Atardecer Azul

El ruido te sobresalta. Una muestra de agua se te ha caído. Gruñes. No puede ser que estés en el año 2106 y los envases para muestras sigan siendo igual de rústicos que hace noventa años. Observas el agua derramada. Al menos recogiste una extra de aquel charco. Aunque no estás seguro si alcanzará con una.

Qué importa. Los de investigación ya se encargarán. Tú sólo haces tu trabajo.

Caminas durante cinco minutos, con la mente divagando, y únicamente escuchando el sonido de tus pies empapados impactando contra la arena pesada y oscura. Está anocheciendo. Estuviste todo el día tratando de tomar las cantidades exactas de líquido. La playa en la que gastaste tu día era bastante bella. Seguro lo recordarás. Yo también lo hago.

Era incluso más bonita que las de la Tierra. Pero uno nunca sabe, quizá el agua en lugar de tener cristales de sal disueltos en ella, tenga algún compuesto desconocido y tóxico para ustedes.

Llegas al campamento. ¿Dónde estarán Katia y la otra chica cuyo nombre no recuerdas? Esas dos siempre van a besuquearse en lugar de hacer su trabajo. O eso es lo que crees. Recorres las desoladas callecitas entre los establecimientos. Te parece extraño no encontrar a nadie por ahí, si no era tan tarde. Lo entiendo. Yo hubiera pensado lo mismo. Entras a tu iglú hermético. Gritas el nombre de las chicas. Nada. Seguro se fueron otra vez. Aunque a la vez lo comprendes. Los atardeceres aquí son bellísimos. Este planeta está más lejos de su estrella que la Tierra, por lo que los cambios entre día y noche duran más.

Gritas el nombre de tu padre, el representante del conglomerado al que perteneces. Nada. ¿Es que hoy han decidido salir todos, sin ti? No te sorprende. A mí tampoco. Eres bastante antisocial.

Entonces te rindes en tu búsqueda. No es como si te importara demasiado dónde estaban las personas. Y sabes, creo que, si fueras más listo, te hubieras dado cuenta de que algo estaba mal allí.

Pero no.

Pensándolo mejor, tal vez te hubieras salvado si hubieras ido directo a la cama después de eso.

Pero miras la ventana. Ves a la lejana Betelgeuse hundirse en el horizonte. El cielo te ofrece una bellísima vista. La luz de la estrella se degrada desde un azul tan oscuro que parece negro, hasta el celeste en los bordes del disco de luz. La limpieza del firmamento te termina por conquistar, con sus millones de pecas en él.

Así que sales. Te pones de nuevo el casco y llenas tu tanque de oxígeno hasta la mitad. Al fin y al cabo, sólo saldrías unos minutos, hasta que el cielo se ennegreciera por completo. Luego irías a dormir.

Subes las viejas escaleras junto a la puerta principal, llegas al techo y te paras justo en el borde. Y tus ojos se quedan inmóviles ante tanta belleza. La Tierra jamás te podía haber ofrecido paisajes como aquel. Su atmósfera estaba tan contaminada, que ocultaba la belleza del espacio exterior.

Y los minutos se convirtieron en horas. Tus pensamientos al fin vuelan libremente. Ya ni recuerdas que estás solo.

Completamente solo.

Haces más fácil mi único trabajo en ese lugar.

No te das cuenta de que el porcentaje de contenido de tu tanque bajaba alarmantemente rápido.

Si fueras más listo, humano.

Apunto hacia las reservas de tu tanque, dudando un momento. Estás tan inconsciente, tan ignorante de tu alrededor...

Pero no siento empatía por ti. Tu tanque tiene un agujero irreparable en cuestión de segundos. Ni siquiera me molesto en moverme después de eso. De todos modos, ustedes, malditos parásitos, no pueden vernos a simple vista.

Me quedo a observar durante unos minutos tu agonía. Como luchas por respirar, por vivir, por resistir unos últimos segundos ante una inminente muerte. Como tu piel se va tiñendo de morado, tus ojos se salen de órbita, y tus uñas rasgan desesperadamente tu cuello, como si abrirlo fuera a traerte más oxígeno.

Por supuesto, no lo logras.

Como tu planeta.

Eso sí. Nadie merece morir sin haber visto uno de nuestros atardeceres.

Ahora, ¿dónde estaba el siguiente campamento?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top