CAPÍTULO 6: DESPERTAR

CAPÍTULO 6: DESPERTAR

Sebastian se despertó notando a alguien entre sus brazos. Abrió lentamente los ojos y recordó que había pasado la noche con Blaine y que éste seguía en su cama. Había enviado a los Anderson a un viaje de negocios para poder tener ese momento de intimidad con el joven y se alegró enormemente de ser el jefe y poder hacer las cosas según su conveniencia.

Sabía que era la única forma de poder tener un día como el que habían tenido el día anterior o como el que planeaba tener ese día. Por eso le había pedido que preparara una pequeña maleta para no tener que pasar por la casa del menor en ningún momento.

Debía reconocer que no le importaba ver el cepillo de dientes del chico en su baño, junto al suyo, o que la laca que él usaba para controlar su pelo estuviera junto a la gomina que usaba del muchacho. Tampoco le molestaba ver los libros de texto esparcidos en el despacho de su ático, mezclados con documentos suyos.

Por primera vez en su vida, estaba dispuesto a compartir momentos, experiencias e intimidades con alguien y eso le aterraba e ilusionaba a partes iguales. Sabía que eso significaba algo más, que tal vez estaba empezando a sentir eso que siempre se había negado alegando que no tenía tiempo. Tal vez el amor estaba llamando a su puerta y, por primera vez, él estaba dispuesto a dejarlo entrar.

El chico que le había robado el corazón merecía ese esfuerzo. Sabía que Blaine no tenía mucha experiencia sexual y aun así le había confiado a él su cuerpo para que le mostrara todo el placer que podía sentir al compartir la intimidad con otra persona. Tenía la duda de por qué había sido todo tan acelerado si el moreno no era muy activo sexualmente pero pensó que la atracción que sentía y las hormonas le empujaron a hacerlo, algo de lo que él no se iba a quejar.

Había pasado un mes desde que se habían conocido y él había disfrutado al pensar que tenía por delante mucho tiempo para disfrutar de ese joven. Lo llenaba de vida y de ganas de dejarse llevar, algo que jamás había sentido. Tanto que iba a tomarse unas vacaciones para irse a algún lugar paradisíaco con él, aunque todavía no lo sabía.

Aun así, no todo era de color de rosas. Le preocupaba que alguien los descubriera y los juicios que todos tendrían cuando su relación se hiciera pública (si eso llegaba a ocurrir, claro, que él lo deseara no significaba que fuera a hacerse realidad, él también tenía que estar de acuerdo). Le preocupaba lo que pensarían los Anderson y el daño que podría hacerle a su relación con su hijo. También le preocupaba lo que pensarían sus propios padres, puesto que siempre había confiado en su criterio.

Sin embargo, todas sus preocupaciones fueron olvidadas cuando notó que los ojos avellana, todavía entrecerrados, lo observaban.

– Llevas mucho despierto. – Blaine preguntó mientras frotaba sus ojos con sus manos y se estiraba para intentar despertarse él mismo.

– No mucho... ¿Quieres desayunar? – Sebastian preguntó antes de besar la frente de su amante. Intentó no pensar mucho que ese gesto no era habitual entre dos personas que no son pareja. Notó que el moreno se encogía un poco y se preocupó. – ¿Estás bien?

– Sí... Me duele un poco la tripa pero me suele pasar. Me tomo una pastilla después de desayunar y en un rato estaré mejor. Voy al baño.

El castaño vio como el más joven desaparecía de su vista para entrar al cuarto de baño que había en su habitación. A pesar de lo que le había dicho, tenía sus dudas de que estuviera bien. Sin embargo, no quiso decir nada puesto que era sábado y pensaba disfrutar de cada segundo que pudieran pasar juntos.

Ya era por la tarde y Blaine cayó cansado en la cama junto a Sebastian después de haber tenido una sesión muy intensa de sexo en la que él lo cabalgaba. Las piernas le dolían por el esfuerzo y notaba su entrada algo escocida por culpa de la fuerza y la frecuencia con la que habían estando teniendo relaciones durante las últimas 24 horas, desde que sus padres habían salido en dirección al aeropuerto para ir a Nueva York por trabajo. Sabía que no volverían hasta el día siguiente porque acababan esa noche de trabajar y no querían volver tan tarde (entre otras cosas, para darle más tiempo a su hijo con su nuevo amante).

Había tenido que volver a tomar una pastilla para aliviar el dolor en su tripa, pero normalmente esas molestias no duraban mucho, un día o dos, por lo que esperaba que esa vez fuera así.

Lo que más le sorprendía era que su amante se estaba mostrando cada vez más cariñoso. Notó que había puesto su mano alrededor de su cintura y que estaba besando su cuello dulcemente mientras sus dedos dibujaban círculos en su piel.

– ¿Sigue doliéndote la tripa? – Sebastian preguntó en un susurro que apenas fue audible.

– No me duele, me siento mucho mejor. – Blaine intentó restarle importancia.

– ¿Quieres comer algo? Yo estoy hambriento y supongo que tú también. – El castaño se incorporó un poco para liberar al otro de su peso.

– Claro... Es normal que tengamos hambre, hemos hecho mucho ejercicio.

Los dos se dirigieron al salón y avisaron al señor Simons, el empleado que en ese momento se encontraba en la casa, para que les preparara unos sándwiches.

– ¿Te apetece que hagamos algo esta noche? – Blaine preguntó. Sus padres le habían conseguido una identificación falsa para que pudieran ir a algún local de moda.

– Claro... ¿Tienes algo en mente? – Sebastian estaba relajado.

– No... Pero estoy dispuesto a que vayamos a donde te apetezca... – El moreno dijo de forma coqueta mientras se sentaba en el regazo del otro y lo besaba con dulzura.

– ¿Donde me apetezca? No creo que te dejen entrar... – El castaño siempre iba al mismo bar gay para disfrutar de alcohol, música y buena compañía, un lugar al que no podían acceder menores de edad.

Sin embargo, para su sorpresa, el más joven sonrió ampliamente, se levantó y salió de la cocina. Simons puso los sándwiches frente a ellos antes de salir y dejar al empresario solo, aunque fue unos segundos ya que Anderson volvió moviendo alegremente algo en su mano.

– Como no sabía qué íbamos a hacer, decidí traerla conmigo por si era de utilidad. – Blaine le mostró su carné falso.

– Eres un chico muy malo. – Smythe lo agarró del trasero y lo volvió a sentar en su regazo.

– Y eso te encanta. – El moreno sonrió ampliamente y sintió los labios del otro en su cuello. – ¿No tenías hambre?

– No he dicho de qué. – Sebastian se separó un poco para mirarlo a los ojos.

– Será mejor que comamos algo o no tendremos energía para seguir con este fantástico fin de semana.

Al final, los dos se comieron los sándwiches y estuvieron un rato a solas viendo la televisión hasta que decidieron salir a cenar y luego al local al que solía ir Smythe. Era la primera vez que Anderson estaba en un lugar así y la primera que bebía alcohol y debía reconocer que estaba deseando repetir.

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