Capítulo 4
Meliodas
Hace un tiempo había considerado realmente marcharme, desaparecer e irme lejos de Camelot.
Esa idea rondó por mi mente durante varias semanas, estuve a punto de llevarla a cabo, nadie sabría a dónde iría, tampoco dejaría ningún recado hasta después de algunos meses o años.
Ahora no recuerdo porqué me quedé, no tiene sentido.
Debería haberme ido mientras podía, ahora es imposible, no puedo vivir sin él.
—¡Hey, capi!
Finalmente observé a ese tipo alto que sonaba irritado por mi obvia distracción.
—¿En qué piensas? Te estoy hablando desde hace rato y ni siquiera me estás escuchando.
—Perdón, Ban. Estoy algo distraído, quizás solamente necesite ir a descansar.
—Seguro, pero.. ¿Ya me dirás qué sucedió en esa cena? Nadie quiere decirlo y creía que tú no le ocultarías nada a tu mejor amigo, ¿por qué el príncipe está encerrado en su habitación?. —Mencionó usando la voz aduladora e irritante que caracterizaba su manipulación.
—¿Sólo te importa eso?
—Primero quítame esta duda y luego te cargo hasta tu habitación si quieres.
—No fue sólo una cena..— Aclaré desviando inconscientemente mi vista hacia la ventana de ese príncipe que cada vez más me hundía en un abismo.
—¿No? ¿Entonces?
—Era un anuncio de compromiso..
—¿A qué te refieres?
—El Rey consiguió una pretendiente para Zeldris.. está decidido en que esa boda debe efectuarse a como dé lugar.. eso es todo.. —preferí concentrarme en limpiar y afilar la espada, esa que tanto adoraba.
Preferimos el silencio durante algunos segundos.
Esa conversación sería dolorosa e incómoda si continuaba de esa manera y no era tiempo para hablar de hechos, todavía no estaba listo.
—Pero.. él se negó, ¿no es así?— Finalmente preguntó intentando desvanecer el ambiente pesado que nos había rodeado.
—¿Y qué? Tarde o temprano tendrá que ceder y entonces.. sea junto a ella o con alguien más.. será Rey.
Sabía que Ban no estaba acostumbrado a ser un pañuelo de lágrimas, tampoco se lo pediría, sólo necesitaba que me escuchara.
—Bueno, sabes que no soy de consolar.. pero quizás deberías..
—Sir Meliodas..
No puede ser.
Jamás podría confundir esa voz.
¿Por qué todo tiene que ser tan complicado?
—¡Hey! Ha pasado un tiempo, mi bella dama..— Acostumbrado a su galantería lo observé acercarse a saludarla, besando el dorso de su delicada mano entre coqueteos que eran más que comunes cuando veía a una mujer.
—¿Cómo le ha ido, Sir Ban? Usted siempre tan meloso. —Sonrió rígida y apartó su mano dando un leve golpe al hombro de Ban.
Ambos rieron.
Por un momento juraría haber regresado en el tiempo.
¿Por qué ella estaba de vuelta?
¿Acaso no me odiaba?
¿Por qué.. por qué todavía siento su calidez tal cual la primera vez?
—Cuánto tiempo, Sir Meliodas..— Extendió la mano dedicándome una sonrisa que no podía descifrar.
—Bienvenida, señorita. —Entendí su referencia y me limité a seguir la corriente, besé con delicadeza sus nudillos demostrando mi respeto y educación como caballero real de alto rango.
—¡Ban! ¡Te toca hacer guardia en la zona este!
—¡Iré en un momento!
Los gritos de aquellos extraños caballeros retumbaron en el pasillo que al verme echaron la carrera, excepto el pequeño castaño que corría en nuestra dirección y saltaba a mis brazos.
—Con cuidado, Arthur. Te he dicho que los pasillos son resbaladizos y peligrosos si corres de esa manera. —Regañé al revolver su esponjoso cabello todavía teniéndolo en mis brazos.
—Lamento eso, Sir Meliodas. —Murmuró entre pequeñas risas que se desvanecieron al verla a ella. —¿Señorita Zaneri?
—Ha pasado algún tiempo, pequeño Arthy. —Saludó ella ofreciéndose a cargarlo, él no se negó.
Se observaron algunos segundos y se abrazaron, Ban no tardó en unirse unirse ese abrazo grupal y no pude evitar sonreír, su apariencia había cambiado, era descortés de mi parte y jamás lo diría en voz alta, pero ahora se veía más hermosa y su calidez seguía siendo la misma, es perfecta.
Por ello no merece sufrir por mi culpa.
Entendía que probablemente mantenerme cerca de ella podría ser desastroso, así que opté por alejarme de allí en silencio..
—Sir Meliodas.. necesito hablar con usted. —Zaneri pronunció con duda.
Me detuve.
—¡Ban, casi lo olvido, debemos ir a la zona este enseguida! ¡El Señor Zhivago vendría a hacer una inspección!
—¡¿Qué?! ¿Por qué no lo dijiste antes?!— arrebató a Arthur de los brazos de Zaneri y echó a correr. —Nos vemos capitán, Zaneri!
—¡Señorita Zaneri, vendré a jugar más tarde!
—¡Tengan cuidado!— Gritó ella en respuesta al verlos doblar en el pasillo al fondo.
Traidores.
°°°
Caballero y doncella se mantuvieron en silencio sin observarse, debían hablar, era más que evidente, pero no sabían cómo iniciar.
Eran rodeados por uno de los jardines mejor conservados del Castillo, visitado con frecuencia en el pasado, abandonado en el presente.
El rubio decidió no observar a la mujer que se sentó en la orilla de aquel pozo que todavía mantenía su agua cristalina y el reflejo perfecto al árbol de manzanas que lo cubría.
El mismo manzano que presenció gran parte de sus tan agradables recuerdos que no podían desvanecerse.
—Dime.. ¿Cómo has estado?— Zaneri inició serena, acariciando el agua con la punta de sus dedos sin mirar al caballero que sabía no quería observarla.
—Ni siquiera sé una respuesta convincente para esa pregunta.
—¿Debería interpretar eso como una respuesta negativa?
—¿Por qué has regresado?— Finalmente conectó miradas con la doncella que simplemente se limitó a responder.
—Principalmente porque la princesa Melascula me pidió acompañarla, pero.. también lo hice por ti.
—¿Por qué haces esto? Me importas, más de lo que crees, creí que había quedado claro la última vez. No quiero hacerte más daño, así que te pido.. te alejes de mí durante tu estancia aquí, yo también lo haré, es lo mejor para ambos.
Meliodas planeaba finalizar aquella conversación allí, pese a que sabía que ella era la única que lograría entenderlo al menos durante ese momento.
Zaneri no le permitió marcharse, lo abrazó por la espalda obligándole a detenerse, él no correspondió, pero tampoco se apartó, hace mucho que no recibía un abrazo tan auténtico.
—Me enteré del compromiso del príncipe Zeldris..— Meliodas se tensó. —Vine porque me preocupaba que intentaras hacer algo estúpido..
—Estaré bien, siempre lo estoy..
Zaneri lo volteó sosteniendo el rostro contrario entre sus manos.
—¡Sólo quiero cuidar de ti! ¡¿Es mucho pedir?!— Parecía frustrada, triste y enfadada, pero se negaba a soltar lágrimas.
Ella sabia que Meliodas necesitaba algo en lo que apoyarse, alguien en quien confiar porque aunque no lo pareciera, él estaba destruyéndose a sí mismo desde hace mucho tiempo y cada vez más siente que ya no podrá continuar.
Sintió como los fornidos brazos de aquel rubio que quería tanto la rodeaba al mismo tiempo que apoyaba su cabeza entre su cuello y hombro.
—No deberías hacer tanto por mí, no después de todo lo que hice..
—Bueno, podría decir que el cariño que te tengo es más grande que el rencor de problemas pasados. —Enredó sus dedos entre el cabello rubio rebelde que caracterizaba a ese caballero tan devastado.
Pasaron varios minutos en esa situación, disfrutando del silencio y la calidez del contrario que pese a todo todavía apreciaban.
Zaneri pidió recostarse a los pies de aquel frondoso manzano y no fue rechazada. Meliodas accedió dejándose mimar al reposar su cabeza en los muslos de aquella mujer que todavía lo observaba con la misma ternura y amor que tiempos pasados.. estaba seguro de ello.
Finalmente sin darse cuenta dejó deslizar sus lágrimas en silencio mientras ella acariciaba su cabello y cantaba aquella melodía que adoraba, tenía una hermosa voz y era otra cosa más que le gustaba de ella.
No se dio cuenta del momento en el que cerró los ojos.
...
—Meliodas.. Meliodas..
Sintió leves palmaditas en su frente entre sueños.
Abrió los ojos con lentitud y no se sorprendió del todo al verla a ella sonreír con dulzura.
—Despierta, dormilón, el príncipe te está buscando. —Anunció, intentando mantener despierto al soldado que no parecía tener intenciones de incorporarse.
Al escucharla decir aquello Meliodas se estremeció con algo de incomodidad.
—¿Zeldris me busca?
—Así es.
—¿Tengo que ir? Quiero quedarme aquí un rato más. —La observó con detenimiento inconscientemente en señal de pedir permiso para acudir a aquel llamado.
—Ve, podría ser importante. —Su sonrisa era sincera, pero su mirada denotaba su incomodidad.
Meliodas suspiró al levantarse.
—¿Cuánto tiempo te quedarás?
—Según lo que oí.. una semana como mínimo.
—Perfecto—. Dudaba en hablar porque no creía que fuera correcto.
—¿Te pasa algo?— Le incitó a continuar al notar su distracción.
—¿Podemos vernos aquí esta noche?
—Seguro, pero.. ¿hay alguna razón?
—Sólo quiero pasar el tiempo que pueda contigo.. aunque no debes sentirte obligada a aceptar.
—No, no, estaré aquí. ¿Te parece a eso de las diez?
—Como usted decida, señorita. — Se inclinó en una graciosa reverencia que provocó gracia en la doncella a su lado.
—Si me dijeras "señora" me harías sentir mucho más mayor de lo que soy.
—Creo que podría intentarlo..
—¡Meliodas!
Entre risas ambos se despidieron cuando Zaneri fue acompañada hasta sus aposentos, esperando verse por la noche, sólo sería una salida de viejos amigos, el rubio realmente la había extrañado y quería pasar todo el tiempo que pudiese a su lado, después de todo.. fue muy importante en su momento y estaba seguro de que siempre lo sería.
Meliodas acudió al llamado de ese príncipe que últimamente sólo dañaba su corazón.
Él era más idiota pues lo sabía y aún así no tenía pensado detenerlo.
—Finalmente llega, Sir Meliodas..— Uno de los caballeros que vigilaba la puerta de los aposentos pronunció en un suspiro de alivio.
—¿Qué sucedió?
—El príncipe está descontrolado, lleva vario rato gritando, tenga cuidado al entrar.
—Son unos exagerados, el príncipe no se los va a comer. No es ningún ogro. —Comentó, recibiendo sólo gestos avergonzados de respuestas.
Entró en la habitación y entendió a lo que se referían esos soldados tan asustadizos.
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