Capitulo 8
En realidad tuve que trabajar en la casa de los señores Cristo todo el domingo. Y por coincidencia de la vida, el muy condenado no estaba para presenciar mi nuevo cambio y la posibilidad de verlo desmayado en el piso. Las ganas de preguntar por el invadió mi cuerpo que solamente me dejaba inquieta, tenía que formular la pregunta más casual, en el que no me delate esas ganas de saber por el por una extraña razón que ni yo misma sabía.
María, una de las muchachas de servicio más joven, me explicó la razón por la cual no lo había visto el día entero. Y en cuanto me dijo sentí la desdicha recorrer por mis venas. El muy imbecil estaba vacacionando en unos de los resort más caros y prestigiosos de Bávaro, Punta Cana. Y lo peor que lo hace con el dinero que nos pertenece por derecho ante la ley.
No sé cuán me incomoda más, el hecho de que este vacacionando o el hecho de que lo hace con nuestro dinero. Y si no fueran tan Ladrones y corruptos yo estuviera cobrando una mensualidad alrededor de cinco mil pesos al mes, si contar con las canastas navideñas que nos dan a reflejo de hipocresía para ayantarnos y que su verdadera cara salga más rápido a la luz.
Pues cuando elecciones, solo nos dan dos mil pesos a todo aquel que sea mayor de edad. Helena solía ir, pero siendo franca ese dinero era como que si nunca habían llegado a sus manos que se desaparecían sin una razón lógica; pues todavía no sabía que se drogaba.
Unos maleantes siempre iban y venían a la casa, es decir, nunca se adentraban. Ella solo los esperaba en la esquina más famosa de los mina, ya que ahí los consumidores del crack esperaba ansiosos por su mercancía, o más bien por su necesidad-urgencia. Saúl era el más derrochador de la familia, lo gastaba siempre en bebidas, fiestas extravagantes y una que otra salida nocturna para pagarle a esas zorras que exigen dinero para un acostón. Con esto no la juzgo, y no se porque use ese término para referirme a esas mujeres de la vida alegre. Pues no soy así, y algo en mi mente me ha dejado ver es que me está importando demasiado que sucede con Saúl día tras día.
Tanto así que he investigado de su vida en el barrio. Pues todo lo conocen por la suerte de ser hombre más deseado por las chicas del todo el instituto. Carla es una muestra de esa efectividad que a cierto punto me parece irónico cómo lo idolatran de esa manera tan sobre exagerada.
Llegare al punto que todos quieren saber y es que Saúl apuesta como un maniático en casinos clandestinos. Vuelvo a repetir, que no me inmiscuyo en su vida como una plaga. Solo que las ganas de saberlo todo sobre esta familia se apoderan de mi cuerpo, de mi ser. Y siendo franca hago todo lo posible por tratar de grabar en mi mente con las palabras exactas todo lo que escucho en esta casa.
La señora Leonilda tenía un esposo del que todo bajo su techo se sentía orgulloso de su tenacidad y gallardía. Era el lame culos de el presidente, era como sinónimo de garrapata que chupa sangre hasta dejar a su víctima con nada de ella. Pues en este ejemplo la sangre sería todo el dinero que le roba al máximo líder.
*
La hora de dormir para Don Rafael había regresado, este día no fue tan mal para él ya que tuvo muy entretenido dándole maíz a las palomas en el patio trasero, y eso lo hacía tener esa paz aunque sea por un rato.
La tarde entera fue rebosada de esa tranquilidad que hasta molestaba, que propinaba en cada rincón de la casa de manera amenazante. Digo amenazante porque eso era lo que me causaba en mi interior, créanme que ver a una casa siempre llena de bullicio y acostúmbrate a ello se te hace difícil poder lidiar con algo reciente a lo que mis ojos están viendo; una casa sumergida en el silencio más pacífico que haya existido. Y si no exagero parecía un convento rebozado de esa plenitud calma que los caracteriza.
Rumbo a casa, iba recordando el transcurso de este día, Don Rafael la imagen misma de una persona que lleva una mirada y temple sin ninguna expresión. Pareciera que nada lograba asombrarlo, nada hacía sacar ese temperamento lleno de control. Pues también para lo que le convenía se comportaba así, pues para patalear como niño chiquito cuando no le gusta algo, se había vuelto más frecuente que cuando llegue a esta casa en mi primer día de trabajo, ya saben; después de encontrarlo enfurecido tras a ver lanzado la sopa de cantina que yacía.
Al llegar a la casa de la Sra Inés, me encontré con una gran sorpresa, se encontraba sentada con cara de preocupación que me dio cierto escalofríos, nunca la había visto tan vulnerable, con esa mirada tan fría.... Y supe que algo verdaderamente mal le había ocurrido.
Solo la mirada de cambio de Luis e Inés me daba los ánimos tras soportar las groserías en esa casa por parte de Don Rafael, el mal humor de Guillermina, y el comportamiento sin razón de Saúl.
Me senté a su lado con cautela. Luis estaba a mi lado observándola mientras que yo trataba de analizar las palabras en mi mente para soltar con la mirada hacia un punto fijo. Y luego después de pensar tanto, decidí a hablar.
—Es tus hijos,¿cierto?
—Si. Mi hijo Eduardo vendrá dentro de tres meses, y... Y aquella decisión fue tras un larga discusión con Edward.—y se sorbió la nariz con su pañoleta gris que siempre llevaba consigo. Aquel dolor que emanaba pasó también a mi cuerpo tensándolo, comprendiendo el dolor en su pecho por lo que, se me desgarraba el alma verla así.
Era raro en ella, atípico. Y eso concluyó que en mi primer día de esta nueva etapa de transformación, arraso con nuevas cosas. Inés siempre se mantenía enfocada a dedicarle una sonrisa alentadora a los demás, y eso era algo que me causaba envidia que una mujer de cierta edad viva más alegre que una joven tan llena de vida como yo. Era como si esa viejita que tenía al frente brillara con luz propia, y al verla así se me congeló el corazón.
—Me duele saber en lo que Eduardo se ha convertido. Yo no lo crié así, esa no fue la enseñanza que aprendió¿sabes? Aunque él se fue aún niño, siempre le hable como si fuera todo un hombre, porque eso era lo que siempre me demostró.—confesó sumergida en sus pensamientos, riendo con ironía pero eso no quitaba que se dejara de percibir que dolor que brotaba desde su interior.—desde muy pequeño Eduardo había sido muy maduro, y me acuerdo que antes de irse a España se juntaba con un muchacho de veinte años que vivía aquí en el edificio. Manuel se llamaba, y él me decía, Inés tu hijo es muy vivo, tienes cualidades que todo hombre tiene a mi edad.
—Entiendo Inés, pero...—y tragué saliva.—no quiero que estés así, eso me parte el alma.
—Es difícil Karen, es difícil. Mi hijo se ha convertido en un mujeriego, se ha olvidado de los valores que le di en esta casa, está completamente cambiado. Ahora se la pasa bebiendo sin control, derrochando dinero pasándosela como le venga en gana sin respetar a su padre.—que hijueputa es el tal Eduardo, ya con todo esto dicho de la señora Inés se ganó todo mi odio.
Los días pasaron volando, los exámenes habían terminando. Esta semana entera había sido la más emocionante porque las cosas ya no resultaban como antes con la amarga vida que llevaba. Todo por una razón bastante obvio se convirtió en algo favorable, y todo el tiempo mientras caminaba por las calles de Los Mina sentía miradas llenas de confusión en las personas. Uno que otro comentario deslumbrante, ¿a dónde fue a parar aquella chica que vestía tan horrible? Esa pregunta fue la que fundió mi cerebro, porque aunque mi físico había cambiado nada en mi interior cambió. Sigo siendo la misma. La misma Karen sumisa, dolida por la vida, con un torbellino fuerte de emociones y sentimientos. Negativos y buenos.
Lo más emocionante que al pasar esperando a que Saúl llegase de su vida de niño rico en un resort durante toda una semana fue la más magnifica al ver su cara. Yo mostraba estar indiferente mientas podía ver cómo tragaba con dificultad, y eso me hizo sentir bien.
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