Capítulo 3
Zeldris
-Es un placer, príncipe Zeldris.
Inclinó levemente su cuerpo en mi dirección, realizando una pequeña reverencia.
-El placer es mío- También agaché un poco la cabeza.
Gelda.. bonito nombre.
Luego de una pequeña plática, cenamos.
Hablábamos trivialidades, aunque en realidad lo que esos viejos decían no me importaba.
De vez en cuando observaba de reojo al cabeza hueca que estaba tras de mí, me preocupaba, es su culpa que no pueda concentrarme en absolutamente nada.
Meliodas no había cambiado de expresión desde que llegó. También parecía sumamente distraído.
Debía hablar con él en cuánto terminara ésta "tortura".
-Hoy es un día especial. -Declaró de pronto el anciano que se sentaba junto a ella.
-¿Por qué lo dice?- Pregunté, sin demasiado interés en la respuesta.
-Lo digo porque hoy empieza una nueva era para nuestros reinos, joven. -Me sonrió, no entendía la razón de tanta amabilidad.
-Siento.. que hay algo de lo que no me he enterado?
Ellos hablaban de manera bastante inusual, no quería hacerme ideas, pero algo no cuadraba aquí.
Espero tener pensamientos equivocados.
-Falta una semana para tu cumpleaños.. ¿Lo recuerdas?
Es verdad..
Lo había olvidado por completo.
-Ajá ¿Qué hay con eso, padre?
-Cumplirás un año más, por lo que pienso que ya es hora. -Su expresión era de entusiasmo. Intercambió miradas con Edmundo.
-¿Hora de qué?
-Ya es momento de que ocupes el lugar que te corresponde, hijo.
Preferí callar.
Tal vez aún había esperanzas..
-Estamos celebrando su compromiso con mi querida Gelda, joven príncipe. -Sonreía de manera entusiasmada.
Mierda. Lo sabía.
[...]
No era la primera vez que visitaba ese demacrado y oscuro sitio.
Hace no más de algunos meses ya había estado ahí, podría incluso decirse que tenía su espacio reservado de entre toda esa suciedad y polvo que cubría aquellas desgastadas celdas, con barrotes lo suficientemente resistentes para impedir la huída de los que vivían allí.
-Eres un tonto.
-Ya te dije que les di lo que jodidamente merecían.
Una cabellera rubia era fácilmente visible descansando sentado apoyado desde fuera en los barrotes de una de las celdas especiales del pasillo que consideraban "Real".
-Mírate. Está muy mal visto que el futuro soberano esté pasando de celda en celda dentro de su propio reino. -Decía a regañadientes, llevaban un par de horas ahí y estaba sumamente aburrido.
-Cállate. Yo no soy un títere que pueden manejar como les de la gana, para eso existen ustedes, infelices que juran lealtad y crean promesas falsas, yo no soy ese tipo de escoria. -Repetía nuevamente, apoyado dentro de la celda en los barrotes, dándole la espalda al oji-esmeralda que había decidido quedarse a su lado hasta que terminara su "castigo".
-Yo tampoco lo soy y mis promesas, así como el juramento no son falsas-. Aclaró, permitiéndose acostarse en el suelo, observando aquel desgastado techo que cubría cualquier tipo de luz. -Tú eres todo. Tú eres mi razón de vivir, eso no es mentira.
Permanecieron en silencio por algunos minutos, el azabache siempre omitió esa parte de aquel "juramento", ya que por alguna razón le resultaba bastante incómodo. Debido a que se hacía ilusiones e ideas erradamente.
-Eso no puede ser verdad.
-Tú mejor que nadie deberías saberlo. Si tú no existieras.. yo ahora mismo probablemente estaría muerto. -Murmuró, sin cambiar la posición anterior, pero cerrando sus ojos.
-Entonces.. ¿Estarás conmigo para siempre?
-Así es. Es una promesa. -Ésta vez sonrió, cruzando miradas con la persona que lograba acelerar su corazón.
-Morirás antes que yo. Te lo voy diciendo. -Volvió a darle la espalda al contrario, estallando en pensamientos que no dejaban su mente.
-Eso es más que obvio. Si no me matas tú, en algún momento moriré por ti. -Soltó casi en un susurro que fue escuchado.
La conversación finalizó.
Pero no exactamente como ambos hubieran deseado.
[...]
Meliodas
Nuestra relación siempre había sido más que la de un simple "Jefe y su subordinado".
Tanto que normalmente nos llegaron a clasificar como "Buenos Amigos".
Sin embargo, ese término no era algo que me agradaba del todo. Si, estaba bien que fuéramos amigos a ojos de todos, pero yo no quería ser solo su amigo.
Han pasado ya quince años desde que nos conocimos, doce desde que supe que lo amaba.
Pero estoy consciente de que lo que deseo, jamás se hará realidad.
-Majestad.. perdone mi atrevimiento, pero insisto en que el príncipe Zeldris está arrepentido por su actitud y le pido que lo deje salir del calabozo-. Afirmé nuevamente, apoyando una rodilla en el suelo y con la cabeza inclinada hacia abajo.
El Rey pareció meditarlo. Se tomó unos segundos en responder, incorporándose del trono donde se encontraba sentado.
-Levántate, Meliodas. Las formalidades no son totalmente necesarias cuando estamos solos- Recordó, dedicándome una leve sonrisa.
Algo no andaba bien. Lo sabía, pero obedecí.
-Está bien, te haré caso. Sé que Zeldris no va a disculparse, pero es algo de lo que ya estoy acostumbrado. -Suspiró, caminando de un lado a otro. Estaba inquieto. -Sin embargo, necesito pedirte algo a cambio..
Él parecía dudar. Sabía que sólo estaba buscando las palabras adecuadas para ordenarme algo. Lo haría, siempre tenía que lidiar con tonterías por Zeldris de todas formas.
-Usted sólo pida y yo lo haré.
Formó una sonrisa algo extraña, ese tipo de sonrisa que te transmite temor de alguna manera.
-Es bueno oír eso. Ahora.. simplemente necesito que hables con él y logres que deje de rechazar a la princesa Gelda y el compromiso.
Entonces sentí como un balde con hielo me caía encima.
¿Cómo puede pedirme algo así?
Ah.. claro.
Él no sabe todo lo que mi corazón busca esconder desesperadamente.
-Entiendo. Sin embargo, no puedo asegurarle que haya cambios. Usted conoce al príncipe tanto como yo. -Tuve que divagar entre las palabras, pues es el soberano y si lo rechazaba o no respondía, podría sospechar.
-Haz lo que sea necesario. Es importante que esta boda se lleve a cabo, tú más que nadie debes saber por todo lo que ha pasado este reino a lo largo de estos años, expandir nuestro territorio con el de la familia Bloods es más que beneficioso para todos, espero entiendas el porqué de mi insistencia. -Se acercó hasta quedar frente a Meliodas y reposó una mano en el hombro del guardia. -Eres como un hijo más para mi, lo sabes, por eso esta vez necesito que me brindes una mano, ¿podrás?
El silencio había invadido el salón real por unos breves instantes.
No era algo tan fácil de asimilar.
-Daré mi mayor esfuerzo, majestad.
Entendía la posible urgencia de su afán por realizar esa boda lo más pronto posible, pero aún así..
Eso era tan cruel.
Pedirme que lo entregue a los brazos de alguien más.. eso es demasiado..
Dispuesto a marcharme incliné mi cuerpo e hice una leve reverencia para luego buscar casi con desesperación huir de allí.
-Meliodas! Una cosa más.
Detuve mi paso, pero no volteé.
-Dígame, mi señor.
-Zeldris será sometido a un castigo de detención en sus aposentos hasta el día de su cumpleaños. -Aquello fue algo impactante, pero me mantuve sereno. -Tendrás una semana para hablar con él e intentar convencerle de aceptar su puesto como nuevo soberano junto a esa princesa, que sólo traerá beneficios más no consecuencias.
-Entiendo, como dije, haré todo lo que esté a mi alcance.
Apreté los puños a mis costados y sentí mis pies entumecidos, no quería estar ni un segundo más ahí.
-Perfecto, si lo logras podría darte una buena recompensa. -Sus intenciones eran tan obvias. -y que esta conversación quede entre nosotros, ¿está bien?
-Como usted desee.
°°°
-Estarossa.. basta. No quiero escuchar más de tus sermones. Ya tuve suficiente con los de Meliodas.
-¿Cómo no quieres que te regañe si estás causando vergüenza a tu padre y a ti mismo?
-¿Vergüenza? Serás idiota, no importa lo que me digas, ellos no van a controlarme, no se los voy a permitir te guste o no. -Murmuró siendo acompañado de camino a sus aposentos por aquel caballero de alto rango.
-Entiendo tu molestia, pero bien sabías que este día llegaría. No tenías porqué alterarlo tanto, incluso te encerró, el Rey debe estar más que furioso.
-Ni modo. -Se encogió de hombros, restando importancia al tema.
-¿Acaso no quieres ser Rey?- Interrogó como última cuestión antes de dejar a aquel azabache en la puerta de su habitación.
-No he pensado en eso, aunque supongo que podría ser interesante, pero si eso implica atar mi vida a una mujer.. entonces no, estoy bien así. -Se mostró tranquilo al decir aquello porque no era mentira del todo. -Por cierto.. ¿dónde está Meliodas?
-Supongo que haciendo algo que el Rey le encomendó, siempre termina involucrado cuando causas problemas, aveces no entiendo cómo es que soporta tanto. -Mencionó con algo de duda, realizó una pequeña reverencia y se alejó caminando a paso lento. -Nos vemos luego, asegúrate de descansar, quizás lo necesites.
El azabache entró en sus aposentos y luego de quitarse aquella ropa tan incómoda acompañada de un baño, se dejó caer sobre su espaciosa y suave cama.
¿Realmente Meliodas pasa por demasiado al estar a su lado?
Fue la última cuestión que rondó en su mente antes de cerrar los ojos.
°°°
-¡¿Cómo que me mantendrán encerrado?!
-Esas fueron las órdenes del Rey, debido al incidente de anoche mi señor está bastante molesto, príncipe. -explicó. -Por lo tanto, debemos acatar las órdenes.
-Tengo que hablar con mi padre. -Mencionó con molestia queriendo salir de la habitación, pero siendo detenido por los guardias que se encontraban allí. -¿Qué creen que hacen? Déjenme pasar, inútiles. -Gruñó.
-Le pido que no haga esto más difícil, joven señor. Sólo le queda aceptar esto, no se puede hacer nada y entienda que esos caballeros sólo cumplen órdenes.
-¿Mi padre cree que haciendo esto me va a obligar? Que haga lo que quiera, yo no cederé. - Se quejaba por lo bajo, intentando calmarse.
-A partir de hoy.. usted no podrá salir de su habitacion, todo lo necesario se le traerá hasta aquí, una escuadra de guardias se mantendrán afuera.. -Señaló a los soldados que estaban detrás suyo. -así como otros grupos rodeando toda esta área del Castillo, se le permitirá estar en el balcón, aunque siempre vigilado y como no conocemos a nadie que sea cercano a usted, sólo se le permitirá el acceso a su guardia personal.. cada que el príncipe lo permita, por supuesto. -Dictó Cusack los nuevos reglamentos que aquel azabache debería regir.
-Maldita sea.. -observó al hombre frente suyo. -¿Hasta cuando será así?
-Hasta el día de su cumpleaños, es decir, estará en esta situación durante una semana -Finalizó para darse la vuelta y empezar a caminar con intención de salir de aquellos aposentos.
-Cusack.. dile a mi padre que pierda el tiempo cuanto quiera, que haga lo que quiera, yo no seré su maldito títere y mucho menos me voy a casar. -Cruzó los brazos, observando al contrario con seriedad.
-Como el principe diga. -Realizó una leve reverencia y salió de la habitación junto a los guardias que se quedaron resguardando la puerta.
El azabache suspiró entre frustración y cansancio finalmente aceptando que por el momento no podría hacer más que resignarse.
Cuanta jodida insistencia para casarse con una mujer a la que nisiquiera conoce en realidad, sólo la ha visto una vez y en ningún pensamiento ilógico podría imaginarse una vida junto a ella..
Ni modo, bien sabía que no había manera de mandar al corazón. Culpa suya no es.
Bueno.. quizás un poco.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top