Capítulo IX

—Oye, haces trampa.

—Yo no hago trampa.

Todavía estaba en el hospital recuperándome de aquel abuso que recibí del pajarraco. Lucci y yo estábamos jugando al parchís. Sí, un juego muy divertido en donde las piezas se comían a las otras y si llegan las cuatro en la casa, el jugador ganaría. La verdad era que me estaba aburriendo y el único juego que tenían era este. Lucci accedió jugar conmigo, era muy bueno el cabrón y mira que yo siempre lo miraba como un hombre juguetón en la cama.

—Y te comí de nuevo —dice el moreno, regresando mi ficha a su sitio.

—Tienes demasiada suerte. ¿El dado no estará trucado? —digo, mientras revisaba el cúbico de él.

—Digamos que me gusta tener otro tipo de suerte. —Él se aproximó un poco a mi rostro—. Y esa suerte la encontré y la tengo delante de mis narices.

—Usted quiere otra cosa y que está por debajo de mi vientre.

Él ronroneó bajito y sus ojos brillaron como la piedra ónix, tan negros y lleno de luminosidad. No dejaría de parar de verlos porque eran hermosos que combinaban a la perfección con su cabello y su curiosa barba. Mis dedos acariciaron ese crecimiento tan raro que se ha dejado que la golpeé un poco. Él me miró con la ceja alzada, queriendo descubrir que era lo que pasaba por mi cabeza, pero yo solo me limité a sonreír como una boba enamorada. No podía negarlo. Este hombre me gustaba demasiado y mi cerebro no podía dejar de lado. Y, sin esperarlo, recibí un beso por su parte. Fue muy corto, pero me gustó demasiado porque creo que él sentía algo por mí.

Ninguno de los dos quería demostrarlo en público porque éramos dos personas muy cerradas. Nunca demostramos nuestros sentimientos delante del público porque no era necesario. Lucci mordió mi labio de una forma seductora que se me puso los pelos de punta e incluso abajo. Abrí mis labios invitándolo a que metiese su lengua en mi cavidad y así lo hizo. Fue suave y conciso, explorando mi boca y rozando su músculo con el mío. Parecía que en cualquier momento me iba a follar en la cama del hospital y no sería una mala idea realmente. Una experiencia nueva en mi vida. Rodeé mis brazos en su cuello para atraerle con atrevimiento a que se subiera a la litera. Ya estaba mucho mejor y más aún teniéndolo cerca, pero se separó descubriendo lo que iba a ocurrir.

—¿Debería preguntarle al doctor si estás en condiciones de tener sexo? —sugirió Lucci, lamiéndose el labio inferior muy tentado. ¡Por los cuernos de Satanás, me había mojado!

—No sería mala idea. —Volví a morderlo, queriendo liberar a la bestia que llevaba dentro.

—No. —Él me dijo sabiendo lo que iba a ocurrir, pero volví a atacar hasta que él se subió completamente de la cama, quedándose encima de mí—. Señorita Rocksy, ¿usted me podría ayudar mi problema? —preguntó, mientras rozaba su sexo contra la mía. Era una sensación exquisita—. Realmente estoy muy necesitado.

—Pues vamos a jugar un rato.

Y estábamos dispuestos a hacerlo, pero apareció la enfermera para chequearme y se quedó anonadada al ver tal escena. Su rostro se puso muy roja, disculpándose por entrar así. Reímos bajito ante este comportamiento tan de niño o adolescente. Él se bajó de la cama dejando que la enfermera hiciera su labor, retirándose de la habitación. No vamos a jugar durante un buen tiempo.

.
.
.
.

Hacía semanas que no pisaba mi apartamento, pero me dijo Lucci que, por mi bien, era mejor quedarme en el suyo hasta que las cosas se calmarse y pudiesen arrestar a Doflamingo porque aún seguían investigándolo. Tenía la sospecha de que tenía que testificar mi testimonio para que lo metieran preso. La rata voladora no paraba de volver de un lado para otro, intranquilo de mi presencia. En cualquier momento lo cogería y lo asaría como pollo que era, y no lo hago por Lucci, ya que le quería mucho. Estaba en el sofá muy aburrida de mi sitio, mientras él se estaba bañando. Yo deseaba meterme ahí para jugar un poco con él. Oh, que gran idea.

Me levanté del mueble para dirigirme con cautela hacia el baño, escuchando el agua correr con fuerza. Tendría que verse muy atractivo con esas gotas caer por su cuerpo. Abrí la puerta lentamente viendo a él detrás de la mampara. Sí supiera que estaba viendo su trasero, dejaría que yo viera un poco más. Fui de puntillas para no hacer el mínimo ruido, mientras voy quitándome la ropa. Sentir un poco el vapor en mi cuerpo era agradable que hasta mi vello corporal se pusieron de punta. Tomé un poco la puerta para abrirla y abrazarlo con todas mis fuerzas. Estaba bien mojado este maldito y tenía un cuerpo de escándalo. Él poco a poco se dio la vuelta para corresponder mi cariño. Tuve la sensación de que había cambiado.

—Que agradable bienvenida —dice, viendo una sonrisa socarrona de su rostro.

—Quería hacerte compañía —comenté, mientras acaricié con sutileza sus pectorales. Un cuerpo esbelto y la de un demonio del inframundo que vino a pecar conmigo.

—Y que grata compañía. —Sus manos descansan en mi trasero, donde lo apretó sin descaro—. ¿Vas a calmar el fuego que has avivado?

—Soy una extintora humana. —Esbocé una gran sonrisa al realizar ese comentario. Le hizo mucha gracia.

Las caricias comienzan a avivarse en todo mi ser porque ascendían y descendían, mientras que el agua me mojaba. Yo alcé un poco mis brazos para rozar mis dedos en su nuca. Mi espalda tocó la pared fría casi liberando un gemido, que a él le gustó mucho escuchar. Su exquisito miembro ha despertado de su letargo sueño, acariciando mi sexo húmedo. Ya deseaba que la metiera sin importar que no esté preparada. Sí debería sufrir, sufriré. Nuestros labios se rozan, tentados en saborear los labios del otro. Yo no podía más y lamí su labio inferior, invitándolo a que besara para romper esa tensión. Y así fue. Un beso apasionado que demostraba lo desesperado que estaba porque pegó su cuerpo contra el mío, sentir mi cercanía.

Era una necesidad urgente lo que teníamos porque hacía tiempo que no lo hacíamos. El beso húmedo se esfumó para dejar paso a unos besos en mi cuello que me excitaban. ¡Demonios! Este hombre era un depredador sexual. Mordió con fuerza la zona de mi yugular, donde solté un gemido satisfactorio y él, a reacción, azotó mis nalgas a modo de decirme que le gustó mucho. ¡Fóllame, joder! ¡Te lo imploraba con la mirada! Lucci manoseaba mis glúteos, mientras mis manos descendían para tomar su miembro duro y masturbarlo lento, pero con un ritmo adecuado. Gruñidos escuché cerca de mi oído que hizo que me estremeciera de mi sitio.

—Vamos ahorrar el agua, ¿no crees? —dice. Su voz se volvió tan varonil que me gustaría escucharlo una y otra vez.

—¿No te gustaría tener sexo bajo el agua? Es excitante verte mojado.

—Y puedo decir lo mismo de ti. —Pellizcó mis pezones sin descaro. Esa mirada me lo decía todo. Sus ojos negros brillaban con tal intensidad que no me cansaría de verlos—. Estos botones están lo suficiente erectos para morderlos y tu coño muy mojado para probar tu esencia.

¡Este hombre sí que sabe cómo ponerme cachonda! Sacó la lengua para contornear los huesos que se marcaban bajo mi piel, pasando de largo por el esternón ignorando mis pechos para seguir bajando, hasta mi sexo. Elevó una de mis piernas para colocarla sobre su hombro y empezó a jugar con mi clítoris. Cómo echaba de menos esta sensación, era increíble ese músculo tan desarrollado. Una idea surgió en mi cabeza que tomé la alcachofa y lo acerqué a mi sexo para tener doble placer, y él en ninguno momento se quejó. Mordía, lamía y succionaba ese trozo de carne que era como un mini pene en la mujer. Mi mano descansaba en su cabello mojado apretándolo con fuerza, no queriendo que parase porque no paraba de gemir.

Deseaba que metiera su miembro en mi cavidad sexual y que me follara en todas las posiciones posibles. Era una ninfómana en todos los sentidos. Me estaba doliendo un poco la espalda ante esta postura que estaba yo. Estuvimos diez minutos haciéndome el sexo oral y, de momento, no llegué al orgasmo; sin embargo, una sensación que ya conocía pasaba por toda mi columna vertebral, llegando a mi sexo. Liberé el clímax soltando la alcachofa de mis manos y apretando más el cabello de Lucci para atraerlo aún más. Mis pulmones me pedían a gritos algo de aire porque estaba extasiada de verdad. Él se puso de pie con la mirada penetrante en mí, lamiendo sus labios, retirando los jugos que dejaron rastro en su comisura. Joder, ya con eso me ha vuelto a excitar.

Su miembro estaba erecto por lo que me decidí a arrodillarme para estar a su altura y lamer la punta. Lucci se estremeció ante ese acto, pero no soltó un gemido. Quieres jugar, ¿eh? Me lo metí en la boca para realizarle sexo oral, como él hizo antes. Esa hombría era tan grande y dura, que casi no cabía en mi boca. Sus manos descansan en mis cabellos para sujetarlos con firmeza, no queriendo que sean un estorbo para mi cara. Realmente le gustaba ver mi rostro excitado y deseado por su miembro, y no lo podía negar. Era adictivo para mi boca y no dejaría de hacerle una felación. Lo miraba de vez en cuando para ver sus gestos. Muy tranquilo, pero cuando succionaba su glande, cambiaba a uno de gusto. Hasta que no pudo más y sujetó con fuerza mis cabellos para elevarme y darme la vuelta, donde apoyé las manos en la pared para recibir con gusto su miembro.

—Estás jodidamente estrecha —dice, muy cerca de mi oído.

—Y eso que me has preparado —le reproché, pero positivamente.

Golpeó con fuerza mi útero casi sacando más gemidos de mi garganta, que apreté mis paredes vaginales. Este hombre me va a matar en todo momento y no me importaba en absoluto. Sus manos descansan en mis pechos para apretarlos con vehemencia, mientras sus movimientos eran más rápidos y erráticos. Marcaba mi cuello con sus colmillos, mostrando que era suya y de nadie más. Él era un macho alfa que sabía satisfacer a su hembra. Pero hincaba el diente en mi tatuaje de la calavera que representaba a la muerte misma y él lo era. Un asesino en serie dentro del Gobierno que solo recibía órdenes por parte de ellos. Ahora en mi nuca casi que mis piernas temblaran y menos mal que estaba apoyada en la pared porque ya estaría en el piso.

Ya no sentí su miembro en mi interior, escuché cerrar el grifo de la ducha. Desconocía cual era su intención, ¿me dejará en este estado? No, tomó mi muñeca para sacarme ahí y tomar unas toallas para secarnos; sin embargo, su intención era tocarme y secarme al mismo tiempo. ¡Ay, Satanás! Me estaba poniendo cachonda con sus caricias sensuales. Esos besos que me dedicaba en mi cuello me estaba volviendo loca y aproveché en hacer lo mismo. Pensé que su idea era estar secos y dirigirnos a la cama para seguir jugando. Y no me equivoqué. Lucci y yo caminamos en dirección a su cuarto sin dejar de besarnos y mimar nuestro cuerpo. Él necesitaba todo el cariño del mundo porque sentía cicatrices que no se podían curar con gasas o con algún desinfectante.

Ya estábamos en la cama sin dejar que nuestros dedos rozasen nuestra piel. El tono de nuestro era casi similar y compaginábamos a la perfección. Nos colocamos de lado, frente a frente, volviendo a penetrarme y esta vez era muy diferente. No era sexo, estábamos haciendo el amor de una forma muy especial. Sin dejar de besarnos y moviéndose lentamente, una forma tan diferente a lo que estaba acostumbrada. Mi corazón latía con más alegría por cada embestida que daba en mi útero. Jugueteaba con mi piercing que decoraba en mi labio y mis yemas contorneaban uno de sus tatuajes, hipnotizada por la forma. Estuvimos en esa posición durante un buen rato hasta que llegamos al clímax, donde volvió a morder mi cuello a lo que lo abracé correspondiéndolo como era debido.

Me acostó completamente para él colocarse encima, con la cabeza apoyada en mi pecho. Yo simplemente me dediqué a acariciar su cabello negro, como la noche misma. Estábamos muy tranquilos en la cama, respirando con profundidad, recuperando el aliento. Lucci era un niño que nunca tuvo familia para que le dieran todo el cariño del mundo y más aún con lo ocurrido con el pajarraco. Me preguntaba si él estaba teniendo sentimientos hacia a mí porque, sé que hemos decidido ser amigos con derecho a roce, pero podríamos hacer algo más realmente.

—Lucci, ¿puedo preguntarte algo? —Escuché un sonido como queriendo decir que sí porque estaba muy adormilado—. Sé que no tendré una respuesta sabiendo como eres. Un hombre no muy abierto, pero ¿tienes sentimientos hacia mí?

Y sí, no tuve respuesta porque se quedó callado y sentí como su cuerpo se tensó. Él se levantó para sentarse en la cama con la mirada fija en un punto desconocido. Yo me reincorporé para ponerme a su lado y tocar con mucha cautela su gran cicatriz de la espalda. No obtendré una respuesta. Esa vez cuando le di un beso después del sexo como muestra de mi gran cariño y tenía miedo de dejarme de lado. Y aquí estaba. No obstante, sentí movimiento a mi lado por lo que alcé un poco la mirada para ver y, mi grata sorpresa, fue un beso dulce por parte de Lucci. Mira que no me gustaba lo empalagoso, pero él era tan lindo y tierno cuando se comportaba de esa manera.

Ya con eso me lo decía todo. No hizo falta que me lo dijera con palabras porque yo lo aceptaba tal y como era. Él escondió su rostro entre el hueco de mi cuello y mi hombro por lo que lo abracé, para apoyarlo y animarlo.

—Que sepas que realmente tengo sentimientos hacia ti y te agradezco que hayas aparecido en mi vida, aunque seamos tan diferentes y con algo en común.

Y volvió a besarme. Un beso largo y sincero por su parte. Sí, era posible amar a un asesino y un justiciero, y que él ame a una gótica.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top