Capítulo XXIV. El Festival de la Rosa
UNA SEMANA DESPUÉS...
A pesar de tener solo siete días para prepararlo, la Academia Carmesí finalmente siguió adelante con el evento más esperado del año; el Festival de la Rosa.
Durante las siguientes dos semanas, la academia dispondría de infinidad de rosas de diferentes colores, cada cual con un significado en concreto. De esa forma, una persona podía regalar una o varias rosas de un color o varios a la vez y así transmitir un mensaje a otra. Además, también había talleres, actividades, clases especiales, y manjares relacionados con esta bella flor.
El origen del Festival de la Rosa se remota casi a los inicios de la academia, cuando el matrimonio fundador viajo a Barcelona de vacaciones. Dicho viaje coincidió con Sant Jordi, un evento muy especial en las tierras catalanas, donde se regalan rosas y libros. Encantados con este evento, la pareja quiso hacer uno parecido en su academia para que sus estudiantes y profesorado pudieran tener un tiempo para expresar sus sentimientos a otros, ya fuera cara a cara o en secreto.
Y así fue como cada año, un par de días antes, todo el mundo en la academia recibía un folleto con todos los colores disponibles y su significado, así como algunas combinaciones de ramos. De esa forma todos tenían tiempo para pensar qué rosa era la más adecuada para expresar el mensaje correcto a alguien especial.
Lo que pocos sabían es que ese sistema se había empezado con antelación ese año: la familia fundadora, la familia de Ángela, había utilizado rosas negras en el funeral de la matriarca. Pocos sabían eso, y Gina era uno de ellos.
Ella esperaba ese evento cada año con ilusión. Era el único que la animaba. Pero ese año era distinto al resto. Ese año habían pasado muchas cosas, y una era que Ángela había perdido a su madre. No sabía cómo estaría de ánimo. Sabía que había seguido adelante con el festival, pero aun así...
Al despertarse esa mañana, Gina se encontraba sola en la cama de Ángela. Cuando bajo al gran salón a desayunar y ver que allí no estaba ella ni nadie de la familia, le preguntó a Jon, y este le dijo que todos habían salido temprano a atender unos asuntos. A pesar de entender que ahora que la Reina de los Vampiros había sido asesinado y que Ángela debía ocupar su lugar como soberana de su raza, a Gina le dolió que no la hubiera despertado y despedido antes de irse.
Se vistió y se fue directa a su habitación en el dormitorio femenino, donde encontró el folleto que dejaban en el buzón de la puerta. Solo había uno, lo que le indicó que Sarah ya había recogido el suyo. Antes las dos se emocionaban revisando las novedades de color y pensar en combinaciones únicas para sus amigos y familiares. Sintió nostalgia por aquellos tiempos.
Suspirando resignada abrió la puerta de la habitación y entró. Debía recoger algunos libros para las clases, y al mirar a la cama, vio una rosa encima de la almohada, pero no una rosa cualquiera; era un ramo de rosas de varios colores. Unas rojas, algunas blancas, amarillas, naranjas, moradas, una negra, verde, coral, turquesa, dorada... y una multicolor.
Curiosa se acercó y lo cogió. Aquel ramo era enorme y con una gran variedad de colores, y además tenía una rosa de múltiples colores que no conocía del año pasado, además de otros dorados y plateados. Se sintió sorprendida y confundida, entonces recordó el folleto. Haciendo malabarismos para no soltarlo, abrió el delgado librito y leyó. Estaban todos los colores y significados ya conocidos, y entonces vio los nuevos; Rosa Multicolor, Rosa Dorada y Rosa Plateada.
Fascinada leyó todos sus significados y sugerencias de uso. Con cada significado de las rosas que tenía en mano, le fue costando más contener las lágrimas: Amor profundo y pasión, nuevos comienzos, calidez, gratitud, deseo, amor a primera vista, renacimiento, paz, una conexión única, elegancia... No tenía ninguna duda de quién había dejado ese ramo para ella, y se llevó las flores a la cara para olerlas. Pudo sentir a Ángela en ellas, en los sentimientos que transmitía con ellas.
—Gracias...
Gina abrazó aquel ramo con ilusión, pero sin abusar de la fuerza. Quería conservar ese ramo el máximo tiempo posible. No podía llevarlo a clase, así que tuvo que dejarlo allí por ahora. Lo que sí se llevó fue el folleto para poder pensar en una combinación perfecta como respuesta a ese detalle y expresar con el máximo acierto posible sus sentimientos por Ángela.
Con una sonrisa de oreja a oreja, cogió los libros, los guardó en la bolsa y salió por la puerta. Al otro lado, en el pasillo a sus pies, encontró una única rosa azul con un lazo negro atado al tallo. Gina parpadeó varias veces al verlo allí en el suelo, luego miró por el pasillo, de extremo a extremo. No había nadie en ese momento por allí, ni había oído pasos. Quien quiera que dejara esa rosa allí procuró no ser descubierta. Lo cogió desconcertada. ¿Quién le habrá dejado esa rosa en particular?
El primer día del Festival de la Rosa empezaba justamente con el primer día de la semana, por lo que todos estaban entusiasmados con el inicio de la semana con la oportunidad de poder buscar la rosa adecuada, dar o recibir rosas durante las siguientes dos semanas, así como de disfrutar de actos únicos y comidas deliciosas hechas con rosas.
Gina pudo ver que muchas ya regalaban rosas de un color u otro a alguien, y estos los recibían con variedad de reacciones: alegría, asombro... o decepción. Nadie es perfecto en elegir.
Gina pudo ver y sentir que todos se giraban para verla, y cuchichear sin disimulo a su paso. Muchos aún creían que había acosado a Ángela hasta que está no tuvo más remedio que aceptarla como su novia, y por ello no dudaban en murmurar y burlarse sin ocultarse.
Ella siguió su camino ignorándoles. Estaba de buen humor gracias al ramo de rosas que Ángela le había dejado antes, y esos chismosos no iban a estropearle el ánimo. Aunque seguía con la duda de quién podría haberle dejado la rosa azul.
—¡Gina!
Alzó la cabeza al oír la voz de uno de los gemelos, quienes se acercaban a ella corriendo por el pasillo con una sonrisa en la cara. También vio que ambos traían consigo un par de rosas en la mano. Cuando los tuvo delante, jadeando por la carrera, pudo ver que cada uno tenía una rosa amarilla y una melocotón. La amarilla lo entendía, pero le extraño la de color melocotón.
—Buenos días, Gina —saludó Edu, quién no tardó en entregarle su sencillo ramo a ella, atado con un blanco—. Esto es para ti. Espero que te gusten.
Gina las aceptó agradecida. Las olió y tenían un olor dulce y frutal muy agradable.
—Muchas gracias. A los dos.
—¿Y Sarah? —preguntó Sebas, mirando alrededor buscándola— ¿No viene contigo?
Gina no supo qué decir. Su relación con Sarah estaba tensa desde que se había emparejado con Ángela, especialmente por "qué" era Ángela. Al pensar en Sarah tuvo una revelación. ¿Y sí había sido Sarah quién...?
—Ah, aquí estás —dijo Sebas, detrás de Gina. Ella vio que su sonrisa pasaba a una mirada de preocupación—. ¿Te encuentras bien, Sarah? Estás pálida.
Gina se volvió y vio a su amiga, y en verdad se la veía pálida y con orejas. Ambas se miraron a los ojos un instante, antes de que Sarah apartará la mirada y se centrara en los gemelos, a quienes les mostró la mejor sonrisa que podía dar en ese momento.
—Buenos días a todos. Y sí, me encuentro bien. Es solo que no he dormido bien estos días.
—¿En serio? —preguntó Edu—. Pues deberías tomarte unos días para descansar.
—Estoy bien —insistió ella—. En serio. No es nada. —entonces miró el ramo que tenía Sebas en la mano—. ¿Para quién son?
—Para ti, por supuesto.
—¿En serio? ¡Muchas gracias! —agradeció con ilusión aceptando las rosas.
Gina observó a Sarah en todo momento. Estaba claro que su amiga estaba disimulando para no preocupar a los demás y para que dejarán de hacer preguntas. Temía que la cosa fuera más seria de lo que parecía, pero no quería comprometer a Sarah en ese momento, delante de los demás.
—¡Eh, mirad! —exclamó uno de repente en alto—. ¡Es la Reina Carmesí!
Todo el mundo se giró para verla acercarse por el pasillo, como fans ante una estrella de cine. Gina y los demás también se giraron y la vieron acercándose. Pero Ángela solo tenía ojos para una persona, una hermosa chica de pelo rubio y ojos azules protegidos por gafas de pasta.
—Buenos días, Gina —saludó Ángela cuando estuvo a su lado, dándole un piquito en los labios.
Algunos no pudieron controlar su asombro y exclamaron, otras simplemente gritaron de envidia, maldiciendo a Gina por su suerte. Está ante ese gesto de cariño delante de todos la puso roja, pero Ángela no le permitió esconderse, y rodeó la cintura de ella con el brazo, acercándola.
—¡Á-Ángela!
—No tienes porqué esconderte. —entonces se percató de los gemelos... y de Sarah—. Buenos días a todos. Soy Ángela Martínez, la novia de Gina. Un placer conoceros.
Todo aquel que pudo oírla tuvo la expresión de "El Grito" en la cara. Nadie daba crédito, especialmente Gina, quién miró atónita a la morena, quien la sonreía feliz, como sí no hubiera roto un plato. Los gemelos las miraron sorprendidos, pero para nada molesto por ello. Todo lo contrario.
—Vaya, pues encantado —dijo Sebas, extendiendo la mano—. Yo soy Sebas, y el es Edu. Somos amigos de Gina desde que entramos en la Academia.
Ángela les estrechó la mano a ambos. Luego miró a Sarah, quien no disimulaba su enojo para con ella, por lo que acababa de hacer.
—Buenos días a ti también, Sarah —saludó Ángela—. Espero que tengas un buen día.
Gina miró a ambas preocupada, temiendo una escena por parte de Sarah. Pero esta no dijo nada hiriente, solo bajo la cabeza y se abrió paso.
—Nos vemos luego. —dijo antes de alejarse.
Gina quiso decirle algo, pero justo en ese momento sonó la campana. Ángela le dio un beso en la sien.
—Nos vemos luego en el almuerzo. Ten una buena mañana.
Dicho eso se marchó, dejándola con los gemelos, quien se apresuraron a entrar en clase. Gina no tardó en seguirlo mientras veía a Ángela alejándose por el pasillo. Se alegraba de verla animada en vez de decaída, pero sabía que solo era una fachada, que el duelo por su madre lo llevaba por dentro. No dudó en aprovechar las próximas horas para pensar en el ramo perfecto para ella.
A distancia, Sarah vio como Gina no le quitaba ojo a la vampira morena. Apretó los puños molesta. Sí no fuera por ella, ahora Gina no... Apartó esos pensamientos por ahora. Debía controlarse sí quería salvar a Gina de los monstruos que ahora acechaban en la academia. Tragando saliva, entró en clase e intento concentrarse durante las siguientes horas.
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