Capítulo V

¡Ay, Lucci! ¡Te estaba echando de menos! Como me gustaría que ese hombre me empotrase en la pared, como un verdadero animal en celo. Que puta ninfómana era de verdad. Sentir sus caricias tocar mis cabellos y que se enredasen en sus dedos, eso sonaba jodidamente maravilloso en mi cabeza. Ojalá ir a su casa y conocerle en más profundidad. Sin embargo, recibí un mensaje de él diciéndome que estará ante un caso importante y no podía venir. Jo, con lo que me gustaría jugar con él un rato. Caminé de un lado para otro en mi cuarto no sabiendo que hacer realmente. Hoy era viernes y supuestamente tenía que ir al prostíbulo, pero no tenía muchas ganas.

Yo podía ir cuando quisiese y que no me ordenasen. Ese idiota con plumas me tomaba como una puta cualquiera y no era así. Yo decidí trabajar ahí porque necesitaba el dinero y satisfacer mis necesidades oscuras. El sexo era lo mejor del mundo. Nadie calmaba mis apetitos sexuales, solo él podía hacerlo. Esos dedos tan suaves que eran capaces de destripar a cualquiera, pero también llevar a una persona al éxtasis. Como dije en su momento, era un demonio encarnado que vino para follarme como nunca. Que no existiría nadie en hacerlo. Por los cuernos de Satanás, ya me he mojado con solo pensarlo. Bueno, al final decidí ver la televisión un rato por si había alguna película interesante. Realmente solo había mierda pura y barata. Programas rosa que solo estaban para discutir sobre personajes famosos. Que puto asco.

Las telenovelas también lo eran. ¿Qué persona joven y estúpida vería esto? Era para lanzarle una piedra en su cabeza para que dejase de imaginar que existe un príncipe azul. Solo había drama puro. ¡Fijaos en esa actriz! Había hecho una caída de lo más cutre, hasta daba vergüenza. Ni sabía caminar con esos tacones. Por Satán, sí yo fuera la directora, la echaría a patadas sin pensarlo o haría que caminara por todo el estudio con esos tacones durante tres horas. Sonó cruel, pero era la verdad. Gracias a mis botas sabía caminar perfectamente y ni me he caído. Tenía antojo de comer macedonia. Me encantaba mezclar fruta ya que se los sabores se mezclaban entre lo dulce, lo ácido y lo amargo.

Me levanté del sofá para dirigirme a la cocina, cogí el frutero y seleccioné las frutas que quería mezclar: fresa, plátano, manzana, pera, kiwi… Mira que intenté comerme una papaya, pero me olía a vómito y era repugnante. Los troceé metiéndolas en un bol y voy nuevamente a mi sitio de siempre. Estaría comiendo macedonia por toda la eternidad. ¡Oh, que delicia! Era una sabor único y exquisito. Estuve a punto de hincar el diente, cuando alguien tocó la puerta. Eran las 23:45 p.m., ¿quién demonios será? Me daban ganas de mandarle al diablo y que me dejara tranquila, pero tenía que averiguar quién era. Como sea la casamentera me voy a cagar en todo. Voy, abrí la puerta y me encontré la grata sorpresa de que era Lucci. ¿No se suponía que estaba en un caso?

—Hola —me saludó. Por los cuernos de Satanás, vaya voz tan profunda que tenía.

—Hola. —Le devolví el saludo—. ¿No se suponía que estabas trabajando?

—Hemos capturado al delincuente, así que estoy de buen humor —me dice con una sonrisa en sus labios—. ¿Puedo pasar?

—Claro.

Me hice a un lado para que entrara sin ningún problema. Ese perfume que llevaba era excitante, como él en todo su esplendor. Parecía que tenía enfrente al hijo del señor del Inframundo o incluso algo mejor. Él observó con detenimiento mi casa. Era verdad, la última vez no lo hizo, ya que la tensión sexual que hubo no se podía ignorar.

—¿Quieres algo?

—¿Tienes alguna bebida fuerte? —Eso me sorprendió.

—¿Te gusta el vino?

—Bueno, si es lo único que tienes, de acuerdo.

Caminé a la cocina nuevamente mientras recibí la mirada de él. No lo apartaba, estaba muy atento a mis movimientos. Este hombre imponía en todos los sentidos. Como me gustaría con esos ojos negros pudiera deshacer de mi ropa, yo encantada de la vida. Busqué la botella de vino que me regaló uno de mis clientes, no estaba abierta; así que, éste era una gran oportunidad. ¿Dónde había puesto el sacacorchos? Solía ponerlo en el cajón donde están los utensilios. ¡Ah! Estaba bien escondido.

—¿Nuevo? —cuestionó. Yo brinqué porque estaba muy cerca.

—Lleva bastante tiempo ahí guardado —le contesté con una grata sonrisa—. Estás muy apuesto. —Le coqueteé, agarrando su corbata y jugando con ella.

—Me gusta estar arreglado —me comentó. Sus dedos atrapan mi mechón rosa—. Soy un hombre que le gusta llevar trajes bien elegantes.

—Ya lo veo.

Él tomó la botella y el sacacorchos para retirar el corcho con suma maestría. Por los cuernos de Satanás, este hombre sacaba de mis casillas. Me mordí el labio excitada, casi tentada en tocar esos dedos majestuosos. Pero mi fantasía se esfumó cuando me dirigí a la despensa a coger unas copas; en cambio, él lo hacía muy difícil. Sus manos descansaban en mis caderas y podía notar como su amigo se empalmaba en mi trasero. El gato quería jugar.

—Permíteme cogerlas. —¿Querías o deseabas otra cosa?

—Oh claro, es que tú eres muy alto. —Y no era broma. Yo medía 1’70, pero la altura de Lucci era demasiado.

—Ventajas de tener unos genes extraordinarios —confesó con una sonrisa burlona.

Rellenó la copa a su gusto y no solo una, sino dos. Como cogiera una borrachera, me reiría muy basto. Realmente me excitaba con solo verlo o cada acto que realizaba, como mojar sus labios en aquel líquido granate. Sus pupilas se dilataron al saborear una sensación exquisita; su lengua viperina pasó por sus labios finos, saboreando la experiencia.

—Muy exquisita. Lo has reservado muy bien, Rocksy.

—Tengo experiencia en guardar botellas de vino de gran calidad.

—¿Y en otras cosas? —preguntó con un simple ronroneo que era música para mis oídos.

—¿Quieres que te enseñe? —Yo también sé jugar a ese juego.

—Naturalmente.

Una sonrisa tonta se formó en mis labios mientras tomaba un sorbo de mi copa. Me aproximé con la intención de rodear mis brazos en su cuello e implantar un beso en sus labios. Él reaccionó de forma natural, donde su lengua lamió los míos, saboreando ese dulce licor y mezcla de frutas. Y con ganas, mordió mi labio inferior provocando un pequeño corte. Parecía que era un adicto a la sangre porque no paraba de chuparlo, casi dejando mi labio de un tono rojo. La excitación que estaba causando este hombre era mucho mayor de lo que parecía. Tenía enfrente a un vampiro con ganas de jugar.

—¿Te interrumpí en algo? —preguntó echando un vistazo en el salón.

—Estaba viendo la tele —respondí mientras él seguía acariciando todo mi cuerpo. Memorizando cada curva de mi ser—. Y a punto de comer macedonia.

—Yo te puedo ayudar con eso. —Él decidió caminar hacia el sillón tomando el bol en sus manos.

—Sé comer sola, Lucci.

—Pero te gustará.

Tomó un trozo de fruta, una fresa, y se llevó a la boca, pero no con intenciones de comérselo. Sus manos volvieron a sujetar mis caderas para acercarme a él y, de un movimiento rápido, llevó ese delicioso manjar a mi boca. ¡Que explosión de sabores! Mis manos se apoyaron en sus hombros para intensificar aquel beso apasionado, llena de locura y de excitación. Mierda, Lucci, ¿qué estabas haciendo con mi vida? Apretaba con fuerza mis nalgas un tanto posesivo. Un hilo de saliva se formó al separarnos. Yo estaba tan extasiada que mis ojos grises brillaban con intensidad queriendo más de ese hombre. Un gato que llevaba mucho tiempo solo y necesitaba la compañía de una gata que estuviera en celo solo para él.

Los ronroneos surgían en esa habitación, transmitiendo la necesidad de yacer en la cama conmigo porque estaba excitado, lo podía notar en su aroma. Exótico y aromático, una combinación perfecta de un hombre necesitado. Volvió a repetir el mismo proceso, ya sentados en el sofá, pero esa vez fue más lento y persuasivo. Me estaba examinando, averiguar si tenía suficiente paciencia como para no lanzarme entre sus brazos y follarme de una vez por todas. ¿Eran cosas mías o estaba mimoso? Las dos primeras veces no se comportaba de esa manera. ¿Tendrá algo que ver con la misión que tuvo hoy? Estuve a punto de decirle algo y él posó un dedo sobre mis labios, acallándome. Tuve la sospecha de que me haya leído la mente.

Sentía mucha curiosidad en esa barba tan cuidada que tenía. Mis dedos tocaban esa pelota que colgaba, me daba algo de gracia realmente que no podía evitar reírme bajito. Él no dijo nada, tan solo se quedó mirando mis movimientos. Yo retiré su sombrero de copa que le destacaba y acaricié su melena morena. Casi la gran mayoría de hombres que he conocido siempre tenían el pelo corto y bien fino, y él era todo lo contrario. Un felino que deseaba sorprender a la hembra con su elegancia. Tan atractivo y que le gustara el sexo, tanto como yo. Apoyó su frente en mi hombro, aspirando el aroma de mi perfume de mi cuello. No me moví, solo me dediqué a acariciar su pelo. Desconocía cuanto tiempo estuvimos así, tranquilos; un sonido me alertó y me fijé que Lucci se había quedado dormido profundamente. Sí no fuera gótica, ya estaría diciendo cosas cursis como lo mono que era ahora.

Seguro que tuvo un día bastante duro y largo, y estará cansado. Pero ¿por qué vino a mi casa? Él era un misterio que me gustaría resolver. Lentamente voy acostándolo en el sofá, sin intención de despertarlo mientras coloqué unos cojines sobre su cabeza. Con el pensamiento en la cabeza de que pasará frío por la noche, me dirigí a mi cuarto a coger unas sábanas nuevas y taparlo con ellas. La verdad es que se veía adorable. Rostro sereno y respiración calmada. Mis yemas tocaron con delicadeza uno de sus pómulos. Piel suave como la de un bebé. ¿Cómo era posible que tuviera la piel así y sea un inspector del Gobierno y les diera permiso para matar? Rob Lucci eras un misterio en mi vida.

Dejé que durmiera tranquilamente. Apagué la tele y fui en dirección a mi cuarto para dormir también. Mañana será otro día seguramente. Ahora que lo pensaba, tal vez el sueño le haya dado el vino porque me pidió una bebida fuerte. ¿Beber alcohol le producía sueño? ¡Que gracioso! Mi boca se amplió produciendo un gran bostezo y cerré los ojos dejando que Morfeo apareciese y me llevase al mundo de los sueños.

Eran las 08:00 a.m., me fastidiaba un poco soñar algo y que luego no recordabas, y seguramente que era excitante. Me levanté de la cama para dirigirme a la cocina a prepararme el desayuno y vi que Lucci también estaba levantado. Nuestras se conectaron al momento. Negros y grises que existían por algo. Observé que estaba bebiendo agua para calmar su sed. ¿Será porque tuvo un sueño muy movidito?

—Buenos días —saludé, educadamente.

—Buenos días. Siento si me quedé dormido anoche, fue un día movidito —explicó.

—No te preocupes, se entendió perfectamente.

Me había dado cuenta que no tenía la camisa puesta. Para ser un chico alto y flaco, tenía un cuerpo de escándalo. Esos abdominales se marcaban a más no poder, como si fuera una tableta de chocolate. Daban ganas de morderlos uno a uno. El mismo tatuaje en cada brazo y, cuando se dio la vuelta, un horror se caracterizaba en mis ojos grises. Una gran cicatriz que cubría casi toda su espalda, formando una especie de cruz; aunque, más bien se parecía al signo del Gobierno Mundial. ¿Cómo se lo habrá hecho? Debió de dolerle demasiado. Me aproximé con cuidado para poder tocarlo, pero él me detuvo cogiendo mi muñeca con suavidad.

—Cicatrices del pasado —me respondió.

—¿Cómo…?

—Digamos que sobreviví a una bola de cañón que todavía funcionaba en estos tiempos remotos. —Mi mirada era de pura sorpresa.

—¡¿Eres inmortal o qué?! —pregunté, alzando la voz—. ¡Nadie, ningún ser vivo hubiera sobrevivido!

—Tal vez porque el destino lo quiso así.

¿El destino? ¿O porque era el mismísimo demonio? Mira que yo me había hecho cortes tan pronunciadas en mis muñecas, pero nunca vi esta barbaridad. Aproximé mi otra mano hacia esa zona, teniendo mucho cuidado. Él no me lo impidió, solo observaba con detenimiento mis movimientos. Mis yemas la tocaron sintiendo lo áspero que estaba. Lo más lógico del mundo era que haya estado mucho tiempo sin trabajar para recuperarse, pero ¿a qué edad se lo habrá hecho? Lucci era un hombre misterioso que ha llegado a mi vida con unas cicatrices que representaban su pasado. Paré el carro al tener ese pensamiento en mi cabeza. ¿En mi vida? ¡Por los cuernos de Satanás, Golzy! Él y yo éramos amigos con derecho a roce, y nada más.

Me alejé con decisión de él para ir a la nevera y sacar la leche. Tenía hambre y supongo que él también. Le pregunté si le gustaba tomárselo caliente o frío a lo que respondió encogiendo los hombros. Eso en idioma de Lucci significaba que le daba igual. Como estábamos en verano, era mejor tomárnosla fría y añadiendo polvos de chocolate. Me encantaba el aroma que desprendía está mierda. Era muy adictiva. Ya preparado, se lo entregué y él la tomó con mucho cuidado con esos tan delicados. Estuvimos un buen rato en silencio, tomando el desayuno con mucha calma. Era raro porque solía pedir a mis ex-parejas de tener sexo antes de tomar algo, pero con él era diferente.

Disfrutaba de su compañía sin que haya en medio la tensión sexual. Y creía que él también. Sus ojos me examinaban a cada momento, memorizando cada curva de mi cuerpo. ¿Eso era una advertencia de que quería algo? Caminó muy lento, acechándome, para posar luego sus finos dedos en la comisura de mis labios. Me fijé que ha retirado un poco de chocolate. Uy, vaya, eso solía pasarme. El siguiente movimiento que realizó era lamer esa zona, algo que no me disgustó para nada. Estaba claro que se comportaba como un verdadero gato. ¿Dónde estaban su cola y sus orejas? Yo no las veía. ¡¿Serán invisibles?!

—Delicioso —comentó. Sus ojos brillaban con intensidad. Eran la misma noche que se iluminaba por las simples estrellas.

—Usted tiene el suyo, amigo mío —dije con una sonrisa forzada.

—Pero el tuyo sabe mejor estando ahí.

—Chorradas.

—¿Quieres comprobarlo?

—¿Cómo? —En cierto modo tengo curiosidad—. ¿Mordisqueando tus labios bañados en chocolate?

—No sería mala idea. —Esa sonrisa socarrona de nuevo. Me encantaba.

—¿Comida en el sexo? —Mis brazos rodearon su cuello y él me atrapó a su cuerpo.

—No es mi estilo.

—¿Y lo de ayer que fue?

—Incitación, pero veo que fracasé en esa parte. —Sus dedos jugueteaban con mis caderas, haciendo presión en ellas.

—Porque tú te has quedado dormido —le recordé sin dejar de sonreír.

Y el silencio volvió en sí cuando Lucci apoyó la cabeza en mi hombro, como hizo ayer. Escuchaba como aspiraba mi aroma a sus fosas nasales, gustándole demasiado mi perfume. Me echaba una de un olor muy fuerte, dándole ese toque femenino que me gustaba. ¿Con cuántas mujeres habrá experimentado? Muchas, pero ¿comportándose de esta manera? A lo mejor era una manera de auto-controlarse. Yo simplemente me dedicaba a acariciar su melena. Realmente se sentía bien estando con él. La sensación que me transmitía era muy distinta a lo que yo estaba acostumbrada. Tomó mis nalgas con fuerza y me elevó sentándome en la encima; yo no evité reírme bajito ante esa reacción y sintiera frío, por lo que mis pezones se erizaron.

No lo hice con la intención del mundo, pero mis piernas ya se engancharon por sí solas a sus caderas. Este hombre sacaba todo de mí. Me tentaba con sus besos y sus caricias, y yo me dejaba como gata en celo que era; aunque, prefería el término murciélago ya que me encantaba ese animal. Un simple roedor que volaba a sus anchas, dormía de día y despertaba de noche para copular o para encontrar comida. Sí, era más activa en la hora nocturna que la diurna. Sin embargo, era difícil ignorar las necesidades de este felino con cicatrices en el cuerpo.

—¿Qué te parece si tenemos una ronda antes de irme? —preguntó, era inquisitoria.

—Eso no hace falta preguntar, querido Lucci.

Estaba claro que este hombre tenía algo que me embaucaba. Rostro firme, labios finos, melena negra y ondulada, cuerpo esbelto y bien marcado, ojos negros como la noche… Definitivamente, estaba ante un demonio personificado.

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