CAPÍTULO 24: UNA VISITA ESPECIAL
CAPÍTULO 24: UNA VISITA ESPECIAL
Sebastian llamó a la puerta del despacho de la doctora Pierce. Físicamente Blaine se encontraba mejor y era el aspecto psicológico el que lo mantenía ingresado. Había tenido una idea que creía que podría ayudar en la recuperación de su ex, pero quería pedir permiso antes de hacer nada.
Cuando escuchó que alguien le daba permiso para entrar, abrió la puerta y se encontró con Taylor, que estaba revisando unas notas. Le sonrió nada más verlo, era muy protectora con Blaine y sabía que él estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para que Anderson estuviera mejor. El castaño se sentó y miró a la otra con esperanza.
–¿Qué puedo hacer por ti? –Ella preguntó mientras apartaba los papeles.
–He tenido una idea, pero necesito tu ayuda para llevarla a cabo. Sé que un hospital no es el lugar ideal para dos niños sanos, pero creo que a Blaine le vendría bien ver a sus hijos. Podríamos prepararlo para que la imagen sea lo menos impactante posible y que al menos pasen un rato juntos. Hace mucho que no ve a Ian y ni siquiera quiso ver a Em.
–Es una situación difícil. Blaine todavía lleva la vía y hay muchos pacientes por los pasillos que pueden impresionar a Ian. Mientras que Em podría venir sin problemas porque no va a ser consciente de lo que pasa a su alrededor, Ian es más complicado. –No había nada que Pierce quisiera más que poder aceptar esa petición, pero tenía que mirar por el bien de los niños y no sólo el de Blaine.
–Puedo traer algo de ropa... No sé, una sudadera o algo para cubrir la vía. Además, mi madre y yo vendríamos con ellos y no dejaríamos que Ian corretee solo por los pasillos... Lo que sea. Sé que Blaine necesita verlos y yo quiero hacer ese deseo realidad. –Sebastian estaba nervioso. Quería tanto que le dejaran llevarle a Blaine a los niños, que haría cualquier cosa.
–Me lo pensaré y te diré algo.
Blaine acababa de comer y sacó el libro que le habían llevado. Cuando Sebastian se había enterado que no había podido presentarse a sus exámenes finales para sacarse el graduado, había insistido en llevarle los libros de texto para que se presentara a esos exámenes. Él no iba a protestar, aunque no le veía sentido sacarse el título si tendría que volver al club, donde no necesitaba tenerlo.
Brody le había llevado una sudadera y unos pantalones de chándal, alegando que tal vez si abandonaba el anodino pijama del hospital se sentiría mejor. Sin embargo, llevar ropa vieja tampoco le animaba demasiado. Aun así, lo llevaba puesto porque parecía que era importante para él.
Alguien llamó a la puerta y él levantó la vista para ver quién era y se sorprendió al ver que Sebastian llevaba en brazos un niño.
–¿Ian? –El moreno susurró casi sin voz.
–¡Papi! –El pequeño comenzó a mover las piernas deseando que su otro padre lo dejara en el suelo para correr hacia su amado progenitor, ese que lo había cuidado durante tantos años.
–Ian, ¿recuerdas lo que dijimos sobre correr? Papá está todavía malito y no hay que hacerle daño, ¿vale? –Smythe comentó antes de dejar en el suelo al niño.
A pesar de todas las advertencias antes de ir al hospital y la que recientemente había hecho, el niño se olvidó de todo y fue corriendo hasta la cama, donde subió, ayudado por Blaine. En cuanto estuvo arriba, se tiró a los brazos del moreno, que lo abrazó fuertemente mientras dejaba que las lágrimas cayeran por su mejilla. Estaba tan emocionado que no se dio cuenta de que Julia entraba llevando un carrito de bebé, dentro del cual se encontraba Emily dormida.
Los dos Smythe miraban la escena en silencio, como si temieran que al hacer ruido se rompería la magia. Los dos sonreían, satisfechos porque sabían que eso era lo que ambos necesitaban.
Después de un rato, el niño rompió el abrazo y comenzó a contarle a su padre lo que había hecho en el colegio, o como jugaba con Sophie todas las tardes. Blaine lo escuchaba como si lo que contaba fuera lo más importante.
–Papá dice que no conoces a Em. –El niño comentó como si eso fuera poco importante. –Dice que estabas malito y no "viste".
–Tiene razón. –El padre informó con paciencia.
–No hace nada, es muy pequeñita y papá dice que necesita ayuda. Hay que darle de comer, vestirla... Y no sabe pintar. –El pequeño miró a su padre entre sorprendido y esperanzado. Parecía que esperaba a que él lo confirmara antes de creer del todo lo que le había dicho Smythe.
–Es normal... Tú tampoco sabías nada cuando naciste... Pero has aprendido muchas cosas... ¡Y todas las que te quedan por aprender!
–¿Atar los zapatos?
–Sí.
–Ian... ¿Qué te parece si dejamos que papá sostenga a Em? Parece que se ha despertado. –Sebastian interrumpió la escena, aunque no quería. Sabía que la bebé pronto protestaría porque era la hora de su biberón y quería que su ex fuera el que se lo diera.
–Vale.
El pequeño se separó un poco para que su padre tuviera más espacio. Julia cogió a la niña que todavía estaba en el cochecito y la llevó hasta Blaine para que la cogiera en brazos.
–La cabeza. –El niño miró a su abuela, que comprendió que quería que advirtiera a Anderson de la misma manera que hacía con él o que había hecho con todo aquel que se atrevía a coger a la niña.
–Cariño... Creo que tu padre sabe cómo cogerla... –Ella sonrió mientras la ponía suavemente en los ansiosos brazos del joven que estaba en la cama.
Blaine sintió el peso de su hija sobre sus brazos y sintió como si eso era lo que le faltara en el mundo para ser feliz. La pequeña estaba con los ojos abiertos, pero apenas tenía un mes por lo que apenas podía identificar nada. El padre bajó la cabeza mientras la elevaba con sus brazos para darle un beso en la frente. Nuevas lágrimas bajaban por su mejilla, fruto de toda la emoción que sentía en ese momento.
Sebastian le dio el biberón para que alimentara a la niña. Estaba tan absorto en esa imagen que, cuando la niña había tomado la mitad de la leche, no se dio cuenta de que alguien entraba. Sólo el grito de Ian hizo que se diera cuenta.
–¡Brody! –El pequeño gritó al ver al amigo de su padre.
–¡Campeón! Pero qué grande estás... ¿Has crecido? –El hombre se acercó y cogió al niño en brazos mientras todos lo miraban.
Weston se puso a jugar con el pequeño, aunque se las ingenió para darle un beso en los labios a Blaine y otro en la frente a Emily. Julia notó que la sonrisa de su hijo desaparecía momentáneamente para luego volver algo más forzada. Era claro que fingía por el bien de los demás, pero a ella no le engañaba.
–No todo está perdido. Lucha por él, intenta conquistarlo. Lo hiciste una vez, no veo por qué no podrías conseguirlo una segunda. –Ella sonrió con cariño.
–Él es feliz y no sería capaz de quitarle eso.
–¿Realmente es feliz? Una persona feliz no intenta suicidarse. Seb, cariño... Blaine necesita que le demuestren amor y, aunque Brody lo haga, tal vez prefiera el amor de otro... ¿Realmente estás seguro de que ya no te ama?
Sebastian se quedó mirando a los otros. Tal vez su madre tuviera razón, pero una parte de él temía que Blaine acabara cediendo porque estaba agradecido y no realmente enamorado.
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