∆Capítulo Tres∆

La oscuridad llenaba el lugar, la asquerosa habitación olía a moho y putrefacción, la escasa luz que entraba por un agujero en el techo dejaba ver lo sucio que estaba el lugar, la humedad estaba presente en todos lados, el musgo crecía cada vez más entre las paredes de la pequeña habitación, la tierra y montones de pasto verde estaban esparcidos por casi toda el lugar, solo un espacio no contenía nada, un espacio un poco ancho pero no tan largo, detallé con mayor detenimiento y el suelo estaba manchado de un color oscuro que con cada paso que daba se volvía más insoportable de oler, llegue a escasos centímetros del espacio y hallé dos cuerpos tirados boca a bajo, uno al lado del otro, observé y pude distinguir la figura de un hombre y una mujer, sus ropas estaban sucias y llenas de pantano, sus cabellos eran un desastre y desde sus cabezas corría el enorme charco que crecía y crecía, me agaché y toqué con las puntas de mis dedos el charco que manchaba el piso y logré darme cuenta de que era sangre, sangre que quizás llevaba días en ese lugar, y aunque ya estaba empezando a secarse producía un olor nauseabundo, giré rápidamente los cuerpos para ver quiénes eran y mi respiración se descontroló instantáneamente; las náuseas se acrecentaron dentro de mí y tuve que hacer el mayor esfuerzo para no irme en vómito por la escena que estaba presenciando.

Mis padres...

Eran mis padres.

Las dos personas tiradas en el suelo con un enorme charco de sangre alrededor de ellos eran mis padres, en sus frentes había un agujero de bala por donde salía la sangre, sus ojos ya no tenían vida, eran completamente blancos, no había iris, ni pupila, solo una enorme cuenca blanca.

Volteé mi vista al sentir como una horrible sensación amarga subía por mi garganta y expulsé todo, absolutamente todo lo que había dentro de mi, las arcadas se hacían cada vez más profundas e inevitables, expulsé una última vez y limpié mi boca con el dorso de mi mano, me alejé del lugar donde había vomitado y tomé distancia de donde se encontraban los cuerpos de mis padres...

Me levanté exaltada, la oscuridad de mi habitación me recibió con los brazos abiertos, pasé mis manos por mi cara y me di cuenta de que estaban llenas de lágrimas. Suspiré varías veces para intentar calmar los latidos acelerados de mi corazón, miré hacía el reloj de mi habitación y este marcaba las 04:16 de la mañana. Volví a suspirar y recosté mi cuerpo nuevamente en mi cama viendo hacía el techo perdida en mis pensamientos.

Otra pesadilla, una nueva, jamás había soñado algo de esta forma, tan real, tan escalofriante y doloroso, siempre era la misma pesadilla del callejón y el tipo con un arma blanca, esa era la única pesadilla que siempre tenía, pero esta vez todo fue distinto, tan real, tan horripilante, sentí que estaba volviendo a repetir la situación otra vez, era como volver a ver a mis padres morir, volver a presenciar la escena de ellos dos tirados en el suelo con la sangre saliendo de sus frentes.

Limpie nuevamente las lágrimas e hice presión con mis dedos en ambos ojos, eso solo sirvió para que las lágrimas brotaran de mis ojos sin piedad. Lloré, lloré todo lo que mi cuerpo me pidió, dejé de intentar ser fuerte por una sola vez en la vida y lloré como nunca antes lo había hecho, lloré por mis padres, lloré por Lea, lloré por mi tía pero principalmente lloré por mi, por esas noches de desvelo, por esas pesadillas cada noche, por esa angustia de ser perseguida, por ese miedo de que en cualquier parte estaría alguien para atacarme, lloré por esa niña de seis años que presenció la muerte de sus padres sin poder hacer nada, esa niña que quedo huérfana al igual que su hermana, esa niña que sufrió ataques de pánico, de miedo, que dejó su infancia a un lado y se volvió cerrada tanto al punto de no confiar en casi nadie, esa niña que fue creciendo con miedos, dudas y temores, que sin importar el tiempo que pase seguirá viviendo asustada, seguirá viviendo en un pasado tormentoso.

Sentí que había pasado una eternidad cuando dejé de llorar, mis ojos ardían y sentía que no podría botar una lágrima más aunque quisiera, limpié el rastro que las lágrimas habían dejado en mi mejilla y comencé a contar poco a poco del uno al diez y luego en reversa para así poder calmarme completamente, inhale y exhale por varios segundos hasta que estuve completamente segura de que no volvería a tener un arranque de debilidad como segundos antes.

Me cubrí con la cobija hasta el cuello y simplemente me quedé observando el oscuro techo decorado en forma de galaxia, mientras mi mente viajaba hasta ese lugar y se perdía por largos segundos. Sentía como si todo a mi alrededor fuera una enorme galaxia y yo una simple estrella a punto de desaparecer, rodeada de agujeros negros y demás estrellas pero que simplemente no sentía que formaba parte de ese lugar, por eso mi esencia y mi brillo poco a poco se iban desvaneciendo hasta no quedar nada, hasta que todo se volviera polvo esparcido en el viento y viajando a todos lados y a la vez a ningún lugar específico.

Así me siento estando en cualquier lugar, sea rodeada de personas o estando sola, es como si algo dentro de mi sabe que no formo parte de este mundo pero otra parte se aferra por creer que si, que soy parte de este lugar, que solo tengo que intentar conocer un poco más y no cerrarme en mi misma. No sé si nací para permanecer en un lugar donde no me siento parte o si nací para ser parte de algo mucho más grande, algo que ni yo misma puedo imaginarme.

Son tantos pensamientos los que vienen a mi mente que a veces no sé si simplemente estoy perdiendo la cordura y me estoy volviendo aún más loca y desquiciada que antes. Todo se amontona en mi cerebro, todo se amontona en mi corazón, todos quieren salir de ambos lugares y experimentar nuevas cosas, aunque siempre los presiono y los empujo lo más que puedo para que eso no ocurra pero tengo miedo de que algún día todas mis emociones, mis sentimientos y mis pensamientos terminen por explotar dentro de mi y yo no pueda hacer absolutamente nada, no pueda seguir reteniéndolos como lo he hecho hasta ahora y todo fluya en mi interior como lo haría un río en su cauce.

Esperé. Esperé acostada mirando el techo, con la cobija hasta mi cuello y las lágrimas bajando de mis ojos, esperé hasta que vi los primeros rayos del sol traspasar la cortina de mi ventana y la habitación comenzaba a alumbrarse un poco. Giro mi vista hacia el despertador y ahora marcaba las 6:15 de la mañana, el tiempo pasó más rápido de lo acostumbrado, sentía mis ojos hinchados por tanto llorar y el cansancio ya empezaba a pasar factura sin ni siquiera haber empezado el día y todo por no haber dormido bien.

Lancé la cobija a un lado y salí de mi habitación hacía el baño, ya adentro cerré la puerta con pestillo y me eché agua en la cara, miré mi reflejo en el espejo y la chica parada frente a el devolviéndome la mirada no me agradó en lo absoluto, tenía las mejillas y nariz roja de tanto llorar, mis ojos estaban hinchados y debajo de ellos unas ojeras marcadas que delataban la mala noche que tuve. Cepille mis dientes y eché más agua a mi cara esperando que el color rojo de mi nariz y mejillas disminuyera.
Me quité el pijama y entré a la ducha, abrí la regadera y el agua bajó en seguida por todo mi cuerpo relajando mis músculos.

Imágenes de la pesadilla que tuve anoche volvieron a mi mente recordándome lo horrible y escalofriante que fue presenciar la escena de mis padres muertos.
Era como si por más que quisiera olvidarlo o echarlo a un lado mi mente me enviara a cada segundo las imágenes para que no olvidara absolutamente nada de lo que vi. Apreté mis manos a los costados y cerré mis ojos para disfrutar del contacto del agua con mi piel. Respiré hondo y apreté más fuerte mis ojos intentado que ninguna lágrima volviera a aparecer.

Ya en mi habitación comencé a vestirme con el primer conjunto negro que conseguí y me vestí por inercia, sin saber realmente lo que hacía.

Bajé a la sala y por el enorme reloj en forma de gato que estaba colgado arriba de la puerta me di cuenta de que ya eran las siete de la mañana. Entré a la cocina y en seguida me inundó un olor a café recién hecho y pan recién tostado.

—¡Buen día! —mi voz sonó áspera.

Mi tía se giró hacia mi con su usual sonrisa que fue borrada al instante que sus ojos café dieron con los mios.

—¡Buen día, cariño! ¿estas bien? —la preocupación se hizo clara en su rostro.

Me senté en un taburete frente a ella y me encogí de hombros.

—Solo una pesadilla. —mi tía siempre estuvo al tanto de todas mis pesadillas y mis noches de desvelo, cada vez que soñaba lo mismo ella lo sabía, siempre se lo decía, nunca pude guardarle un secreto a ella.

—¿La misma de siempre? —pregunta sentándose frente a mi y colocando un vaso de café a mi lado.

Repetí sus palabras en mi mente: “La misma de siempre”. Ojalá y hubiese sido esa, la pesadilla de siempre, la del callejón, el tipo con el arma, el ratón, pero esta vez todo fue distinto.

Niego con la cabeza.

—Otra, una nueva pesadilla.

Bebo un sorbo del café y fijo mi atención en la nada.

—¿Quieres hablar de eso? —el tacto de su mano encima de la mía hizo que volviera en si y fijara mi atención en ella.

Vuelvo a negar.

—Quizás en otra ocasión —me levanto del taburete aún sin haberme terminado de beber el café, agarro un pan tostado que mi tía tenía colocado en un plato y caminé hacia la entrada de la cocina— Saldré a caminar. Me iré a la universidad sola, lleva tú a Lea —comento en voz alta mientras me dirijo a la sala.

Agarro mi bolso del suelo y el suéter negro que mi tía me regaló ayer por mi cumpleaños y salgo de casa.

—¡Lex, espera! No te vayas así. Sabes que no puedes estar sola en las calles —grita mi tía detrás de mi, me detuve mientras me colocaba el suéter y me guindaba el bolso en mi hombro derecho.

—No te preocupes por mi, tía. Estaré bien —le respondo sin haberme girado, sé que si la miro a los ojos y veo su expresión cambiaré totalmente de opinión, me acobardare y no querré salir sola ningún otro día de mi vida.

Comienzo a caminar dando un paso cada vez más lejos de la casa.

—¡Lex! Por favor, entra en razón. —por lo lejos que se escuchó su voz supe que se había quedado de pie en la entrada, era normal, estaba en pijama aún y el frío que hacía afuera a esta hora de la mañana es completamente insoportable.

Caminé por un buen rato sin rumbo fijo, haciendo que mis pensamientos volaran y mi imaginación llegara a lugares inhóspitos, donde todo puede suceder, donde cada cosa que imaginaba o pensaba se hacía realidad. Por esa razón odiaba salir sola y enfrentarme a la realidad, porque mi mente jugaba conmigo y me hacía ver cosas donde no las había, imaginar escenarios que nunca se harían realidad. Odiaba como mi mente podía jugar conmigo hasta el punto de hacerme enloquecer y hacer que sufriera ataques de pánico en frente de cualquier persona en cualquier lugar en el que me encontrara sola, sin nadie a mi lado que pudiera ayudarme.

No soy el tipo de persona que intenta ocultar lo defectuosa que está, ninguna persona quiere acercarse a mi, ningún compañero de clases quiere ser mi amigo, y todo por ser una chica que se odia a si misma, odia vivir en el pasado, odia sentirse vulnerable y frágil ante cualquier situación, una chica que no puede ser normal como otros, que detesta tener ataques de pánicos por encontrarse sola en algún lugar, una chica que todo ese odio que tiene para si misma lo convierte en odio hacía todos, hacía la humanidad y el mundo en general, porque simplemente no se siente a gusto consigo misma ni con el mundo que la rodea.

Mayormente las preguntas que me hago y que siempre rondan mi mente son básicamente tres:

1- ¿Para que nací?
2- ¿Qué hago aquí?
3- ¿Por qué no morí también aquel mismo día en que murieron mis padres?

Eso hubiese sido una gran ayuda para la humanidad. Una chica menos. Alguien que nadie extrañaría, que nadie recordaría y muchos menos ahora, cuando ni siquiera sus propios compañeros de clase le prestan atención o le dirigen la palabra solo por ser una chica asocial y odiosa que vive encerrada en su mundo oscuro sin tener la fuerza de voluntad para salir de ahí, sin querer reunir la fuerza y el coraje que necesita para salir adelante y seguir con su vida.

Me detengo en medio de la acera y miro a mi alrededor buscando algo o alguien conocido.

Ahora que mis pensamientos han dejado de bombardear mi mente, puedo darme cuenta de lo lejos que caminé y de donde me encuentro ahora.

Estoy en el centro del pueblo, rodeada de colores y silencio, unas pocas tiendas están abiertas a esta hora de la mañana, el sol está cubierto por unas gruesas y grises nubes, el viento azota cada vez más fuerte trayendo consigo una oleada de frío, meto mis manos en el bolsillo del suéter para abrigarlas y camino hacía la única cafetería abierta.

La campana del lugar suena apenas empujo la puerta, una oleada de calor y dulce inunda mis fosas nasales, el lugar es completamente colorido, con baldosas blancas y rosas, mesas en tono azul cielo y sillas de color verde agua, cuadros pegados a la pared de paisajes exóticos y dulces coloridos, un enorme mostrador con vitrina en donde hay una inmensa variedad de dulces, postres y panes expuestos para que puedas admirar y degustar con solo mirarlo.

Doy varios pasos dentro del lugar y me percato de que solo hay unas pocas personas desayunando tranquilamente. Un Señor de unos sesenta años está sentado en la mesa más alejada de todas bebiendo café mientras lee el periódico, una pareja de novios sonríe y platican alegremente mientras desayunan un delicioso sándwich y una mujer con dos pequeños beben de un batido de frutas.

Camino hasta la caja registradora y me quedo frente a ella mirando a la nada, pensando en si está bien o no estar en este lugar sin alguien conocido a mi lado, intentando que los nervios no salgan a flote y que ningún ataque de pánico fluya en mi.

—¿Se le ofrece algo? —una voz femenina pero gruesa me saca de mis pensamientos.

Frente a mi se encuentra ahora una chica morena y alta, con una gorra agarrando su cabello morado en un moño, tiene una camisa azul claro y un pantalón oscuro, ambos con el nombre del lugar, en el lado derecho de su camisa hay una pequeña placa con su nombre: Kaia Treemby.

—Yo... Eh... Yo quiero... —las palabras se traban en mi boca como si hubiese olvidado hablar, como si no recordara ninguna palabra porque mi mente decidió colocarse en blanco.

—Cuando ya sepas que quieras ordenar me avisas. Iré a atender al chico de la esquina. —señala a su lado izquierdo y se aleja con el aburrimiento plasmado en su rostro.

Inhalo y exhalo varias veces pero mis pulmones se cierran y mi respiración se atora, el aire se atasca dentro de mi sin permitir que pueda respirar con normalidad, mi cuerpo empieza a sudar frío y mi cerebro a reaccionar de manera involuntaria por la falta de oxigeno dentro de mi, mi corazón comienza a trabajar más fuertemente bombeando sangre a todas partes de mi cuerpo, me enfoco en los latidos acelerados del corazón para intentar pensar en algo más y no terminar por desmayarme o cediendo al nuevo ataque de pánico que quiere surgir dentro de mi. Me recuesto del mostrador y cierro los ojos por unos segundos. Contando los números en mi mente.

1-2-3-4-5-6-7-8-9-10...

¡Vamos, funciona!

Suspiro y sigo contando. 11-12-13-14-15...

Abro los ojos y es como si el mundo se viniera encima de mi, queriendo aplastarme y asfixiarme sin piedad hasta el punto de no poder respirar más y así darme por vencida de una vez por todas, para no seguir luchando.

Las paredes se agrandan y achican, se agrandan y achican varias veces, se mueven cada vez más hacía donde me encuentro encerrándome en un pequeño y oscuro lugar. Cierro los ojos nuevamente y presiono mis manos en mis oídos justo cuando un agudo sonido invade mis tímpanos.

¡Voy a morir!
¡Voy a morir!
¡Este es mi fin!
¡Este es mi fin!

Repito una y otra vez en mi mente.

Las lágrimas brotan sin piedad de mis ojos y mis rodillas ceden ante mi peso, abro mi boca intentando encontrar aire que entre a mis pulmones pero nada llega.

—¡Oye! ¿Estas bien? —escucho una voz a lo lejos pero la ignoro para intentar concentrarme en buscar oxígeno. Necesito aire, lo necesito o dejaré de respirar y moriré.

—¡Lex! ¿Lex, estas bien? —una nueva voz. ¿Estaré llegando al cielo? ¿Serán las voces de mis padres? ¿Por fin podré verlos? —¡Lex! Por favor escucha mi voz, ¡escúchame! Enfócate en mi voz, vamos.

Su voz, una voz gruesa pero a la vez dulce. La he escuchado en algún lugar pero... ¿dónde?

—Eso, así es, Lex. Enfócate, concentrate en mi voz, solo escúchame. Intenta respirar, vamos. Inhala, exhala.

Intento hacer lo que dice pero mis pulmones siguen cerrados, el aire no circula dentro de mi.

—No puedo. —digo con la voz quebrada por el llanto y el miedo— No puedo, voy a morir. 

—No vas a morir, Lex. No lo harás. Yo estoy aquí, solo enfócate en mi voz —apreté aún más los ojos y eso hice, intenté dejar el miedo a un lado y puse toda mi concentración en su voz, me enfoque en escuchar cada cosa que me decía— Eso, solo escúchame. Intenta respirar poco a poco, sí puedes. Vamos, inhala y exhala. Hazlo. Inhala, eso es. Exhala, muy bien.

Hice lo que me decía, dejé de prestarle atención a mi miedo y me concentré en su voz, inhale y exhale poco a poco haciendo que el aire volviera a entrar hasta mis pulmones. Suspiré feliz al volver a sentir el oxígeno dentro de mi, mi respiración volvía a la normalidad y mi corazón iba latiendo cada vez más a su ritmo normal.

Abrí mis ojos cuando estuve segura de que podía respirar con normalidad y lo primero que pude ver fueron unos ojos del color del cielo, unos ojos que transmitían paz y tranquilidad con solo mirarlos.

—¡Hola, mariposita negra! —una pequeña sonrisa se abrió por su rostro al mismo tiempo que se levantaba del suelo y me tendía su mano. La agarré y me apoye en él al estar de pie, mis piernas aún se sentían como fideos, y mi cuerpo aún temblaba un poco por los nervios que seguían dentro de mi.

Ian me llevó hasta una mesa lo más alejado posible de las personas de las que pude ver que también habían presenciado la escena de mi ataque de pánico. Agaché un poco la mirada al sentir el calor en mis mejillas.
Nunca he sido una chica que vive por los comentarios de los demás, siempre me ha dado igual saber que es lo que piensan de mi porque no nací para complacer a otros sino a mi misma. Pero es en estos momentos donde la vergüenza se apodera de mi, el único momento en que me pongo a observar a cada persona y en el que quisiera saber que piensan de mi y de lo que acaba de suceder. La única forma que me sienta avergonzada de mi misma es cuando ocurre uno de mis episodios de pánico y alguien más lo presencia.

Nos sentamos en la mesa, Ian al frente de mi y yo de espalda al lugar, para no observar las miradas de preocupación y lástima que me darán las personas. La mesera de hace rato, Kaia, creo que así se llamaba, me trajo un vaso con agua y se marchó no sin antes decirnos que si necesitábamos algo más no dudaramos en llamarla.

Me bebí el agua de un solo sorbo, mi garganta se sentía seca y eso fue como beber de una celestial gota de agua cuando llevas muchísimos días en un desierto sin probar siquiera algo refrescante.

—¿Quieres hablar de lo que sucedió? —la mirada que me dio y su voz eran el claro ejemplo de la preocupación, una preocupación realmente genuina.

—¿Por qué siempre apareces en todo? —ignoré su pregunta y lo miré enarcando una ceja— Esto se esta volviendo muy cliché. —confieso.

—¿Qué? —pregunta, confundido— ¿El hecho de que ya te estás enamorando de mi?

Si el ego generara dinero este chico fuese más rico de lo que ya es.

—No. —blanqueo los ojos— El hecho de que en todo momento apareces y  haces algo bueno por mí o al menos intentas hacerlo —comento mientras arrugo una servilleta en mi mano.— Pareces protagonista de una historia y dejame decirte que yo no soy la clase de chica que es protagonista.

Ian me mira aún más confundido que hace segundos atrás.

—No comprendo.

Ash, mijito. A ver si usas más ese cerebro tuyo que no está ahí de adorno.

—Eres como el protagonista de una historia en la que siempre intenta hacer algo bueno por la protagonista y la ayuda cuando ella más lo necesita. Eso es lo cliché, ¿comprendes? —concluí, exasperada.

—Sí, ya comprendo, pero deberías calmarte o te volverá a dar otro ataque.

—Lo siento. —gruñi en voz baja.

Ian sonrió— Nunca creí que escucharía esas dos palabras salir de tu boca.

—Pues aprovecha porque es la única vez que la escucharás.

—¿Quieres hablar de lo sucedido? —volvió a preguntar

—¿Qué quieres qué te diga? ¿Qué siempre sufro ataques de pánico? Porque si es lo que quieres saber pues sí, no sé en que momento de mi vida comenzaron, solo se que cada vez que me encuentro en un lugar sola sin alguien a quién conozca a mi lado el miedo me invade y cedo ante mis ataques de pánico —terminé por decir todo rápidamente, soltándolo para así no quedarme con algo dentro de mi.

Ian me miró sorprendido y con un poco de lástima cruzando su rostro.

¡Oh no! No me vengas con tu lástima ahora porque no la necesito.

Ian iba a hablar pero lo interrumpi antes de que lo hiciera.

—No te dije todo eso para que sintieras lástima por mi. Lo dije solo porque aún estoy un poco vulnerable por lo sucedido.

Él recuesta sus codos de la mesa y se inclina hacía adelante como si fuera a decirme algo en modo confidencial.

—No tengo lástima de ti, Lex. Creo que es algo que tienes que saber. —habla en un tono bajo para que nadie más lo escuche pero a la vez un poco alto y claro para que yo pueda entenderlo— Nunca he sentido lástima ni pena por ti, al contrario siempre he sentido admiración. Sé que has pasado por cosas muy difíciles y aún así sigues aquí, de pie, con tus miedos y traumas pero sé que sigues intentando vencerlos.

—No sabes nada de mí —refuto.

—No, no lo sé. Nunca te abres con nadie, eres solitaria y siempre vives en tu mundo, pero aún así intento descifrar muchas cosas en ti, por eso sé que has tenido un pasado difícil y que sigues luchando contra el. —sus palabras son como pequeñas cuchillas enviadas directo a mi corazón, como un balde de agua fría cayendo encima de mi y haciendo que me de cuenta de que en realidad hay cosas que intento ocultar y dejar atrás pero que aún así no he podido hacerlo— Y aunque descifro muchas cosas en ti hay otras que simplemente no puedo, es como si una pared completa de ladrillos me impidiera ver lo que hay más allá. Por eso siempre he tenido cierta curiosidad en ti, como ya te dije para mi eres un misterio, y yo amo resolver los misterios.

•••

¡Hola de nuevo, pesadillitas!

Aquí otro capítulo recién sacado del horno.

Debo decir que esta historia está siendo muy emotiva para mi por todo lo que ha pasado y vivido mi pequeña Lex.

Espero les haya gustado este capítulo tanto como me gustó a mi escribirlo.

Wattpad: GirleyL
Instagram: @Girley_Lacruz

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