CAPÍTULO 27: TE ESPERARÉ

CAPÍTULO 27: TE ESPERARÉ

Nada podía describir la felicidad que sentía Sebastian cuando entraba en casa de sus padres para recoger a sus hijos y escuchaba la risa de Ian jugando con su padre. Era el primer día que Cooper y Simon le dejaban salir de casa sólo y había ido para pasar el día con sus hijos. Julia había querido darles espacio, por lo que estaba en la cocina.

–Hola mamá. –El empresario la saludó.

–Hola hijo. –Ella recibió el beso con una sonrisa.

–Pareces muy contenta. –Él la miró con curiosidad.

–No sabes lo que alegra escuchar a Blaine reír junto a Ian... Ha ido a buscarlo a clase y han venido a casa a jugar. No se han separado ni un momento... Menos mal que ya había pasado tiempo con Emily antes o apenas habría podido estar con ella. –La mujer acompañó a su hijo hasta el salón, donde estaban los demás.

En cuanto Ian vio a su padre, corrió para abrazarlo. Al principio les había costado congeniar, pero la relación de los dos iba cada vez mejor. Blaine aprovechó que el pequeño se entretenía para ir a preparar a Emily para ir a casa de Sebastian. Al volver al salón, se acercó hasta el amor de su vida.

–Ya está lista, cuando llegues a casa sólo tienes que bañarla y darle el biberón. Apenas ha dormido, por lo que no creo que te moleste mucho esta noche. –El moreno comentó con una sonrisa cuando le dio la niña al otro.

–Gracias... Me alegro que hayas estado con ellos... ¿Quieres que te llevemos a casa? –Sebastian ofreció.

–No te preocupes, iré andando. –El joven sonrió agradecido.

–En ese caso, te acompaño hasta la puerta. –El empresario le dio la niña a su madre para que la sostuviera ella y esperó pacientemente a que su ex se despidiera de sus hijos. Los dos caminaron hacia la puerta. –¿Mañana estarás aquí cuando venga?

–No lo sé... Voy a ser sincero porque creo que será lo mejor para todos. Yo todavía estoy enamorado de ti y me duele verte cada día... –Smythe iba a interrumpirlo, pero Anderson no le dejó. –Sé que tener una buena relación es lo mejor para los niños, que necesitan a sus dos padres y todas esas cosas... Tal vez deberíamos intentar turnarnos en pasar tiempo con los niños... No sé, cuando salgas de trabajar, me avisas para irme o algo así... Quiero un poco de distancia... Sé que estuvimos cuatro años sin vernos y eso debería haber sido suficiente para olvidarte, pero...

El discurso de Blaine se vio interrumpido por Sebastian, que lo besó con dulzura y mucho amor. El beso fue largo, los dos habían pasado muchas noches deseando que se produjera ese momento. Las manos del mayor se situaron en la cintura del otro, sujetándolo suavemente. Por su parte, el ojimiel puso sus manos en el pecho del hombre que le había robado el corazón.

Cuando se separaron, Smythe no soltó su cintura, simplemente sonrió y le dio un rápido pico antes de hablar.

–Yo te sigo amando. Sé que he cometido muchos errores, pero mis sentimientos por ti no han cambiado.

–Pero... No has intentado que volvamos juntos en ningún momento... –El moreno parecía confuso.

–Blaine... Te amo y sólo hay una cosa que quiera más que el estar contigo... Y es que te recuperes. No quiero añadir la presión de una relación a tu situación ahora mismo, por eso no he dado un paso para intentar volver contigo. Estoy dispuesto a esperar, cuando estés mejor, estaré aquí y, si tú quieres, volveremos a estar juntos. –Sebastian dijo con una sonrisa.

–¿Por qué no ahora? Yo quiero estar contigo, será bueno para mí.

–No... La otra vez tu felicidad dependía completamente de mí y eso nos llevó a una situación que acabó contigo intentando... –El castaño no podía ni decirlo. –No quiero que se repita. No sé qué pasará, pero si no va bien este intento...

–Tienes razón, puede que sea demasiado pronto... –El más joven bajó la mirada avergonzado.

El empresario lo obligó a que lo volviera a mirar a los ojos.

–Blaine, quiero estar contigo, pero me importa mucho tu salud. Quiero que estés bien, que seas feliz... Y si para eso tengo que esperar, lo haré. No quiero que te sientas presionado, ni que apresures nada... Me preocupo por ti y tú tienes que preocuparte por ti ahora, ya te preocuparás por lo demás en otro momento.

Anderson asintió y recibió gustoso otro beso antes de marcharse. Después de eso, preparó a sus hijos para irse a casa, con la esperanza de que, en un futuro, estaría con el hombre al que amaba.

Al día siguiente, Sebastian estaba totalmente ilusionado al llegar a casa de sus padres, deseando ver a Blaine y a sus hijos. Sin embargo, se llevó una desilusión al no escuchar las risas que había escuchado al día anterior. Fue a la cocina, donde estaba su madre, preparando la cena.

–¿Hoy no ha venido Blaine? –Preguntó después de saludarla y besarla en la mejilla.

–Se han quedado dormidos. Han estado jugando al fútbol en el jardín y han acabado agotados. Están en el salón, es una imagen muy tierna, te recomiendo que vayas a verlo.

El empresario hizo caso de lo que le había aconsejado su madre y se fue al salón. Sonrió al ver que en la televisión había dibujos, pero que las dos personas que deberían estar viéndolos se habían quedado dormidos. El niño estaba encima de su padre y parecían muy cómodos. Tenían una manta sobre ellos y suponía que su madre había sido la que los había arropado.

Empezó a recoger algunos juguetes, dudando de si debía despertarlos o dejarlos descansar más. Estaba a punto de salir de ahí cuando vio sobre la mesa el cuaderno de Blaine, ese donde debía escribir todos los pensamientos positivos que tenía sobre sí mismo. Dudó un momento, sin saber si debía mirar o no, pero la curiosidad fue más fuerte.

Al abrir el cuaderno, sintió como si le faltara el aire. Sólo había una frase escrita, "tengo unos hijos maravillosos". No estaba seguro de si esa frase contaba realmente, puesto que lo que valoraba era a sus hijos y no a sí mismo.

Al dejar el cuaderno, escuchó que alguien se movía y se volvió para ver que era su ex.

–Buenos días, Bella Durmiente. –Sebastian sonrió. Aunque tenía el corazón destrozado por lo que acababa de ver, iba a encargarse de que su amado se recuperase, eso era lo único que tenía claro.

–¿Has llegado hace mucho? –El moreno se movió con cuidado hasta que colocó a Ian sobre el sofá para poder levantarse.

–Acabo de llegar... ¿Qué tal el día? –El empresario besó la mejilla del otro. El día anterior se habían besado, pero no quería caer en la trampa fácil de que sean pareja sin serlo oficialmente.

–Mejor, aunque estamos cansados. –Los ojos color avellana miraron a los verdes y, por primera vez en mucho tiempo, había un ligero brillo. Tal vez estaba muy lejos de lo que había visto cinco años atrás, pero era más de lo que había tan solo unas semanas antes de ese momento.

–¿Qué haces el sábado? –Smythe quiso saber.

–No tengo planes.

–Vamos a hacer alguna excursión... Todavía no he pensado en algo, pero me gustaría que vinieras con nosotros. –Sebastian explicó.

–Será un placer.

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