Capítulo XIX. Deseo y abandono
—Estás loco sí crees que vamos a hacer eso —dijo Jack, protegiendo a las chicas.
—Tienes las de perder, niñato —gruñó Juan, perdiendo la paciencia—. Te superamos en número. Márchate con tu putita y viviréis.
A Ashley no le gustaba nada que la llamaran así solo por ser rubia y guapa. Quiso decir algo, pero entonces, Gina se plantó ante ella y encaró al vampiro que la había intentado morder: —¡Cierra la boca, Juan! ¡No la insultes así!
Tanto a Jack como a Ashley les sorprendió aquella defensa, y cambiaron su forma de ver a aquella humana que estaba con Ángela. Sintieron gratitud y respeto por ella. La defendería no solo por su reina, sino por ser como era. Por ello Jack se concentró en aquel vampiro y sus esbirros mientras Ashley procuraba proteger a Gina de cualquier ataque.
A Juan no le gustó nada la actitud de Gina para con él. Había dejado de ser aquella niña asustada y tímida. Aquella Academia con sus habitantes la había cambiado, pero para peor. Debía sacarla de ese lugar de inmediato y volverla como era antes.
Deja de perder el tiempo, estúpido. Dijo una voz en su cabeza. La de Karmila. Su creadora. Coge a esa fulana humana y vete de ahí.
Eso es lo que pienso hacer.
¡Pues apresúrate! ¡YA!
Juan hizo un gesto a los esbirros y estos no dudaron en abalanzarse contra Jack. Este se defendió con patadas y puños bien sincronizados, calmado y sereno en todo momento mientras luchaba. Era un verdadero guerrero, de los mejores. Por ello había sido elegido como soldado personal de la princesa Ángela, ahora reina.
Aun con su destreza, los esbirros lo superaban en número. Algunos fueron a por Ashley que no se apartó de Gina, quien estaba pegada a espaldas de la vampira, quien intentaba abrirse paso hacia la puerta y escapar juntas.
De repente, Juan apareció junto a ellas y golpeó a Ashley en la cara con fuerza, haciéndola volar hasta chocar con la pared y quedar inconsciente en el suelo.
—¡Ashley! —gritó Gina. Intentó ir con ella, pero su tío la cogió de un brazo—. ¡No, suéltame!
Jack al escucharla vio lo que pasaba a pocos metros. Vio a su amada en el suelo con sangre bajo la cabeza. Enfurecido perdió la concentración e intento ir con ella, pero los esbirros lograron agarrarlo e inmovilizarlo. Gruñendo intento liberarse sin éxito.
Juan se rio triunfal mientras tenía a Gina entre sus brazos, lamiendo su cuello ahora expuesto tras desgarrar la ropa hasta dejar sus hombros al descubierto. Gina forcejeaba intentando liberarse, asqueada de sentir la lengua de su tío en la piel.
Juan miró a Jack con una sonrisa maliciosa. —Debiste hacerme caso, niño. ¡Matadlos!
—¡NOO!
En un instante paso de todo; los esbirros que sujetaban a Jack se prepararon para arrancarle la cabeza y el corazón, otros cargaron contra Ashley, Juan mostró sus colmillos a punto de morder a Gina... y las ventanas de aquella aula estallaron de repente, con Ángela entrando, volando directa a por Juan, a quien golpeó en la mejilla con el puño derecho, mirándolo enfurecida con sus ojos rojos.
Con su aparición y con Juan saliendo disparado hasta la mesa de profesor que se hizo añicos con su cuerpo al caer encima con fuerza, los esbirros se detuvieron en seco con su presencia. Jack al verla entrar reaccionó y pudo liberarse e ir a por Ashley, que en ese momento recuperaba el sentido para ver lo que estaba pasando en ese momento.
Gina estuvo a punto de caer de rodillas de no ser por Ángela que la agarró con ambos brazos rodeando su cintura, mirándola preocupada. Ambas se miraron con el corazón acelerado; Gina por haber sentido la punta de los colmillos de su tío a punto de perforar su piel, Ángela por temer llegar tarde para rescatarla.
—Ángela...
Gina no pudo decir nada más cuando la vampira de cabello negro la abrazó con fuerza contra su pecho, casi asfixiándola. Con ese gesto Gina pudo sentir el temor y preocupación de ella.
—Gracias a dios —susurró Ángela—. Estás bien.
Gina pudo sentir sus lágrimas, y ella también lloró abrazándola del mismo modo.
—Has venido.
—Siempre vendré a por ti. Por y para siempre.
Esas palabras, las mismas que había dicho su tío antes, ahora solo las podía escuchar de los labios de Ángela, apartando las otras. Lloró feliz de estar entre sus brazos, oliendo su perfume. A salvo.
Entonces, unos gruñidos feroces hicieron que volvieran al presente. Ángela inmediatamente la protegió con su cuerpo encarando al vampiro que intento morderla. Gina también lo miró, pero ahora sin temor alguno. Con valor y firmeza. Serena y tranquila.
Juan se puso en pie entre los escombros de la mesa, mirando a Ángela con puro odio. Vio como abrazaba a Gina como solo un amante hace, y eso hizo que apretara los puños y los dientes.
—Maldita —gruñó entre dientes—, ¡aléjate de mi mujer!
Ángela lo miró con rabia. —Ella no es nada tuyo. ¿Quién demonios eres?
—Es mi tío paterno.
Aquella información hizo que tanto Ángela como Jack y Ashley la miraran sorprendido. Gina estaba detrás de Ángela, rodeaba uno de sus brazos con los suyos. Miraba a su tío, o lo que quedaba de él, con odio y dolor por la muerte de su familia.
—Gina...
Está miró a Ángela con culpabilidad. Por ocultarle su más oscuro pasado.
—Lo siento, debí...
Gina no pudo sentir hablando. Delante de todos, Ángela la cogió de la barbilla y la besó en los labios. Un beso casto, pero llenó de significado: no pasaba nada. Eso le dijo Ángela con ese beso. Jack y Ashley lo vieron algo ruborizados, Juan con los ojos como platos, asombrado y furioso.
Cuando acabó, Ángela miró a Gina a los ojos. —No me debes nada, Gina.
—Pero...
—Podrás contarme lo que quieras luego. —volvió a mirar al vampiro, firme y directa—. Ahora debo hacerle pagar por lo que ha hecho.
Con esas palabras, Jack y Ashley se posicionaron a cada lado de ambas, dispuestos a enfrentarse a cualquier enemigo. Aquello no intimido a Juan, pero a los esbirros sí. Los conocían muy bien.
—No me hagas reír, perra —insultó Juan, nada intimidado—. Somos más que vosotros. Me llevaré a Gina conmigo, sea como sea.
—Inténtalo, novato. —desafío Ángela.
—¡A por ellos!
Juan sonrió esperando a que sus esbirros atacaran y así ir directo a por Gina de nuevo. Pero nada paso. Los esbirros no hicieron lo que él ordeno. Todo lo contrario. Se marcharon como alma que lleva el diablo por las ventanas, rompiéndolas a su paso.
—¡Pero ¿Qué hacéis?!
—¡Jack! ¡Ashley! ¡Seguidles! —ordenó Ángela.
Estos obedecieron sin rechistar y se marcharon tras los esbirros. Ángela y Gina quedaron a solas con Juan en esa aula destrozada.
—Te han dejado solo, eh.
Juan no entendía nada. Miró ahora a Ángela entre nervioso y confuso, pero no huyó. Quería a Gina y pensaba tenerla como fuera.
Muy bien, pues intenta tenerla por ti mismo. Dijo la voz de Karmila.
¿Qué significa esto? ¿por qué se han marchado?
Yo les he ordenado retirarse. Te has precipitado y eso no es acorde a mis planes. Debiste ser más rápido y meticuloso, pero has fallado. Ahora estás solo. Hasta nunca, novato.
Juan notó como la conexión mental y el vínculo con Karmila desaparecían de su interior. Realmente lo dejaba solo y sin ayuda. No le importó. Podía con aquella mocosa con aires de superioridad sin problema. La mataría por intentar quedarse con Gina, por alejarlo de él, y se llevaría a Gina consigo para convertirla en vampira y en su amante eterna.
Relamiéndose los colmillos, Juan sonrió a Gina. Está se arrimó más a Ángela.
—Espera un poco más, mi amor. Pronto te vendrás conmigo.
Gina sintió un escalofrío por todo el cuerpo, recordando las asquerosas caricias de su tío.
Ángela los mismo a ambos, primero a Gina, luego a ese vampiro, y de nuevo a Gina. Estaba claro que el origen de los temores de Gina de volver a casa era aquel individuo enfermizo. No tardó en sospechar porqué. Y dichas sospechas hicieron que apretara los puños enfurecida.
Sí ese hombre repugnante se había atrevido a atormentar a Gina... pagaría con la muerte.
—Gina —llamó ella. Esta la miró—. ¿Quieres que le mate? —hubo una pausa, miró a Gina y vio que está la miraba sorprendida y confusa—. Puedo hacerlo por ti, sí es lo que deseas. Aquí y ahora.
Gina vio que Ángela hablaba en serio, sin titubeos. Entonces miró a su tío. Las miraba con burla y deseo. Aquel monstruo ya no era su tío. No. Nunca lo fue. Dejó de serlo cuando ella cumplió los quince años y empezó a manosearla por las noches. Había muerte para ella hacía mucho.
Y gracias a Ángela, que la hizo volver a la vida, a la felicidad y al amor.
Con eso en mente, volvió a mirar a Ángela y asintió. —Hazlo, por favor.
Ángela sonrió y entonces liberó su brazo con suavidad. —Apártate. Será rápido.
—Quiero verlo —pidió la rubia con firmeza. Ángela la miró—. Por favor, quiero verlo todo.
A Ángela no le parecía bien, pero tal vez a Gina le venía bien verlo para asegurarse de que él desaparecía de su vida para siempre. Asintió aceptando la petición. Con ello Gina aceptó apartarse unos pasos, dejando que Ángela encarara a ese vampiro.
—¿Me vas a matar? —preguntó él con burla—. ¿Tú a mí? ¡Ja! Te lo tienes muy creído, zorra.
—Te haré pagar por todo lo que le has hecho a Gina.
—Todo lo que le he hecho a sido por puro amor. Para prepararla para la completa unión de nuestros cuerpos. Y pienso gozar cuando la haya convertido y sea mi amada y eterna compañera. —volvió a relamerse los labios, babeando de sed y hambre, no solo de sangre—. Pero antes —miró a Ángela con confianza y arrogancia— ¡Me encargaré de ti!
Juan dio un salto hasta casi tocar el techo, queriendo caer sobre Ángela con las manos como garras preparadas para desgarrarla y destriparla a conciencia delante de Gina para que así no se resistiera después. Se atrevió a imaginar la cara que Gina podría cuando aquella vampira muriera cuando de repente, sin verlo venir, sintió un dolor agudo en el pecho, donde un brazo firmemente estirado lo atravesaba como sí nada. Ángela le había atravesado el pecho en pleno vuelo.
—Nunca pierdas la concentración en un combate por subestimar a tu oponente, novato.
Cayó de espaldas al suelo sobre un charco enorme de sangre, con Ángela de pie sobre él, mirándolo a la cara, a pocos centímetros de su rostro, mientras lo atravesaba hasta por encima del codo, y luego lo sacaba del cuerpo del vampiro con un fuerte tirón, agarrando su corazón sangrante que aún latía. Poniéndose recta le enseño su órgano vital con una mirada fría y mortal.
—Mal... dita...
—Fue Karmila quien te convirtió, ¿verdad? —dedujo Ángela. Podía oler la sangre de la vampira en la de él—. Muy propio de ella. Seguro que te dijo que te retirarás y la desobedeciste. Eso provocó que te dejará a tu suerte. A tu muerte. —dejó de mirar el corazón para mirarlo a él—. Debiste hacerle caso, imbécil. Muere.
Aplastó el corazón con una sola mano, como un globo. Juan murió con los ojos abiertos, antes de convertirse en cenizas en el suelo, desapareciendo para siempre. Una vez que los restos se esfumaron con el viento, Ángela se volvió a Gina, quien lo había visto todo entre aterrada y asombrada. La vio con una mano en los labios, dedujo que para aguantar las náuseas de ver como el corazón era aplastado con tanta facilidad.
Ángela temió haber sido demasiado radical, pero antes de decir nada Gina corrió hasta ella y la abrazó entre lágrimas y sollozos. Ángela la cubrió con sus brazos, a pesar de que uno estaba manchado de sangre. Nada más importaba que tenerla en sus brazos, sana y salva.
—Salgamos de aquí.
Gina asintió y dejó que Ángela cargara con ella para salir rápido de allá, lejos del horror.
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