La Inexistencia
Una paloma aterriza en la parte más alta de la verja junto al banco donde estaba sentado. Mira en mi dirección, totalmente inconsciente de sí misma y de mi existencia. Luego, desciende al pequeño jardín del otro lado, donde rebusca comida en el pasto. En ese mismo punto, descansaba el hardware del principal servidor que llevaría a la humanidad a Titán, la luna de Saturno.
El caballo atado débilmente a una estaca a pocos metros comía su pastura en calma. También me mira, como la paloma, para después volver a su comida.
Sé que tu imaginación tendrá un momento duro al intentar procesar lo que acabo de describirte. Lo siento, ha sido mi mejor intento. Tú siempre has sido mejor que yo en este arte de pintar con las palabras, aunque no me creas. Estoy seguro de que te encantaría ver el mundo como yo lo veo. Es triste que no puedas ni imaginarlo...
Un grito proveniente de algún lado detrás de mí me sobresalta. Un asesinato. Será el hombre que conoces como Jack el Destripador. El grito es de Mary Ann Nichols, una de sus primeras víctimas. Se me cruzó la idea de darte la resolución al gran misterio de aquel asesino en esta carta. Pero puede que cuando encuentres esto ni siquiera haya pasado aún. O puede que hayan pasado milenios y los registros se hayan perdido en el tiempo.
Como esta carta.
He seleccionado un idioma que perduró bastante tiempo entre los tuyos, el español. Tengo que admitir que lo hice un poco al azar. Quizá debí hacerlo en inglés o en latín para que fuera más probable que lo entendieran. Quizá. No es como que me importe a fin de cuentas. Pude habértelo escrito entretejido en las matemáticas, pero creo que te hubieras demorado demasiado en encontrarlo.
En fin. No tengo idea cómo es que estas palabras van a aterrizar en tu pequeño mundo. Quizá lo hagan en una piedra, quizá en un papiro, quizá en un sobre sellado de parte del paraíso y firmado por Jesucristo. O quizá en el sueño de alguien que lo contará y nadie le creerá. O quizá en un documento digital. O en un archivo corrupto en un superordenador. Sólo estoy seguro de una cosa. Esta carta va a borrar de la existencia algo que estaba en dónde aparecerá mi último mensaje. Probablemente deberías estar leyendo un cuento, un tratado comercial o un archivo de identidad de alguien. En su lugar, estarás leyendo mis palabras.
Me presento. Como no sé quién eres, te daré todos mis nombres que recuerdo. Espera, no, son demasiados.
Puede que me conozcas como Jehová, Al-Lāh, YHWH, Yahveh, el Altísimo, el Salvador, el Señor, o sencillamente Dios. Creo que ves por donde voy. Me dan mucho crédito. No, no soy un rey al que debas brindarle tributo o te castigaré. Ni siquiera puedo hacerlo. Te han mal acostumbrado demasiado. No soy el ente todopoderoso, omnipotente e infinito, no como te lo pintan. Ya quisiera ser así.
He creado este universo, sí. Lo que tú seguramente conoces como universo. Pero no como los artistas, que planean, modelan su obra y la perfeccionan con el tiempo. Ha sido un accidente. Uno que me ha venido muy bien. No te puedo decir cómo. Hace falta mucho más que una capacidad como la tuya para entenderlo. No te ofendas, créeme que quisiera compartir lo que sé.
Mira, para compensar, te puedo decir más de este preciso momento en el que estoy. Momentos. Estoy sentado en una banca, en Londres, año 1888. Cabe aclarar que sólo la banca, la paloma y el asesinato son de este año. Me pregunto si será tu futuro, tu presente o tu pasado. Te diré que puedo percibir el tiempo en varias dimensiones. Implica que puedo ver un mismo lugar en varios lugares del tiempo, de tu tiempo unidimensional. El caballo será de 1146 y los servidores de 2092 quizá. Justo frente a mí, 1689, hay un mercado. Una chica que mira al vacío está sentada detrás de un puesto de papas y zanahorias recién cultivadas. Una mujer la ha mirado con lástima. Estaba cargando a un bebé enfermo. Me gustaría poder ayudarlos. Tengo un ligero sentido de moral como el tuyo. A mi derecha hay un parque, 2016. Hay muchos niños, hombres y mujeres. La mayoría se ve feliz. He llegado a poder describir las emociones después de tanto observar.
Y junto a mí, en esta misma banca, hay un chico, que es también de 1888, pero de unos dos meses después del punto exacto en el que estoy. Él se ve triste. Trae algo entre las manos, un periódico. Data del 9 de noviembre de este año. En él, se anuncia una muerte, probablemente será por Jack. Observo unos momentos al chico. También me gustaría poder ayudarlo.
Puedo ver más cosas, pero no quiero marearte, es poco probable que seas un historiador que está sintiéndose muy frustrado por mi falta de detalles. Si lo eres, lo siento mucho.
He elegido este lugar por azar. Quiero contemplar una última vez tu roca azul flotante. Si eres de un tiempo lo suficientemente avanzado, te preguntarás por qué tu planeta, habiendo una cantidad obscena de otros lugares, probablemente mejores. Con gusto te lo respondo: azar. He elegido tu planeta sin pensarlo demasiado, y a tu raza como mi mensajera por el mismo método. Sí, no están solos en este lugar, probablemente ya lo sabes.
También sé que a los tuyos por naturaleza les encanta sentirse especiales. Para mí el concepto carece de sentido, pero te diré que lo son. Una curiosidad: de todas las razas que conozco, ustedes son los que tengo más historia, los que más han profundizado en mi existencia... y quienes más han luchado por establecer el concepto que más les gusta. Pero como son muchos, llevarán milenios poniéndose de acuerdo. Con calma, tómense su tiempo. Les sobra.
Querrás hacerme preguntas existenciales, pero esas las tendrás que responder por tu cuenta. No lo sé todo, te lo he dicho, y además, ya no tengo ganas. Pensándolo mejor, te responderé solo una. Soy la causa primera. Ese es mi mayor título. No tengo poder sobre nada de lo que sucede. Sólo he creado el universo, sin querer. Todo lo demás ha sido azar. Tú sabrás si creerme.
Hubo un tiempo en el que estuve seguro de que estaría solo con todos ustedes, por el resto de mi existencia. De que los vería crecer, fuertes, que seríamos invencibles. Todo mi pequeño universo y sus seres unidimensionales seríamos un gran equipo.
Creo que me dejé influenciar mucho por su forma de ver el mundo.
Te dije que la creación ha sido un accidente que fue algo que llamarías golpe de suerte. Huyo de algo que tampoco entenderías, pero que sí tiene poder sobre lo que pasa. He estado huyendo una cantidad de tiempo que requiere varias dimensiones para expresarse. Y ese algo me ha encontrado.
Y es por eso que estoy escribiendo esa carta.
Me estoy volviendo loco. No sé qué hacer. Si te soy sincero, nunca he sabido qué hacer. He sido prisionero del azar y lo seguiré siendo. Te preguntarás si eso me molesta. El concepto de control sobre el futuro, voluntad y libertad pierde el sentido en un tiempo con más de una dimensión, entonces podría decirte que esa pregunta no se puede responder con un sí o un no.
A partir de aquí te estaré diciendo cosas que no debo, y que no espero que entiendas.
Pero me vuelvo loco, porque hay una sola cosa que no quiero. ¿En tu tiempo ya conocen los agujeros negros? Asumiré que sí, y si no...
Hay una zona que es análoga a un agujero negro, pero en el tiempo. No quiero terminar ahí. De ahí viene ese algo del que huyo. Sé que te gusta nombrar las cosas, así que eso haremos. Ese algo puede llamarse la Inexistencia.
Esperarás que te de una misión, el objetivo de este mensaje. Ves demasiadas historias, pequeño humano. No, no tienes una misión, no tienes que ser mi mensajero. Este mensaje ha llegado a ti por azar... aunque pensándolo bien, quizá ha sido la Inexistencia la que te ha elegido. Es gracioso para mí, entiendo si no te ha causado gracia.
Te diré una última cosa. Mientras escribía, se me ocurrió un último intento de huir de la Inexistencia. Voy a saltar directo hacia ella. Sí, dejaré de existir. No, no será el fin del mundo, ni nada en tu vida cambiará. Tu raza y muchas otras seguirán buscándome, adorándome. Puede que tú también. Pero para cuando leas esto, yo habré dejado de existir.
Por cierto, antes de irme, seguro estarás pensando que soy un pretencioso. Me disculpo.
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