Capítulo IX. Una Entrega Total y Plena
Oscuridad total.
Eso es lo que veía Gina ante sus ojos; oscuridad total.
Con los ojos vendados por una prenda que Ángela había sacado de un cajón de la mesilla de noche y que le ató detrás de la cabeza la desnudó hasta quitarle todo, y en vez de tumbarla de nuevo en la cama, la obligó a ponerse a horcajadas sobre su cabeza mientras apoyaba las manos contra la pared, y de esa forma Gina pudo sentir como la vampira que tanto amaba la devoraba entre las piernas, sujetándola por las nalgas para que no escapara del placer intenso que le daba.
Gina no supo cuánto tiempo estuvieron así, si minutos o horas, le daba igual. Sus gemidos y jadeos dejaban claro que no quería que aquella bendita tortura terminara. Su cuerpo estaba cubierto por una capa de sudor, temblaba de arriba abajo, especialmente sus brazos que la sostenían contra la pared y sus rodillas que evitaban que cayera rendida sobre la cara de Ángela, quien la lamía y mordía haciéndola gritar de gozo, sin ningún pudor.
Una vez más, Gina sintió que estaba a punto de llegar al orgasmo, pero una vez más, Ángela no la dejaba llegar, haciéndola sufrir por ello, pero sin quejarse realmente, sino sollozando implorante para que la dejara liberarse.
—Tengo que felicitarte —dijo Ángela contra los labios vaginales de Gina—. Has resistido durante mucho tiempo tus verdaderos deseos hacia mí. Cosa que no tenías por qué hacerlo.
—¿Me estás castigado por ello? —preguntó Gina, jadeante—. ¿Por no admitir mi egoísmo?
—¿Castigarte? ¿De verdad crees que estoy haciendo eso?
Gina no tuvo ocasión de responder antes de que sintiera que Ángela introducía dos dedos dentro de ella sin dejar de lamer y chupar su vagina, haciéndola gritar con cada embestida de dichos dedos dentro de ella. Cuando estuvo a punto de llegar al orgasmo, Ángela se lo impidió de nuevo.
—Por favor... ¡Por favor...! —suplicó ella, rendida con la frente apoyada en la pared—. No aguanto más...
—¿Quieres correrte ya? —preguntó Ángela con voz seductora, viéndola desde abajo, viendo su suplicio por correrse.
—¡Sí!
—Responde a mi pregunta.
—¿Qué?
—¿De verdad crees que te estoy castigando? ¿Tan cruel me crees?
—¡No! —negó ella desesperada, llorando de gozo bajo la tela—. ¡No eres cruel!
—¿Qué soy pues?
—¡Eres egoísta! —exclamó Gina echando la cabeza atrás—. ¡Eres egoísta como yo!
Esa respuesta complació enormemente a la vampira, y por ello dejó que su amada humana llegará al orgasmo, uno que fue tan potente que Gina dejó ir toda su voz hasta quedarse sin ella y acabar cayendo rendida sobre la cama. Ángela se apartó a tiempo para que el peso muerto no la aplastará y quedar sentada al borde de la cama para contemplar satisfecha la imagen sexual de Gina.
La hermosa rubia de piel blanca como la leche estaba medio tumbada boca abajo, jadeando agotada a punto de perder el conocimiento. Llevaba haciendo el amor varias horas y aún quedaban unas pocas más antes de que saliera el sol. Ángela quería aprovecharlas todas, sin excepción.
Inclinándose hacia delante para quitarse la venda de los ojos, Ángela besó a Gina en su hombro: —Aún no hemos terminado.
Aquello hizo que Gina se recuperara un poco, lo bastante para poder notar como la vampira de pelo negro y ahora ojos rojos la colocaba a cuatro patas con la cabeza y los hombros apoyados sobre el colchón y con el culo en pompas ante ella, sujetándola por las nalgas, acariciándola con reverencia, haciendo estremecer a la chica.
—¿Ángela? ¿Qu...?
—Hace mucho que nadie te atiende por aquí —dijo Ángela pasando los dedos por el ano. Gina al sentir el tacto gimió estupefacta, temiendo saber lo que iba hacer—. Se merece mi atención.
—Ángela, oye... espera... no... ¡Aah!
Gina gimió de sorpresa al sentir como Ángela introducía uno de sus dedos dentro del ano, el cual llevaba mucho tiempo sin ser atendido, desde que Dorian la poseyó por primera vez por ahí. Sin dejar de sacar y meter el dedo y rotar con sumo cuidado, Ángela se inclinó hasta poder lamer y chupar, haciendo enloquecer de vergüenza y placer a Gina, quien no daba crédito a lo que estaba viendo y sintiendo.
—¡Ángela...! ¡Para! —exclamó Gina, estirando la mano hacia atrás, pero sin éxito al no hacer fuerza—. Es... ¡es vergonzoso!
—¿Por qué? —preguntó la vampira, relamiéndose los labios ante los ojos de Gina, quien se ruborizó hasta las orejas—. ¿Acaso vuelves a ser la Gina de antes?, ¿Tímida? —Sin dejar de mirarla a los ojos, Ángela paso de meter un dedo a meter dos, haciendo presión para que entraran. Ante eso Gina gimió—. ¿Seguro que quieres que pare?
Gina lo pensó unos instantes, y la verdad es que no quería que se detuviera. Le gustaba lo que sentía cuando Ángela la tocaba y seducía. Ya estaba cansada de contener sus deseos para con ella y tampoco quería que ella se detuviera si deseaba hacerle algo como lo que le estaba haciendo en ese momento. Realmente sentía algo de pudor, pero realmente le estaba gustado lo que sentía.
Así pues, negando con la cabeza, se colocó de nuevo como antes, dejando vía libre a Ángela, quien sonriendo complacida de ver que su amada por fin se dejaba llevar de verdad volvió a lamer, chupar y morder aquella zona tan poco explorada por ella.
—Relájate, mi amor —le susurró Ángela—. No te contengas más.
Gina así lo intento, pero la intensidad era demasiado para poder soportarlo como quería. Todo su cuerpo no dejaba de temblar con las atenciones de Ángela en ese orificio tan estrecho. En un momento dado su cuerpo bailó a son de lo que hacían sus dedos y labios, un vaivén que no dudo en seguir junto con los gemidos de placer que soltaba contra la almohada.
—Me gusta este lado tuyo, Gina —murmuró Ángela contra la piel de su nalga, el cual mordió descaradamente, haciéndola brincar de placer—. Quiero verlo más a menudo...
—Aah... —gimió Gina mirándola de reojo—. Por favor... yo quiero...
Ángela no pudo resistirse a la mirada lujuriosa y excitada de Gina, ruborizada y con lágrimas en una posición totalmente sumisa. Por ello aumentó las embestidas con los dedos a tal punto en que fueron un poco dolorosos, pero eso a Gina no le importo cuando se alzó sobre sus manos, curvó la espalda y echó la cabeza atrás dando un grito de puro éxtasis al alcanzar el orgasmo de nuevo.
En ningún momento Ángela dejaba de desear tocarla, besarla, observarla... amarla. Incluso en ese momento donde Gina estaba extasiada y a punto de desmayarse de tanto placer, recubierta de sudor y ruborizada entera por el leve rubor que aún sentía en su ser. Aquella erótica imagen hizo que Ángela se relamiera los labios, deseosa de degustarla de otra forma igual de placentera.
Todavía jadeando, Gina notó como Ángela la volteaba hasta quedar boca arriba y recibir sus besos en la boca, devorándola como a ella tanto le gustaba, recibiéndola entre sus brazos, pegada a su cuerpo sin espacio entre ellas. Cuando Ángela se separó para mirarla, Gina vio que sus ojos eran rojos y sus colmillos se asomaban por los labios.
Aquel era su rostro de vampiresa. Una imagen que nunca deseaba de asombrarla y atraerla.
Automáticamente y sin temor ni pudor alguno, Gina apartó su melena dorada de un lado de su cuello y ladeó la cabeza a un lado, exponiendo su cuello para ella. Esperó a que Ángela se inclinara sobre su yugular y la mordiera y bebiera su sangre como otras veces, pero el tiempo paso y no sintió nada. Confundida la miró de reojo, y la vio mirarla con una sonrisa.
—¿Ángela?
—¿No prefieres otro lugar?
Aquella pregunta sorprendió a Gina, y antes de preguntar nada sintió como los dedos de la mano de Ángela se deslizaban por su cuerpo, desde el cuello hasta uno de sus pechos, hasta tocar el pezón, lo cual hizo que Gina se estremeciera de sorpresa y placer.
—¿Aquí? —preguntó la vampira junto a su oído, haciéndola temblar al sentir su aliento. Jadeando extasiado de nuevo, Gina sintió como la otra mano se deslizaba por entre sus cuerpos hasta llegar a su entrepierna aún sensible, pero no de quedo hay, sino que se detuvo un poco más a la derecha, en el punto más erógeno del muslo—. ¿Aquí? —preguntó Ángela de nuevo—. ¿Dónde lo prefieres?
Gina se puso roja de vergüenza al entender lo que le pedía hacer la vampira. Avergonzada quiso apartar la mirada y cerrar los ojos, pero Ángela no la dejó lamiendo su oreja de arriba abajo, haciéndola gemir.
—Elige.
—No...
—Hazlo.
—¡No!
—¿Por qué no?
—¡Es obvio! —exclamó ella con el dorso de la mano contra su boca—. Es... difícil elegir.
Esa respuesta hizo reír a Ángela, quien no dudo en lamer a placer el cuello expuesto de Gina, quien jadeo gustosa de sentir la húmeda que dejaba a su paso. Poco a poco aquello la relajo y excitó más y más, hasta que sin pretenderlo indicó el lugar donde más deseaba sentir la ardiente mordida de su vampira; en el pezón.
—¿Estás segura? —preguntó Ángela, haciéndola sufrir un poco más, acariciando sutilmente el interior del mulso muy cerca del clítoris—. ¿No lo prefieres aquí?
Gina fue incapaz de hablar y negó con la cabeza. Ángela vio que la chica ya había sufrido bastante y procedió a complacerla. Sin dejar de besar y lamer su dulce piel sudorosa bajó por la clavícula hasta llegar al pecho, rodeando con la lengua bajo los gemidos y espasmos de Gina hasta que finalmente llegó al pecho erecto. Lo rodeó con la lengua un par de veces bajo la atenta mirada de Gina, quien le suplicaba que lo hiciera de una vez, y con una sonrisa maliciosa lo hizo; expuso sus colmillos y los clavó en la piel haciendo gritar a la chica, quien arqueó la espalda y echó la cabeza atrás, sujetando la melena negra de Ángela con una mano.
—¡Oh dios! ¡Ángela!
La nombrada bebió del delicioso néctar carmesí de su amada a gusto, pero sin perder el control y desangrarla por error. Bebió lo justo para quedar saciada, rodeando el tronco de Gina para que no se moviera en demasía. Con cada trago que le hacía, Gina gemía en alto, en total éxtasis existencial, en el mayor y eterno orgasmo que hubiera sentido en toda su corta vida.
Justo en el momento en que Ángela dejó de beber y cerro la mordida con una pasada de su lengua, Gina finalmente cayó rendida en los brazos de Morfeo, o en los de Ángela en todo caso. Cuando la vio inconsciente, Ángela las cubrió a ambas con las mantas para descansar la una en brazo de la otra.
En pocos días empezarían de nuevo las clases, y pensaba aprovecharlos al máximo.
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