Capítulo XXIII. Un Plan y Un Juramento
Dos días después...
Al abrir los ojos, Dorian gruñó molesto. La luz del sol entraba por la ventana hasta llegar a la cama donde estaba tumbado, iluminando sobre sus ojos. Se despertó con un fuerte dolor de cabeza, pero sintiéndose extrañamente descansado. También se sentía confuso. Echado bocarriba en su cama, desnudo, pero cubierto de cintura para abajo por la sabana, y con otro cuerpo tibio y desnudo a su lado, de una mujer, tumbada de lado de espaldas a él.
No le sorprendería despertar de ese modo de no ser porque no recordaba nada.
Tenía la cabeza hecha un lío. ¿Cómo acabo en la cama? ¿Cuándo? ¿Con quién?
Aun con migraña se levantó hasta sentarse. Miró de reojo a la chica que aun dormía y descubrió sorprendido que no era otra que la humana que se acostaba con su hermano James. Sarah, recordó. La miró con el ceño fruncido y vio que tenía marcas de colmillos y moratones por todo el cuerpo.
—Pero ¿qué...?
En ese momento la puerta de su habitación se abrió, dando paso a Lizzy.
—Buenas noches —saludó ella cerrando la puerta al entrar—. ¿Qué tal lo...?
—¿Lizzy?
La pequeña vampira alzó la cabeza de golpe, sorprendida de escuchar ese apodo, y estupefacta al mirarle a la cara y ver algo que no le gusto. Lo miró como nunca lo hizo. A Dorian no le gusto nada esa mirada de desprecio y odio. No entendía nada.
—¿Qué está pasando? —preguntó él, luego miró a Sarah—. ¿Por qué?
—Mierda.
Dorian giró la cabeza al escuchar aquella palabra de forma y voz distinta a la de Lizzy, pero no pudo reaccionar a tiempo para defenderse del ataque. La pequeña Lizzy se le echó encima, sentándose a horcajadas sobre su vientre y con la mano izquierda abierta contra su rostro y empujándolo contra el colchón con una mirada enfurecida, para nada propia de la adorable Lizzy.
Todo ese alboroto despertó a Sarah, dando un brinco, y entonces vio la pelea entre ellos. Quiso escapar, pero Lizzy la agarró con ferocidad con la mano derecha, deteniéndola en el acto.
—Quieta aquí, zorra.
La humana obedeció en silencio, petrificada de miedo.
Todo aquello sorprendió a Dorian, observando con los ojos abiertos como platos entre los pequeños y delgados dedos de la que era la mejor amiga de Ángela. Esa forma de ser, de actuar, de hablar; nada era propio de Lizzy. Ni siquiera el tono de voz.
"Espera un momento. Esa voz... ¡No puede ser!"
Lizzy le mostró una sonrisa endemoniada que ya había visto antes en otro rostro. Y eso fue lo último que vio Dorian antes de que todo se volviera negro. Ya no estaba en su habitación. Lizzy había desaparecido. La humana también. No había nada. Solo oscuridad. Total, oscuridad.
"¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando?"
De repente, saliendo de la nada, unas manos huesudas y arrugadas lo agarraron del rostro sin que las viera venir. Lo último que vio antes de desfallecer fueron unos ojos rojos arrugados en un rostro envejecido y aterrador. Lo último en quien pensó fue en su hermana.
Nicole, aun en el cuerpo de Lizzy, esperaba impaciente a que el joven abriera los ojos. Temía haber actuado demasiado tarde. Sarah también observaba en silencio.
Entonces, Nicole es empujada bruscamente hasta caer de espaldas al suelo. Sarah se aleja hasta acurrucarse en un rincón de la cama mientras el vampiro se alza lentamente y Nicole se pone en pie gruñendo molesta por la agresión.
Al mirar a Dorian a los ojos, no vio los claros del joven príncipe, sino los rojos milenarios de su anciano padre. Ante eso dejó de estar de guardia.
—Por qué poco —dijo ella.
—No vuelvas a sentarte así encima de mí —ordenó él molesto, sonando con una voz grave.
Al oírle hablar Sarah se derrumbó con la cabeza cabizbaja, sintiéndose derrotada. Por unos momentos tuvo la esperanza de volver a ser libre, de que Gina estaba a salvo de ese monstruo.
—¿Qué ha pasado? —preguntó él.
—Bajaste la guardia, eso ha pasado. Lo bastante para que ese mocoso volviera en sí. —explicó Nicole malhumorada—. Has tenido suerte de que haya llegado en el momento justo. Sí no, todo se habría ido a la mierda.
En un instante, Dorian, poseído por Christopher, agarró a Lizzy por el cuello alzándola del suelo por encima de su cabeza, mirándola desde abajo con el brazo extendido y apretando con fuerza.
Nicole se agarró al brazo de este con ambas manos, asfixiándose. Sarah se aguantó las ganas de gritar cubriéndose la boca con ambas manos.
—Contén esa lengua cuando te dirijas a mí —gruñó él mirándola con los ojos encendido y enfurecidos como el fuego—. Me debes un respeto.
Nicole tembló de miedo. No luchó. No se resistió. Se rindió a la voluntad de su padre con tal de seguir viva. Su padre era de la vieja guardia y no toleraba que nadie, sí siquiera su propia hija y mano derecha, le faltara al respeto así. Había sido una imprudente al hablarle de ese modo.
Por ello alzó las manos en señal de rendición.
—Lo lamento mucho, padre. Por favor, perdóname. Os lo ruego. No volveré a hablaros así.
Christopher chasqueó los dientes, molesto, para nada satisfecho, pero aun así la soltó dejándola caer al suelo desde medio metro de altura. Entonces, se giró repentinamente mirando a Sarah, quien se estremeció espantada al ver como la miraba. No tuvo ocasión de escapar cuando el vampiro, con su velocidad endemoniada, se echó sobre ella, tumbándola en la cama violentamente para morderla y violarla sin reparo alguno, satisfaciendo su propia necesidad de hambre y liberación.
Cuando él acabó, Sarah estaba inconsciente con varias marcas de mordiscos y moratones en el cuerpo, debilitada hasta casi la muerte. Christopher tuvo cuidado de no matarla. Tenía planes para esa humana, y para ello la necesitaba viva... y más vital. Aquella sería su última vez con ella.
—No volverá a pasar lo de antes. Te lo aseguro.
Nicole supo que se dirigía a ella, quien se sentó en una butaca observando el espectáculo en silencio, sintiendo un poco de pena por la pobre desgraciada. Vio como su padre en el cuerpo de su sobrino, desnudo y corpulento, se limpiaba la sangre de la boca con el dorso de la mano.
—Padre —llamó ella, pensando sus palabras con suma cautela—, por favor, no subestime a Dorian. Es su nieto.
—Cierra la boca. Lo sé muy bien. —dijo él molesto, sentándose en la cama junto a Sarah, sin molestarse en cubrir su desnudez—. No tengo pensado dejar que me expulse de su cuerpo ahora. Aun no.
La forma de decirlo llamó la atención de la pequeña vampira rubia poseída por la infame pelirroja. Lo miró con el ceño fruncido.
—¿Tenéis un plan?
El vampiro la miró con una sonrisa maliciosa. —Podría ser. Y puede que te guste. —vio que su hija no entendía eso último aún—. Implica a la humana que tanto odias.
Aquellas palabras sonaron celestiales para los oídos de la vampira, quien sonrió encantada de oreja a oreja, esperando saber más.
—Os lo suplico por favor, contadme más.
* * *
Unos días después, en lo alto de una colina desde donde se podía ver toda la academia, Ángela y su familia se había reunido ante una lápida recién colocada, con el nombre de Ángelina en lengua antigua, para despedirse de ella como correspondía.
El día había llegado nublado con una ligera llovizna; un ambiente que encajaba con los sentimientos que reinaban en aquella familia devastada por la perdida.
Todos vestidos de negros, con Ángela al frente de todos ante la tumba, se arrodillo y dejó con sumo dolor el ramo de rosas negras, recibiendo las lágrimas del cielo sobre sus pétalos. Ángela estuvo sentada sobre sus piernas con sumo respeto, cabizbaja, sin decir una palabra. Su padre y hermanos tampoco decían nada. No había palabras de consuelo que pudieran llenar el vacío en ese momento.
Lizzy, quien quiso acompañarlos para despedirse de la reina también, estaba un poco apartada, dándoles espacio. Por ello nadie pudo ver la sonrisa maliciosa que ocultaba bajo el velo negro que llevaba en la cabeza, viendo desde la distancia lo destrozada que estaba Ángela en ese momento. Ansiaba ser la persona que ella acudiera para encontrar consuelo, nada deseaba más que ser lo único que Ángela pensara y deseara, pero por desgracia eso no era posible ahora. Aún no, pensó.
También se alegraba de que aquella asquerosa humana, Gina Lara, no estuviera presente para el velatorio. Solo le faltaba ver como la rubia con gafas consolaba sin esfuerzo a su Ángela sin poder hacer nada para separarlas y ocupar ese lugar que le pertenecía por derecho. Al menos tenía esa hermosa imagen de Ángela arrodillada ante la tumba, sola, de espaldas a todos, intentando aguantar el temblor de su cuerpo lleno de dolor y rabia por la pérdida de su madre. Era excitante para Karmila.
—Madre —susurró Ángela, casi de forma inaudible—, lo siento mucho. Todo es culpa mía.
Su padre y hermanos la oyeron claramente y les dolió escucharla decir tales palabras. Víctor quiso acercarse y consolarla, pero el aura que sentía alrededor de su hija le decía que no aceptaría ningún tipo de consuelo suyo en ese momento, por lo que hizo de tripas corazón y se quedó dónde estaba, con la cabeza baja apretando los dientes también dolidos y molesto consigo mismo por no haber protegido a la mujer que amaba con toda su alma, la que le dio aquella vida que ahora no quería sí no la tenía a su lado. De no ser por sus hijos, la habría seguido al otro mundo sin pestañear.
—Todo es culpa mía... —repitió Ángela bajo el sonido de la lluvia que se había vuelto más intensa, empapándola entera a ella y a su familia, pero no le importo—, por ello seré yo quien pondrá fin a todo.
Eso captó la atención de todos, incluso de Lizzy. Todos la miraron confundidos.
—Nada de esto habría pasado si hubiera acabado con Karmila aquella vez, cuando secuestro a Gina y estuvo a punto de matarla. —gruñó apretando los puños contra los muslos, a punto de hacerse sangre, llorando de furia—. Debí acabar con ella en ese momento, pero no lo hice. Ahora tú has muerto por ello. No tengo perdón alguno.
—Ángela... —murmuró James, incapaz de seguir guardando silencio.
—Por ello seré yo quien vengué tu muerte... Me haré responsable de todo por ti. —Se puso en pie y se volvió hasta quedar cara a cara con todos, mirándolos decidida y determinada—. Asumiré el cargo de Reina de los Vampiros, como debería haber hecho hace ya tiempo. Y daré caza a todo aquel que se oponga a la coexistencia con los humanos que tanto deseamos.
Todos la miraron sumamente sorprendidos de esa voluntad tan firme en un momento así. Víctor poco a poco pasó del asombro al orgullo y alegría. Tal vez la muerte de Ángelina no hubiera sido en vano del todo. Por ello se acercó a ella, y sin dudarlo, se arrodilló ante ella, como un caballero ante su reina. No tardaron en hacerlo James y Dorian detrás de él con la cabeza baja.
Lizzy también lo hizo, aunque ocultaba su expresión de disgusto y enojo, aguantándose las ganas de gritar mordiéndose el labio inferior. ¿Qué estaba pasando? Se preguntaba. ¿Por qué no estaba destrozada y encogida por la muerte de su madre? ¿Acaso... aquella humana le estaba dando fuerzas para luchar? ¿Era posible? No lo sabía, pero no pensaba rendirse en su afán de tener a Ángela para sí. Y dudaba que su padre Christopher, en ese momento ante Ángela en el cuerpo de Dorian, se rindiera tampoco, aunque se mostrará tranquilo y sereno.
—Ángela —dijo Víctor, sin alzar la cabeza aún—, sí ese es tu deseo, lo aceptaré. Procederemos con la ceremonia de coronación cuanto antes.
—Quiero que sigamos adelante con el Festival de la Rosa como estaba previsto. —pidió ella, girándose para observar la academia desde lo alto—. A madre le encantaba ese evento, y quiero gozarlo como a ella le hubiera gustado.
Víctor sonrió encantado con la idea. —Como desees, mi reina.
A Ángela se le hizo raro escuchar a su padre dirigirse a ella así, pero se acostumbraría. Debía hacerlo sí tenía que gobernar a su pueblo y enfrentarse a sus enemigos.
Ella y su familia estuvieron un rato ante la tumba, sin importar que se mojaran con la lluvia. Más tarde todos se marcharon salvo Ángela, que quiso estar un rato más a solas. Todos le dieron un abrazo de ánimo y apoyo, incluso Dorian y Lizzy. Ángela agradeció que ese día Dorian fuera el de siempre, pero seguía con la mosca en la oreja por como estuvo actuando estos días con ella, y a Lizzy la notó algo tensa, pero no le dio mucha importancia, lo achaco a su enfermedad.
Una vez sola, se sentó junto a la tumba, sin importarle que su vestido negro se manchara de barro. Desde donde estaba contempló el paisaje lluvioso que tenía en ese momento la Academia Carmesí; el lugar donde sus padres pusieron en marcha su plan de coexistencia con los humanos.
El lugar donde conoció a su amor verdadero.
A Gina.
Su corazón dio un vuelco al pensar en ella, reviviendo todo lo ocurrido desde que la conoció. Buenos y malos momentos, pero valiosos por igual. No renunciaría a ninguno de ellos por nada.
¿Ángela?
La voz dulce y melodiosa de Gina resonó por todo su cuerpo, no solo en su mente. Al darle de su sangre una segunda vez, su vínculo había cobrado más fuerza, y ahora podían comunicarse telepáticamente o alerta a una del estado emocional de la otra, como le había pasado Ángela ahora sin querer.
¿Ha pasado algo en el funeral? Preguntó Gina preocupada.
Ángela sonrió con solo escuchar su voz, se sentía algo mejor gracias a ello. Se apoyó en la lápida, echando la cabeza atrás con los ojos cerrados, dejando que las gotas de lluvia limpiaran las lágrimas secas de su rostro.
No es nada, Gina. Perdona. Estoy bien.
No tienes que ser fuerte conmigo, Ángela. Sé que no puedes estar bien con lo que le ha pasado a tu madre. ¿Dónde estás? ¿Sigues en aquella colina? Dime cómo llegar y estoy allí enseguida.
A Ángela le encantaba escuchar a Gina tan dispuesta a consolarla, pero en ese momento quería tener tiempo a solas con su madre. Al menos un poco para saber que pasos dar de ahora en adelante.
Quédate donde estás. No tardaré en volver. Quiero estar un rato a solas con mi madre.
Pudo notar que Gina quería estar con ella, pero que respetaba su deseo.
Está bien. Tomate el tiempo que quieras. Aquí estaré, esperando.
Con eso Ángela notó que la conexión mental quedaba en un segundo plato, pero sin desaparecer. Eso dejo más tranquila a Ángela. Ahora podía sentir a Gina en todo momento, saber dónde estaba y con quién. Ya no volviera a perderla de vista y dejar que le hicieran daño nunca más.
Allí sentada con la espalda apoyada en la lápida de su madre, observando el panorama de la academia mientras sentía la lluvia empaparla entera, le vino a la mente su comportamiento todos esos siglos; desde que Karmila la ultrajo hasta que conoció a Gina. Se había portado como una verdadera villana, una egoísta, una cobarde que intentaba ocultar su dolor a base de utilizar a los demás.
No merecía tener a Gina y a su familia consigo, y su madre había pagado el precio por su ineptitud. Pero eso se acabó, no volvería a ser así, ni tampoco dejaría pasar una. Ya no.
De repente, sintió como unos brazos rodeaban sus hombros desde detrás. Alertada se puso en pie y miró a su espalda. No había nadie. Había reconocido esa sensación, ese tacto que tantas veces había sentido de pequeña cuando estaba triste.
Sonriendo agradecida, rodeó la tumba hasta volver a estar ante él y ver el nombre completo de su madre escrito en una lengua tan antigua como su raza. Se arrodilló y apoyó una mano sobre la piedra áspera pero lisa.
—Te lo juro, madre. Tu muerte no será en vano. —prometió ella.
Con ello, se puso en pie y regreso por el camino que llevaba a la mansión, donde la persona que amaba la estaba esperando.
Desde las sombras, Lizzy la observaba inquieta y frustrada. No esperaba ese resultado. Temía que el plan de su padre no funcionará, pero no se atrevía a cuestionarle, no después la última vez que se atrevió a desafiarlo. Por ahora se limitaría a observar, aunque eso le hiciera hervir la sangre.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top