Capítulo II. Motivos Ocultos
Después de que Ángela se marchara, Gina intentó dormir, pero a los pocos minutos de hacerlo se volvía a despertar espantada por culpa de la misma pesadilla de antes. Debido a ello ya no pudo volver a dormirse, temerosa de vivir esa pesadilla una y otra vez.
«Eres mía...».
¿Por qué esa pesadilla de nuevo después de tanto tiempo?, ¿qué lo había provocado?, ¿O acaso su vuelta era debido a otro motivo?
Muchas preguntas y ninguna respuesta. Desearía que Ángela estuviera con ella, estaba segura de que en ese momento estaría preocupada por ella al sentir lo que sentía a través de su vínculo, pero ahora tenía que atender a su amiga recién llegada.
Al pensar que Ángela volvía a encontrarse con una vieja amiga que era casi como una hermana hacía que estuviera contenta por ella, pero también sentía... celos. ¿Cómo era posible? Por lo que sabía esa tal Lisa era como una hermana, así que no era posible que hubiera sentimientos amorosos ahí. Pero entonces se le ocurrió que dichos celos no eran de amor, sino de amistad.
Ángela ahora tenía a su mejor amiga a su lado, en cambio ella... ya no tenía a Sarah. El pensar en ella hacía que la echara de menos, que deseará que estuviera allí con ella para superar lo de las pesadillas, como otras veces.
Se preguntó que estaría haciendo ahora. Mejor eso que revivir las viejas pesadillas.
De repente alguien picó a la puerta. Ella dio un respingo al no esperarlo.
—¿Quién es?
—Soy yo, señorita Gina —dijo la voz de Jon, el leal mayordomo—. Le traigo el desayuno.
Gina respiro más calmada y le dio permiso para entrar. Cuando la puerta se abrió, un carrito lleno de comida circuló por delante del hombre que la llevaba. Al ver eso Gina se sorprendió.
—¿Qué es todo eso?
—Buenos días, señorita —dijo Jon, saludándola con una reverencia—. La ama Ángela me ha mandado traerle el desayuno. Me ha indicado que le trajera todo aquello que le gustaba. Espero que todo sea de su agrado.
Escuchar que Ángela había hecho aquello hizo a Gina se le dibujara una sonrisa sin poder evitarlo. Ese detalle era sumamente romántico, uno modo parecido a cuando uno lleva el desayuno a la cama de su pareja. Al despertar se había sentido con el estómago cerrado, pero el detalle de Ángela hizo que de nuevo olvidara la pesadilla y tuviera un hambre canina.
—Muchas gracias, Jon. —agradeció ella con sinceridad—. Todo se ve delicioso.
Gina aprovecho que Jon estaba de espaldas a ella, preparando la mesa de la habitación, para vestirse con ropa cómoda en vez de estar solo con el camisón. Una vez lista se acercó a la mesa. El desayuno preparado era increíble; todos sus platos favoritos. Gina decidió comer un poco de todo.
Gina no lo veía, pero Jon sonreía complacido de ver que la joven humana comía con apetito todo lo que él personalmente había preparado por orden de su querida ama Ángela. Estuvo a su lado sirviéndola en todo lo que necesitara, hasta que de repente alguien llamó a la puerta.
Él estuvo a punto de ir a abrir, pero la puerta se abrió antes de llegar, y se asomó la persona que menos esperaba encontrarse Gina en ese momento llamando a la habitación de Ángela.
—Hola —saludó Sarah desde la puerta, mirando fijamente a Gina—. ¿Podemos hablar?
* * *
Era casi mediodía y el sol ya estaba en lo más alto del cielo, brillando con toda su fuerza. Por suerte, en los terrenos de la Academia los vampiros estaban a salvo de los efectos mortales de la luz del sol.
En esos momentos, Ángela paseaba con Lisa por dichos terrenos, enseñándole el lugar por el que su familia tanto había trabajado en levantar y poner en marcha décadas atrás. Nathan las seguía a cierta distancia, dejándolas algo de privacidad entre ellas.
—¿Y bien?, ¿qué te parece? —preguntó Ángela.
—Es muy hermoso. —dijo Lisa—. Tiene un aire educativo, obviamente, pero es elegante.
Ángela no perdía ojo de su amiga, quien iba con un parasol. Tal vez el sol en ese lugar no fuera mortal, pero aun así había vampiros que era muy sensibles a la luz, y Lisa era una vampira muy enfermiza, o al menos lo fue hace poco. Era comprensible que tomara medidas como esa.
Y aquello no era lo único llamativo. Algunos estudiantes que pasaban por allí las vieron y no disimularon su sorpresa al ver a la Reina Carmesí paseando con una misteriosa niña hermosa. Eran la noticia del día, y aunque nadie se atrevía a acercarse y hablar con ellas, muchos se quedaban a observarlas a distancia, perdiéndose las clases.
Aquello pareció divertir a Lisa, quien se río con humor. Entonces pasó su brazo por dentro del de Ángela, paseando cogidas del brazo y apoyada en su hombro a pesar de su altura.
—Muchas gracias por pasar este rato conmigo. Lo añoraba.
—Es un placer —dijo Ángela, mirando de un lado a otro—. Aquí los humanos aún desconocen la existencia de los humanos, así que...
—No te preocupes, lo sé. —dijo Lisa sin dejarla seguir—. Sé lo importante que es para ti y tu familia este proyecto de coexistencia entre vampiros y humanos. —se detuvo y se apartó para dar un paso adelante y volverse para quedar cara a cara con su amiga—. Yo también quiero aprender a convivir con ellos. No quiero seguir escondiéndome. Por eso he decidido entrar en la Academia.
—Lisa...
La pequeña vampira extendió la mano hasta tocar la mejilla de Ángela.
—Hacía mucho tiempo que no veía esa expresión en tu rostro. ¿Es por esa humana?
—Sí —respondió Ángela, sin querer ocultarlo—. Ella me ha salvado.
Lisa sorprendió a Ángela abrazándola por la cintura, apoyando la oreja en su pecho, escuchando su corazón latir. Ángela no tardó en corresponder su abrazo acurrucándola como la hermana pequeña que era para ella desde que se conocieron muchos siglos atrás.
—Tengo muchas ganas de conocer a esa chica que tanto bien te ha hecho. ¿Podemos ir a verla?
—Pues...
De repente Ángela notó que algo no iba bien con Gina. Sintió que la rubia estaba en estado de alerta, pero sin estar asustada. ¿Qué podría haberla puesto en ese estado? Tan concentrada estaba en Gina que Ángela no se percató de que Lisa la miraba preocupada al verla tan sería y alerta.
—¿Ángela?
Ella miró a Lisa al oírla, y con pesar en el rostro se apartó de ella.
—Lo siento mucho Lisa. Tengo que dejarte por el momento. Luego nos vemos.
Lisa no tuvo ocasión de contradecirla cuando Ángela se esfumó en un instante. La pequeña vampira se quedó allí plantada, sola, hasta que Nathan, su ayudante, se acercó. Al mirar a su alrededor, Lisa vio que todo estudiante que estaba observando ya se había ido mucho antes de que Ángela se marchara. De no ser así ella no se habría ido de la forma que lo hizo, alarmando a todos.
Gracias a que estaba a solas con su lacayo pudo manifestarse sin peligro alguno. Se río a carcajadas a la vista de Nathan, quien se mantuvo estoico.
—Esto va a ser más divertido de lo que esperaba. Que excitante.
—Mi señora...
Lisa miró al chico, que disimulaba su inquietud bajo la máscara.
—Tranquilo, Nathan. De momento me portaré bien. Hay bastante diversión que ver.
Con eso dicho, Lisa se marchó por la dirección que tomo Ángela; hacia su mansión. Nathan no tardó en seguirla en silencio.
* * *
Ángela estuvo en poco tiempo de nuevo en su casa. Con paso fuerte subió al segundo piso. De camino a su destino, se cruzó con su hermano menor, James. Esté parecía buscar a alguien, y Ángela no tardó en adivinar a quién.
—¿Sabes dónde está Sarah, hermana? —pregunto él cuando la vio.
—Me sorprende que no vigiles a tu humana, James —se burló ella.
James frunció el ceño por el tono usado por su hermana. Pero luego la miró con vacilación.
—Así que esta con tu ramera —adivinó él, y se río por ello. Ángela se enfadó por el comentario—. Bueno, tal vez me una a ellas a la fiesta.
—Quédate donde estás, hermanito.
James apenas tuvo ocasión de darse la vuelta, quedando de espaldas a Ángela.
—¿Por qué? —pregunto él, algo molesto, antes de volverse hacia ella.
Ángela no respondió a la pregunta, ni pensaba hacerlo.
Ninguno de los dos se percató de que estaban siendo escuchados por una Lisa escondida en la esquina del pasillo, aguantándose las ganas de reírse por la escena que estaba presenciando.
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