Capítulo XVIII. Tu peor pesadilla

Espero que esta carta te llegué cuanto antes. Temo por tu seguridad.

Hace mucho que no recibimos noticias tuyas. Y eso ha provocado que Juan finalmente se manifieste como el monstruo que es ante sus hijos. Yo finalmente he tenido el valor de abandonarlo, y mis hijos, gracias a Dios, tras descubrir lo que él quería hacerte, vinieron conmigo.

Al no saber ya de ti Juan se puso furioso y exigió respuestas que ni yo ni nadie tiene. Él juró y perjuró que no dejará de buscarte y traerte de vuelta. Temo mucho por ti, mi niña. Espero que nunca te encuentre.

También deseo que pronto volvamos a verte.

Te queremos mucho,

Tu tía Dolores y tus primos, David y Anna.

Algo despertó a una Gina de dieciséis años, y al volverse vio que su tío Juan se metía en la cama a su lado, acurrucándose a su cuerpo y rodeándola con su brazo velloso con fuerza y rudeza.

¿Tío Juan? Pero ¡¿qué haces?! —exclamó ella, asqueada y aterrada.

Aprovecha tu tiempo en esa academia —le susurró su tío al oído, rozando la piel con sus labios, haciéndola estremecer de asco—, porque cuando vuelvas ya serás toda una mujer, y yo estaré esperando impaciente tu regreso para que estemos juntos, como un hombre y una mujer deben hacer.

No... ¡suéltame!

Gina intentó liberarse del abrazo, pero él la amarró contra su pecho con ambos brazos, besando y lamiendo la piel de su cuello y acariciándola donde podía. Gina quería gritar, pero no le salía la voz para ello.

Puedo esperar. Más pronto que tarde... estaremos juntos. Te lo prometo.

¡NOOO!

Gina reaccionó y volvió en sí. Desorientada se vio escondida bajo la mesa de un aula, la que usaban los profesores al estar más cubierta.

Entonces recordó qué pasaba; estaba en una zona supuestamente en obra siendo perseguida por su tío Juan que ahora era vampiro. ¿Cómo era posible eso? ¿Quién lo había convertido y por qué?

Podría hallar respuestas a todas esas preguntas cuando lograra escapar de él y reunirse con Ángela. Estaba segura de que iría a buscarla, ¿verdad? El miedo y el pánico hacían que se cuestionará todo y no pudiera pesar tan bien como sabía hacer.

—¿Gina? Ginaaaaaaaaaa.

La voz de su tío sonó cantarina desde la entrada del aula. La mesa donde ella se escondía estaba al otro lado y no había más saluda que aquella entrada. No tenía forma de escapar sin que él la viera.

Oyó como él entraba y cerraba la puerta con un suave clic y luego un clac. Había puesto el cerrojo. ¿Tenía llaves? Gina no entendía nada, y eso hacía que tuviera aún más miedo. Temblaba de pies a cabeza cubriéndose la boca con ambas manos para que no la oyera sollozar, notando las hileras de lágrimas deslizarse por encima y por debajo de sus manos.

Ángela, por favor. ¡Ven rápido!

—De nada sirve esconderte. Es inevitable que estemos juntos, mi amor. Es el destino.

Gina no quería escucharle. Quería cubrirse los oídos, pero debía estar atenta a sus pasos para saber dónde estaba. Tal vez tendría una oportunidad única de escapar.

—¿Por qué crees que he podido convertirme en vampiro? Para convertirte a ti y así estar unidos para siempre. Por y para siempre.

¡No! ¡Eso no es verdad! Pensó ella con rabia.

—Tu tía y tus primos te han escrito contra mí, ¿verdad? Seguro que sí. Ellos no entienden. Nunca lo han entendido. Y nunca podrán hacerlo ya.

Gina reparó en eso último. No le gustó nada como sonaba.

—Insistían una y otra vez que no sabían cómo localizar esta academia. Y decían la verdad al final. Pero yo no deje de insistir. Al final... paso lo que paso.

No... suplicó Gina para dentro, ladeando la cabeza entre lágrimas. Por favor, no...

—No fue rápido. A Dolores la asfixie, y mis hijos intentaron ayudarla, pero al final Anna recibió un fuerte golpe. Fue rápido. David fue el más difícil, pero al final cedió también.

Gina no pudo soportarlo más y salió llena de odio y rabia a encarar a ese asesino que había matado a su mujer y a sus propios hijos por culpa de su asquerosa y enfermiza obsesión para con ella. Cuando salió de su escondite y lo encaró, él la miraba directamente, cara a cara a pocos metros de la mesa, sonriendo maliciosamente.

Gina entendió que él sabía dónde estuvo escondida en todo momento y que la había provocado para salir por su propio pie.

—¡Monstruo!

—Es lo que les espera a todos aquellos que intentan interponerse entre nosotros.

—¡No hay un nosotros, monstruo asqueroso!

Gina echó a correr hacia la puerta con todas sus fuerzas ante la atenta mirada de Juan.

—Eso lo vamos a averiguar ahora mismo.

En menos de un segundo Gina estuvo en el suelo, sujetada contra la superficie dura por una mano que sujetaba su cabeza y con sus piernas inmovilizadas por las de su tío, que se reía triunfal. Ella no se sometió, forcejeó entre gritos de rabia e impotencia mientras su tío con su mano libre intentaba despejar su cuello.

—Solo un momento de dolor... y estaremos juntos.

—¡Nooooo! ¡¡ÁNGELAAAA!!

De repente, Gina se sintió libre del peso encima su cuerpo, y al girar la cabeza vio que su tío salió volando hasta el otro lado del aula, estrellándose contra la pizarra haciéndola añicos con su cuerpo por el fuerte impacto. Confundida miró delante suyo y vio un par de pies. Alzó la cabeza y se sorprendió de ver a Jack y a su novia allí.

—Tú —murmuró ella anonada— ¿Por qué...?

—¡Maldito mocoso...!

—Sácala de aquí, Ashley.

La vampira no tardó en obedecer a su chico mientras este se colocaba entre el vampiro enemigo y la humana que estaba algo magullada.

—¿Puedes levantarte? —preguntó Ashley a Gina.

Ella asintió, aunque se quejó un poco de la rodilla algo dolorida. Dejó que la vampira la ayudará a ponerse en pie y salir del aula. Juan al verla irse intentó alcanzarla, pero Jack se lo impidió.

—¡No te metas! —gruñó Juan enfurecido—. ¡Esto no es asunto tuyo!

—Ahí te equivocas, viejo —dijo Jack—. La chica es la pareja de mi señora. Y es mi deber protegerla de cualquier amenaza.

A Juan no le gustó oír eso y atacó sin control alguno de sus actos. Jack por otra parte era un vampiro con varios años de experiencia en el combate cuerpo a cuerpo. Lo habían preparado para ello y ese vampiro novato no era rival para él. Podría matarlo en un instante, pero tenía ordenes de retenerlo solamente y poner a Gina a salvo. Él pudo confirmar que esa parte se estaba cumpliendo gracias a su amada Ashley.

—Pero ¿qué?

—Entrégame a la chica, niñato —ordenó Juan—. Hazlo, o tú y tu puta moriréis aquí y ahora.

Gina miró a su alrededor, estaban rodeados. Era imposible llegar a la puerta y escapar sin antes luchar con alguno de ellos o con varios. Miró a su tío y lo vio sonreír con confianza y triunfo.

Él tenía las de ganar. Ellos no. A menos que llegará ayuda.

Ángela, rezó ella, ¿dónde estás?

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