Capitulo 5
¿Qué pasaba conmigo? ¿Me estaba dejando llevar por ese acto? No sé cuánto tiempo duramos así pero cuando aterrice a la realidad ganas de querer arrancarle la cabeza no me faltaban, ¿Qué se creía, que era igual que todas que caían a sus pies?
Ah no, eso sí no se lo permitiré, conmigo nadie juega. Lo empuje agresivamente dedicándole una mirada llena de furia. Él, perplejo, se quedó mirándome como ¿asustado? Ahora sí que está loco.
—Pero ¿qué hiciste niña?.—¿qué, a que se refiere ahora? Mis puños se cierran contra la ira que siento en el pecho. El calor interno que recorría todo mi cuerpo me hacía sentir como chimenea. —No me vuelvas a besar niña loca.—y se limpia las comisuras de la boca patéticamente. Su vos gruesa resonaba por toda la ante sala y, juraría que también hasta la sala principal.
Había que callarlo, o sea, alguien podía escucharnos. Hay que ponerle stop a este loco frenético. Sin más lo halo fuerte de su brazo repentinamente llevándolo a una esquina a penas entrar al jardín, a donde nadie podía vernos.
—Escúchame bien, sea lo que sea que estás tramando, te advierto que se jugar mejor que tú. Nunca vuelvas a poner tu asquerosa boca sobre mí, ni mucho menos me toques con tu asquerosas manos.—y sin más me fui por busca de Don Rafael. Mientras caminaba sentía su mirada a mi espalda, pero eso no me importaba lo más mínimo.
No quiero que por su culpa pierda mi trabajo, y eso seguro es lo que planea. Pero claro que fui mucho más astuta que el, al menos esta vez porque seguramente estará mejorando su plan. Y no sé cómo para que, nunca le he hecho nada para querer que me fuera. Que yo sepa nunca me he metido con él ni con nadie. Que asco de gente es esta.
Cuando llegue, Don Rafael estaba comiendo galletas mirando hacia un punto fijo, y me senté a su lado un poco nerviosa. Debo confesar que lo que pasó hacia un instante, me dejo excesivamente nerviosa.
—¿Que te pasa? Acaso te pican los bichos.—pregunta mientras se mete a la boca más galleta sin mirarme ni un instante. ¿Bichos? No lo sé pero eso hizo que una risita se me escapara. Este viejo si me hacía reír en todo momento, vaya.
—Vamos a tu habitación, te toca tu última pastilla del día de hoy.—y tomo de su bastón entregándoselo en la mano el cual estaba al lado del muro del cual me senté.
—Si, la del sueño.Ustedes creen que no se todas las por querías que me dan, son unos ignorantes, como quiera moriré igual.—escupe y yo lo miré incrédula. Este viejito no tenía ni un pelo de loco, sabía bien y recordaba perfectamente y aún así lo tratan como un viejo a punto de fallecer, o como él decía; un viejo enfermo.
Lo más justo que me parece es que la pastilla de la presión arterial no se la deje de tomar diariamente. Pero ¿tranquilizantes? El no necesita eso porque son ellos mismos que lo ponen histérico. El no se siente bien que lo traten así por eso llega un punto en el que revienta. Hasta yo me comportaría de esa manera. Ya llevo dos días en esta casa y sé que las cosas son así.
—Don Rafael, yo solo..—las palabras quedaron en el aire cuando el interrumpió.
—Si, si. Por favor no quiero explicaciones. Vamos adentro.
Recorrimos el pasillo a paso lento y fue cierta la frescura que mi cabeza me dio al no cruzarme nuevamente con el. No quería ver su cara, aunque no es para nada feo. Su piel es de un mulato claro y sus ojos son de unos marrones luminosos del que cualquier chica de mi edad moriría.
Con toda la rabia que sentí ante aquel beso, no he podido creer que ha sido mi primera vez. Si, tengo diecisiete años y nunca había besado a nadie, aunque suene patético. Lamento tanto el que mi primer beso no haya sido deseado. Aunque no me importa, nadie nunca volverá a tocarme al menos que yo lo quiera y eso dudo que ocurra. Aborrezco los hombres de esta sociedad. Es enserio.
Cuando ya llegamos a la habitación veo que se siente en el sofá que está al frente del televisor y aprovecho aquel momento y sirvo de la jarra que allí está de agua en un vaso. Busco la pastilla y se lo llevo sigilosamente.
—Tenga.
—Si, si. —y lo toma con cierta molestia.
—ya es hora de dormir, Don Rafael.—le recuerdo.
—¿me estás diciendo que debo hacer,quien te crees?—su mirada invadió mi cuerpo entero sien riendo un leve escalofrío. Sabía que mi estadía aquí sería difícil de lidiar.
—Bueno, para eso me pagan señor, y yo aquí solo cumplo órdenes... Y creo que cualquier cosa que lo molesta deberías decirle a su hija, la cual me paga para hacer todo esto.—y respiro hondo mientras le acomodo los cojines de la cama. Noto como suspira para segundos después acostarse sin decir nada más, menos mal.
Acto después me encontraba sentada en el sofá cuando ya se había rendido. Roncaba como puerco, en serio. Mis oídos ya no querían soportar más ese ruido tormentoso, mire el reloj que la caja de tele cable decía. Las siete y quince minutos, creo que había pasado un largo rato esperando a que se durmiese.Me despedí de Guillermina y emprendí el viaje a casa con mis pies. A sola una esquina me encuentro con Carla. ¿Qué hacía Carla por aquí a estas horas? Ok, sé que está como chivo sin ley y que ya no obedece a su madre.
Así están las jovencitas de mi edad en este tiempo, que ya no obedecen a sus padres y salen de noche sin permiso. Por lo que me contó ella, su madre se forzó mucho la garganta para que le hiciera caso de que en la calle no encontraría nada bueno. Y que lo único que estaba buscando es o un embarazo o algún accidente. No creo que exagere, aunque para ella está hasta el tope. Veo muy bien que quiera proteger a su hija de locos que se quieren aprovechar. Hay muchos así, siempre que recorro las calles de Los Mina siempre me encuentro con muchísimos, también tengo que escuchar su palabras morbosas extremadamente asquerosas hacia mi persona.
Me confunde su rostro desaliñado, cada vez que avanza la fresca brisa de Diciembre alborota sus cabellos haciendo que ella rodeo sus brazos a su cuerpo. ¿Le habrá pasado algo malo?
—Debemos hablar, Karen. Quiero que me hagas un grandísimo favor manita.—yo la miro confundida y asiento para después avanzar rumbo a casa.
Una vez que llegamos nos sentamos cómodamente en las sillas plásticas que están en la sala.
—Llevas unas ojeras enormes, Karen. Asustas enserio, manita.—confiesa. Lleve los ojos en blanco ¿acaso todo el mundo solo está para fijarse en los demás? Mi mente solo batallaba en las próximas palabras de las cuales contestaría. Tal vez le dijera: ¡Oye,¿por qué no me compras una crema para eso, si tanto te molesta? En serio que lo iba a decir, pero me acordé que ella había venido a pedirme un favor y quizás si me lo dijera después de decirle aquello seguramente le dijera un "NO"como respuesta.
—¿Dime que te traes que viniste hasta aqui?—le cuestiono llevando mi mirada en su anillo de compromiso, el cual era con un diamante grande y luminoso. Al comprometerse con Mateo le dije que pensara muy bien las cosas, y que se asegurara que no esté llevando las cosas muy apresuradas. Es joven y tiene una vida por delante. Hay tiempo de sobra, pero ella al igual que muchas que he visto llevan el noviazgo muy deprisa y ya piensan en casarse. Por ese motivo, no me quisiera enamorar. No quiero que al escupir hacia arriba, la saliva me caiga en la cara; pero esa son cosas de las que yo como mujer no haría.
Ella es un año menor, por ende tiene dieciséis y ya ha abortado en secreto. Bueno, ya no es tan secreto porque lo sé yo. Claro, que no soy su cómplice en eso, es algo que yo nunca estaría de acuerdo pero quizás me lo dijo para deshacer esa culpabilidad que tenía dentro de su pecho. Ella es dueña de sus propias decisiones y no la juzgo. Pero hay que decir la verdad, si ella no toma las cosas con más calma, de seguro que va a fracasar como mujer. Todas las cosas están pasando a la vez y eso impide de poder disfrutar de su etapa.
No me importa para nada, el hecho de que me llamen todo el tiempo, antisocial, antipática o aburrida. Aveces también me llaman vieja por cómo me visto. Soy una persona que respeta los ideales de cada quien, pero me enfurece el hecho de que opine sobre algo no lo respeten. O que siempre lleve una cola teniendo un hermoso cabello ante los demás y que no le saque provecho. Entonces, ¿por qué no me dan el dinero para ir al Centro de Belleza y así complacerlos? Claro que no lo harán, porque simplemente les gustan hablar del otro.
—Mami seguramente te halara para ver si en verdad estuve en tu casa todo el día, y solo quiero que le digas que sí. Ten.—y saco de su bolso un billete de doscientos pesos. No soy hipócrita, por eso les confieso que vi la gloria cuando vi aquel billete, tanto así que mis ojos chispearon de tal magnitud. O sea no tengo dinero, y se que es un favor. Pero tan solo quiero que se pongan en mis zapatos; si estuvieran en una situación como la que estoy viviendo ¿Rechazaría la propuesta o la aceptaría? Bueno, he dado un fallo, porque no es una propuesta realmente. Pero lo tomaré como si así fuera para no sentirme tan mal. Es necesario ese dinero para poder comprar la cena de hoy y la de mañana, para así que Luis coma y sé que aquello lo hará feliz. En serio, fueron muchas las noches sin cenar que ya se nos hizo una costumbre.
Yo tomé el billete entre mis manos con una sonrisa media forzosa.—Esta bien, solo no quiero que tú madre nos descubra y me coja mala voluntad.
—Ella no se enterará. Bueno, me iré porque si no llego estará llamando como loca, gracias.—y con eso se paró de la silla cogiendo el rumbo de la puerta de salida.
—gracias a ti.
*
—Tengo que contarte algo.—confiesa la señora Inés, seria. En ese momento morí de miedo por mi hermano. El no se encontraba bien del todo ya que se encuentra en un estado anímico bastante complicado e Inés le inyecta complejo B, cada mes. Le hace también mucho jugos de remolacha que ayuda a combatir la anemia. Y eso es algo que estoy sumamente agradecida.
—Vi a Helena hace apenas un rato.—yo abrí los ojos grandes y por un momento pensé que me había quedado inmovilizada y que no podía sentir mi cuerpo. —bueno, el primero que la vio fue tu hermano. Se me partió el corazón al verlo tan mal por su madre y lloro tanto que se durmió.
De tan solo oír su nombre despertaba esa furia incontrolable de querer desaparecerla de la faz de la tierra. La odio con toda mis fuerzas, la aborrezco y si por mí fuera nunca más la volvería a ver.
—Dios mío. ¿Hasta cuando esa mujer estará en nuestras vidas? ¿Por qué no se va lejos donde ninguno de los dos tengamos que verla?—esas preguntas solo hizo que mis ojos ardieran. Diablaso, no quería llorar. No más.
—Tranquilízate, Karen. Creo que tú madre tiene problemas serios. No quiero que tú también los tenga, tú no eres esa clase de chica con esos sentimientos tan impuros.—y me abrazó consolándome. En sus brazos sentí la fortaleza para batallar contra mis propios sentimientos. Añoraba sentir que unos brazos sinceros me rodearan, que me hiciera sentir que valgo como persona.
Hubo muchos momentos de los cuales deseé la muerte. Muchos momentos en los cuales solo necesitaba un abrazo. Esa ganas de querer morir aumentaron cada día de mi vida, cuando veía a las madres ir a las reuniones escolares. Siempre allí abogando por sus hijos, con ese brillo tan perfecto y único. Cada vez que mis profesores preguntaban por mi madre se me partía el corazón no saber responderles, y llegó un punto que eran tan frecuentes que los mandaba al diablo. ¿Por qué tú madre no asiste a las reuniones, o por qué tú madre nunca viene a la entrega de calificaciones?
Al ver a todas las madres juntas sentí la esperanza de que cuando volteara ella estuviese allí, que me dijera "Aquí estoy cariño" como solía decirme cuándo niña y no la hallaba por toda la casa, y que me abrazara fuertemente.
Amarga es la vida para algunos, pero más amarga es la mía. A mí me tocó una vida diferente y lo estoy tratando de asimilar cuando abro los ojos cada mañana. Pero cada quien tiene un propósito en la vida y quizás Dios lo quiso así para recompensarme en el futuro. No lo se, hubo un tiempo en el cual ni en Dios creía, hasta que le pedí con todo corazón que me enviara una señal de su existencia, si cambiaba de mi estilo de vida. Y pues creo que ya cambió y nada ni nadie cambiare eso a no sea el.
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