∆Capítulo Diecinueve∆
No sabía donde estaban.
Las personas se arremolinaban a mi alrededor haciendo imposible mi búsqueda.
Me sentía pérdida, sola, sin nadie a mi lado. Las lágrimas seguían bajando por todo mi rostro, no me importó que los demás me vieran en este estado. Lo único que quería era encontrar a los chicos y alertarlos. Quería simplemente irme a la comodidad de mi casa y no salir de ahí por largos días.
Tantee los bolsillos de mi suéter y di con el aparato que muy pocas veces solía utilizar. Marqué el número de Lea y repicó en varias oportunidades hasta que me mandó al buzón de voz, hice lo mismo con el de Ivy pero ese ni siquiera repicó sino que en seguida salió la voz de la operadora.
Los nervios me estaban consumiendo, no sabía del paredero de ninguno de ellos y las chicas no se dignaban en contestar. Marqué el número de Ian como última esperanza, rogando internamente que respondiera su celular antes de que terminara por derrumbarme en este lugar lleno de personas.
Repicó una, dos, tres veces, cuando estaba dándome por vencida, ya resignada a que ninguno de ellos iba a responder mis llamadas, su dulce voz al otro lado de la línea hizo que más lágrimas brotaran.
—¡Mariposita! —oí su tono de alegría antes de que fuera reemplazado al oír mis lágrimas— ¿Estas bien? —abrí mi boca para intentar responder pero las lágrimas impedían que dijera algo— ¡Por Dios, Lex! Dime algo. Me estas preocupando.
—Ian... —musité— Ian te necesito. —mi voz sonó desesperada. Anteriormente me hubiese dado de bruces contra la primera pared que encontrara pero ahora solo lo necesitaba a él, necesitaba sentirlo cerca de mi.
—¡Lex!, ¿qué sucede? Me estas preocupando, ¿dónde estás? —podía oírlo agitado y muy preocupado al otro lado de la línea.
—Yo... Yo... —las palabras se atoraban en mi garganta— Yo lo vi, Ian. —balbucee al instante en que más lágrimas bajaron impidiendo que siguiera hablando.
—¿De qué hablas? ¡Dios, Lex! ¡Dime por favor dónde diablos estás!
Su tono de voz fue demandante, lo que hizo que intentara controlar un poco mi llanto para así darle mi paradero.
—Estoy en la cancha de fútbol, cerca de los baños. Ian, ven rápido. Te lo pido, ¡Por favor!
—¡Voy en camino! —rugió mientras podía sentir como corría en mi búsqueda— ¡No me cuelgues! —dijo, aunque no tenía pensado hacerlo— Espera a que llegue. Ya estoy cerca.
Suspire de alivio al saber eso. Mi cuerpo seguía temblando, todo era una completa telaraña de emociones en mi interior.
Cerré los ojos y las imágenes del hombre volvieron a aparecer; su ropa oscura, su sonrisa, su tatuaje, su nota, todo volvió a fluir, imagen tras imagen sin poder contenerlo.
Bajé el celular de mi oído y presione mis manos en las rodillas intentando buscar calmar mis respiraciones que volvía a ser irregular, apreté aún más los ojos y respiré contando una y otra vez pero las imágenes seguían presentes sin querer irse de mi mente.
Lloré fuertemente al mismo tiempo que mis rodillas cedieron haciéndome caer al suelo, subí mis manos y las enrede en mi cabello, podía seguir escuchando la voz de Ian a través de mi celular pero mi cuerpo estaba tomando el control de sí mismo impidiendo que las ordenes que mi cerebro le enviara no fueran respondidas.
Aguanta, Lex. Yo se que puedes, solo aguanta, no dejes que un nuevo ataque fluya en tu interior.
Me repetí una y otra vez intentando concentrarme en mis palabras.
¿Por qué tardas tanto, Ian?
Meci mi cuerpo de adelante hacía atrás aún de rodillas en el suelo, respirando agitadamente mientras sentía a mi cuerpo agitarse violentamente por el nuevo ataque que estaba apunto de salir.
—¡Lex! ¡Lex! ¡Lex! Escuchame. Por favor, solo escuchame. —sentí los brazos de Ian rodearme antes de que una de sus manos se posara en mi barbilla para levantar mi rostro.— Lex, abre los ojos. —me pidió dulcemente en un susurro pero me negué. Si lo hacía las cosas a mi alrededor darían vueltas o sentiría que me estaría asfixiando— ¡Por favor, Lex! ¡Hazlo! Yo estoy aquí. —negué nuevamente.
—Tengo miedo. —musité en un susurro apenas audible.
—¡Lo sé, mariposita! Pero ahora no tienes por qué, yo estoy aquí. Solo confía en mi. —sorbí por la nariz incapaz de hacer otra cosa, las lágrimas estaban cesando y sin embargo no me animaba a abrir los ojos— ¡Abrelos, nena! Yo estoy aquí, contigo.
La dulzura de su voz me hizo entrar en un trace, asenti a sus palabras y me armé de valor. Abrí mis ojos lentamente y lo primero que puede observar fueron dos gotas de agua cristalina frente a mi. El azul del mar en toda su majestuosidad. Sus ojos me infundieron valor, me dieron lo que tanto necesitaba: seguridad.
Me perdí en su mirada, en la dulzura y belleza que proyectaba. Observé atentamente su rostro, detallando cada parte de el: sus ojos azules, sus pobladas cejas castañas, su nariz perfilada, sus labios perfectamente esculpidos, su lunar en la mejilla izquierda y esa perfecta sonrisa que me brindaba.
Había un sentimiento en mi interior creciendo cada vez más y que solo aparecía cuando él estaba presente, se sentía extraño porque era algo nuevo para mi, pero a la vez lo sentía como algo normal, algo que le podía pasar a todos incluso a mi. Ese sentimiento producía nuevas sensaciones en todo mi cuerpo, era como despertar a una pequeña osita de un largo sueño, o ver renacer a una delicada flor en medio de un valle lleno de espinas y malezas.
—¿Estas bien? —su mirada perforó mi ser, quitando poco a poco cada capa que cubría mi interior.
—Sí. —musité.
Miré a mi alrededor y luego a nosotros y pude percatarme de la posición en la que estábamos. Seguíamos en el pasillo cerca de los baños de la cancha, las personas que pasaban a nuestro alrededor se quedaban observándonos por largos segundos como si Ian y yo nos hubiésemos vuelto completamente locos y no era para más; él estaba sentado en el suelo con las piernas estiradas frente a él, sus brazos rodeaban mi cintura mientras permanecía sentada en su regazo, quise ocultar mi rostro lleno de vergüenza, no sabía en que momento fue que terminamos de esta forma, lo único que sabía era que tanto él como yo seguíamos en una posición muy comprometedora y necesitaba tomar cartas en el asunto.
—Yo... Eh... —sentí mis mejillas calentarse por la pena y la vergüenza que estaba sintiendo ahora— ¡Lo siento! —dije apenada intentando levantarme pero él lo impidió presionando más fuerte su agarre en mis caderas.
—¿Por qué te quieres ir? Estamos muy cómodos, la verdad. —expresó con una amplia sonrisa lobuna en su rostro.
¡Idiota!
Y aunque odiaba admitirlo él tenía razón, yo me sentía cómoda estando en sus brazos, su cercanía me daba seguridad y protección, sus brazos me brindaban el calor que mi cuerpo necesitaba. Estando junto a él me sentía mejor de lo que pude haberme sentido durante todos estos años. Él despertaba cosas en mí que no sabían que estaban dormidas o que simplemente no sabía que existían o que podía experimentarlas.
Ian Cox extaba logrando traer al mundo a una Lex Baker completamente distinta a la que todos conocían. No sabía si alegrarme o aterrarme por ese hecho.
—Podemos estar muy cómodos y todo lo que tú quieras pero seguimos estando en pleno espacio público, rodeados de personas que nos observan como si fuésemos dos espécimen fuera de este mundo.
Mi comentario lo hizo reír abiertamente. Mi corazón saltó un latido al oír el sonido de su voz.
—¡Vamos, mariposita! Nunca has sido una chica que vive a través de los comentarios de los demás. Aparte acabas de admitir que tú también estas cómoda, razón que solo hace que quiera retenerte más tiempo en mi regazo.
Su comentario me hizo sonrojar nuevamente.
¿Qué rayos me sucedía?
Hace poco estaba a punto de tener un nuevo ataque de pánico y ahora solo estaba sonrojando por lo que un chico podía decirme.
—Yo no admiti nada. —¿o sí?— Además necesito ir a otro lugar. No quiero seguir estando rodeada de tantas personas. Necesito un momento de tranquilidad.
Él asintió sin refutar, comprendiendo el estado emocional en el que me encontraba ahora. Además, si él quería saber realmente que había sucedido necesitábamos alejarnos de las personas, no podía simplemente comentar todo como si nada arriesgándome a que alguien más escuchara.
Me levanté seguida inmediatamente por Ian, él me tomó de nuevo por la cintura con uno de sus brazos y me llevó hacia la parte más alejada de el lugar. Nos sentamos frente a un árbol, recoste mi espalda del tronco y él se recostó en el suelo, tomando mis piernas como almohada. Pasé mis dedos por su cabello y comencé a masajearlo en completo silencio. Solo escuchando el sonido de las personas a los lejos.
El miedo estaba siendo reemplazado por una tranquilidad inigualable. Me sentía capaz y segura, aunque minutos atrás no lo hubiese sentido cuando vi al hombre.
Ian sacó su celular y comenzó a teclear algunas cosas, supongo que estará escribiéndole a algunos de los chicos para saber donde están. Saqué mi celular también con la intención de volver a llamar a Lea, esperando que pudiera contestarme esta vez, pero Ian me arrebató el celular de las manos cuando había comenzado a marcar el número.
—¡Oye! ¿Qué haces?
El sonrió, sus ojos seguían conteniendo ese brillo especial que tanto me gustaba.
—Necesitas desconectarte por un segundo, Lex. Y eso significa nada de celular.
—Necesito llamar a Lea. —extendí mi mano pidiéndole que me entregara el teléfono pero él se negó— Si Lea se enoja será tu culpa. O peor aún, si algo le sucede tú serás el culpable.
Él se giró de medio lado, levantó al instante su rostro para que pudiera observarme con más detenimiento.
—Ella esta bien, Lex. Está con los chicos. Ya le escribí a Thiago y le dije donde estábamos, él me respondió diciendo que llegarían en unos minutos, al parecer estaban comprando algo de comer así que tu hermana esta bien.
Me sentí solo un poco aliviada al saber que la razón por la que Lea no respondía mis llamadas era por el simple hecho de estar ocupada con su doble cita. Aunque no se escapará del regaño que le daré por colocar su celular en silencio, si llegara a ocurrir una emergencia y no pudiera comunicarme con ella todo seria un caos.
Efectivamente estaba enojada con Lea por haberse olvidado de mi, necesitaba de ella y no estuvo.
—¿Me dirás que sucedió? —me preguntó luego de largos segundos en silencio— ¿A quién viste para que te colocaras de esa forma?
Suspire mordiendo mi labio nerviosa.
Decir las palabras en voz alta me iba a costar más de lo que creí, expresar todo solo me hacía darme cuenta de que en realidad nada fue un sueño y que todo pasó exactamente como mi cerebro lo recuerda.
Ese hombre seguía detrás de mi, y no iba a descansar hasta lograr con su objetivo.
—Lo vi, Ian. —susurré sintiendo de nuevo el pánico abrirse paso dentro de mi.
—¿A quién, Lex? ¿A quién viste?
Suspire y reuní el valor para decir las palabras que más temía decir en voz alta.
—A él, Ian. —miré al frente, recordando de nuevo todo lo que vi— Al hombre de tatuaje. El asesino de mis padres.
Las palabras se sintieron amargas al salir de mi boca.
El asesino de mis padres.
Pensé una y otra vez en esas palabras mientras la imagen del hombre seguía intacta en mi mente.
Ian se levantó de un salto, completamente sorprendido. Sus ojos estaban abiertos, sin poder creer lo que había dicho, detalló mi rostro con suma precaución, buscando cualquier rastro de burla pero lo único que pudo encontrar fue mi mirada perdida por los recuerdos.
—¿Lo viste? —preguntó, sus ojos se movían por todo mi rostro, visiblemente preocupado.— ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde?
—Minutos antes de haberte llamado. Estaba de pie viéndome desde la distancia.
Me quedé en silencio, era imposible decir en palabras lo que sentí y lo que vi, aún me seguía pareciendo irreal todo lo que estaba viviendo.
—¿Estas segura de que era él? —asentí sin querer hablar.
Ambos nos quedamos nuevamente en silencio; él procesando mis palabras, intentando encontrarle sentido a todo; yo, en cambio, solo podía pensar en una sola cosa: Un hombre alto con tatuaje de escorpión. Si antes tenía una obsesión por encontrarlo, ahora que mi cabeza se estaba enfriando tenía muchas ganas de volver a encontrármelo, necesitaba enfrentarlo de una vez por todas, si tanto me quería aquí me tenía.
Ya la sorpresa no me invadiría porque estaría preparada para volver a verlo.
—¡Dios, Lex! —susurró Ian, sus ojos mostraban cuán preocupado y nervioso estaba— Algo pudo haberte sucedido. Ese hombre pudo... El pudo haberte...
Se le hizo imposible continuar con la oración. Sabía lo que quería decir, era la misma palabra que decía cuando hablaba sobre mis padres.
Muerte.
Todos le teníamos un miedo irracional a esa palabra, sin acordarnos que por más que la intentaramos mantener alejada siempre formaría parte de nosotros, siempre estaría rondando cerca de cada persona.
La muerte era parte del ciclo de la vida: nacemos, crecemos, nos reproducimos, y llega nuestro fin, la muerte toca a nuestra puerta. Ese era el ciclo que se debía cumplir, pero en muchos casos eso simplemente giraba y no se cumplía, la muerte llegaba mucho antes de lo esperado, muchísimo antes de que se pudiera completar todo el ciclo.
La muerte es inminente en cada vida de este mundo, las personas creen que pueden huir y salvarse de ese trágico destino al que nadie quería llegar, pero tarde o temprano nos convertiriamos en un número más de personas fallecidas en el planeta, porque así era la vida, las personas no son eternas, nada ni nadie podía cambiar ese hecho. Y en vez de vivir con el miedo de que en cualquier momento la muerte tocaría nuestra puerta, deberíamos simplemente disfrutar cada nuevo día que la vida y que Dios nos regalaba, deberíamos atesorar cada momento como si fuera el último de nuestra existencia, porque aunque corramos, aunque huyamos, aunque nos alejemos, la muerte en cualquier momento estaría esperandonos en cualquier lugar en el que estemos; porque por ahí siempre dicen: Cuando toca, toca. Y así era, cuando el día de nuestra inminente muerte llegara no podríamos hacer absolutamente nada al respecto. Salvo disfrutar de cada día antes de que sea demasiado tarde.
Disfrutar.
Algo que en realidad yo no he estado haciendo por más que quisiera o intentara, no estaba viviendo mi vida como debería y ahora era que podía realmente darme cuenta de todo el tiempo que estaba desperdiciando por no querer salir a flote y ahora que estaba teniendo nuevamente la oportunidad tenía que intentar tomarla sin tantos pensamientos y tantas trabas.
—Necesitamos hacer algo al respecto. Tu y Lea están en peligro. —asentí sabiendo que tenía razón. Pero simplemente no sabía que hacer, mi mente estaba trabajando por una nueva solución.
—¡Lo sé! Y es por eso que tengo miedo. No quiero que nada malo le suceda a ella.
De solo pensarlo sentía unas horribles arcadas subir por todo mi estomago hacía mi garganta. No podía permitir que algo malo le sucediera a Lea.
—Nada malo le sucederá a ninguna de las dos. —dijo, con convicción. Quise creerle pero mi mente se negaba a hacerlo.
—Mientras él siga suelto, —hice enfasis en “él”— nosotras seguiremos en peligro.
Y sería así hasta que hiciéramos algo al respecto, hasta que ese hombre estuviese tras las rejas o incluso muerto.
—¡Escuchame, Lex! —Ian se posicionó frente a mi, sus manos acariciando mis mejillas— Y escuchame muy bien porque solo lo diré una vez. —su voz sonaba segura, intentando traspasarme su fuerza y convicción.— No estas sola, no lo estás. Ni tu, ni Lea. Y mientras yo siga a tu lado nada malo te pasará a ti o a ella, no si puedo evitarlo. Y sé que Max haría lo mismo por tu hermana.
Al mirar sus ojos pude sentir como volvía a resurgir la fortaleza y la seguridad que había estado perdiendo.
Él no era un príncipe, ni siquiera un heroe con capa ni súper poderes; en la vida real no existían, no como los pintan exactamente en los cuentos. Pero sí era un chico con mucha determinación, valor y coraje. Y si algo de lo que he aprendido a raíz de todo lo que he vívido es que cuando tienes determinación y valentía puedes lograr cada cosa que te propongas, conquistar cada reto que se te enfrente y hacer cosas que antes nunca creías posible.
—¡Tengo miedo! —admití en un murmullo angustiado— Quiero hacerme la fuerte y la valiente pero no lo soy, quería encontrar al asesino y hacer justicia pero cuando lo tuve frente a mi no supe como reaccionar, simplemente me quede estática, no pude moverme.
Ahora que las palabras habían sido dicha en voz alta me sentía confundida, tonta y muy perdida.
Quería creer que era una chica fuerte y guerrera pero nunca lo fui, siempre tuve miedo y lo sigo teniendo. Intenté ocultar todas mis emociones, intenté ser una persona fría y carente de sentimientos, intenté alejarme de todos pero las cosas terminaron resultando al contrario. La Lex miedosa y cobarde estaba siendo descubierta, faltaba solo un poco para que pudiera salir completamente a flote y brillar con su oscuridad. Tenía miedo de hacerla salir, porque si lo hacía no volvería a tener control total de mis emociones, todo sería un caos, mi estabilidad estuviese peor a como está en estos momentos. Si logra destaparse mi verdadera yo, el rumbo de mi vida tomaría otra camino distinto, lograría quizás hundirme en la depresión y el miedo y no habría absolutamente nada que pudiera rescatarme de ese agujero oscuro.
—¡Lo sé, Lex! —volvió a envolverme en sus brazos, rodeandome en ellos y atrayendome a su cuerpo. Sentirlo tan cerca de mí me permitía ser vulnerable una vez más sin importarme las consecuencias que eso traería— Todos alguna vez en nuestra vida sentimos miedo. No es algo raro, y menos cuando lo que estas viviendo es una situación tan fuerte que se nos escapa incluso de las manos.
»No está mal tener miedo, Lex. Malo es no sentirlo porque nos da a entender que algo realmente terrible sucede en nuestro interior. Pero no dejes que ese miedo te siga consumiendo, mariposita —su ápodo hacia mi siempre me producía una sonrisa en mi rostro aunque intentara ocultarla— No puedes dejar que tu vida este siendo controlada y manipulada por el miedo que le tienes a todo lo que te rodea. Te has dado cuenta de que eso no te ha traído nada bueno a tu vida.
Una vez más tenía razón. Pero el rostro del asesino seguía tan fresco en mi mente que lo único en lo que podía pensar era en el irrefutable miedo y las ansías por saber que él estaba cada vez más cerca de mi y de mi familia.
—¿Qué hago? ¿Cómo dejo de tener miedo?
—Nunca podrás dejar de sentirlo, el miedo es parte de nuestras emociones, si no tienes temor así sea por algo mínimo, entonces no tienes emoción.
—Es más que claro que tengo muchas emociones y que el miedo siempre será el principal de ellos.
Me podía imaginar comparandome con una pequeña oruga que está a punto de convertirse en una espléndida y hermosa mariposa, con ansías de ampliar sus alas y volar sin rumbo fijo, sin saber exactamente que cosas le depara la vida, sin saber los peligros que podían acerchar al momento de salir de su escondite. Así era yo, cada vez me sentía más cerca de lograr abrir mis alas, pero las circunstancias me lo impedían, y sí salía al mundo de esa manera quizás lo que estuviese esperándome allá afuera sea más peligroso de lo que podía imaginarme.
—Lo único que tienes que tener en cuenta es que hagas lo que hagas el miedo seguirá estando latente dentro de ti, esperando cualquier momento para salir, pero depende de ti dejar que te consuma o que te sume más valor del que necesitas.
Sus palabras perforaban y se adentraban cada vez un poco más hacía el centro de mi corazón, quedándose ahí y albergando la paz y la esperanza que había perdido hace mucho.
—¿Por qué? —le pregunté mirando directamente hacia esas dos esferas de un azul intenso y hermoso.
—¿Por qué, qué? —repitió confundido.
—¿Por qué has sido tan bueno conmigo a pesar de lo estúpida que he sido contigo?
Ian suspiró al instante en que una sonrisa curvó un lado de su labio.
—Porque sé lo que se siente vivir con miedo, sé lo que es no poder dormir en las noches, sé lo que es encerrarte en ti mismo, sé lo que es pasar por todas las cosas por las que tú has pasado, Lex. Por esa razón y muchas más quiero ayudarte a salir de ese fondo en el que te encuentras.
—¿A qué te refieres con lo de que sabes lo que es pasar por lo que yo estoy pasando? —inquirí, con temor.
No sabía cuándo sería el día en que Ian se abriera y me contara su pasado, no quería presionarlo demasiado, pero si lograba tener así sea una mínima oportunidad no la desaprovecharía.
—Creo que es hora. —¿Hora? ¿Hora de qué? ¿Para qué?— Es hora de que conozcas al verdadero Ian.
Quería conocerlo pero no había estado preparada para el momento, su respuesta me tomó por sorpresa, creí que simplemente me volvería a decir que hoy no era el día, estaba esperando que efectivamente dijera eso.
Ian se movió para quedar sentando a mi lado, recostado igual que yo del árbol, viendo hacía el frente, perdido en sus recuerdos mientras reunía el coraje y la fuerza que necesitaba para escarbar en su pasado y presentarlo delante de mí.
—Cuando apenas tenía unos cuatro años de edad mis padres vivían juntos, eramos la familia perfecta pero solo a los ojos de los demás, porque cuando el acto se acababa, cuando el telón se cerraba y las cortinas se bajaban comenzaba realmente el infierno en la casa de los Charter. —sus ojos estaban completamente hacía el frente, fijos en algo más que no sea yo— Papá era un alcohólico de primera, casi que todas las noches llegaba completamente borracho a casa y si mamá no le tenía la cena lista, o si estaba muy fría, o si quizás no le hizo lo que él quería cenar entonces se desataba su furia.
Me sentía realmente extraña, un dolor profundo comenzó a extenderse por todo mi pecho al imaginar las escenas de lo que me decía. Solo podía imaginarme que lo que estaba a punto de decir era aún peor.
»Mamá siempre recibía las golpizas más fuertes solo para que él no fuera por mi, aunque en muchos momentos también fui el blanco de su furia. Esa era nuestra rutina constate durante la semana, era extraño una noche que no llegara con un par de copas encima o sin ganas de querer pelear. En ese entonces no comprendía el porqué de sus maltratos o de porqué mamá seguía a su lado pero años más tarde lo comprendí, papá era un monstruo y mamá le tenía miedo.
Escuchaba con atención todo lo que me decía. Quería abrazarlo y decirle palabras de aliento pero no quería interrumpirlo. Ian estaba soltando una gran carga pesada de sus hombros, lo menos que podía hacer para ayudarlo era solo escuchar. Luego vendrían los abrazos.
»Una semana antes de cumplir los siete, mamá había salido a hacer algunas compras antes de que papá llegara y encontrara la nevera vacía. Ese día tuvo que dejarme solo en casa porque no había nadie que me cuidara, así que después de asegurarse que estaría bien solo, ella simplemente se fue con la mayor rapidez que podía. Eran pasada las cuatro de la tarde cuando el cerrojo de la puerta sonó indicándome que alguien estaba a punto de entrar, feliz corrí hacía la sala creyendo que quién recién había llegado era mamá pero no fue así, la sorpresa que tuve fue grande cuando vi que quién estaba en la puerta de la entrada era mi papá y no mamá.
»No supe que hacer así que solo me quede de pie en todo el pasillo. Papá nunca solía llegar temprano a casa así que mi sorpresa luego se convirtió en miedo al pensar en lo que podía hacerme ya que mamá no estaba. Quería llorar, gritar y salir corriendo pero no pude, él lo impidió. Me tomó por los brazos y me zarandeó un par de veces, pidiéndome explicaciones de donde se encontraba mamá y de que si se enteraba que ella había salido con uno de sus amantes no solo la mataría a ella sino también a mi.
Sus ojos se cristalizaron al decir la última palabra. Coloqué mi mano en su pierna y apreté ligeramente logrando que Ian me mirara por primera vez desde que había iniciado con su historia. Sus ojos ya no tenían ese usual brillo que siempre tenía, solo reflejaban el dolor que estaba sintiendo, su mirada con cada segundo que pasaba se oscurecía cada vez más y eso me atemorizaba.
—No tienes porque seguir con tu historia, Ian. Es suficiente. —quise detenerlo porque sabia cuánto daño le estaba haciendo recordar el pasado.
—¡No! —negó repetidas veces— Quiero hacerlo, solo dejame continuar. Se siente deliberador cada que abro mi boca y digo en voz alta lo que me llegó a consumir por largo tiempo.
Asenti sin despegar mi mano de su pierna. Sentí que al menos con ese simple gesto le infundaba valor para que continuara, no iba a dejarlo ni tampoco a alejarme y tenia que hacérselo saber.
—Cuando le dije que ella solo había ido al mercado me tiró de mentiroso y traicionero así que me lanzó contra el suelo, mi cabeza golpeando la parte inferior de una silla. Pero eso no le bastó, ni siquiera ver la sangre que goteaba desde mi nuca, nada de eso lo detuvo, él siguió golpeándome una y otra vez hasta que estaba hecho un ovillo en el suelo, él se alejó de mi y creí que había terminado con todo pero no fue así, solo estaba iniciando lo que él quería que fuera mi pesadilla.
»Minutos después de haberme golpeado hasta el cansancio me llevó a rastras hasta el sofá y me empujó contra el, caí con un ruido sordo y sentí como todo mi cuerpo dolió por el impacto. Estaba golpeado, sin fuerzas, no podía ni correr ni gritar por ayuda, así que cuando ese hombre se posicionó encima de mi mientras se desabrochaba sus pantalones senti que mi fin estaba cerca.
Mis ojos se aguaron al tiempo que vi como de los suyos bajaban algunas lágrimas que rápidamente intentó ocultar.
Mi pecho dolió mucho más, senti mi cuerpo paralizarse y la sangre hervir dentro de mí.
Me imaginé a un pequeño Ian de casi siete años, indefenso con lágrimas en sus ojos, incapaz de pronunciar una sola palabra por los moretones que tenía en su cuerpo y que le impedían hablar a causa del dolor. Podía ver el miedo que sintió cuando su padre, el hombre que lo engendró hacía tales barbaridades en contra de él.
Unas arcadas intentaron tomar el control de mi cuerpo pero como pude retomé mi posición y no dejé que el asco que sentía se reprodujera en todo mi interior.
»Él... Él se bajo su pantalón junto con sus bóxer, y aún con seis años sabía lo que se vendría y tenía miedo, mucho miedo, así que cerré los ojos y me preparé para cualquier cosa que ese hombre intentara hacerme. —su voz perdía tonalidad, era más ronca y aguda por todo el esfuerzo que hacia de contener sus propias lágrimas— Pero todo lo que sentí fue el cuerpo de mi padre caer sin vida encima de mi. Me asusté al momento en que pude darme cuenta de lo que había sucedido. Mamá había entrado sigilosamente a casa y al ver el acto en que su esposo intentaba violar a su propio hijo decidió tomar ella misma cartas en el asunto antes de que fuera demasiado tarde.
Se quedó en silencio, tomando aire cada dos segundos para poder seguir hablando.
No dije nada, solo lo observaba en todo momento, sin querer perderme un segundo de su rostro, sin querer alejarme de él.
»Así que sin pensarlo mamá tomó un cuchillo de la cocina y con toda la convicción lo clavó en la espalda de mi padre, tres veces seguidas para quedarse como exactamente segura de que había muerto y no se levantaría en busca de venganza.
No podía creer todo lo que me decía. Mi rostro tenía una completa sorpresa marcado en el.
Mi pecho seguida doliendo y cada vez se intensificaba un poco más que la anterior.
No lo conocía pero odiaba a ese hombre. Odiaba a ese ser que le arruinó la infancia a un niño, a su propio hijo, sin nada de lástima o piedad.
—No sabíamos que hacer así que ella recurrió a la única persona en quién confiaba; su mejor amigo, actualmente mi padrastro, el hombre que vive con nosotros.
»Él al ser jefe de policía logró reunir las pruebas necesarias para convencer a todos de que lo que mamá había hecho lo hizo por defensa propia y defensa de su propio hijo. Luego de ahí las cosas cambiaron, nos mudamos a este pueblo junto con Larry el amigo de mamá. Nos cambiamos nuestros nombres e intentamos comenzar una nueva vida. Claro que todo eso siempre estuvo eclipsado por nuestro pasado y los recuerdos que siempre venían a mi.
Procese lentamente cada una de sus palabras, quería llorar por él, quería gritar por ese niño que padeció tanto. Solo quería abrazarlo y no soltarlo nunca más.
—¿Cuál era tu antiguo nombre? ¿El que tenías antes de mudarte aquí? —pregunté, con curiosidad. No había palabras para poder expresarle tantas cosas que quería decirle así que solo recurri a lo más básico.
—Dallas... —susurró— Dallas Charter.
•••
¡Oh Por Dios!
Un capítulo emotivo y muy revelador.
¿Ahora cómo es? ¿Dallas o Ian?
¿Se imaginan llamándolo de esa forma? ¿O prefieren solo Ian?
Este sin duda alguna ha sido el capítulo más largo hasta ahora.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top