∆Capítulo Veintidós∆

*Ian Cox*

Desaparecida.
Desaparecida.
Desaparecida.
Lex estaba desaparecida.

Las palabras se repetían una y otra vez en mi mente sin descanso.
Agobiandome, asfixiándome, llevándome a una encrucijada, a un callejón sin salida.

Mi pecho seguía doliendo como nunca antes lo había hecho. Me costaba respirar o decir algo coherente. Solo podía pensar en ella, en lo que podría estar sintiendo, en lo que le podría pasar.

¿Estaba bien? O ¿Ya estaría muerta?

¡No, Dios! No lo permitas.

No pienses más cosas negativas, Ian o se harán realidad. 

Volví a tomar agua cuando sentí mi garganta nuevamente seca. Mis manos temblaban y mis piernas no dejaban de moverse, tenía un tic nervioso.

Pasé mis manos por el cabello y los dejé ahí, apretando, jalando. Estaba al borde de la locura. 

Jamás había sentido tanto miedo y temor en mi vida como lo estoy sintiendo ahora. Ni aún cuando sucedió lo de mi padre; en ese entonces era un niño, el miedo me embargó por saber que algo malo sucedía si él hacía lo que su mente le decía, pero ese miedo no es nada comparado con el que siento en estos momentos.

Nunca fui un niño que admiró a su padre, jamás lo hice, nunca quise estar a solas con él, tampoco me agradaba tener que verlo a diario, por eso su muerte no fue tan dolorosa como creí que lo sería; en realidad solo sentí paz y felicidad, sabía que él ya no podía hacernos más daño a mi madre y a mi y eso eclipsó todo sentimiento de dolor.

Ahora con Lex todo es diferente. Ella siempre me ha interesado, ha sido la única que ha logrado hacerme sentir cosas que nadie más había logrado y sin siquiera intentarlo. Lex nunca hizo algo para captar mi atención y aún así la tuvo, nunca hizo algo para que mi curiosidad por ella saliera y aún así sucedió, nunca hizo nada para que me enamorara y aún así terminé enamorado como nunca creí que lo estaría de alguien. Simplemente sucedió, esa curiosidad que sentí se convirtió en algo más profundo, algo incapaz de ser borrado. Y ahora ella estaba lejos de mi, no sabía donde, ni como, no sabíamos nada, absolutamente nada de su paradero y eso me desesperaba completamente. Necesitaba tenerla frente a mi, necesitaba abrazarla y sentir el calor de su cuerpo junto al mío. No estaría tranquilo hasta que pudiera dar con ella y comprobar que aún seguía con vida, que nada malo le había sucedido.

Volví a tomar agua cuando vi a Larry cruzar de la derecha y acercarse hasta mi. Sus pasos eran controlados, su rostro impasible, sus ojos oscuros sin mostrar ninguna emoción. Verlo así solo empeoró mis nervios.

Los chicos se acercaron hasta mi lugar, esperando que Larry dijera algo. Él nos observó a cada uno, primero a Thiago junto a Ivy, luego a Maxi que seguía junto a Lea y de último su mirada se posó en mi, fue ahí cuando lo vi dudar, la tristeza logrando cruzar por un segundo su mirada antes de eclipsarla y mostrar de nuevo su rostro de jefe de policía.

—No hay buenas noticias. —cerré mis ojos, respirando para no volver a perder mis nervios. Necesitaba controlar mis emociones o no ayudaría en nada.

Lea sollozó, afianzando todo su cuerpo en Maxi para no decaer, él la tomó sin pensarlo, rodeando su cintura con sus brazos para atraerla a su cuerpo y protegerla, darle la fortaleza que ella en estos momentos no tenía, siendo el apoyo que ella necesitaba.

—¿Qué sucede? —la voz de Ivy llenó el incómodo y espeso silencio que se había formado en todo el lugar.

Mis ojos cayeron en ella, observando como su rostro palidecía y sus ojos se llenaban de lágrimas, ella también quería intentar ser fuerte; por Lea, por ella misma, pero principalmente por Lex. Ella nos necesitaba y teníamos que hacer lo que fuera necesario para encontrarla.

—Estuvimos investigando y ese hombre ha estado al menos los últimos tres meses viviendo en una de las cabañas desoladas a las afueras del pueblo...

—¿Y por qué no van y lo buscan? —lo interrumpió Lea. Con su voz ronca por tanto llorar— De seguro se llevó a mi hermana hasta allá.

Desde que Lea nos mostró el celular de Lex no hizo falta ser adivino para saber que ese hombre se la había llevado, ella lo había visto y que solo apareciera su teléfono arrojado en la acera era demasiado sospechoso, ella no lo dejaría al menos que algo de verdad le haya sucedido y eso fue lo que todos comprendimos.

Ella no solo desapareció por arte de magia.
Él se la había llevado, la había capturado teniéndola a su merced. Era eso lo que más me atemorizaba, pensar que cosas podía estar haciéndole ahora mismo mientras nosotros seguíamos en la comisaría sin ninguna pista de donde podría habérsela llevado.

—Mi equipo ya ha hecho el trabajo. Los envié en una patrulla hasta el lugar en el momento en que ustedes llegaron pero cuando estuvieron allá lograron comprobar que el hombre se había fugado.  

Una razón más para pensar que él se la había llevado a un lugar que pocos conocían.

¡Dios!

¿Dónde estarás, Lex?

Espero que nada te suceda, no podría vivir sabiendo que la única chica a la que de verdad amé ya no estará más a mi lado.

Estaba tan desesperado que presentía que si no controlaba mis emociones haría cualquier locura. Y en estos momentos es lo último que necesito hacer. Lex es lo primordial, necesito mantener la cabeza fría para poder concentrarme.

—Hay algo más. —Todos lo miramos a la expectativa, esperando que dijera algo más. Mi cuerpo seguía moviéndose involuntariamente, no podía controlar también mis tics nerviosos— Tenemos pruebas que nos confirman que él también se llevó a la Sra Alexa Green.

Lea sollozó más fuerte, sus llantos haciendo eco en todo el lugar.

¡Esto se estaba saliendo de control!

Alexa y Lex son la única familia que Lea tiene ahora, si algo les pasa de seguro ella morirá lentamente también. Era una niña cuando sucedió lo de sus padres, hecho que logró que pudiera olvidarlos fácilmente, pero ahora, recordará toda su vida si esto resulta tener un trágico final.

¡Dios, Ian! Basta de tanto pensamientos negativos.

—¿Qué pruebas? —pregunté.

—La puerta de la casa no fue forzada, pero sí logramos observar que parte de la entrada principal y del comedor estaban destruidos. —habló en tono profesional.— Algunos objetos estaban en el suelo, otros desperdigados en cualquier lado, lo que nos indica que hubo mucho forcejeo, al parecer la Sra Alexa quiso resistirse.

Con cada cosa que me decía solo podía ver a Lex como protagonista de todo. Como si hubiese sido ella la que raptaron en su casa, podía verla forcejear, gritar, patalear y todo en vano. Pero a la vez la veía como una chica que fue tomada por sorpresa, el miedo la invadió y así lograron llevársela.

Si no lograbamos hallar el paradero donde se encuentran es muy probable que no haya solo uno sino dos cuerpos sin vida. La situación estaba volviendo a repetirse solo que esta vez Lex no saldría con vida sino la encontrábamos a tiempo.

Un dolor profundo volvió a invadir mi pecho; el rumbo de mis pensamientos solo lograban acrecentar mis nervios, disminuir mi esperanza, sacudir mi cuerpo.

Pasé mis manos por mi rostro, suspirando varias veces, intentando calmar mis latidos acelerados, intentando disminuir mis nervios, controlando mis tic y los movimientos involuntarios de mi cuerpo pero era sumamente imposible hacerlo.

Mi cuerpo entero temblaba de rabia, desesperación, dolor, tristeza; todos mis sentimientos estaban haciendo estragos en mi ser. 

—Necesitamos hacer algo. —las palabras dichas en voz alta por Maxi nos hizo mirarlo, plantearnos el hecho de que deberíamos estar haciendo algo más que solo mirarnos las caras.

—En eso estamos. —respondió Larry aún con ese tono de superioridad que lo caracterizaba en su entorno de trabajo— Mi equipo y yo estamos haciendo hasta lo imposible por buscar la más mínima pista que nos pueda llevar hasta el lugar donde ese hombre las pudo llevar. Solo les pido un poco más de paciencia.

—¿Paciencia? —pregunté, incrédulo—. Paciencia es lo que menos tenemos ahora, Larry. Lex y Alexa están allá afuera en peligro, y ¿tú solo nos pides paciencia cuando incluso en este momento simplemente podrían estar muertas? —las palabras salieron de mi boca sin poder contenerlas. Sintiéndose ásperas y amargas mientras las decía.

El rostro de mi padrastro seguía impoluto, pero aún así pude notar el ligero cambio que tuvo al oír mis palabras. Él no tenía la culpa de nada de lo que sucedía, no podía solo pagar mi rabia y dolor con él cuando lo único que hacía era ayudarnos.

—¡Lo sé! Pero no hay nada que se pueda hacer por el momento. Ahora si me disculpan seguiré trabajando.

Me sentí como un completo idiota por lo que le dije. Necesitaba pensar con la cabeza fría y no decir cada cuantas palabras se me cruzaban en la mente porque quizás algunas no podían ser de ayuda.

Me alejé de los chicos y alcancé a Larry antes de que volviera a encerrarse en su oficina.

—Larry, yo... Yo... Lo siento. —dije cabizbajo, intentando contener las lágrimas que se volvían a agrupar en mis ojos.

—Ian no tienes porqué disculparte. Entiendo tu dolor y creeme que estoy haciendo todo lo que está en mis manos para poder encontrarlas. —asentí sin querer decir nada más— Eres un chico fuerte, no dejes que esto te destruya. Te prometo que lograremos encontrarlas.

Volví a asentir. Quise creerle. Lograríamos encontrarlas, él lo lograría. Lograría encontrar a Lex con vida, es lo que más quería en estos momentos. 

Me quedé de pie a mitad del pasillo cuando Larry siguió su camino dejándome solo de nuevo con mis pensamientos.

Restregué mis ojos para no volver a llorar, no podía permitirlo, ya me había vuelto vulnerable una vez, no podía hacerlo dos veces, no necesitaba demostrar aún más cuánto me afectaba esta situación, no era necesario que los demás volvieran a ver que mi fortaleza y valentía ya estaban pérdidas en estos momentos.

—¡Ian! —No, no, no— ¡Ian, cariño! —me giré hacía la voz y lo único que quise era sacarla de este lugar. Ella sin pensarlo podía hacer volver a aparecer al Ian inseguro y no necesitaba eso.

—¡Mamá! —murmuré— ¿Qué haces aquí?

Se fuerte, Ian. Yo se que puedes. No llores solo porque estas mirando a tu mamá. No seas cobarde.

—¿Cómo que qué hago aquí? —repitió, con indignación.— Soy tu madre, necesito estar contigo en estos momentos.

—Mamá no era necesario... —quise intentarla hacer cambiar de opinión.

¡Dios! Podía sentir que en cualquier momento volvería a llorar y no podría contenerme.

—Sí, sí era necesario. —dijo tajante. No intenté volver a reprochar su idea— Me enteré lo de tu novia y sabia que ibas a necesitar de mi. Soy tu madre, puedes contar conmigo en todo momento.

¡Lo sé!
¡Lo sabía!
Sabía muy bien ese hecho.

Mamá siempre estaba dispuesta a escucharme, siempre había estado para mi en cualquier lugar que la necesitara, y aunque no quería admitirlo, hoy la necesitaba más que nunca. Necesitaba uno de sus abrazos reconfortantes, necesitaba oírla decir que todo estaría bien, que no debía preocuparme por nada porque todo se resolvería y las cosas volverían a ser como antes o incluso mejor.

Necesitaba a mi mamá más que cualquier otra cosa.

La necesitaba a ella a mi lado así como necesitaba ver a Lex con vida.

—¡Mamá! —volví a murmurar, tragándome el nudo que se estaba formando en mi garganta— Mamá, ella... Ella...

No supe que decir, las palabras dejaron de fluir por mi boca.

Ella no es mi novia. Intenté decir.
Ella no está. Intenté decir.
Ella está desaparecida. Él se la llevó. Intenté decir.

Pero ninguna de esas palabras pudieron salir. Mi mente las pensó, mi cuerpo intentó procesarlas pero mi boca se las tragó de regreso, impidiendo que las dijera en voz alta.

Mamá me abrazó, trayendo una sensación de calor y familiaridad a mi cuerpo, me envolvió en sus delicados brazos y me permití ser nuevamente vulnerable a pesar de que estaba logrando no serlo.

—¡Shh, cariño! Esta bien, ella estará bien. —enterré mi rostro en su cuello mientras ella seguía diciéndome palabras de aliento con su dulce voz. Sus manos en mi espalda trazaban círculos, ella sabía que eso me calmaba, lograba traerme una paz que no podía explicar— Esta bien llorar. No te contengas. No intentes ser fuerte. Esta bien llorar por ella, cariño. —no pude contenerme más.

—¡Mamá! —sollocé.

—¡Aquí estoy, bebé! Tu mamá siempre estará para ti.

Sus palabras no hicieron más que doblegarme. Me aferre a ella, a su cuerpo, a su abrazo y volví a llorar, me permití volver a ser vulnerable una vez más.

•••

*Lex Baker*

Un olor nauseabundo y putrefacto entró por mis fosas nasales despertándome del largo sueño en el que me encontraba.
Hice amago de abrir mis ojos pero fue imposible,  volví a intentarlo fallando por segunda vez, algo me impedía abrirlos; comencé a aterrarme al instante.

¿Qué estaba pasando?

¿Qué ocurría?

Hice un esfuerzo por recordar el último par de horas y lo único que mi cerebro recrea son imágenes de mi tía en un auto, yo intentando ayudarla, luego un pañuelo en mi boca y después nada, solo oscuridad absoluta.

¿Dónde estaba?
¿Mi tía estaría bien?

Intenté pensar con claridad, no logrando alterarme ni perder la poca cordura que tenía; lleve mis manos hasta lo alto de mi cara y detalle que estaban atadas, palpé con sumo cuidado y sentí una gruesa venda recorrer toda mi parte frontal. La venda era lo que me impedía ver.

Los recuerdos de hace algunos años volvieron a mi con suma claridad, como si todo hubiese sucedido ayer.

La situación era igual, estaba atada de manos y pies, mis ojos estaban vendados pero en esta oportunidad no sabía con exactitud donde estaba y si mi tía seguía aún con vida. Con rapidez quise bajar la venda pero esta no se movió ni un centímetro, estaba atada fuertemente en mi nuca, volví nuevamente a intentarlo pero siguió sin moverse un poco, era como si estuviese pegada a mi rostro en vez de solo estar atada.

Moví mis manos debajo de mi sintiendo hago acolchado, palpé a mi alrededor pero solo pude sentir una pared a mi lado derecho, lo demás era solo vacío.

—Así que nuestra pequeña curiosita decidió por fin despertar. —su voz. Esa voz que me producía enormes escalofríos con solo escucharla. Bajé rápidamente mis manos a mi regazo y las dejé ahí, sintiéndome completamente aterrada y en mucha desventaja. —¿Qué se siente volver a repetir los mismos acontecimientos que hace unos trece años atrás? —no respondí, no le daría el gusto ni la satisfacción de ver cuán afectada y aterrada estaba por todo.

Sentí un ligero escalofrío recorrer mis brazos cuando el hombre se posicionó a mi lado y comenzó a desatar los nudos de la venda. Abrí con lentitud mis ojos, esperando que pudieran adaptarse a su entorno. Lo primero que vi fue un bombillo en el techo alumbrando la lúgubre habitación, la luz seguía siendo escasa y muy débil y sin embargo era posible detallar todo a mi alrededor.

Era la misma cabaña en la que había estado con mis padres el día de su muerte. Todo estaba exactamente igual, aunque el lugar donde se suponía estaban sus cuerpos estaba reemplazado por una silla de madera junto con una pequeña y vieja mesa, el suelo tenía una mancha oscura incapaz de ser borrada. La suciedad seguía impregnando cada lugar, las paredes tenían moho y del techo colgaban varias telarañas. El colchón en el que estaba sentada era lo único prácticamente decente y limpio de todo el lugar.

Lo que más me preocupó era darme cuenta de que no había ni un rastro de mi tía. Rogué y recé internamente para que nada le hubiera pasado, esperaba a que el hombre aún no hubiese intentando hacerle daño, no podría soportarlo.

—¿Dónde está? —pregunté, volviendo mi mirada al hombre por primera vez. 

Su rostro tenía una enorme cicatriz líneal que iba desde su frente, surcando por encima de su ojo izquierdo y perdiéndose debajo de su barbilla. Sus ojos seguían proyectando oscuridad profunda, su sonrisa era escalofriante; sus dientes estaban chuecos y de un tono amarillo y sin embargo su sonrisa no dejaba de ser perturbadora y siniestra.

—¿Dónde está quién?

Quise presionar mis manos en su cuello, acabar con su vida. Hoy más que nunca quise ser yo quien veía y disfrutaba como el aire dejaba de circular dentro de él.

—Mi tía. ¡¿Dónde está mi tía?! —rugí, intentando no perder la calma. Este hombre no se iba con rodeos y mucho menos con juegos, si hacia algo que lo alterara podría solo adelantar nuestro final.

—¿Esa zorra? —una sonrisa carente de diversión brotó de sus labios. Presione mis dientes con fuerza para no hacer ni decir algo de lo que pudiera arrepentirme— Ella esta bien para mi mayor decepción, así que no te preocupes. Tu adorada tía aún no está muerta.

Sentí un pequeño alivio dentro de mi, ella estaba bien, y necesitaba que siguiera estandolo hasta que lograramos encontrar una manera de huir de todo esto.

—¿Dónde está? Quiero verla.

Él hizo un chasqueo con su lengua mientras negaba repetidas veces.

—Impaciente como siempre, Lexi Baker. —oírlo pronunciar mi nombre me aterró aún más, él se dio cuenta de mis emociones porque pronunció con una extensa sonrisa:— ¿Qué? ¿Odias que te diga Lexi? ¿A caso no te gusta tu nombre? ¿O solo odias que yo lo pronuncie?

Llevó una de sus manos totalmente enguantada hasta mi rostro y comenzó a pasar su dedo por mi mejilla mientras acercaba su nariz a mi cuello y comenzaba a olfatear. Me removí intentando alejarlo de mi pero tomó mi cuerpo con ambas manos, empujandome contra el colchón y posicionando arriba de mi para impedir que me moviera. Su cuerpo aplastó el mío, sentí ganas de vomitar, busqué la manera de alejarlo pero cada vez ejercía mayor fuerza impidiendo que lograra moverme así fuera un milímetro. Su rostro estaba cerca del mío, las lágrimas ya estaban alrededor de mis ojos, respiré con fuerza y reuní todo mi coraje para no dejar que las lágrimas fluyeran frente a él.

—Eres tan hermosa, Lexi Baker. —su aliento rozó mi mejilla, aspire con fuerza, intentando moverme con más ahínco debajo de él para poder alejarlo— ¡Uh! Te gusta lo rudo, ¿eh? —giré mi rostro hacia un lado, deseando con todas mis fuerzas que todo esto acabara. Sentí su lengua recorrer mi cuello y subir hasta mi mejilla, dejando todo el camino húmedo, solo pude sentir asco, las arcadas haciéndose cada vez más potentes— Y sabes fantástica.

Presione mis labios sin querer llorar, seguí removiéndome debajo de él, quería alejar su cuerpo del mío, quería dejar de sentir su asqueroso y perturbador miembro haciendo presión en mi vientre. Quería correr, huir, gritar, todo al mismo tiempo.

—Pasaría un buen rato contigo, ¿quién diría que una de esas pequeñas niñas a las que dejé con vida se convertiría en una mujer excitante?

—¡Alejate de mi! —gruñí con fuerza.

Él soltó una horrible carcajada que hizo eco en todo el lugar.

—¿Y si no quiero?

—¡Alejate de mi! —volví a repetir con furia.

—Contigo disfrutare mucho. —esa sonrisa siniestra volvió a hacer apto de presencia.— Pero para que todo sea perfecto hay que buscar a tu tía, ¿no lo crees?. Que mejor que ella presencie como su adorada sobrina será penetrada por un hombre al que ambas le tienen cierto odio.

No respondí, él no me dejó porque sin pensarlo se alejó de mi, logrando que pudiera respirar nuevamente con normalidad. Como pude me incorporé, mis manos y piernas dolían por la fricción que causaban las cuerdas en mi piel; detalle con más precaución todo el lugar, intentando encontrar algo que pudiera usar para defenderme, pero nada era de ayuda.

El hombre llegó hasta una puerta al otro lado del cuarto y la abrió, se perdió por unos segundos y cuando regresó traía a rastras a mi tía por todo el suelo. La soltó en medio del lugar y la movió para que quedara justo frente a mi, sus ojos recorrieron mi cuerpo intentando buscar algún signo de abuso o golpe, negué lentamente para calmarla y ella suspiró, su estado era el mismo que el mío, ambas estábamos atadas tanto de las piernas como de las manos.

—¿Sabes? No sería divertido que yo disfrutara del dulce sabor que tiene tu preciosa sobrina sin que tu fueras parte de todo, ¿no lo crees?

—¡Pudrete! ¡Bastardo! ¡Imbécil! ¡Hijo de pu... —el impacto del golpe la hizo callar, su cabeza giró a un lado por la fuerza, cuando regresó su mirada su labio inferior tenía  un pequeño corte. Él la había abofeteado antes de que ella siguiera despotricando en su contra.

—¡Oh vamos, querida! No me mires así, que me excito. —alardeó de manera perversa— Además por ahora solo quiero disfrutar de ella. —dijo señalándome— Tu ya pasaste a la historia. No me interesas.

Mi cerebro intentó procesar sus palabras.

¿A la historia?
¿Ya no le interesaba?

Él... ¿Él había abusado de ella? Pero, ¿cuándo?

—¡¡¡Eres un desgraciado!!! —gritó en cólera. Abrí mis ojos por el miedo, deseando que su arrebato no le costara otro nuevo golpe.

—Un desgraciado al que disfrutaste en tu juventud, ¿o es qué ya se te olvidó todo lo que vivimos?

¿Qué? ¿Todo lo que vivieron?
¿Qué estaba pasando?

Mi rostro debió reflejar mi confusión porque él con su extensa sonrisa habló:

—¿A caso tu querida tía no te ha contado toda la verdad?

—¿Cuál verdad? —inquirí, mirándola directamente a ella.

—Lex, no le prestes atención. Quiere confundirte, este hombre no sabe de lo que habla.

—¿No se de lo que hablo, cariño? —respondió con un tono fingido de indignación— Al parecer debo no solo poner al tanto a tu sobrina de todo sino que también debo refrescarte la memoria.

El rostro de mi tía palideció, completamente asustada y aterrada por lo que sea que ese hombre estuviese apunto de contar.

—¿De qué hablas? —me dirigí esta vez al hombre, sin importar el miedo que sentía con solo mirarlo.

—Al parecer disfrutare más de lo que creía. —él tomó la silla y la colocó en medio del cuarto quedando entre mi tía y yo, se sentó de manera relajada y cruzó sus brazos y piernas como si fuera a contar una historia realmente larga— Hay que ponernos cómodos, preciosa. Porque lo que te tengo que contar es para largo.

Miré a mi tía buscando alguna respuesta en ella pero sus ojos no dejaban de lanzarle miradas de odio y rencor a ese hombre; mi pecho se hundió al comprender que estaba a punto de enterarme de algo a lo que nunca había estado preparada.

—Tía. —la llamé. Ella me observó por un segundo antes de que su mirada reflejara todo el dolor y sufrimiento que esa verdad oculta le estaba causando— Tía, ¿qué sucede? —intenté probar, necesitaba que ella misma me dijera que era lo que estaba pasando pero su silencio fue la única respuesta.

—Preciosa, tu tía no dirá absolutamente nada, no se atreve. Pero que bueno que yo sí, así que por favor ponte cómoda que lo que te contaré es algo que no te gustará.

—¡No te atrevas! —gruñó, furiosa. Sin dejar de enviarle esas miradas de odio y resentimiento.

Él hizo un sonido con su lengua mientras negaba.

—Más te vale quedarte bien calladita sino quieres que todo esto sea aún más doloroso para ambas. —giró su rostro hacía mi, mientras la sonrisa se extendía cada vez más, como el bastardo sádico que era— ¿Lista para saber la verdad? —asentí, era lo que siempre quise— Dilo, preciosa. Di que quieres saber la verdad

No tuve que pensarlo dos veces para responder.

—Quiero saber la verdad. —respondí con una determinación que nunca antes creí que tener.

—¡Perfecto! —aplaudió completamente animado, como si hubiese estado esperando que dijera esas palabras desde hace mucho— Es hora de que dejes de vivir en la ignorancia.

Mi pulso se disparó, mi respiración se agitó.

El momento que tanto había esperado por fin había llegado, y aún así tenía miedo por todo lo que pudiera descubrir.  


•••

Omaigaaa!
¡Se prendió!
Ya se descubrirán muchas cosas.

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