∆Capítulo Ocho∆

Cinco días.

Tan solo cinco días habían pasado desde el momento en que decidimos comenzar con las investigaciones sobre la muerte de mis padres.
Cinco días desde el momento en que estuve con los chicos en la biblioteca y logramos descubrir algo que pensábamos que no íbamos a poder encontrar:
Mi confesión sobre el asesino.
Sobre que vi su tatuaje y eso me llevó a tener innumerables pesadillas como también una fobia espeluznante hacía los escorpiones.

Cinco días en los que cada vez intentábamos investigar más a fondo y descubrir la razón de porqué la policía dejó de investigar, dejó de buscar al culpable, y lo más importante de todo: ¿Por qué aún teniendo una pista sobre quién podría haber sido el asesino ellos no hicieron nada? ¿No quisieron supuestamente creerle a una niña de seis años?

¿Qué fue lo que sucedió realmente ese día en que murieron mis padres?
¿Qué sucedió con las investigaciones policiales?
¿Qué o quién está detrás de todo?
¿Estoy pasando algo por alto? Algo que no recuerdo.

Son miles de preguntas las que se crean y arremolinan dentro de mi cabeza pero que son realmente imposibles de contestar. Es como intentar buscar un grano de arroz en la arena del mar, mientras más pistas o nueva información encontremos mayor será la duda y las preguntas que crearemos.
Es como entrar a un callejón sin salida. Mientras más intentes buscar una salida más problemas obtendrás y menos escapatoria encontrarás.

Es como si nada se diera a nuestro favor, como si la vida jugara contigo y estuviera ocultándote todo, creando cada vez más dudas en ti.

A veces me siento como esa pequeña niña de seis años que estuvo con los ojos vendados durante horas y horas.

Siento como si una venda invisible estuviera colocada en mis ojos, una venda que no me permite ver más allá que la cotidianidad, una venda que solo hace que me pregunte que sucede a mi alrededor, como si esa venda fuese puesta para que nunca pudiera ver la verdad así la tuviera delante de mis ojos.

Creo que cada día que pasa vivo más en la ignorancia y en el pasado, enfrascada en algo que sucedió hace muchísimos años, que no me permite avanzar y supongo que nunca lo hará porque al paso que vamos será realmente imposible obtener todas las respuestas que necesitamos, que básicamente yo necesito para continuar con mi vida y darle fin a esos años de luto que yo misma dejé que fueran parte de mi día a día.

Me quedo observando la figura de Frederick Billbord en la entrada principal de la universidad, su escultura esta hecha a la perfección, detallando rasgos importantes y poco apreciativos a la vista de las personas como lo son sus anteojos redondos, su bigote perfectamente poblado, su corta melena y el traje de hombre de negocios que vivió hace ya muchas décadas atrás.
Frederick Billbord fue el fundador de la famosa y única escuela educativa de Laswell, por lo que su apellido forma parte del nombre de la institución.
Miro detalladamente como una paloma se posa en la cima de la estatua y comienza a moverse hasta que deja un pequeño regalo justo en la cabeza de Frederick, suelto una pequeña risa y niego varias veces antes de ver como la paloma sale volando siguiendo su curso.

A alguien le tocará limpiar ese pequeño regalito que le hicieron a Frederick.

—¡Lex! —la voz de Thiago me hace girar en mi sitio. Su metro ochenta se distingue en todo el lugar, sin contar con su increíble cabello blanco que resplandece cuando el sol brilla encima de él.

—¡Hey! —respondo volviendo a mirar hacía la estatua. Thiago se coloca a mi lado y mira hacía mi dirección.

—¿Apreciando la escultura de Frederick? —pregunta con una nota de incredulidad es su voz.

—Si.

—¿Por qué? No tiene nada de especial.

Me encojo de hombros.

—Supongo que me gusta detallar cosas que nadie más hace.

—Claro, como mirar la estatua de un hombre que lleva muerto más de cien años.

Sonrío.

—¡Exacto! Me gusta detallar rasgos en la escultura que la gente pasa desapercibido.

Thiago me mira incrédulo.

—Eres rara, Lex Baker.

Eso me hace volver a sonreír.

—Ya me lo han dicho muchas veces y creeme que es un halago para mi.

—Sip, definitivamente me agradas. —alude sonriendo haciendo que sus mejillas se vuelvan un tono rosado pálido.

—Y ¿quién dijo que quería agradarte? —pregunto colocando mi atención en él.

Debo admitir que Thiago Ross es un chico que emana seguridad y confianza de si mismo, algo que me gusta en las personas porque básicamente es algo que yo perdí hace mucho.
Su sencillo conjunto de jeans, camisa y chaqueta negra solo realza aún más su tono de piel, haciendo que sus ojos azules se vuelvan brillosos y tanto eso como sus cabellos sean el centro de atención de todo.
Creo que ahora entiendo porque mi amiga babea tanto por él.
El chico no está nada mal.
Pero aún así sigue sin ser de mi completo agrado.

—Aunque intentes ser una molestia conmigo creeme que me seguirás agradando, Ivy me ha dicho que eres una chica un poco difícil de comprender pero que a pesar de eso eres una persona que en el fondo solo tiene inseguridades y miedo como cualquier otro.

Ivy siempre con su bocota.
Gracias, amiga, dejame aún más al descubierto.

»Creo que ya se porque Ian siempre persiste en ir detrás de ti.

Su comentario me hizo sentir una pequeña presión en mi pecho.

—¿Por qué?

—Ambos son muy parecidos.

Responde y solo me deja con más preguntas de las que quisiera contar.

—Eso no ayuda en mucho.

Thiago suelta una gran carcajada.

—Creo que tendrás que descubrir por ti misma el transfondo de mis palabras. Ahora si me disculpas iré a clases.

Me quedo de pie aún en frente de la escultura intentando procesar sus palabras.

¿Habrá algo más de Ian Cox que yo no sepa?

Oh. Por favor, Lex. Me regaño.
Ian no conoce nada de ti y tú tampoco conoces nada de él. Así de sencillo.

Salgo corriendo sin importar que los demás me observen y voy detrás de Thiago.

¿Quién diría que yo, Lex Baker, correría detrás de un chico?
Pero no es en realidad por lo que los demás pensarían, lo hago solo porque él es el único que puede responder las nuevas preguntas formadas dentro de mi cabeza.

—¡Espera! —chillo antes de llegar a su lado. Ruedo los ojos al percatarme del ruido que hice.

—¿Sucede algo? —pregunta en tono despectivo cuando llego a su lado.

Si, suceden muchas cosas de las cuáles no puedo hablar de todas ellas.

—¿A que te referías con lo de hace segundos atrás?

Thiago sonrió de medio lado, mostrando una de sus sonrisas de galán coqueto.

—No me hagas caso, Lex. Es mejor que no tomes tan literal cada cosa que digo.

Lo observo buscando algún signo de diversión en su rostro pero no hay nada.

¿Está jugando conmigo?
No puede decirme que Ian y yo somos tan parecidos para luego agregar que no debería tomar todo tan literal.

—Es mejor que no tomes tan a la ligera cada cosa que dices. —susurro en respuesta con un toque de molestia.

Thiago me mira encogiéndose de hombros, restándole importancia al asunto.

—Lo único que puedo decirte es que Ian no es un mal chico, y no lo digo solo por ser su amigo. —Thiago detiene su caminar y yo hago lo mismo, esperando con ansias a que continuara hablando— Así que no seas tan dura con él. —alude y retoma su caminar sin importarle si lo sigo o no.

Me quedo de pie en medio de la calle, giro mi vista y veo a lo lejos como él sube los escalones de la entrada de la universidad y se pierde en sus pasillos.
Suspiro y paso mis manos por mi cara de manera frustrada antes de retomar el camino hacía la entrada, subo de dos en dos y entro por el largo pasillo. Ignoro a las personas a mi alrededor y aún con mi mete trabajando a mil por horas por lo que Thiago acaba de decirme, me dirijo hacía mi casillero, ensimismada, perdida completamente en mis pensamientos.

Odio no poder parar, no dejar que mi mente descanse así sea solo unos cuantos segundos, odio no poder tener el control en tantos aspectos de mi vida por más que lo intente, es tan desesperante querer llevar tu vida con un orden, planear todo, pensar en cualquier cosa y que todo al final se salga de tus manos porque simplemente tu cuerpo reacciona a veces de manera impulsiva, porque simplemente se revela contra ti y hace lo que quiere, envolviéndote en una oscuridad imposible de salir, llevándote a un callejón sin salida, enviándote directo a un precipicio sin fondo.

Algunas veces solo quisiera dejar de pensar tanto, quisiera simplemente tener un interruptor en mi cerebro y así solo presionar el botón de apagado cada vez que mi mente comenzaba a trabajar desgastando mi cuerpo tanto externa como internamente.

Es un constante vaivén, un ciclo interminable, donde todo se repite una y otra vez sin parar, donde los recuerdos del pasado siguen perturbando mi presente y arruinarán mi futuro.

Decir que mi vida es como una montaña rusa de secretos, pesadillas, pasado tormentoso, días oscuro, es decir algo realmente muy poco de lo que de verdad es mi vida, mi día a día. Es más como estar en una montaña rusa giratoria, incluyendo también la casa de los sustos, los carros chocones, las sillas voladoras y el martillo, todo en uno, una mezcla completa de juegos que llevan tu vida al límite de lo inimaginable, al borde del abismo, al oscuro laberinto sin salida.

Sentir que la burbuja que te ha estado rodeando durante años cada vez se achica hasta el punto de comenzar a cortar el aire, impidiendo tu respiración libremente, asfixiándote sin piedad, matando las pocas ganas que tienes de seguir con tu vida, de intentar cambiar tu destino, matando poco a poco esas escasas esperanzas que nacen en tu vida, eliminando ese pequeño rayo de luz que quiere alumbrar toda la oscuridad que te rodea.

Respiro un par de veces para alejar de una vez por todas todo pensamiento negativo que surge dentro de mi, desgastando mi cuerpo, encerrándome nuevamente en mi imperfecta oscuridad. Todos tenemos limites y siento que yo estoy llegando al mío y eso definitivamente me aterra como niña pequeña. Me aterra por no saber que nuevos sentimientos surgirán dentro de mi y correrán como un río dentro de su cauce, no se como reaccionare si ese momento llegase a pasar, no se que esperar de mi si sigo por este camino angosto, peligroso y oscuro en el que ha estado mi vida desde hace mucho y eso es lo que me aterra, perder el control de mi cuerpo y pensamientos, sin saber realmente que decisión tomaré y cada cosa que haré.

Mi espiral de emociones esta llegando a su limite, todo se esta acumulando y cuando le de rienda suelta comenzará a fluir y bajar por la espiral sin contemplaciones, sin pensar en nuevos límites, sin importar cuánto daño me haga o le haga a los demás.

Llego a mi casillero, colocando mi mano izquierda en el, presionando con fuerza mientras cierro los ojos y cuento hasta diez, concentrándome en cada número y así olvidar el rumbo donde se estaban dirigiendo mis pensamientos.
Me aferro a mi agarre, poniendo mayor concentración en el frío metal del casillero que traspasa hacia las palmas de mis manos. Respiro un par de veces hasta sentir que podía tomar el control de mi cuerpo y de mi mente, volví a abrir los ojos y marqué la contraseña en mi casillero, tomé dos libros de historia y me quedé estática, mi vista fija en un papel rojo doblado a la mitad en medio del casillero, giré mi vista hacía el pasillo pero la mayoría de los estudiantes ya habían entrado a clase y los pocos que quedaban estaban en su mundo, nadie me prestaba la más mínima muestra de atención.

Tomé dudosa el papel y con manos temblorosas leí lo que contenía su interior.

Mi pecho se hundió, mis pulmones se cerraron impidiendo la entrada de aire a mi cuerpo, abrí mi boca e intente tomar bocanadas extensas de aire pero todo dentro de mi se paralizó, el tiempo dejó de correr, la sangre dejó de fluir, simplemente sentí como mi cuerpo quedaba en un estado completo de inmovilidad total.

Volví a leer la nota, pensando que quizás mi mente imaginó todo, que mi cerebro estaba jugando con mis emociones y cada palabra que había leído solo había sido imaginada por tener tantos sentimientos a flor de piel y la cabeza desgasta de tantos malos pensamientos, pero las letras seguían ahí, pegadas como un chicle en tu pantalón, el rojo intenso del papel solo me produjo un mareo incontenible.

Cerré de un golpe el casillero y salí corriendo por el largo pasillo sin importarme las miradas sorprendidas y confusas de los estudiantes, llegué a la entrada y bajé como pude los escalones para seguir corriendo, necesitaba aire, necesitaba alejarme de este lugar y concentrarme en evadir el pánico que estaba surgiendo dentro de mi.
—¡¡¡Lex!!! —el grito sonó demasiado lejos como para preocuparme si quiera en voltear, así que solo seguí corriendo, alejándome más y más de la universidad.

Me detuve entre el amplio césped central de Billbord, miré a mi alrededor e intenté concentrarme en los árboles que me rodeaban, cerré nuevamente mis ojos y me concentre en el sonido de las aves, en el viento azotando las ramas de los árboles y chocando contra mi rostro, intenté poner toda mi concentración, respirando nuevamente el aroma a pinos y césped, pero mis pulmones seguían completamente cerrados.

Caí de rodillas cuando el pánico surgió sin piedad dentro de mí, sofoque un grito e hice los ejercicios de respiración mientras contaba del uno al diez y viceversa, presione mis manos en mis oídos para apaciguar el sonido agudo e incesante que siempre aparecía junto con mis ataques de pánico, mis ojos y pulmones seguían cerrados. Sentí como si en cualquier momento mi vida se iría de mis manos, como si fuera cuestión de segundos para que dejara de respirar y mi alma dejara mi cuerpo en el suelo, tirado sin vida alguna, al igual que sucedió con mis padres, solo que mi muerte será a causa de mi propio cuerpo, y de mis propios miedos.

1-2-3-4-5-6-7-8-9-10

Comencé a contar en un susurro apenas audible.

10-9-8-7-6-5-4-3-2-1

Me concentre en cada número, en poder decirlos en orden y con calma.

—¿Lex, estás bien? —solo negué mientras seguía contando— Sientate y flexiona tus rodillas pegándolas lo más que pueda a tu cuerpo. —volví a negar. No podía moverme o perdería el hilo de mi cuenta— Hazlo, Lex. Haz lo que te digo para que puedas volver a respirar con normalidad. —apreté más los ojos e hice lo que me pidió. Me senté en el césped, sintiendo el frío traspasar la tela de mi pantalón y flexione mis piernas hasta mi pecho— Muy bien, ahora solo mete tu rostro entre ambas piernas e intenta inhalar y exhalar poco a poco. —volví a hacer lo que me dijo, siguiendo sus instrucciones al pie de la letra pero cada vez se me dificultaba más el respirar.

—No puedo respirar —comenté en un murmuro.

—Si, si puedes. Haz pasado por esto antes, Lex y se que puedes superarlo, solo escucharme y haz lo que te digo. —asentí queriendo de una vez por todas sentir el aire en mis pulmones sin que se atasque en mi cuerpo— Bien, inhala poco a poco y luego exhala igual.

Comencé a hacerlo, concentrándome en mi respiración y en la suave mano en mi hombro, no se cuántos segundos o minutos pasaron cuando sentí mis pulmones nuevamente llenos de aire. Levanté mi vista y unos ojos jaspeados me devolvieron la mirada y fue entonces que me volví a derrumbar, esta vez mis lágrimas tomaron todo el protagonismo.

—¡Oh, Lex! —Lea me abrazó y yo me aferre a su agarre sin dejar de llorar, sin contener el miedo, la angustia, la impotencia y el desespero que sentía, todo por cada situación que vivo.

—Lea, yo... —hipé callándome cuando las lágrimas siguieron bajando por mis mejillas impiendo que dijera alguna palabra.

—Shh, Lex. Todo esta bien —susurró como yo siempre hacía cuando ella necesitaba consuelo, gesto que me lleno de alegría. Negué con la cabeza recordando sus palabras.

—Nada esta bien, Lex. —gimotee sin importar que me viera vulnerable en frente de ella, es mi hermana y es la única que me ha visto en mis peores momentos— Todo es mi culpa. Moriremos como ellos y será mi culpa.

Lea se separó sin soltar del todo su agarre en mi. Me miró con esos ojos que con el pasar de los años se han vuelto diferentes, Lea se volvió más fuerte y capaz de controlar sus emociones, algo que yo no he podido lograr.

—¿De qué hablas? —preguntó frunciendo el cejó completamente confundida.

—De él. —dije como si ella pudiese entender a quién me referia— Nos encontró, Lea. Él sabe todo.

Ella me miró aún más confundida y preocupada. Me di cuenta de que mis palabras no tenían sentido alguno, lo que me hacía parecer una loca total. Sequé mis ojos con mi suéter y suspire calmando así mis lágrimas.

—Lex, no comprendo de que hablas.

Si, me había percatado de eso segundos atrás, mis palabras solo la confundían más.

—El asesino de nuestros padres, Lea. —dije como si fuera obvio, pero ella siguió sin comprender— No se como pero nos encontró y se enteró de nuestras investigaciones.

Sentí mis manos heladas y las metí dentro del bolsillo de mi suéter buscando calor.

—Eso no puede ser posible.

—Sí, lo es. —respondí y fue cuando me percaté de que aún tenía la nota roja entre mis manos, el papel arrugado en el lado donde mi agarre hacía presión— Esto lo demuestra. —levanté el papel entre ambas, Lea lo miró aún con su entrecejo fruncido.

—¿Qué es eso? —preguntó con desconfianza viendo el papel.

—Es una nota de advertencia. La encontré minutos atrás dentro de mi casillero.

Lea me arrancó el papel de las manos y leyó rápidamente su contenido. Su expresión cambiando de confusión a horror y miedo, sus ojos se abrieron y su piel se tornó más pálida.

—Esto... Esto solo puede ser una broma —susurró sin dejar de mirar el papel.

—No lo es, Lea. Nadie sabía de nuestras investigaciones. Nadie excepto... —me quedé en silencio nuevamente. El miedo y la ira arremolinándose en mi interior.

—No estarás pensando que...

No terminó de hablar porque la interrumpi.

—Si, si lo estoy pensando. —el miedo que sentí anteriormente estaba siendo apaciguado— No puede creer que haya sido capaz de semejante barbaridad.

—Lex, no te apresures a los acontecimientos. Seguro que Ian no haría algo así. 

—Ah, ¿no? Entonces ¿quién? —reclamé— ¿Tú? O ¿Ivy? Porque nadie más sabía excepto él.

Por cosas como esta no me gustaba confiar en las personas. Los seres humanos solo vivimos para buscar el bien propio, somos seres hipócritas, egoístas, intentamos mostrar una buena cara cuando por dentro estamos más podridos que una manzana.
Él me estaba mostrando su mejor lado solo para que yo confiara, me ablandara y así él pudiera hacer de las suyas.

Me levanté del suelo y caminé a paso apresurado de regreso hacía la universidad.

—¡Lex! ¡Lex! Por favor, ¡Para! —sentí los pasos de Lea detrás de mi pero no le presté atención, solo tenía una cosa y alguien específico en mente y no me detendría hasta encontrarlo.

Corrí por los pasillos y justo cuando me disponía subir las escaleras al segundo piso, él apareció en el otro lado, junto con su trió de amigos y mi amiga con ellos.

—¡Ian! —grité captando la atención de los cuatro.— A ti te quería encontrar —el tono amargo en mi voz no le pasó desapercibido.

Ian se acercó a paso apresurado y comenzó a evaluar mi rostro.

—¿Estabas llorando? —preguntó sin dejar de mirarme.

—Eso a ti que te importa. —gruñí sin poder contener la rabia y el asco que estaba sintiendo.

—Lex, por favor...

—No, lea. No pienso quedarme callada cuando es más que obvio que este idiota solo quiere hundirnos.

La confusión fue clara en el rostro de Ian y de todos los demás, pero ahora todo me importaba un bledo, no podía dejar que siguieran viéndome como la inestable, con la que pueden jugar y divertirse.

—Lex, ¿qué sucede? —Ian intentó acercarse pero yo me alejé.

—No te me acerques —respondí furiosa entre dientes.

Él se quedó estático.

—Lex, ¿qué pasa? ¿por qué te comportas así? —Ivy se alejó de Thiago y se acerco a mi, intentando encontrar las respuestas a todas sus dudas.

—Que te lo diga él —señalé a Ian— Que al parecer solo está aquí como infiltrado.

La expresión de todos se volvió más confusa, ninguno a excepción de Lea sabía de lo que hablaba.

—A ver, Lex. Se directa y dime que sucede porque no entiendo nada de lo que dices. —Ian volvió a acercarse a mi pero yo volví a alejarme.

—Resulta que aparte de mentiroso sufres de alzheimer.

—Lex, por favor. Te dije que quizás él no fue. —Lea se interpuso entre Ian y yo, mirándome acusatoriamente.

—¡Por Dios, Lea! ¿No me digas que tú caíste en su trampa? Es más que obvio que fue él. —exclamó furiosa.

Los últimos alumnos que se dirigen a clase nos miran entre el asombro y la curiosidad. Pero ahora ya nada me importa excepto alejarme del mentiroso e imbécil Ian Cox.

—Lea, ¿de qué habla tu hermana? —Ian se dirige hacía mi hermana intentando sacarle información a ella.

Arranco el papel de las manos de Lea y lo estampo en el pecho de Ian con un golpe seco, él se tambaleó por la fuerza de mi movimiento pero pudo reaccionar rápidamente y se posicionó más cerca de mi.

—Pasa que solo haz sido un mentiroso bastardo. —le recrimine con toda la rabia que sentía— Pasa que tu estúpido juego llegó hasta aquí y que si quieras amedentrarme a mi o a mi hermana no lo lograrás.

La expresión en su rostro seguía siendo de aturdimiento, sin saber a lo que en realidad me refería. Presione aún más el papel en su pecho y el lo tomó en seguida, sin antes rozar ligeramente su mano con la mía.
Ian comenzó a leer la nota, pero la expresión en su rostro fue indescifrable para mi, imposible de leer, y aún más imposible saber que pensaba.

—¿Quién hizo esto? —preguntó.

—Como si no supieras.

—¿Estas diciendo que fui yo? —se hizo el indignado— Claro, todo cobra ahora sentido. Pero dejame decirte que yo nunca seria capaz de hacer algo tan atroz y retorcido como esto —dijo agitando el papel en el aire.

—Eso mismo intenté decirle yo pero no me escucha —aludió Lea.

La miré incrédula antes de regresar mi mirada a Ian.

—Deja de seguir con tu mentira, ya se que fuiste tú, eres el único que sabía de nuestros planes, eres el único que sabía de las investigaciones —espeté en voz alta— Claro, con razón tanta insistencia en querer ayudarnos.

Las venas en el cuello de Ian comenzaron a marcarse a medida que apretaba mucho más sus dientes.

—Nunca en la vida seria capaz de hacerte algo así, Lex.

—¡No mientas! —grité furiosa. Las lágrimas agrupándose de nuevo en mis ojos— ¡Basta! ¡Ya no más! ¿Qué quieres de mi? ¿Verme débil? ¿Derrotada? —exclamé sin bajar mi tono de voz— Porque si es así lo acabas de lograr.

Comencé a alejarme.

—¡Lex! ¡Lex! ¿A donde vas? —Lea e Ivy corrieron detrás de mi y se interpusieron en mi camino. Voltee y miré a la chicos, los tres estaban a pocos pasos de distancia.

—Lex creeme cuando te digo que Ian no sería capaz de algo así. —la voz de Thiago penetró mis oídos.

—¿Y por qué debería de creerte?

—¡Lex! No seas testaruda, Ian no haría algo tan depravado como eso. —señaló Maxi.

—Por favor no se metan —me dirigí a ambos— Esto no los incumbe.

—Lex, ¿en serio crees... En serio crees que fui yo? —murmulló Ian, haciendo que por un momento la inseguridad apareciera dentro de mi.

—Si. —afirmé mostrando seguridad— Eres el único que sabía de nuestros planes, el único que quiso acercarse a mi sin razón aparente.

—Lex, me acerqué a ti por otras razones.

—¡Claro! Lo olvidaba. La apuesta.

Ian se acercó y tomó mi brazo.

—¡No me toques! —grité soltándome de su agarre.

—¡Yo no fui! —gritó en respuesta.

—Pues no te creo.

Volví mi rostro y comencé a alejarme nuevamente.

—Lex, por favor espera.

—¡No! No me sigan. Quiero que me dejen sola. —me giré, los cinco seguían detrás de mi— Principalmente tú, Ian Cox.

—Lex... —él intentó acercarse nuevamente.

—¡No! —dije en tono fuerte— No te me vuelvas a acercar. Dejame en paz de una vez por todas.

—No lo haré. —respondió volviendo a acercarse.

—¡Ya basta! —susurré apenas audible, cansada y agotada de tener que fingir ser fuerte todo el tiempo— ¡Ya no puedo más! —las lágrimas bajaron por mis mejillas sin contemplación.— ¿Querías verme rota, agotada y sin ánimos? Pues ya me estas viendo. —hablé sin importarme que las lágrimas seguían bajando de mis ojos.

»Por favor, dejenme sola. Estoy cansada, agotada, enojada, ya no puedo más, no puedo seguir, ya no puedo ser fuerte porque nunca lo he sido y esto, esto solo fue la gota de agua que rebasó el vaso.

Terminé de hablar y sin esperar una respuesta volví a correr, alejándome de todos, buscando un lugar, una escapatoria, una vía alternativa a este sufrimiento, a este dolor en mi pecho que cada segundo que pasaba crecía más y más.

Las palabras recortadas de revistas y pegadas en el papel rojo se repetían una y otra vez en mi mente:

Si no quieres que tu hermana y tú terminen como tus padres será mejor que dejes de querer buscar un asesino o tú serás la nueva culpable de la muerte de tu hermana, incluso de la tuya.

***

Nuevo capítulo.

Mi bebé Lex ya sufre un segundo ataque en tan poco tiempo :(

¿Ian será el culpable de esa nota? Y si es así, ¿por qué lo habrá hecho?

Preguntas que no dejan dormir por las noches jajajaja

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