CAPÍTULO 8: CONOCIENDO A LOS SMYTHE
CAPÍTULO 8: CONOCIENDO A LOS SMYTHE
Sebastian fue a buscar a Blaine al instituto. Era viernes y habían organizado una cena en casa de los Smythe para que el joven conociera a los padres de su novio. Como el moreno tenía que llevar uniforme mientras estuviera en el instituto, habían decidido que se cambiaría de ropa en el coche. Tenían la tranquilidad de que nadie lo vería porque los cristales de la parte trasera estaban tintados para darle algo de privacidad.
El ojimiel fue directamente al asiento trasero y se acercó a su novio para darle un beso en la mejilla antes de comenzar a cambiarse de ropa. El mayor arrancó el coche y comenzó a conducir antes de hablar.
– Mi madre está muy ilusionada. Creo que ha preparado tanta comida que podríamos quedarnos todo el fin de semana y aun así sobraría. – El castaño comentó con una sonrisa. – Eres el primer chico que llevo, por lo que está deseando conocerte. No le importa la diferencia de edad... Lo único que me preguntó fue si eres mayor de edad... Por las implicaciones legales, nada más. Mi padre está un poco más tranquilo, quiere saber que no eres un cazafortunas antes de nada. No es nada personal, no se fía de la gente, el dinero es algo capaz de cegar a muchas personas. Tal vez es algo hipócrita de nuestra parte porque tenemos mucho, pero no es algo que nos preocupe.
– ¿Realmente crees que les gustaré? – El más joven preguntó realmente nervioso. Había estado todo el día intentando no llorar por la presión que sentía. Cuando les contó a sus padres lo que pasaba, su madre le había besado la mejilla y le había dicho cuánto lo quería. Su padre se había mostrado orgulloso, era un gran paso que le mostraba que recuperaba a su familia, pero eso había conseguido que tuviera ansiedad y sus nervios fueran peores de lo que habrían sido en otras circunstancias. La presión estaba pudiendo con él, ni siquiera había comido en todo el día.
– Sé que les gustarás... No tienes que preocuparte de nada, no te has acercado a mí con esas intenciones y mis padres se darán cuenta... Además, eres adorable... No creo que nadie en el mundo pueda odiarte... – El empresario comentó con despreocupación, pensando que así tranquilizaría a su amado. Sin embargo, eso sólo consiguió ponerlo más nervioso. Sus intenciones al acercarse a Smythe no eran el dinero, pero sí su posición como jefe de sus padres, algo que estaba seguro que los padres de su pareja no aprobarían. Además, sabía que no era cierto que nadie lo pudiera odiar, no tenía amigos y había conseguido hasta el odio de sus padres.
Llegaron a su destino, una lujosa casa a las afueras de la ciudad con jardín en una urbanización tranquila. Blaine se quedó casi sin respiración, el lugar era inmenso y hermoso, un sueño para cualquiera con un poco de ambición. Su cara reflejaba su admiración y Sebastian sonrió.
– Más adelante, cuando queramos tener niños, buscaremos un sitio así para nosotros. De momento es más práctico vivir en Manhattan, por proximidad con el trabajo y lugares en los que divertirnos. – El castaño explicó.
– ¿Niños? – La voz temblorosa del moreno apenas fue un susurro pero el otro fue capaz de escucharla claramente.
– ¡Claro! Entiendo que te asuste un poco, eres muy joven pero cuando pasen unos años, estarás deseando que tengamos un mini-Blaine o un mini-Sebastian correteando por la casa, ya lo veras. Yo esperaré a que estés listo, no tengo prisa. – El ojiverde comentó relajado.
– Seb... No sé si estoy listo... – El más joven dijo asustado, aunque no sabía para qué no estaba listo en esos momentos.
– Blaine, relájate. Todo va a salir bien. Confía en mí. – El mayor se agachó para besarlo de manera dulce y delicada. No paró hasta que notó que el otro se relajaba y correspondía ese beso. – Vamos.
Una mano sujetó con firmeza la de Anderson y éste tragó el nudo que se le había formado en la garganta. Intentó mantener su respiración controlada pero era un trabajo complicado. Su corazón latía a tal velocidad que pensaba que le daría un ataque en ese mismo momento.
Sebastian llamó al timbre y esperó pacientemente a que su madre abriera. Para sorpresa de los dos, cuando la mujer salió, abrió los brazos ampliamente y se dirigió con paso firme al joven que estaba junto a su hijo, ignorando a éste al pasar a su lado.
– No me puedo creer que Sebastian traiga a casa un chico tan adorable. – La mujer dijo mientras abrazaba a Blaine.
– Mamá, no lo agobies, está muy nervioso. – El castaño agarró a su madre para separla de su novio.
– Lo siento pero... ¡Estoy tan emocionada! – La señora Smythe entrelazó su brazo con el del moreno y lo guió hacia la casa. – ¿Sabes que eres el primer chico que trae Sebastian a casa? ¡Pensaba que se quedaría soltero toda la vida! ¡Oh! ¡Pero qué despistada! ¡No me he presentado! Soy Julia, no quiero que me llames señora Smythe ni nada parecido.
– Jul, deja al pobre chico o saldrá corriendo y no lo verás más. – Un señor con un enorme parecido a Sebastian se acercó a ellos con una gran sonrisa. – Soy Richard.
– Es un placer conocerlo. – El moreno estrechó la mano del otro pero pronto sintió las manos de Julia arrastrándolo hacia el comedor.
– ¿Te gusta la lasaña? Si no te gusta también he hecho pastel de carne, pollo guisado y merluza en salsa. Sebastian no nos ha dicho que seas vegetariano pero si es así, puedo improvisar algo.
– Mamá, le encantará la lasaña. Relájate, empiezo a pensar que estás más nerviosa que él. – El castaño agarró a su madre y la acompañó a la cocina para servir la cena, dejando a Richard y Blaine a solas.
– Normalmente es más tranquila pero está ansiosa por causar buena impresión, no quiere asustar al primer chico que Sebastian trae a casa. – El mayor explicó.
– Yo también estoy nervioso. – El moreno confesó.
– No tienes que estar nervioso. Al final, no importa lo que Jul o yo pensemos, es Sebastian el que tiene que amarte. Lo demás no importa. – El señor Smythe explicó.
– Pero... Si ustedes y yo no tenemos buena relación, a la larga Seb acabará sufriendo... Yo quiero que sea feliz, por eso quiero gustarles y que apoyen la relación. – Anderson se sinceró.
La cena fue tranquila y Blaine alabo las habilidades culinarias de Julia, que estaba encantada. Compartían anécdotas y pronto se relajaron. La mujer dejó de parecer tan hiperactiva y el más joven comenzó a hablar más, dejando atrás la timidez de los primeros momentos.
Sebastian estaba deseando conocer la opinión de su padre, por lo que se ofreció a ayudarlo a recoger la mesa. La norma de esa casa era que quién cocinaba no limpiaba después y Anderson era un invitado, por lo que no tenía que hacer nada.
– ¿Qué te parece? – El hijo preguntó algo nervioso.
– Al principio pensaba que era demasiado adorable para ser real pero... Parece que realmente es así. Y me he dado cuenta de como te mira, está enamorado. A tu madre le encanta y a mí... Me parece el adecuado. No lo pierdas, es un gran chico. – Richard respondió con una sonrisa.
– Le encantará saberlo, estaba aterrado antes de venir. – Sebastian suspiró aliviado.
– ¿Acaso lo culpas? Tiene 18 años y lo has llevado a conocer a tus padres. Es una relación diferente, por vuestras edades y porque eres el jefe de sus padres. – El mayor comentó.
– Lo sé pero... Necesitaba mostrarle que siento algo por él. Lo nuestro no comenzó como cualquier otra relación y a veces creo que no siente que lo amo. – El hijo se mostró algo tímido, algo poco habitual en él pero le avergonzaba reconocer que su relación había comenzado como sólo sexo.
– Hay algo en él... No sé, pero parece que cada mínima muestra de afecto que tienes hacia él es...
– Todo. Creo que la palabra que buscas es todo. Lo he notado. – Sebastian asintió.
– Cuídalo, parecéis destinados a amaros.
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