CAPÍTULO 7: VACACIONES
CAPÍTULO 7: VACACIONES
Blaine y Sebastian se fueron a Hawaii para pasar unos días a solas durante las vacaciones de primavera del menor. Para el moreno, era un grandísimo regalo puesto que no había salido de Ohio. Al principio, sus padres lo dejaban con la niñera cuando decidían tener sus vacaciones porque él no podía apreciar los lugares a los que iban. Cuando sí tuvo edad para acompañarlos, había salido del armario y ellos no querían tenerlo cerca.
El viaje en avión fue algo emocionante para él y los nervios apenas le dejaron comer, pero el castaño estuvo a su lado, cuidándolo e intentando distraerlo.
Esa era una de las cosas que le preocupaban al ojimiel en ese momento. Llevaban dos días en esa cabaña en primera línea de playa de manera que salían de ella directamente a la arena y apenas tenían que dar unos pasos para poder mojarse los pies. Esos dos días habían sido realmente maravillosos en todos los aspectos.
A su llegada los trataban como los señores Smythe aunque no estaban casados y ellos no se molestaban en corregir el error, no era importante. Cuando entraron a la habitación, había pétalos de rosas esparcidos sobre la colcha blanca que cubría la cama. Todos los días ponían flores en los jarrones, les preparaban comidas exóticas, tenían románticos paseos por la playa... Parecían unos recién casados disfrutando de su luna de miel.
Blaine se levantó de la cama y salió fuera para sentarse en una silla que había en el pequeño porche por si querían cenar al aire libre. Se quedó mirando la inmensidad del mar mientras pensaba en su verdadero problema.
Se había enamorado Sebastian, algo que en condiciones normales sería una gran alegría, pero que en ese momento suponía una gran pesadilla. ¿Qué iba a hacer? ¿Le contaría la verdad a su enamorado, exponiéndose a su rechazo y a las consecuencias que sufriría en casa después de que sus padres fueran despedidos? ¿O se guardaría ese secreto y viviría una relación basada en mentiras y secretos?
– ¿Estás bien? – La voz del castaño interrumpió sus pensamientos.
– Sí, claro. – Blaine sintió las manos del otro rodeándole la cintura y se dio cuenta de que ya estaba sentado en la otra silla, que había colocado junto a él, tan cerca como era posible.
– ¿Puedo saber en qué pensabas? – El ojiverde insistió.
– En lo bien que estamos aquí. Me cuesta creer que al final volveremos a la rutina, a escondernos, a sólo compartir unos segundos de nuestras vidas... – El moreno intentó disimular, una nueva mentira para la colección.
– No pienses en eso ahora... Yo... Creo que, aunque evitamos decir lo que sentimos, los dos sabemos que nuestros sentimientos son correspondidos... Sea lo que sea lo que venga en el futuro, no podrá con nosotros. – Smythe intentó animarlo, no sabía lo que tenía al ojimiel así pero deseaba consolarlo con todas sus fuerzas.
– No hagas promesas que no puedes cumplir. – Una lágrima cayó por la mejilla del más joven y Sebastian la limpió rápidamente con el pulgar.
– ¿Quién ha dicho que no la podré cumplir? – El castaño insistió y se dio cuenta de que era peor de lo esperado porque Anderson rompió a llorar y se abrazó a él.
A Blaine le costó varios minutos tranquilizarse y Sebastian no lo soltó ni un segundo. Había cosas que no entendía pero no era el momento de preguntar. Confiaba en que, cuando estuviera listo, el propio Anderson le contaría qué era lo que le había afectado tanto.
Sebastian se despertó y sonrió al notar que ese día Blaine sí estaba entre sus brazos. No sabía por qué había estado tan raro el día anterior, pero le aliviaba saber que conforme había pasado el día, el moreno se había sentido más cómodo.
Le había roto el corazón verlo tan deprimido y eso había reforzado la creencia de que se estaba enamorando. Tal vez iba siendo hora de dar un paso y mostrarle a ese adorable joven que estaba dispuesto a cualquier cosa por él.
De repente, los ojos color avellana se abrieron y lo miraron con una sonrisa dulce y tranquila.
– Buenos días. ¿Cómo te sientes? – El castaño besó la frente de su amado.
– Muy bien...
Antes de que el ojiverde pudiera reaccionar, Anderson lo había obligado a tumbarse boca arriba y había colocado sus piernas a ambos lados de las caderas del mayor, de manera que su cuerpo atrapaba al otro para que no pudiera escapar.
Con esa nueva postura, sentía el miembro excitado del otro en su cintura y supo lo que iba a venir a continuación. Sonrió presuntuoso porque le encantaba pensar que era él, un hombre doce años mayor que él, quién provocaba esas reacciones en un chico tan joven. Era como volver a ser adolescente, como si hubiera retrocedido el tiempo.
Cuando sus deseos carnales habían sido satisfechos, pidieron que les sirvieran el desayuno fuera para poder mirar el mar mientras tomaban el café. Cuando los camareros terminaron de atenderlos, Sebastian decidió compartir con el otro algo que había tenido en su mente desde el día anterior.
– Creo que va siendo hora de que te muestre que no eres un pasatiempo y que realmente quiero que nuestra relación avance. – El castaño comentó mientras untaba mantequilla en una de las tostadas.
– No tienes que hacerlo... – El moreno negó con la cabeza antes de morder la manzana que estaba comiendo.
– Pero quiero hacerlo. Creo que tus padres se asustarían si les contásemos nuestra relación, así que supongo que lo mejor será esperar a que empieces la universidad... No sé, creo que no será tan impactante. Sin embargo, mis padres serán más fáciles de convencer porque tú no estás corrompiendo la mente de su dulce e inocente hijo. – El ojiverde le guiñó un ojo para que supiera que bromeaba en su descripción, pero el otro no quiso dejar ninguna sospecha.
– No soy ni dulce ni inocente... ¡Y no me has corrompido!
– Te centras en los detalles y no te das cuenta de lo que intento decirte... ¿Quieres que le hable a mis padres de nosotros? ¿Estarías dispuesto a conocer a mis padres si ellos te invitan a comer o cenar? Los conozco y sé que cuando se enteren, querrán conocerte y hacerte mil preguntas. – Smythe acarició la mano del otro con dulzura porque sabía que ese paso era algo que debía pensar.
– Me encantaría. – Anderson estaba tan abrumado por la situación que apenas sentía nada más que la mirada ilusionada del otro. No habían puesto etiquetas a su relación, ni habían hablado de sentimientos, ni del futuro, ni de lo que querían... Sin embargo, estaban dando pasos que, aunque no tuvieran un "título oficial" eran claramente destinados a que su relación pudiera adquirir la etiqueta de noviazgo.
Sebastian también se sintió feliz. Sabía que cada paso que daban era poner más de él mismo en esa relación y había llegado más lejos que nunca. Sin embargo, no tenía miedo. Confiaba en Blaine porque veía en sus ojos que él también lo amaba, porque sabía que le había entregado momentos que sólo había compartido con él, porque sabía que los miedos que tenía el otro eran fruto del miedo a perderlo. Y eso era más valioso que lo que jamás había tenido con nadie.
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