Capítulo XIII. Secretos Guardados
—Tengo que irme ya. Volveré pronto.
—No dejes que te agobien.
Ángela se río. —Eso es imposible; siempre lo consiguen.
A Gina le gusto verla de tan buen humor a pesar de lo que estaba pasando, y, sobre todo, estando la constante amenaza de Karmila. Eso le hizo pensar en la madre de Ángela, Angelina. Se había marchado tras el día de Navidad para dar caza a Karmila. Ángela no le había dicho nada nuevo, y eso le extraño. Y también pensó en Dorian. Llevaba días sin verlo, desde el día en que llegó Lisa a la academia.
—¿Has sabido algo de tu madre? —preguntó ella de repente.
A Ángela le extraño esa pregunta. —Ehm... no. Aún no hemos recibido noticias suyas.
—¿Y Dorian?
—¿Qué pasa con él?
—Hace días que no le he visto. Me extraña. ¿Acaso se ha ido?
Ángela tragó saliva disimuladamente. Ya temió que tarde o temprano Gina notaría la ausencia de Dorian. Esperaba que tras lo que paso entre ellos el día en que llegó Lisa no pensara más en él, pero no. Tenía duda sobre contarle la verdad sobre el paradero de Dorian, o mentirle.
—¿Cuál es ese favor que querías pedirme?
Tras dejar a Gina durmiendo en su habitación, Ángela se había reunido en privado con Dorian en la biblioteca, donde tuvieron su último momento de intimidad sexual juntos. Ese recuerdo la atormentaba, no por haber engañado a Gina, que también, sino por la extraña actitud de su hermano entonces, y ahora.
Apartando esas sospechas por el momento se centró en lo que le ocupaba y miró a Dorian.
—Necesito que vayas al país de Gina de inmediato.
Dorian la miró con la ceja alzada. —¿Para qué exactamente?
—Para que investigues a su familia. —respondió ella. Dorian la miró sorprendido—. Algo le paso a Gina con su familia, algo serio. Y quiero saber qué.
—¿Y por qué no se lo preguntas directamente?
Ángela bajo la cabeza. Recordó lo ocurrido con Sarah cuando está menciono a la familia de Gina delante de esta. Recordó su reaccionó a siquiera pensar en volver... recordó su miedo atroz.
—No puedo. —alzó la cabeza y miró a su hermano, seria y tajante—. Averigua todo lo que puedas e informa de ello.
—¿Ángela?
La vampira se había quedado pasmada en sus recuerdos tanto tiempo que preocupo a la rubia, quien cogió su bata azul para ponérsela y acercarse a ella, preocupada.
—Perdona, estaba distraída —excusó ella con una sonrisa tranquilizadora—. En cuanto a Dorian, creo que dijo que se iba unos días. No me dijo dónde.
—Oh, vaya. Pues podría haber avisado. Aunque no es asunto mío lo que él haga.
Ángela asintió de acuerdo. No le gustaba nada mentirle, pero no tenía elección si quiera averiguar a que se enfrentaba en lo que al pasado de Gina se refiere; su instinto le decía que era algo muy oscuro.
De repente alguien llamó a la puerta. Está se abrió y asomó Jon, el mayordomo. Este al ver a su ama y señora hizo una reverencia elegante, como siempre hacía.
—Siento molestarlas, mi ama.
—No importa, Jon —dijo Ángela—. ¿Qué ocurre?
—Ha llegado una carta para la señorita Gina.
Gina se sorprendió al oír aquello, y más cuando vio como él se acercaba con la mano cubierta con un guante blanco extendida hacia ella sosteniendo un sobre cerrado. Vio su nombre escrito a mano y lo cogió con suma curiosa. Pero esa curiosidad paso a espanto cuando vio el remitente de la carta.
Ángela la observó en todo momento con atención y pilló esa mirada. Se inquietó.
—¿Gina? —llamó ella, sobresaltando a la rubia que la miró—. ¿Va todo bien?
Gina dudo en qué decir. Miró a Ángela, a la carta y de nuevo a Ángela. Entonces si mirada de susto cambio tan rápido como apareció. Mostró una sonrisa sorprendida y le quito importancia.
—Todo bien. —aseguro ella—. Es una carta desde mi tierra, de mis parientes. Hacía tiempo que no me mandaban cartas.
—¿No tenéis contacto regular? —preguntó Ángela con el ceño fruncido.
—He estado muy liada estos últimos meses. No he tenido ocasión de responder sus cartas.
Ángela pudo leer entre líneas; Gina no quería hablar más del asunto. Resignada lo dejo correr. Por ahora. Hasta que supiera más por su cuenta.
—Muy bien. Te dejo para que leas con tranquilidad. Volveré más tarde.
Gina asintió ocultando la carta a su espalda, sin dejar ver que la apretaba con fuerza entre las manos.
Ángela salió de la habitación junto a Jon. En ese momento llegaba su amiga Lisa por el pasillo, vestida con el uniforme de la academia. Ese detalle sorprendió a Ángela, pero no le desagrado.
—Te ves distinta sin tus vestidos habituales.
Lisa dio una vuelta completa sobre sí misma, posando como una modelo de pasarela.
—Espero que, de forma positiva, amiga mía.
—¿Vas a ir así vestida a la reunión? Las clases no empiezan hasta mañana.
—Lo sé. Pero quería empezar ya a acostumbrarme a esa vestimenta tan... actual.
Las dos amigas se rieron con humor. Ángela ofreció su brazo como si de un caballero a una dama se tratara, y Lisa aceptó sin dejar de sonreír con diversión. Las dos amigas se encaminaron a la entrada de la mansión.
—¿Va todo bien, Ángela? —preguntó Lisa, esta vez sonando seria—. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, ¿verdad?
—Lo sé. Gracias, Lisa —dijo Ángela con sincero agradecimiento—. No pasa nada que no pueda solucionar con el tiempo.
—¿Te preocupa el rumor que circula ahora?
—¿Lo has oído? —Lisa asintió resignada—. Nada que preocuparse. Pronto daré con el responsable.
—Seguro que sí, pero... ¿cómo está Gina?, ¿Ha sufrido algún percance?
—Un pequeño malentendido que por suerte no ha llegado a más. Esta noche dejaré claro ante todos que ese rumor no es más que una forma vil e infantil de arruinar mi relación con Gina.
Lisa miró fijamente a Ángela mientras caminaban. A simple vista parecía admirar la determinación de su amiga, pero por dentro hervía de ira y rencor hacia la persona que le estaba quitando a aquella que le pertenecía por derecho. Estaba claro que el rumor no servía de nada, pero ya lo esperaba. Solo estaba ganando tiempo para que ocurriera lo mejor.
Por suerte para ella, no tendría que esperar demasiado.
—Esa chica, Gina... realmente la amas, eh.
Al escuchar a su amiga, Ángela la miró con el ceño fruncido.
—¿Acaso no lo habías notado hasta ahora? —preguntó extrañada, sin sospechar de ella—. Ha visto como nos queríamos con locura desde que llegaste hace ya semanas.
—Sí, es cierto. Pero aún albergaba dudas.
—¿Por qué?
—Por favor, no pienses mal, pero... creía que aún estabas con Dorian y que Gina era...
—Mi compromiso con Dorian terminó, Lisa. Justamente cuando llegaste lo hablamos y terminamos de mutuo acuerdo. Ahora soy solamente de Gina, y ella es mía por igual.
Lisa apretó la mano que tenía libre con fuerza. Sentía deseos de agarrar a esa humana y...
—¿Estás bien? —preguntó Ángela de repente, sonando preocupada—. Te veo pálida.
—Estoy bien —mintió ella, disimulando estar feliz y contenta—. Es solo que aún no me acostumbro a tantos cambios.
—Deberías quedarte en la mansión si no te encuentras con fuerzas.
—Bobadas. Debo asistir como todo el mundo. Ya no soy esa niña débil y dependiente.
Ángela vio la determinación y seguridad de su amiga y por ello no discutió. En verdad la veía realmente rejuvenecida y con más vitalidad que antaño. En verdad su retiro la ayudo mucho. Pero aun así presentía que había algo más en su amiga, algo que le daba una extraña sensación.
Ambas finalmente llegaron a la puerta de la entrada de la casa por donde saldrían para asistir a la reunión que se organizaba cada vez más a menudo para comentar en grupo los progresos de todos respecto a su convivencia con los humanos.
Los resultados de la última década eran favorables para la familia de Ángela, quienes eran los principales líderes de ese proyecto de convivencia entre humanos y vampiros. Y los resultados seguían positivos unos años más, podrían anunciar su existencia al mundo.
Por supuesto, no todos los vampiros estaban de acuerdo con dicha convivencia. Algunos seguían viendo a los humanos como mero ganado, nada más que alimento y juguetes de diversión. Entre ellos estaba Karmila, una de sus líderes, y por ello Angelina le daba caza, para hacer que los que estaban con ella se retiraran y así vivir y convivir en paz con los humanos llegado el momento.
—Ojalá ella estuviera ya de vuelta. —murmuró Ángela, pensando en su madre.
—Seguro que volverá pronto —la animó Lisa, apretando su brazo con consuelo.
Ángela asintió agradeciendo el gesto mientras salían de la mansión. Cuando las puertas se cerraron y las dos vampiras proseguían su camino hacia la academia, unos pasos que iban hacia ellas captaron la atención de Ángela, y cuando ella alzó la vista se encontró con alguien inesperado.
Sarah iba derecha a su casa, mirándola con esa cara de enfado tan propio de ella.
Sin que la princesa la viera, Lisa sonrió divertida y estupefacta. Por fin empezaba lo bueno.
Sarah se detuvo en la entrada, a dos metros de Ángela, quien la miraba también molesta.
—¿Qué haces tú aquí? —preguntó Ángela malhumorada.
—Tenemos que hablar.
Mientras tanto, a solas en la habitación, Gina estaba sentada en el suelo, temblando. En sus manos tenía la carta abierta que era de parte de su tía. No sabía cuántas veces la había leído ya para creer lo que ponía. No importaba; seguía sin creerlo. Bajo el pecho su corazón palpitaba con fuerza debido a la angustia, el miedo y el terror por su contenido.
—No puede ser... —dijo ella, una y otra vez, temblando encogida y estrujando la carta entre las manos—. No... él no puede haber hecho eso...
Gina no quiso dejarse llevar por los demonios de su pasado, y por ello se levantó del suelo y se apresuró en meter la carta en su sobre y a continuación esconderla en lo más profundo de uno de los cajones del armario que Ángela le había prestado para su propia ropa.
Allí nadie salvo ella podrá saber que estaba, y solo ella podría sacarla, y así lo quería.
Una vez hecho eso se mentía en la cama e intentó dormir, pero los malos recuerdos se manifestaron por culpa de aquella carta, y le fue imposible no hacerse un ovillo escondida en las sábanas, llorando muerta de miedo, suplicando que Ángela jamás supiera nada de nada.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top