba nada en mi. Aunque por dentro estaba revolucionando miles de sensaciones extrañas.
Nos quedamos un buen rato mirándonos, viendo como contenía las ganas de querer ¿tocarme, besarme?
Saúl aunque me demostraba lo contrario su mirada descifraba deseo. Si, deseo por una chica como yo. De seguramente en cuanto le dijera a Carla todo lo que estaba pasando entre nosotros estaría envidiándome por querer estar en mi lugar, porque ¿A quién engaño? Saúl es el tipo de hombre que toda mujer desea.
Alto, guapo y musculoso.
Cuando me soltó de las muñecas el alivio recorrió por mis venas quitando todas las tensiones a la que estaba sometida, hasta el oxigeno pensé que faltaría si hubiésemos pasado más tiempo tan cerca el uno del otro.
—Quiero que se aleje de mi.—murmuré muy bajito con un hilo de voz pensando que no iba a escuchar pero escuchó. Se volteó para darme nuevamente la cara.
Pensé, ¿por qué pienso tanto? Siempre hago una expectativa dentro de mi cabeza y siempre resulta diferente. Fugazmente se lanzó hacia mi dejándome sin aliento cuando sentí su boca contra la mía. Solté un gemido de sorpresa y me deje llevar.
Y cuando sentí sus labios saborear los míos, la sensación que me causaba era similar que estar en el paraíso. Su manera de besar era con esa urgencia,pero a la vez con esa delicadeza tan magistral que me dejaba confundida. Pues debía de ser un hombre con experiencia.
Y cuando esa palabra llego a mi mente me separé de golpe rompiendo el hechizante beso, poniéndolo atónito y deseoso por más.
—Oiga, mequetrefe.—iba a comenzar a reñirlo pero en ese momento interrumpió mis palabras con algo que nunca pensé que saldría de sus labios. Esos labios que, mmmm. ¿Pero qué me pasa, acaso estoy loca o qué?
—Cena conmigo mañana, te paso a buscar a tu a las nueve en punto. Que pases buenas noches,Karina.—y se da la vuelta para irse. Esta muy equivocado si aceptaré.
—Y cómo vas a llegar si no sabes dónde vivo.—murmuró llena de ironía.
—Lo sé todo de ti, Karina. Donde vives, donde estudias y a dónde vas siempre cuando sales de aquí.—dijo enumerando con los dedos con una risa bobalicona.
La rabia recorrió mi cuerpo. ¿Cómo que sabía todo de mi y desde cuando?
—Así que ya sabes, a la nueve rayando.
—Contigo no voy ni a la vuelta de la esquina. Ah, y otra cosa Señor Saúl, deja de estar pendiente de mi vida porque le advierto que nada bueno sacara de eso. Déjame... En... Paz.—las últimas palabras costaron tanto decirlas.
Y sin más, salí del pasillo furiosa pensando que en algún momento iba a estallar. Me despedí de Guillermina secamente y procedí a andar por las calles hasta llegar a mi casa.
A la mañana siguiente fui al súper mercado por lo prometido. Coger todo los productos alimenticios para llenar esa nevera, que casi estaba por coger tela de arañas. Ja' es broma, así es que le dicen aquí cuando algo está desierto, solitario y sin dar el uso que debería. Antes de irme tuve que limpiarla, y conectarla para cuando llegase poner todo adentro de ella y así cuando llegue este ventilando el frío.
Llevaba a Luis a mi lado aventurando con todo lo que veía a su alrededor. Observaba, lo tocaba y luego se ponía nuevamente a mi lado. Sabía que si tocaba mucho le esperaba un Buen boche'. Pero de los suaves.
Cuando terminé de recorrer el súper mercado entero, me había dado cuenta que el carrito estaba repleto. Guau, la emoción hizo que dos gotas de lágrimas deslizaran por mis mejillas. ¿Cuántas noches había pasado sin evocar este momento?
Un señor que iba de enfrente de mi le había picado la curiosidad y se acercó para saber si me pasaba algo, pero yo negué con la cabeza para seguir con mi recorrido. Luego de pagar todo, le pedimos al delivery del súper mercado que lo llevaran hasta mi casa. Obviamente le di la dirección y el dinero que exigían. Ciento cincuenta pesos.
***
Al pasar los días me había dado cuenta lo favorecedor que ha sido todo. Y lo bien que me estaba yendo. Luis se encontraba siempre tan feliz que recuperó el habla, jugaba como antes y hasta se mostraba cariñoso de veces en cuando. Imagínense lo feliz que eso me hace.
Yo, me encontraba alistándome para recibir a la Sra. Inés a la casa, la cual se ofreció para remodelarla. La comunicación entre nosotras fue cada día más fluyente, más aconfianzada, y por si fuera poco; estaba tan nerviosa por cómo quedaría la casa después de algunos arreglos.
Después de quince minutos de espera al fin llegó. Osvaldo la ayudó subir los escalones porque la pobre no podía debido a su espalda, pero en unos días para acá la he visto en recuperación. Bebía calmantes y la discusión con su ex esposo se disipó por completo. Ahora era la Inés feliz y alentadora.
El plan de viaje de su hijo continúa e incluso después de todo se encontraba feliz por volver a ver a su hijo después de tanto años, estaba muy ilusionada con su llegada, tango así; que cambio por completo la decoración de su apartamento. Y después de terminar, le llego la idea asombrosa de hacerlo también con la mía, cosa que agradezco infinitamente.
Las ventanas están rotas, y la casa con calcomas por todos lados. La meseta de la cocina da cierta pena con tan solo mirarla y, la casa está sumida en un olor de antigüedad. No sé cómo explicarlo pero es algo más o menos así.
Inés me dedico una sonrisa e inmediatamente comenzó a recorrer la casa entera, dándole los puntos de vistas a Osvaldo el cual llevaba libreta en mano y con un bolígrafo azul escribía todo lo que ella le decía. Después de aquello entro a la habitación de Helena y una sensación escalofriante recorrió por mi espina dorsal.
Esa habitación siempre se encontraba cerrada desde que nos abandonó. Y en cuanto ella abrió la puerta los recuerdos asaltaron a mi mente de esas oscuras noches de la cual muchas veces tuve que verla borracha en la cama yacía. En las que muchas veces no podía dormir por los llantos a las tres de la madrugada y muchas cosas más.
Ahí fue cuando comenzó a descuidarme a mi, y comenzó a preocuparse solamente por ella. ¡No, debo parar!
No llorare más, no más.
Me reprendí mentalmente.
—¿Dónde está la ropa de tu madre?—preguntó tras abrir el armario.
—La quemé.—admití con franqueza.
Mi mente retrocedió al mes de febrero. Cuando estaba tan furiosa, tan cargada de odio por ella. Por esa mujer que dice llamarse mi madre, le dio una golpiza a Luis tan grande que una vez que se marchara tenía planeado vengarme. Desde la sala oía como lo golpeaba en el cuarto sin escrúpulos, sin una pizca de compasión y este lloraba como en cualquier momento sería su último soplo de vida.
Lloré, lloré de la forma más escandalosa que hubiese imaginado, ese era la tortura más dolorosa de todas. La que más me marcó, en la que más sentí odio por ella y odio incluso por mi vida.
Entonces fue allí cuando le grite:" Helena, eres una perra. Déjalo en paz, maldito gusano". Y cuando escucho eso proveniente de la sala de estar en donde me encontraba, furiosa y con los ojos tan oscuros como la oscuridad; me golpeó con un alambre. Me azotaba, una y otra, y otra vez sin remordimientos. Más peor de lo que pensé que llegaría a golpearme.
Al sentir los azotes en mi piel sentía el mismo fuego quemando, desfigurándome cada milímetro de mi cuerpo de forma desgarradora y brutal. Me erguía, lloraba, gritaba mientras veía a Luis vociferando lleno de llanto y mirada triste reflejado en sus ojos; con miles de marcas en su cuerpo que parecían más bien la sangre misma a punto de brotar.
Cuando se fue, entonces logre calmar a Luis. Pasé dos horas consolándolo hasta que logró dormirse y ahí fue cuando me pare con la frente en alto para la breve acción. Procedí a mirarme en el espejo con los ojos llorosos y amarre el pelo alborotado que caía enredado por mi espalda.
La opresión en el pecho la sentía igual que pensé que iba incluso a tentar con mi propia vida una vez realizada mi venganza. Pero luego, concluí que Luis me necesitaba más que nunca y que no podía dejarlo huérfano. Me puse a pensar en que sería su vida una vez que me quitase la vida.
Parada en el armario quite toda su ropa incluyendo la ropa interior y prendí fuego hasta quedar solo el polvo.
—¿La quemaste?—se oyó preguntar incrédula e impactada. Si en caso que volviera y no encontrara su ropa sabía que tenía que hacer. No moriré sin escupirle en su cara todo lo que pienso de ella, de su miserable y parásita existencia.
—Bien, vamos a comenzar por ordenar esta habitación. Luego será la tuya.—dijo mientras recorría la habitación expectante.
—Creo que necesitarás varias cortinas y reparar tu ventana, la idea de que entre alguien por allí me asusta. Temo por lo que pueda pasar ustedes.—yo también la tenía, pero al pasar el tiempo el miedo se fue disipando poco a poco haciendo que nada lograra darme miedo.
Ella quería reconstruirla e insistí que no era necesario ¿Hasta cuándo Inés estará gastando su dinero en nosotros?
Otro dineral que gastará.
—lo mejor sería si se instalaran en casa hasta que la casa esté terminada, porque verificando todo, Karen, la casa está hecha un desastre.
¿Qué?
—Señora Inés, no creo que sea tanto así.—logre decir estupefacta.
—Karen tu opinión no vale, así que te quiero muda a todo lo referente a lo que estamos haciendo ¿de acuerdo?
—De acuerdo.—dije en tono de derrota.
Hablando de casas, recordé que Carla pasaría por mí para averiguar acerca el alquiler de una casa que quería rentar una vez que se casara con Mateo. Le anuncie a Inés y ella comprendió enseguida y me despedí de Luis con un beso en su mejilla.
*
—La casa está muy espaciosa, Carla.—admití en voz alta. Ella me sonrió emitiendo su felicidad. Sus ojos brillaban, eso verdaderamente le hacía feliz, casarse con Mateo y dejar su vida de cuernera. Ja' que atrevida soy.
Anduvimos la casa entera. Tenía un color crema recién pintado y decoraciones modernas que suelen tener las casas en estos tiempos. Las habitación principal era más amplia que la otra. Era perfecta pero el precio era un poco relevado a lo que la gente acostumbra a pagar.
Mateo tenía un buen trabajo, por ende le pagaban muy bien. Era de buena familia aunque por lo que me ha contado Carla su madre no suele compartir con ella o no suele ser muy agradable. ¡Y cómo no, que recuerde bien, Carla nunca ha sido una muchachita fácil!
—llámenos si quiere que lleguemos a un acuerdo.—dijo el señor encargado del alquiler de la casa. Por lo menos no tendrá la desventaja de tener a los dueños cerca de su vivienda si en caso se decida a rentarla.
Ella asintió y nos fuimos de allí. En el camino cruzamos a un local que logró llamarme la atención, Carla noto mi expresión y arrugo la frente.
—¿Que haces?
—A preguntar qué es eso.—le respondí.—Vamos.
—No, mejor te espero aquí. Y date prisa que este sol me tiene loca.—y yo sin más me acerqué al local azul.
—Saludos.—Grite con voz firme haciendo que se formara un eco dentro de él. Desde fuera podía contemplar que se encontraba adentro, un mostrador de caoba y varios muebles a mi frente. Interesante.
—En que puedo ayudarle.—una voz salió desde adentro pero sin ver de quién se trataba. Un poco asustada por el impacto de esa voz me estremecí y luego fruncí el ceño.
—¿Esto es un instituto?—pregunte y el sujeto por fin se acercó. Era un moreno delgado de estatura bajita.
—Si, él lunes que viene lo inauguran, mientras tanto te daré un brouchur que allí indica los cursos técnicos que darán y sus respectivas tandas.— eso logró ponerme feliz, hace tanto que quería apuntarme en un instituto de estos y lo mejor de todo es que son gratis.
El estado se encarga de cubrir todo con nuestro impuestos. Bueno, por lo menos algo bueno hicieron al hacer todo esto y así de paso, facilitar las vidas de las personas.
El contenido que llevaba el brouchur era agradable.
Cursos de contabilidad, de informática, de repostería y diseño en interiores. ¡Magnífico!
—Karen, vámonos. No aguanto este sol.—escuché decir de Carla. Me había olvidado completamente de ella con toda la maravilla que estaba observando. ¡Lo quiero hacer todos!
—Y bien, ¿Qué se supones que es?
—Un instituto, tú también deberías de inscribirte, estos cursos son importantísimos.—confesé con una sonrisa de oreja a oreja. Ella me miró confundida torciendo la boca.
—Importantes para ti, Karen, lo único importante para mi ahora es mudarme de mi casa y así salir de una vez por todas de mi madre.
—Eso no impide que hagas unos de estos cursos, míralo al menos uno de ellos te interesa.—le hice ver, pero su ignorancia no la dejaba percatarse de nada. Lo único que giraba para ella era casarse con Mateo.
—Estoy cansada de estudiar, de que la gente esté diciéndome siempre que hacer. ¿Acaso tú no?—pregunto mientras caminábamos despacio. Estoy por asegurar que lo único que está en el cerebro de Carla son cucarachas.
—¿Cansar?—pregunté irónica.—pero ahora es que nos falta por estudiar. Después de esto hay que coger una carrera en la universidad ¿o acaso no piensas ir?—
—¡Claro que no!—exclamó de golpe, como si hubiera dicho algo malo.
—¿Entonces vas a pasar el resto de tu vida siendo una come' comida de un hombre?—Carla no sabe el desastre que va a hacer con su vida si no cae en razón desde ya.
—Karen, por favor, no hay necesidad de eso. Mateo tiene para darme una buena vida, tratarme como una princesa.
—Pero aun así, lo de él es solo de él, Carla, y uno no debe estar recostillado de los demás. Es bueno tener algo de su propiedad para así no tener que contar con nadie, ¿imagínate si después de un tiempo lo de ustedes dejan de funcionar y se dejan? ¿Adónde vas a ir? ¿A tu casa, y piensa que tu madre te podrá recibir cómodamente?—ella pestañeó incrédula.
Después de todo Carla sigue siendo una amiga a quien le he tomado mucho afecto. Es hueca y poco razonable pero me ha servido de mucho su compañía y alguien tiene que hacerla entender que la vida no es tan fácil como ella cree. Y que, en algún momento las cosas tendrían que cambiar. Las cosas cambian, la gente también cuando se cansa de dar y no ver el fruto del esfuerzo de esa persona a quien quiere. Tenemos que prepararnos para lo que el destino podrá depararte, nadie nunca sabrá lo que pueda pasar en un mañana.
Espero que hayan disfrutado de este capítulo.
Karen ha demostrado lo fuerte que es, sin embargo ella cree que en su nueva etapa todo le será más fácil. Su vida se volcará de situaciones penosas.
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