∆Extra Tres∆
*Ian Cox*
Dos años después.
La suave y gélida brisa de invierno choca contra cada piel descubierta de mi rostro.
Expulso el aire de mi boca y sale en una exhalación en forma de humo. Meto mis manos en mi abrigo y camino con dirección al parque de la ciudad.
A esta hora de la mañana los transeúntes son escasos, lo que me permite una libre caminata en medio del frío por las calles sin tener que tropezar cada dos segundos.
Recorro el camino con parsimonia; aunque el invierno no es mi época favorita del año, de vez en cuando suelo sentirme a gusto a pesar de no ser fan del ambiente extremadamente gélido.
Las épocas navideñas están a la vuelta de la esquina por lo que desde ya, cada lugar que pises es un lugar que transmite esa aura mágica y esa armonía de paz y alegría que solo la época de noche buena traería consigo durante el año.
Es como si estas fechas despertara la calidez humana que estuvo a punto de ser apagada, hiciera que surgiera de nuevo la empatia y uniría a todo un pueblo, incluso a toda una ciudad entera en un mismo sentir y un mismo pensamiento: Navidad, fecha de amor, alegría y paz.
Es un chip mental que se les mete a las personas para que empiecen a hacer obras de caridad y comiencen a pasar por pocos días el tiempo que no pudieron pasar con sus familiares en todo el año.
Es igual que en fechas de san valentin, donde todos por un día entero muestran el amor y la gratitud que quizás en tiempos anteriores no lo demostraron.
Nunca había sido ajeno a la participación de estas fechas hasta que ella se fue, desde entonces es como si nada realmente importara, como si ya nada tuviera sentido salvo lograr una meta en mi vida; la de poder graduarme en la universidad.
Ella fue ese soplo de brisa en verano que trae consigo paz y frescura en un día realmente caluroso. Siempre sentí que lo nuestro estaba destinado al fracaso, al menos era lo que cada día me hacia creer para poder olvidarla pero aunque hayan pasado dos años desde la última vez que la vi, dos años desde que todo cambió es realmente imposible poder olvidarla, poder olvidar cada gesto, cada escasa y pequeña sonrisa que rara vez lograba dejar brillar... Ella sin duda alguna dejó un gran vacío en lo más profundo de mi ser; solo llegó para hacerme entender que no todo tiene que ser perfecto y duradero, que incluso podemos amar el caos y las imperfecciones que hay en la otra persona al punto de que todo para ti resulta ser hermoso y maravilloso. Ella me enseñó a nunca juzgar a alguien por lo que aparenta ser, todos tenemos un lado que intentamos ocultar a los demás y sin lograr conocer realmente cada faceta de ella pude colarme hasta los tuétanos como lo haría un crío con su primer amor.
Estando junto a ella me sentía como ese adolescente inexperto que busca llamar la atención de la chica por la que siempre ha estado enamorado.
Y a pesar de que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos nada ha cambiado, al menos no para mí. Ella sigue estando presente en todo momento, en cualquier lugar en el que esté puedo sentirla junto a mí.
La carta que me dejó hace dos años solo hizo sentirme mucho más miserable de lo que me sentía en ese momento; quería salir corriendo, dejar todo a un lado y buscarla pero aunque no quería admitirlo ni reconocerlo ella tenía razón; ambos no estábamos preparados para tener algo más que una simple amistad. Habían aún muchas cosas que ella tenía que superar pero necesitaba hacerlo sola, por su cuenta, ella quería poder empezar a valerse por si misma. Yo en cambio, necesitaba un respiro, alejarme de todo lo que conocía y darme un tiempo a solas, había estado tan acostumbrado a la compañía de alguien a mi lado que me era difícil estar solo; necesitaba poder reencontrarme, aprender a amar la soledad y aceptar solo mi compañía para poder abrirle mi corazón a alguien más. En ese entonces habían cosas que ambos necesitábamos aprender y necesitabamos hacerlo solos.
Ahora, cuando ya sentía que había superado todo y estaba listo para algo más era donde más se hacía difícil el encontrarla. Como si simplemente la tierra se la hubiese tragado y no dejara ninguna huella o pista para poder encontrarla. Bueno, creo que solo estoy siendo un poco exagerado. La verdad es que sí he sabido de ella pero no como quería; Max sigue en contacto con Lea desde hace dos años y gracias a él he sabido ciertas cosas que me han mantenido informado sobre la vida de Lex. Aunque no sé con exactitud en el lugar en el que reside justo ahora porque el imbécil de mi amigo se rehúsa a decirme. El lado bueno de todo es que sé con seguridad que ella está bien y que ha avanzado y logrado mucho en su vida durante este tiempo alejada de mí.
Pateo una pequeña piedra que rueda varios metros lejos de mí hasta detenerse, vuelvo a hacer lo mismo y es cuando un recuerdo llega a mi mente.
Mis manos sudaban por los nervios. Sabía a ciencia cierta que ella no se encontraba bien, no podía estarlo luego del episodio que vivió en la cafetería. Así que solo decidí darle su tiempo, ella necesitaba poder pensar y calmar todas sus emociones y si lo único que necesitaba era que yo estuviese a su lado en completo silencio lo haría. Haría cualquier cosa por hacerla sentir mejor.
Su cabello estaba a lo alto de su cabeza en una coleta, siempre lo llevaba así, es difícil recordar alguna vez donde lo tuviera suelto y lo dejara ser libre. Pero al parecer toda ella vivía encerrada en una jaula sin poder llegar a sentir completamente la libertad.
La observo caminar por varios minutos en completo silencio. Solo admirando cada parte de ella y detallando cada pequeño detalle hasta que el silencio se vuelve realmente insoportable para mi que me es imposible callar más.
—¿Pensativa? —mi voz la saca del trance en el que se encontraba. Ella me mira por un segundo antes de que la inseguridad vuelva a florecer en su mirada haciendo que la desvíe de mí.
—Suelo estar siempre así. —es lo que responde. Se encoge de hombros para restarle importancia al asunto. Y sin embargo puedo descifrar que hay algo más detrás de ese simple movimiento.
Lex enfoca su mirada en un piedra que patea, y ve distraída como rebota para luego volver a acercarse y hacer lo mismo hasta que ve como desaparece debajo de un auto.
—Sí, pero hoy lo estas aún más. —vuelvo a insistir cuando veo que ya no tiene otro objeto donde poner su atención.
Ella vuelve a mirarme, sus ojos grises perforando cada parte de mí. Se encoge nuevamente de hombros antes de responder:
—No estoy de ánimos para entablar una conversación con alguien.
—¿Ni siquiera conmigo? —pregunto melodramático mientras me señalo.
—Ni siquiera contigo. —responde con mucha indiferencia.
Un niño choca contra mi cuando pasa corriendo por mi lado haciendo que me despierte del pequeño ensimismamiento en el que me encontraba. Su madre grita miles de palabras mientras lo persigue, maniobrando con las pequeñas bolsas de compras que carga en sus brazos.
Suspiro y me rasco la nuca, pensativo. Siempre es igual, cualquier pequeña cosa que haga o vea de alguna u otra manera me recuerda a Lex, mi mente viaja al pasado y me lleva a ese tiempo que por más que quiero olvidar no logro hacerlo.
¿Cómo se olvida a la persona que sin pensarlo y proponérselo se volvió alguien importante para ti?
Puedo parecer realmente un estúpido cada vez que pienso en ella pero su rostro, y cada parte de ella me es imposible dejar de recordarla.
Cuando menos me doy cuenta mis pies se detienen en la entrada del parque de la ciudad. Con mis manos aún dentro de los bolsillos de mi abrigo retomo mi caminar por entre el inmenso lugar; el verde del césped se extiende a ambos lados del camino de cemento, aunque la calles estaban casi desoladas el parque es todo lo contrario lo que hace que me cueste encontrar una banca donde pueda estar solo, sin ninguna pareja de tórtolos a mi alrededor.
Rodeo el parque, doy un par de vueltas, y casi me doy por vencido de mi caminata hasta que veo una banca debajo de un árbol, extremadamente lejos de todos. Camino a paso rápido y mi respiración se agita levemente; subo el cuello de mi abrigo y arrugo un poco mi nariz al sentirla realmente fría. Me acerco hasta la banca y me subo colocando mis pies en el asiento para así sentarme en el espaldar de la misma. De esta forma me es más cómodo ver todo a mi alrededor y con esta posición no suelo dar la impresión de ser un chico abandonado sufriendo por amor.
Mi celular vibra en el bolsillo de mi pantalón y con sumo pesar saco una de mis manos del abrigo para coger la llamada.
—¿Qué quieres? —pregunto en forma de saludo al saber quién es el idiota que interrumpió mi gran momento de soledad.
—¡Que alegría de oírte, Alec! —responde en un sarcástico tono de alegría— ¡Yo también te extrañaba, amigo mío! —bufo mientras presiono en ambos ojos el dedo índice y pulgar de mi otra mano.
—¿Qué quieres, Andreus?
No estoy de humor para nada.
—Deja tu mal humor a un lado. —me reprocha— ¿Si sabes que hoy es tu cumpleaños número 21?
No me digas... Estuve a punto de decirle pero preferí reservarme mi comentario.
—Si, claro que lo sé, Andreus. No soy estúpido.
Ruedo los ojos, y aunque sé que él no puede verme de igual forma lo sabrá.
—Puede que no esté contigo, idiota, pero sé que me volteaste los ojos —me reprende— Y que quede claro que estoy muy decepcionado de ti, yo nunca te enseñé hacer ese gesto. —reprocha dramáticamente, puedo incluso imaginármelo colocando la mano en su pecho mientras hace gestos de decepción muy al estilo Maxi Powell.
—No. —concuerdo— Me enseñaste cosas peores.
Oigo como él evita soltar una pequeña risa al otro lado de la línea.
—En eso tienes completa razón querido, amigo mío.
Intento responderle pero otra voz hace que acalle lo que sea que fuese a decir. Arrugo mi frente y pego el celular un poco más a mi oreja para poder escuchar bien quien es el dueño de la voz que interrumpió nuestra conversación.
Max comenzó a regañar al intruso antes de que algo siendo lanzado contra el suelo inundara mi sistema auditivo.
—¿Max? Bro, ¿estás ahí? —No se escuchó ninguna respuesta de su parte— ¿Max? ¿Hola? —¿es aquí donde se supone que debo preocuparme por el idiota de mi amigo? Porque si es así ya lo estoy haciendo.— ¿Max? —vuelvo a insistir pero nada. Me levanto de un salto de la banca como si estar sentado me hiciera culpable de lo que sea que haya sucedido.— ¡Dios, Max! Te juro que si no respondes iré ahora mismo a tomar un autobús hasta donde estas. —le rugí esperando que pudiese escucharme.
—¡Hola! Ian... Ian, amor mío, ¿estás ahí? —suspire, aliviado al oír la voz de Thiago.
—Thiago, ¿Qué rayos sucedió?
—¿De qué hablas?
—Oí un golpe y Max dejo de responderme por lo que me preocupé.
—¡Oh! Eso... Amm, resulta que sin querer tumbé un jarrón de yo no sé cuantos miles de dólares cuando supe que Max hablaba contigo.
—¿Tumbaste un jarrón?
—Sí, eso te acabo de decir.
—¿Y Max cómo está?
—Pues creo que esta delirando porque no para de jalarse los cabellos y gritar cosas como que su mamá nos enterrará vivos a los dos por romper el jarrón que fue traído exclusivamente de Alemania y otras cosas sin importancia.
—¿Sin importancia? —Pregunto, incrédulo— Thiago acabas de destrozarle un jarrón a la mamá de Max, eso es de mucha importancia.
—Lo sé, lo sé. —suspira— pero la vida es muy corta, chiquillo. No puedo vivirla preocupado por un simple jarrón de arcilla o barro o de lo que sea que esté hecho.
—¡Cerámica, idiota! –Grita, Max, furioso- ¡El jarrón está hecho de cerámica!.
—¿Y no es casi lo mismo? —pregunta, quisquilloso— Se supone que los jarrones son fabricados con barro ¿no?
Max vocifera miles de palabras inintendibles para mi pero de las que puedo realmente saber sus significados. Suelto una pequeña risa porque puedo imaginarmelo caminando de un lado al otro mientras se tira de los cabellos, bufa, y le lanza miradas asesinas a Thiago.
—Creo que deberías calmarlo. —le aconsejo al peliblanco. Nunca es bueno hacer enfadar en extremo a Max.
—Estará bien. Se le pasará...
—¡¿Se me pasará?! —el grito colérico de Max hace que tenga que alejar un poco el celular de mi oído para que ningún tímpano salga lastimado— Se me llegará a pasar de verdad el día en que te preocupes por las cosas de los demás y me ayudes a arreglar este desastre en el que nos metiste... Ese día realmente se me pasará.
Ambos se enfrascan en una pelea por quién tiene razón. Thiago le dice que lo del jarrón tiene arreglo y Max le pregunta varias veces que le de la solución.
Suspiro e intento calmarme o sino estos dos colmaran la poca paciencia que me queda.
—¡Chicos! —intento captar la atención de quién sea el que tenga el celular en su mano porque entre tanto alboroto no sé si Thiago sigue siendo el precursor— ¡Chicos! —vuelvo a insistir al oír que siguen en su riña de palabras.
—¡Que si tiene arreglo! —le grita, Thiago.
—¡Dime! ¡Dime la solución!
Y así vuelve a armarse la algarabía.
—¡Chicos!
—Fácil, solo se compra un jarrón idéntico pero de menos valor.
—¡¿Dónde encontraremos un diseño parecido si ese es un diseño único?!
—¡Pues lo buscamos hasta debajo de las piedras!
Ambos comienzan a gritarse tan fuerte que siento que mis oídos sufrirán una explosión.
—¡No hay piedra que tenga ese diseño!
—¡Chicos!
—¡Pues la buscamos y ya!
—¡¡¡CHICOS!!!
Por fin pude oír un gran silencio luego de un gran y largo alboroto.
—Necesito que se comporten como dos personas adultas que son e intenten solucionar esto de la mejor manera posible y sin tanto gritos. —de vez en cuando me toca ser el adulto responsable de los tres.— ¡¿Me oyeron?!
—Sí, Alec. —responden los dos al mismo tiempo.
Respiro por fin tranquilamente y presiono la palma de mi mano en la frente.
—¡Bien! Me tengo que ir pero por favor intenten arreglar este inconveniente.
—Lo haremos, amor mío. —el apelativo cariñoso de Thiago me hace reír. Definitivamente este chico no tiene remedio— Estas en el parque, ¿cierto?
Frunzo mi ceño, confundido. Ahora, ¿qué se traerá entre manos este chico?.
—Sí, ¿por?
—Thiago y yo te tenemos una sorpresa como regalo de cumpleaños. —habla Max un poco más calmado— Solo espera ahí por unos minutos más.
—¿Qué clase de sorpresa? —inquiero.
—Una que te gustará. —responde, quisquilloso.
—Ahora tenemos que irnos a resolver nuestro problema. Adiós, cariño mío.
Ambos se despidieron y no tuve oportunidad de hacer lo mismo porque en seguida colgaron la llamada. Me quedo observando el celular sin entender absolutamente nada de lo que estos dos planean.
Suspiro y me siento de nuevo en la banca en la misma posición de antes. Guardo el celular para luego meter las manos en el bolsillo de mi abrigo.
Observo distraído como unos pequeños niños corren de un lado al otro sin importarles el frío que hace.
Si pudiera regresaría el tiempo a ese momento donde solo era un niño y mi única preocupación era la de no crearme marcas en la piel a raíz de mis caídas. Donde nada importaba salvo jugar... Quiero ser ese niño de nueve años que empezaba a disfrutar de su infancia luego de lo que tuvo que vivir.
Es tan ilógico el hecho de que cuando eres niño quieres con todas tus ansias crecer y que te traten como todo un adulto, y ahora cuando creces y necesitas ser el adulto responsable que tanto pedias solo piensas en querer volver a retroceder el tiempo en la que tu única preocupación era la de que nunca te encontraran de primero en el juego de las escondidas.
Así de inconstantes son nuestras decisiones y deseos.
Un escalofrío recorre mi cuerpo al tiempo que unas brisas heladas penetran el grueso de mi abriego. Escondo un poco más mi cara en el cuello de la misma. Si este frío sigue así es más que probable que deje de esperar por la sorpresa de esa par de ineptos y regrese a la residencia. No soy tan masoquista e idiota para soportar tanto frío sin saber realmente cual idea loca les pasó por la mente a mis amigos para hacerme una "sorpresa" que conociéndolos supongo que será todo lo contrario.
Respiro hondo y levanto mi vista para seguir observando a los niños cuando mi mirada se desvía hacia un punto rojo en la lejanía que camina con dirección donde me encuentro. Entrecierro mis ojos esperando poder distinguir a la persona pero creo que mis ojos me juegan una mala pasada porque siento que lo que ven no es para nada real.
Estrujo ambos ojos con mis manos y vuelvo a enfocar la mirada. Disimuladamente presiono dos de mis dedos en el brazo para ver si estoy soñando pero no es así.
¿A caso necesitaré a alguien más para que me pellizque y me saque de este sueño?
Su gabardina roja resalta en medio de tanto colores opacos y tanta neblina que cubre la mitad del parque, sus botas siguen a juego con su conjunto y sus cabellos anteriormente largos los tiene ahora al raz de sus hombros.
Me levanto de un salto de la banca como si llevara un resorte dentro de mí y camino a paso lento, creyendo que todo es una alucinación de mi mente y que en cualquier momento su rostro y figura desaparecerá antes mis ojos sin que pueda hacer nada.
Sus pasos son iguales que los míos; lentos y calculados. Como si temiera que fuese a huir apenas diera un paso más cerca de mí.
Podría pensar sin ningún problema que lo que estoy viviendo es producto de un largo sueño en el que estoy y del cual me es difícil despertar pero muy dentro de mí algo me dice que es real, que lo que estoy viendo de verdad está sucediendo, que el acelerado ritmo de mi corazón seguirá aumentando conforme nos acercamos.
Dos años y nunca me preparé realmente para este momento, ni física ni mentalmente.
¡Dios! Creí que lo estaría pero acabo de darme cuenta de que no.
Ni siquiera puedo desviar mis ojos de su cuerpo para comprobar que al menos estoy presentable para nuestro encuentro, solo no puedo dejar de observarla y pensar que en serio está pasando. Que este momento por fin, después de mucho tiempo se nos está dando.
Ambos nos detenemos cuando ya no hay más espacio para avanzar. Su rostro sigue igual de hermoso, aunque sus facciones han cambiado ligeramente. Se puede distinguir que esa Lex joven de hace dos años se ha convertido en una mujer mucho más hermosa de lo que ya era.
Me permito detallarla a la perfección; guardando en mi memoria cada parte de ella.
Sus cabellos lucen sedosos y hace que sus rasgos faciales puedan lucir mucho más; en su rostro se extiende una hermosa sonrisa, una que jamás logre ver en ella y que con solo hacerlo puedo sentir como mi corazón se calienta al punto de pensar que quizás ahí dentro había un volcán dormido que ahora decide despertar y hacer erupción. Sus ojos, esas dos redondas esferas tan grises y atrayentes como la luna lucen un brillo que hace que mis vellos se ericen al poder comprender que ya sus demonios del pasado han dejado de atormentarla y perseguirla durante años.
—Ian... —susurra.
—Lex...
Después de mucho tiempo su voz suena como la perfecta sinfonía nunca antes escuchada.
—Ha pasado mucho tiempo. —el tono de su voz es suave y delicada.
—Demasiado. —para mi gusto... Evito decir lo último.
—Es bueno volver a verte.
—Lo mismo digo, mariposita.
Mi apelativo la hace sonreír abiertamente, sus ojos se iluminan mucho más y en su rostro resplandece una genuina felicidad.
—No sabía que había extrañado escuchar ese ápodo hasta que lo pronunciaste.
Y yo no sabía que había extrañado con todas mis fuerzas decírselo hasta que lo acabo de hacer.
Mis ojos viajan por todo su rostro, incapaz de dejar de observarla. Parece un sueño hecho realidad.
—¿Tú eres mi regalo sorpresa? —inquiero, recordando las palabras de mis amigos.
Ella me guiña un ojo y sin dejar de sonreír responde:
—Eso creo.
Primera vez en mucho tiempo que estoy feliz por una de las sorpresas de esos dos. Nunca habían sido tan efectivas y buenas hasta ahora.
Y pensar que el frío estaba acrecentando mis ganas de irme y disminuyendo las ganas que tenía de saber cuál era el regalo. Por eso, agradezco a Dios, al cielo, al universo y a quién sea que haya hecho que ella llegara justo a tiempo.
—Es difícil de creer pero ahora estoy mucho más que agradecido con esos dos idiotas.
Subo mi mano hasta su rostro y la dejo suspendida, muy inseguro por no saber cual sería su reacción. Ella observa mi mano y la toma entre la suya para llevarla directamente hasta su mejilla. Abro mi palma y su piel contra la mía se siente calurosa. Sus mejillas toman un rosado realmente hermoso y me maravillo al poder observarla directamente a los ojos sin ver el miedo que años atrás albergaba cada rincón de ellos. Muevo mi pulgar de arriba a abajo, acariciando con delicadeza su piel. Ella presiona su mejilla de mi mano y cierra los ojos, disfrutando por primera vez el contacto de nuestra piel.
Es increíble como algo tan simple como esta pequeña caricia logra producir miles de sentimientos en mi interior. Como si por años hubiesen sidos encarcelados y después de mucho tiempo pueden volver a sentir una libertad plena.
—Mariposita... —susurro, con delicadeza. Ella abre sus ojos y puedo perderme una vez más en ese mar grisáceo.
Lo dije una vez y puedo volver a decirlo:
Cuando miro sus ojos me siento atraído al igual que una polilla se siente atraída por la luz. Ella es el imán y yo soy su metal.
Sin esperarlo ella terminó de acortar la poca distancia que separaba nuestros rostros y con sumo cuidado rozó levemente nuestros labios, fue un simple toque y sin embargo pude sentir como una corriente recorría cada parte de mí.
Me sentí como un niño al que le dan su primer beso; nervioso, feliz e inseguro...
Suspiro y subo mi otra mano hasta su mejilla y presiono ejerciendo una leve fuerza para atraerla a mí y tomar las riendas.
Al principio solo le doy ligeros toques en su labio con los míos, intentando que ella pueda entrar en confianza y no se detenga a pensar ni por un segundo. Paso mi lengua por su labio inferior antes de profundizar el beso. Nuestras bocas se tocan con fiereza y la corriente se hace cada vez más presente, enviando sensaciones inesperadas a cada recóndito lugar de mi cuerpo. Su labio juega con el mío tan provocativamente que un gruñido de satisfacción sale desde el fondo de mi garganta sin que pueda contenerlo. Bajo lentamente mi mano derecha por su cuerpo hasta dejarla posada en su cintura, atrayéndola a mí, presionando ligeramente para que no quede ningún espacio entre nosotros.
En estos momentos ninguno de los dos conoce lo que es el "Espacio personal".
Nuestros labios se mueven en un mismo compás; saboreando y desgustando como si fuera la primera vez.
El tiempo se detuvo, las personas dejaron de importarme, solo podía pensar en una sola cosa y esa era que después de dos largos años volvía a besar a Lex, y debo admitir que ningún beso de mi imaginación podría compararsele a este.
Nuestro primer beso fue más sutil, ligero y delicado, pero este en cambio denotaba las ansías que teníamos por saborear de nuevo los labios de el otro. En este beso se pudo sentir cuanto nos extrañamos durante el último par de año.
Cuando nos separamos en busca de aire ambos teníamos la respiración errática. Lex tenia las mejillas pintadas de un rosa pálido que la hacían lucir más hermosa, sus labios estaban un poco hinchados y su pecho subía y bajaba de manera rápida. Sin dejar de atraerla a mi cuerpo me incline y le di un suave beso. Con sumo cuidado uní nuestros labios, usando todo mi autocontrol para no dejarme llevar y que ambos podamos recuperarnos poco a poco de nuestro arrebato de locura.
Me separo y ella sonríe, su rostro iluminándose nuevamente. En mi pecho hormiguea una sensación de felicidad y orgullo al ver como un brillo singular resplandece en ella. Es un tanto loco pensarlo pero cuando te acostumbras a ver a una persona sumida en la oscuridad y el dolor logras ver como eso la consume poco a poco que es fácil detectar un gran cambio en esa persona cuando ya ha podido superar todos sus miedos.
Ella lo logró.
Jamás me había sentido tan orgulloso como ahora.
Lex Baker logró cumplir su promesa de salir adelante, no por mí sino por ella misma, porque lo necesitaba y ver eso solo me hace sentir más feliz de lo que ya lo puedo ser ahora.
—Estoy muy feliz por ti. —mis palabras la sacan un poco de tono, no entendiendo el por qué se las digo— Realmente orgulloso. —trago grueso antes de poder continuar. Ella me mira con su entrecejo fruncido, confudida— Lograste superar tu pasado. Superaste cada uno de tus miedos y ahora estas aquí, frente a mí, completamente diferente. Siendo una nueva Lex que ahora le sonríe a la vida.
Sus ojos se cristalizan y sin embargo no pierden ese brillo nuevo que ahora es parte de ella.
—Todo fue gracias a ti. —responde sonriendo.
—¿A mí? —ahora el confundido soy yo.
Ella asiente y coloca su mano en mi mejilla. Puedo sentir la calidez que esta emana.
—Fuiste uno de los principales motivos que tuve para querer salir adelante. Tú y Lea fueron mi motivación.
Mi pecho se llenó de orgullo. Saber que había formado parte al menos en lo más mínimo para que ella pudiera decidir salir adelante me hizo sentir más que feliz.
»Me prometí a mi misma continuar con mi vida porque algún día quería volver a ti, pero siendo una chica que ya no le temía a su pasado y tampoco al amor.
Y yo que creí que no podía estar más orgulloso y feliz por ella y resulta que apenas me estoy enterando de sus razones.
—Me estas haciendo el chico más feliz con tan pocas palabras. —ella suelta una risa divertida y me abraza.
—Hay algo más. —susurra en mi oído— ¡Feliz cumpleaños, Cox! —reí, olvidaba que en algunas ocasiones a Lex Baker le gustaba llamarme por mi apellido.
Me separo un poco solo para verla a los ojos.
—Apenas comienza el día y sin duda alguna he recibido más de lo que esperaba.
—Y aún hay más, señorito Ian.
—¿Más?
¿Qué otra cosa podía haber?
—Un cumpleaños no es cumpleaños si un regalo.
¿Lex Baker diciendo eso?
Una chica que odiaba recibir regalos en fechas especiales.
Definitivamente tengo ante mí una nueva persona.
Ella saca una pequeña caja negra del bolsillo de su gabardina y me la tiende. Enarco una ceja y la miro con duda, ella vuelve a tenderme la caja casi pegándola a mi rostro. Blanqueo los ojos y tomo la caja sin tener más opción.
Abro la tapa y observo su contenido: una cadena gruesa de plata con un dije central de una luna llena. Sin saber que hacer dirijo mi mirada nuevamente a ella completamente confundido.
Lex sonríe y saca debajo de su ropa una pequeña y delicada cadena que le cuelga en su cuello para que pueda verla. Mis ojos se abren con sorpresa. Es la cadena con dije de mariposa que le regalé hace dos años.
Ella me mira sonriendo para luego decir:
—Hace tiempo me dijiste que yo era como una mariposa que intentaba ser libre. Por eso el ápodo... Pero yo nunca te dije lo que tu fuiste para mí. —sus ojos no dejan de observarme mientras continúa hablando— En noches oscuras, cuando no hay ni una sola estrella en el inmenso cielo siempre pero siempre habrá una enorme luna para brillar en la oscuridad, pese a cualquier nube que intente ocultarla la luna siempre saldrá y brillará para alejar tanta oscuridad. Así fuiste tú, sin importarte cuanta oscuridad había en mi interior buscaste una y mil formas de que tu luz me alumbrara... Tu fuiste esa luna que brilló en mis noches oscuras.
Sin saber que decirle pego nuevamente mis labios en los suyos, para así demostrarle con el beso lo agradecido que estoy de que ahora es abierta conmigo y no tiene miedo de decir lo que piensa. Intento demostrarle con mi beso lo que no puedo decirle en palabras.
—¡Gracias! —susurro encima de sus labios.
—Gracias a ti, Ian Cox.
Presiono un casto beso en su frente para luego atraerla a mi cuerpo con un abrazo.
—Por cierto, hay otra cosa más. —murmura.
—¿En serio? —inquiero, sorprendido.
Ella vuelve a reír y sin separarse mucho saca de su otro bolsillo una pequeña taza de café en color verde agua.
—¿Una taza de café? —pregunto, confundido. Ahora si que no entiendo nada.
Ella no deja de sonreír cuando responde:
—Sí, una taza de café. ¿A caso lo olvidas?
—¿Olvidar qué?
Lex suspira y se acerca para susurrar en mi oído.
—Que tú y yo tenemos un café pendiente. ¿Lo recuerdas?
Sonrío como un niño teniendo el juguete nuevo que quería.
Vuelvo a besarla para susurrar nuevamente cerca de sus labios.
—Tú y yo tenemos más que un café pendiente, mariposita.
Y así sería, entre Lex y yo habían muchas cosas pendientes y ambos teníamos que ponernos al día con eso.
¿Quién sabe? Probablemente los dos podamos cumplir esas promesas que hicimos en años anteriores.
Ahora solo teníamos que ver que nos depararía el futuro e intentar con todas nuestras fuerzas que ambos formáramos parte de la vida del otro.
Porque ninguno de nosotros tiene miedo a su pasado o al amor. Ya nuestras pesadillas dejaron de seguirnos y es hora de volver a soñar.
•••
¡¡¡AAAAAAAHHHHH!!!
*INSERTAR GRITOS DE ESCRITORA LOCA Y FANÁTICA*
Estoy feliz y demasiado emocionada por este extra... Espero que les haya gustado como a mí y que lo hayan disfrutado.
Ahora sí puedo decir que efectivamente •Amarga Pesadilla• ha llegado a su fin.
Este pequeño viaje en el que me embargue al escribir esta historia me trasportó a otro mundo, definitivamente amé muchísimo escribir sobre estos personajes, principalmente con Lex e Ian que fueron mis dos bebés, los que tocaron la parte más sensible de mi corazón.
Cada vez que me sentaba a escribir las palabras fluían de manera inesperada, como si ellos me dijeran de verdad lo que tenía que hacer, aunque admito que en muchos momentos me desesperaba demasiado porque también tuve muchos bloqueos de escritor sin saber por qué... Y aún así mis bebés siempre me animaron a continuar con su historia y a darles un final incluso mejor del que imaginé...
Tengo sentimientos encontrados.
Pero siempre diré que estoy muy feliz y orgullosa con lo que logré con esta historia.
Quizás hay errores o cosas sin sentido las cuales no he editado y sin embargo sigo amando muchísimo la historia tal cual está.
Espero hayan disfrutado demás leer a mis bebés y que los hayan amado así como yo lo hice.
Besitos llenos de nuevos sueños.
~Girle.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top