Capítulo XII. Control por Descontrol
Tras recorrer la academia evitando que las vieran escaquearse de las clases, Ángela y Gina finalmente llegaron a la mansión de la vampira y subieron a la habitación que compartían.
Cuando Ángela cerró la puerta con cerrojo se volvió hacia su amada y la hizo retroceder hacia la cama mientras besaba sujetando su rostro entre las manos. La hizo caminar hacia atrás hasta que Gina finalmente chocó con el borde de la cama y sin más las dos cayeron sobre ella.
Ángela dejó de besarla para apartarse de sus labios y así contemplarla a placer. Observó a Gina, tumbada en la cama mientras ella estaba a horcajadas sobre ella a la altura de la cintura, viéndola jadear con los labios rojos e hinchados, el pecho subiendo y bajando y los brazos echados sobre la cama a la altura de la cabeza, rendida a ella.
Esa imagen a la vampira le provocó ganas de morderla de nuevo, y ese deseo tiñó sus ojos de rojo carmesí. Gina al verlo se quedó embobada, pero no asustada ni aterrada. Con Ángela nunca se sentía así, todo lo contrario. Sin dejar de mirarla extendió la mano hasta rozar los labios de la vampira, quien adivinando sus intenciones abrió la boca para así dejar expuestos sus colmillos.
Ángela estaba hambrienta de nuevo, y eso a Gina le extraño.
Antes de ir a recibir a sus amigos había alimentado a Ángela con su sangre; aún tenía su marca en el cuello, el cual lo tenía oculto por la ropa. Debería estar saciada por la toma de entonces, pero al ver esos ojos, esa mirada, y los colmillos vio que no era así.
—¿Quieres beber un poco más? —preguntó ella—. ¿No has tomado suficiente antes?
La voz de Gina de alguna forma hizo que Ángela volviera de su trance debido a que estaba dejando que la sed de sangre la controlará; algo muy peligroso para alguien como ella. Había pasado mucho tiempo desde que había tenido un instante de descontrol, pero por suerte esa vez no pasó nada que lamentar gracias a lo que sentía por Gina; su afán por cuidarla y protegerla.
Gina vio como Ángela cerraba los ojos con fuerza, después los relajó y cuando volvió a abrirlos volvían a ser azul celeste, y los colmillos había vuelto a ser caninos humanos.
De repente, Ángela se dejó caer sobre Gina y la abrazó con fuerza, rodeándola con los brazos y ocultando su cara en el hueco de su cuello. Aquello pilló por sorpresa a la rubia.
—¿Ángela?, ¿qué pasa?
—Por un instante... he perdido el control.
—¿Eh?
—Me he dejado llevar demasiado y eso ha hecho que ansiara tomar toda tu sangre hasta dejarte seca, Gina.
Gina se sorprendió, y más cuando sintió que Ángela temblaba entera contra ella. Queriendo calmarla la abrazó de igual modo, y eso hizo que poco a poco los temblores cesaran.
—Pero no lo has hecho —dijo Gina, serena y tranquila—. Has podido controlarte.
—Sí, gracias a que te he oído. Pero... tal vez la próxima vez...
No queriendo escucharla de esa forma tan insegura —algo impropio de Ángela— la apartó para así cogerla del rostro con las dos manos, obligándola a que la mirara a los ojos.
—No habrá próxima vez porque tú eres la persona más controlada que conozco.
—Gina...
—Hasta hace unos minutos me has propuesto hacer público lo nuestro, y ha sido el momento más feliz de mi corta vida. Por favor, no lo estropees y follemos como locas, como nos gusta hacer.
Al escucharla, Ángela empezó a reír a carcajadas, dejando perpleja a Gina. Cuando pudo dejar de reír un momento, Ángela la tranquilizó diciendo:
—Si que has cambiado. Antes no hablabas de esta forma tan directa.
—Tú has hecho que cambie.
—No quiero que cambies por mí ni por nadie.
—Y no lo hago, te lo aseguro —dijo la rubia antes de darle un beso—. Cambio por mí misma. Para así ayudar a la gente que me importa. A la que quiero. Y te amo a ti, Ángela.
—Eres demasiado buena conmigo, Gina Lara.
—Lo mismo te digo, Ángela Martínez.
No queriendo hablar más, Gina volvió a besarla, pero esta vez con deseo y ansia. La vampira la dejó hacer, relajándose poco a poco hasta que su inquietud desapareció para dejar paso al placer y el amor que sentía por la humana que no le tenía miedo y que de alguna forma podía ayudarla a controlarse mejor que siglos atrás.
Sin dejar de besarse la una a la otra se fueron desnudando prenda a prenda hasta quedar desnuda sobre la cama, una encima la otra, tumbadas y entrelazadas, acariciándose mutuamente.
En un momento dado, Gina quiso pasar a la ofensiva y ser ella la que dedujera a Ángela, y más ahora que ella ha tenido un momento de miedo, aunque no lo admitiera abiertamente, y por ello ahora estaba tumbada sobre la vampira lamiendo, chupando, apretando los pechos de Ángela a placer, haciéndola gemir como lo había hecho con ella otra veces.
Había aprendido de la mejor, y lo estaba mostrando en ese instante haciéndola gemir y arquear la espalda con cada toque de sus dedos o su boca sobre los pezones erectos y duros.
—Gi... Gina...
—¿Te gusta esto? —preguntó con descaro. Ángela la miró y asintió complacida—. ¿Quieres que siga?
—Quiero que hagas lo que quieras conmigo. No te contengas.
Gina así lo hizo. Intensificó el trato con los senos hasta hacerla gritar mientras sentía como la vampira agarraba su melena entre los dedos sin tirar demasiado fuerte. Sintiendo como la hacía enloquecer de placer le dio alas a Gina, quien dejó un reguero de besos por el vientre y el ombligo de la vampira hasta llegar al pubis, donde Ángela empezó a jadear como si le faltara el aire; señal de que iba por buen camino de hacerla ver las estrellas.
—¿Quieres que pare?
—¡No! —exclamó la vampira en el acto.
Gina sonrió contra el vello púbico de Ángela antes de seguir con su plan.
Se bajo de encima de las piernas para así poder dejar que las abriera y colocarse entre ella y tener acceso total a su rincón más exclusivo; su vagina, ahora húmedo y ruborizado.
Gina se rio por dentro; las tornas ese día se habían cambiado. Era muy curioso. Y excitante.
Sin dudarlo un solo instante, Gina empezó a tocar el sexo húmedo de Ángela, quien al sentir su tacto gimió y se agarró a la almohada. Lo que Gina en ese momento no veía es que Ángela volvía a tener los ojos rojos y los colmillos fuera. Esta vez no era por hambre, sino por excitación.
Gina introdujo el dedo corazón dentro de Ángela y empezó a moverlo, volviendo loca a la vampira que ya no era capaz de quedarse quieta; se movía al ritmo marcado por el dedo de Gina.
—¿Te estoy complaciendo? —preguntó Gina, sin apartar los ojos del sexo de Ángela, el cual chorreaba—. ¿Te estoy dando placer?
—Sí... ¡Sí! —Ángela echó la cabeza atrás, extasiada como nunca lo estuvo—. ¡No pares!
—Por supuesto que no —aseguró la rubia, sonando como Ángela—. Acabo de empezar.
Y así fue. Para total sorpresa y asombro de Ángela, Gina demostró que había aprendido mucho en el tiempo que intimaban juntas. Tras hacerla correrse con los dedos dos o tres veces —Ángela había perdido la cuenta— pasó a utilizar su boca y su lengua para hacerla correrse otras veces más, hasta que tuvo suficiente y tuvo que suplicarle que se detuviera.
Hasta la fecha solo tuvo que pedirle a una persona que parara durante el sexo, y eso había sido Dorian. Costaba creer que Gina hubiera llegado a su mismo nivel en tan poco tiempo.
—Estoy gratamente sorprendida —dijo poco después, cuando ambas estaban la una junto a la otra, agotadas de tanto esfuerzo sexual. Giró la cabeza hacia Gina, tumbada a su lado—. No esperaba que tuvieras ese nivel de arrojo tan bien oculto dentro de ti.
—Supongo que he perdido la vergüenza a este tipo de cosas. Y todo gracias a ti.
—No te quites merito —dijo mientras se volvía hasta quedar tumbada de lado y así mirarla directamente. La cogió de la barbilla y le dio un pico en los labios—. Me has complacido como nunca nadie lo ha hecho.
—¿Nadie? —preguntó Gina extrañada—. ¿Ni siquiera Dorian?
Ángela se rio con humor. —Dorian tiene su manera, y tú la tuya. Pero es la verdad. Le has superado por que tú eres la persona que realmente amo en toda mi larga vida.
A Gina le agradó escucharla decir eso con total sinceridad, y la beso en respuesta a ello.
—Debo ir a la academia —dijo Ángela—. Hay una reunión a la que debo acudir.
—¿Una reunión?, ¿en serio? —preguntó Gina, disimulando tristeza al verla salir de la cama y empezar a vestirse—. ¿No puedes escaquearte y quedarte conmigo? Por favor...
Ángela se rio. Se inclinó hasta poder besarla. Gina intentó agarrarla por la nuca, pero la vampira fue más rápida que ella y estuvo de pie mientras se reía y Gina gruñía con humor.
—Mi querida Gina, nada me gustaría más que quedarme todo el día y toda la noche contigo en la cama, pero debo asistir —le aseguró terminando de ponerse una de sus camisas favoritas—. Y tengo un motivo poderoso para estar en la única reunión donde todos los vampiros estarán presentes sin excepción, tanto estudiantes como profesores. Es la ocasión ideal.
Gina sabía de lo que hablaba; el responsable de expandir el rumor que la acusaba de atar a Ángela a ella contra su voluntad. Ya sospechaban que detrás podría estar Karmila, pero ¿y sí era otra persona?, ¿o un cómplice también infiltrado en la academia? Debía averiguarlo y rápido.
—¿Tienes alguna pista?
—No, pero pronto. —aseguró la vampira—. Ya tengo a algunos trabajando en ello.
Ángela hablaba de ese tal Jack y sus lacayos. Tenía ahora un mal recuerda con ese vampiro, pero Gina esperaba que eso cambiara en el futuro.
—No tardaré en volver. Tú puedes aprovechar para estudiar; es lo que más te gusta hacer, ¿no?
—Mmm... —Gina disimulo meditarlo—. Puede que eso haya cambiado recientemente.
Ángela se rio. Una vez vestida, siendo en todo momento observada y contemplada por su amante mortal cubierta por las sábanas de la cama se acercó de nuevo y la beso en la frente.
Gina no quería por nada del mundo que se marchará, pero si alguien sabía que estaban allí a solas tras lo ocurrido con esos acosadores, la fuerza del rumor divulgado aumentaría. Resignada tuvo que dejarla marchar por ese día. Después, aunque tuviera clase, ya encontrarían ocasión de tener intimidad de nuevo.
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