Papel Quemado

El último acorde se extingue lentamente en el declive de la última canción de la lista. El silencio se hace dentro de los audífonos y una débil brisa se estampa contra mi mejilla. Mis pies no tocan el piso, que parece haberse perdido entre la infinidad de aquello que no estoy viendo. Mis ojos están fijos en el horizonte, y mi mente se pregunta exactamente qué estoy mirando, pues pareciera que puedo cerrarme a ver aquel lejano árbol en la colina que se confunde con el rojizo del atardecer, a su hoja más minúscula o a su rama más delgada.

Por un instante, siento que no existe nada más que aquel árbol que creo ver, mi cuerpo se desvanece, como aquel acorde que ha cesado hace unos segundos. Mi mente me deja sola, como si me quisiera dar un instante sin su presencia. Y no pienso en nada. Me vuelvo un simple receptor de estímulos para construir un paisaje que parece estático como las estrellas. El viento sigue soplando, y pronto mi respiración se sincroniza con él. Mis músculos se relajan, y se van a donde sea que se haya ido mi mente. Y me quedo sola contigo, que sé que me observas desde la ventana del recuerdo. Me observas cuando cierras los ojos mientras caminas entre el gentío que también desaparece. Cuando te distraes un momento de la realidad, o cuando estás entre los brazos de Morfeo, en la oscuridad, sabiendo que este momento es sólo tuyo.

Y entonces recuerdo que no tengo las manos vacías. He subido a la soledad del atardecer para escribirte una carta, para pedirte disculpas por lo que haré. Miro el papel que refleja los últimos rayos del sol en un bonito naranja uniforme. Luego miro la pluma, que ahora parece como algo inútil y la dejo rodar hasta caer en el vacío. Entonces rebusco en mis bolsillos, y encuentro mi encendedor. Sabes que siempre me ha gustado el olor del papel quemado. Me recuerda a las noches contigo, hablándonos a través del tiempo, mientras observábamos a las palabras consumirse por el fuego.

Sé que contigo no necesito palabras, porque cuando te preguntes porqué lo hice, lo sabrás al instante. Y si algún día se te olvidara, sé que una carta no serviría de nada. Así que te lo recordaré con el olor a papel quemado, y con la imagen de las cenizas yéndose con el viento.

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