Capítulo 35


O la despedida de un buen hombre...





Sawyer estaba embriagado, y no había consumido una sola gota de alcohol en toda la tarde, estaba ebrio de la risa de Jessie, su mirada cargada de un afecto sutil, de esa feroz energía que remontó alto después de que le dijo que ahora eran compañeros de clan.

Resultó también, que era un pésimo jugador de billard, y ella demasiado hábil para un hombre sin experiencia, literalmente barrió el piso con su rostro. El fuego que siempre fue, ardía brillante en sus ojos de avellana. Sí, era un hueso duro de roer, pero su animal presentía que se estaba ablandando, era cuestión de esperar.

Así fue que la tarde transcurrió entre un par de juegos más, con apuestas de por medio y por parte de los espectadores que le susurraban a ella que tuviera algo de clemencia por un novato. Sawyer se limitaba a asentir, a mirarle a los ojos lleno de desafío, a encontrarse con ella cada vez que podía. Oh sí, esto era estimulante, aún con las derrotas, Jessie era demasiado competitiva como para dar un paso atrás.

En el billard, Sawyer apestaba.

Cuando el atardecer cayó sobre ellos, y el ambiente en el bar cambió a un modo nocturno, la loba rodeó la mesa, juntó las nueve bolas en el objeto triangular color negro y luego se acercó, el bamboleo de sus caderas era hipnótico, más su sonrisa, era algo de lo que no podía escapar, y ciertamente no quería.

—Cinco a cero —murmuró, el brillo de sus ojos de avellana era encantador—. Yo elijo el lugar para la cena.

Tocándole la punta de la nariz con su palo, ella le guiñó un ojo y dio media vuelta. Demonios, lo tenía comiendo de una mano, había dado vuelta el juego, se suponía que Sawyer sería el que desplegaría todos sus encantos para que de una vez por todas se sintiera a gusto con él, pero las cosas dieron un giro y la mujer estaba nivelando el resultado.

—Tengo una idea.

En una cafetería común del centro de la ciudad, Sawyer aprendió sobre la mujer que se escondía detrás de esas duras capas de agresión y recelo. Jessie Smith, orgullosa loba Gamma dominante, se derretía con los osos de peluche, las ciruelas y las noches de cielo estrellado. Él le escuchó atentamente, sin perder un solo detalle, el depredador tomaba nota, las ideas le caían de a centenares, no le costaba admitir que era un romántico, y aunque ella afirmara que no le agradaba esas cosas, Sawyer sabía lo que su cuerpo gritaba, era lo contrario a lo que decían sus palabras.

—Deja de mirarme así —ella dijo en medio de una risa nerviosa.

Sawyer apoyó los antebrazos sobre la mesa, y continuó observándole, absolutamente cautivado.

—¿De qué forma?

—Así.

Sonrió, vislumbró el momento justo cuando sus pupilas se dilataron y sus mejillas se enrojecieron. Ya faltaba poco.

—Relájate, solo estamos tú y yo, ya no tienes que resguardar tu reputación.

Jessie ladeó un poco la cabeza, había fuego en su mirada, y Sawyer quería quemarse ahí.

—¿Y qué quieres que haga? —murmuró, su tono bajo, seductor, envió una chispa que recorrió todo su cuerpo.

—No lo sé, ¿qué harías conmigo, Mon Amour?

Ella inspiró aire, sus ojos se abrieron, la sorpresa danzaba en ellos, ¿creía que no tendría un nombre especial para ella? Sawyer sabía cuándo ceder y cuándo tomar lo que quería.

—¿Qué significa...? Un momento, ¿sabes hablar otros idiomas?

—Sí, Alemán y Francés.

Entusiasmada y curiosa, Jessie se inclinó hacia él.

—Dime algo en alemán.

Mein süßer weißer Wolf, du bist so schön, dass mein Körper explodieren kann, wenn ich dich nur anschaue. [Mi dulce loba blanca, eres tan hermosa que mi cuerpo puede explotar si solo te miro]

El rubor dominó sobre sus mejillas.

—¿Qué significa?

Sawyer se inclinó, hasta alcanzar su oído, y ahí con el dulce sonido de su respiración, le susurró la respuesta. Al volverse a encontrar, ella estaba completamente desarmada.

—No sé cómo alguien como tú... —Sus labios temblaron—. Terminó con alguien como yo.

De inmediato Jessie bajó la mirada, ese gesto fue definitivo, y aunque había cedido, Sawyer pudo sentir su tristeza.

—¿Mon amour?

Le hizo sonreír, bien, haría eso cada vez que le viera así.

—Lo que siento por ti Sawyer es... —Se detuvo, alzó la mirada, la loba lo encontró del otro lado—. Ni siquiera lo puedo expresar en palabras como lo has hecho, y... Lamento ser un poco cerrada.

Sawyer rió bajo.

—Estoy más que seguro que sabes como coquetear, lo has hecho conmigo toda la tarde mientras me destrozabas en el billard.

Jessie extendió un brazo sobre la mesa y tomó su mano, Sawyer le recibió con gusto.

—Necesitaré enseñarte a jugar bien o perderás muchas apuestas en el futuro.

—Oh, ¿ya planeas nuestro futuro?

—Gatito, ya estoy tan metida en esto que la puerta de salida se ha cerrado bajo llave.

Ante ese apodo, Sawyer sintió su piel picar. El leopardo rugió por dentro, un clamor ronco que se extendió por todas sus terminaciones nerviosas.

—Esas son excelentes noticias, mon amour.

—¿Qué significa eso?

Él estrechó su mirada sobre ella.

—¿Debería decirte?

—Por supuesto que sí.

—Mi amor —murmuró, justo cuando el camarero se acercaba por la cuenta.

—¿Pedirán alguna otra cosa?

—No, gracias —Jessie se adelantó. Ambos pusieron la mitad del dinero.

Cuando el camarero los dejó nuevamente solos, Sawyer suspiró.

—Yo quería un poco más de postre.

—Ah, yo quería darte unas galletas especiales que guardé en casa.

Sawyer le observó, interesado. Le encantaban las galletas.

—¿Sí? —Alzó una ceja—. ¿De cuales?

—Unas de chocolate dulce, rellenas de caramelo.

Humedeciendo sus labios, él agregó:

—Se oye bien, como una sobredosis de azúcar.

—Sí.

—¿Podrás conmigo así, energizado?

Jessie esbozó media sonrisa.

—No te las daría si no pudiera.

Riendo, ambos salieron del reservado, apenas estuvieron en el pasillo Sawyer rodeó a Jessie con un brazo y así se dirigieron a la salida. Afuera el tibio aire jugó con su cabello, el Jeep se encontraba cerca, cuando Sawyer se alejó para rebuscar entre sus bolsillos las llaves, Jessie le giró por un hombro.

Accedió, frente a ella no podía negarle nada. Jessie le empujó contra la puerta del vehículo, poniéndose de puntillas le besó, de forma ruda, áspera, su cuerpo se volvió fuego. Sawyer bajó para contrarrestar la altura, pero ella no dejó de jalar su chaqueta con apremio.

Terminaron en un jadeo profundo, temblando.

—Me gustan tus ojos —habló, su tono vacilante y bajo, su mirada de avellana fija en él—. Son hermosos como las nubes en invierno y..., me gusta como piensas, como hueles, Dios... Me gusta todo de ti.

Sawyer sostuvo su rostro, acarició el abultado labio inferior con el pulgar. Su corazón latía sin freno y parecía que no se detendría pronto, jamás lo haría si tenía a Jessie Smith cerca.

—Ese nivel de coqueteo no está nada mal —comentó divertido—. Mon Amour, vas a aprender muchas cosas conmigo.

Ella sonrió, cálida y hermosa.

—Llevame al clan gatito, ¿quieres?

—Sube.

El viaje no estuvo exento de tensión, la noche estrellada, ausente de luna, les cubría con un manto oscuro, peligroso y la ruta estaba demasiado solitaria para su gusto. Manejar en esas condiciones se había vuelto algo desagradable. Bien, no estaba siendo cobarde, solo atendía a la necesidad animal de ser cautelosos, sobre todo ahora que las cosas por fin tenían un rumbo fijo, el rumbo que siempre quiso, no iba a darse el lujo de bajar la guardia ante el peligro que seguía ahí, invisible sobre su cabeza, a la espera de su pelaje.

Sí, Sawyer se aceptaba como era, pero eso estaba lejos de implicar el andar despreocupado.

—Sawyer...

—¿Sí?

—¿Te puedo preguntar algo?

—Claro.

De reojo, Sawyer notó la intriga que rodeaba a la mujer. Jessie no podía detener su curiosidad por más que lo intentara, y esa era una de las cosas que le fascinaron desde el principio.

—¿Alguna vez has pensado, qué hubiera sucedido si no te hubieses transformado en un leopardo de Amur?

Sawyer se tomó un breve tiempo para digerir la respuesta.

—Sí, algunas veces. —Muchas en realidad, pero no le gustaba idear algo de lo que no estaba seguro—. Tal vez..., no lo sé, ¿me habrían liberado?

¿Habría crecido con sus padres? Luego recordó cada cosa que vivió, los momentos dolorosos, los humillantes, los felices... Sawyer llegó a una conclusión interesante.

—¿Sabes qué es lo mejor de todo eso?

Jessie giró hacia él.

—No, ¿qué?

—Encontrarte —afirmó, sosteniendo el volante con fuerza—. Tal vez si solo hubiera sido un leopardo... Quien sabe dónde estaríamos ahora.

—Pero tu vida no habría sido tan...

—¿Mala? —Terminó por ella—. Y si tus padres no hubiesen sido adictos, ¿dónde estarías ahora?

Silencio, Jessie bajó la mirada, apoyó el codo en el borde de la ventana y con la mano sostuvo su cabeza.

—Quizá nunca te habrías unido al clan, ni conocido a Arif, y nosotros nunca nos habríamos visto.

Las malas experiencias de la vida resultaron para ambos en decisiones que los condujeron hacia este presente, en donde permanecían juntos aún con las diferencias y errores, dos seres que no habrían colisionado de no ser por los infortunios que tuvieron que atravesar.

—Entonces..., ¿crees en el destino?

—¿En este momento? Sí.

Cerca de las diez y media de la noche, llegaron a la zona de estacionamiento privado del clan, Sawyer dejó el vehículo como lo había encontrado antes de tomarlo prestado. Con las llaves adentro y la ventanilla un poco baja.

Un cielo estrellado, sin luna, se alzaba por encima de ellos, pronto la cubierta forestal se convirtió en otro tapiz de intrincadas sombras que cubrieron aquellos puntos refulgientes, tan distantes. Al llegar a la cabaña Jessie dejó las llaves en el ganchillo y encendió las luces.

Sawyer se quitó la chaqueta y la dejó encima del respaldar del sillón mas grande color madera. Jessie reapareció de la cocina, en una mano llevaba su teléfono en la otra un contenedor plástico con las galletas que le había prometido.

—¿Sucede algo? —Sawyer le preguntó.

Ambos tomaron asiento en el sillón.

—El grupo de instructores ha acordado una reunión por la mañana.

—Oh, creí que las actividades en el clan estaban detenidas hasta nuevo aviso.

—Sí, yo también, espera... —Jessie acercó más el aparato hacia ella, lentamente fue haciendo una mueca de sorpresa—. Es sobre los cachorros que liberaron.

Apenas dijo eso Sawyer se pegó a ella para revisar los mensajes.

—¿Derek los tomará bajo su custodia?

—Eso parece.

—¿A todos ellos?

—No, solo a cuarenta, el resto irá con el clan Ice Daggers, White Claws y Thunder Claws.

Sawyer apoyó la cabeza sobre el hombro de Jessie, respiró profundo, permitiendo que el leopardo se llenara con su cítrico aroma.

—Tendrán una mejor vida.

Jessie inclinó la cabeza hacia él.

—Sí, y yo tendré mucho trabajo.

—¿Eso es bueno o malo?

—Es perfecto.

Dejando el teléfono en un costado, Jessie abrió el contenedor de plástico tomó una de las galletas entre sus dedos y la subió hasta su boca, Sawyer mordió, y el sabor dulce explotó en sus sentidos.

—Oh sí... —murmuró en medio de un quejido extasiado—. Son demasiado buenas, ¿Jasper las hizo?

—No, Emmy las trae desde su clan.

—Creo que me volveré adicto a estas cosas.

Jessie giró medio cuerpo, entonces Sawyer tuvo que enderezar un poco su postura. Sus miradas conectaron, un duradero momento silencioso y luego Jessie limpió el resto de migajas que quedaron en las comisuras de sus labios. Se acercaron, sus respiraciones se entremezclaron, hubo ternura en la forma en que se sostuvieron el uno al otro. Después de tanto tiempo, tantas lágrimas derramadas, tantas frustraciones ahogadas en lo más profundo de la determinación... Esto era el premio por abrirse, por confiar, por darse una oportunidad de amar y ser amados.

—Todavía podemos ver las estrellas, mon amour.

Sawyer acarició el rubor de su mejilla.

—Eres imparable.

Sonrió. Su corazón latiendo fuerte.

—Esto es solo el principio.

☆゜・。。・🐺🌙🐺・。。・゜★

Sawyer despertó con el trinar de un par de aves muy por encima de su cabeza, se movió cerrando los ojos con fuerza y entonces, todo comenzó a tambalearse. Somnoliento y confundido, su cuerpo relajado como pocas veces había estado, despejó su vista, los recuerdos de la noche volvieron, sonrió.

Frenando el movimiento de la hamaca colgante en la que había dormido, se sentó. Buscó a Jessie, pero ella no estaba cerca, ni siquiera en la cabaña. Recordó que temprano debía asistir a una reunión con los instructores que quedaban.

Respirando profundo el frío aire de la mañana, Sawyer se puso de pie y se dirigió al interior, su teléfono vibraba en la mesa central de vidrio con un mensaje de Harry:

"Revisa tu bandeja de correo electrónico, las bandejas se vaciarán de forma automática en quince minutos. Último recordatorio, gato olvidadizo"

Apretando el aparato en su mano, Sawyer se sentó en el sillón, lo último que deseaba era pasar la mañana fichando correo basura, pero si había algo importante y se le escapaba entre lo demás se arrepentiría. Entre las casillas de Spam, redes y borradores, Sawyer encontró muchos mensajes en la bandeja "Importantes" Curioso, lo abrió. Su estómago se contrajo al leer el nombre del remitente.

Anyelev. A

«Esta es la única forma de comunicarme bien contigo, gato, sé que no te agrado y tú tampoco me agradas a mí, pero si es verdad lo que dicen... Entonces tenemos que hablar»

La fecha era antigua, pocas semanas después de la primera reunión de negocios con Derek Miller. Casi un año atrás

Anyelev. A

«Demonios, ¿es que nadie utiliza esta cosa o soy yo el único? ¡Responde Sawyer! Debemos hablar sobre Jessie»

Anyelev. A

«Solo te diré una cosa: no te des por vencido, te rechazará cien veces pero estoy seguro que has logrado mover algo en ella»

Anyelev. A

«Ella sabe como ponerte de rodillas, esto es divertido»

Uno a uno, Sawyer fue leyendo los mensajes que Arif le fue dejando en el transcurso del tiempo en que intentó cortejar a Jessie. No había ni uno solo que reflejara algún tipo de amenaza o una agresiva petición de que se detuviera, más bien, parecía que Arif le apoyó en todo momento. Las dudas se sembraron, pero en el último mensaje, cuya fecha databa de un día antes de aquel encuentro en el bar, Sawyer lo entendió todo.

Anyelev. A

«Te he visto sufrir por ella todo este tiempo, es así, yo sé la verdad, siempre lo he sabido. Jessie siente cosas por mí pero está confundida, jamás la veré como algo más que mi mejor amiga. Ella lo sabe, pero se resiste. Esto es lo último, gato. No estás leyendo nada de lo que escribo, malgasté mis consejos y ni siquiera has abierto uno solo. Si de verdad dices ser el compañero de Jessie, lucha por ella, quédate a su lado. A partir de ahora te necesitará más que nunca, cuidala»

Era una despedida... A medias.

Sawyer comenzó a guardar esos mensajes en una bandeja de almacenamiento para conservarlos, no sabía por qué, pero sentía que se lo debía. Toda la mañana se quedó pensando en eso, en el vigilante que hasta el último momento se aseguró del bienestar de Jessie... Y él se sintió avergonzado de haber sentido celos de Arif. Ellos habrían podido ser amigos, tal vez con la ayuda de Sawyer, el lobo no tendría que haberse quitado la vida.

Pero de esa forma, Sawyer continuaría siendo invisible para Jessie.

Ninguna opción estaba exenta de sufrimiento, pensó, y luego se preguntó si Jessie había leído los mensajes que Arif también le dejó a ella.

—Hola Sawyer —Saludó en voz alta, un tintineo de llaves y luego ella apareció en la cocina, Sawyer estaba en uno de los banquillos—. ¿Estás bien?

A su espalda, se detuvo, las manos de Jessie fueron a sus hombros y luego le rodearon con fuerza, ella pegó su mejilla a su espalda provocando que se le escapara un ronroneo bajo.

—Sí, bueno, no, no lo sé.

—Dame una respuesta, gatito.

Dejando su bolso sobre la isla de mármol, Jessie se sentó como pudo en su regazo, Sawyer se apartó un poco para que tuviera más espacio, y sostuvo su espalda con un brazo. Ella tenía una bonita camisa color violeta claro, nunca le había visto usar colores llamativos.

—¿Leíste los mensajes de Arif?

Jessie extendió una mano sobre su pecho, cerró los ojos.

—Sí. Pero nunca antes lo había hecho, parece que comenzó a escribirme desde que aprendió a usar un teléfono, pocos años después de llegar al clan. Ahora entiendo por qué nunca tenía suficiente memoria en esa cosa, no sé como le hizo pero Arif reconfiguró mi correo para que sus mensajes no se borraran.

—Hábil.

—Sí.

—Él también me escribió.

Jessie se tensó, pero Sawyer comenzó a subir y bajar su mano por su cintura, y eso le calmó.

—A veces se burlaba de mí cuando me rechazabas, otras me ayudaba dándome consejos.

—¿Arif hizo eso? —Preguntó sorprendida—. Pero si él...

—No nos llevábamos bien, sin embargo, Arif quería lo mejor para ti, y llegó a considerar que yo era ese algo mejor.

Jessie se acurrucó más contra él, una pequeña loba Gamma buscando el calor del hombre al que despreció y rechazo incontables veces. El pasado no importaba ahora, era momento de olvidar...

—Un día antes de lo del bar, me dijo que siguiera intentándolo, que te cuidara.

—También se despidió de ti.

—Sí.

—Conmigo fue muy dulce. —Su respiración se agitó, Sawyer le abrazó fuerte, consciente de lo que vendría—. Lloré leyendo eso, más que en su entierro, yo... —Una pausa, Jessie respiró profundo—. Lo extraño.

—Lo sé —Sawyer le besó en la frente.

—Pero nunca volverá.

—Lo sé.

—Pero tú estás conmigo y eso me hace sentir mejor.

—¿En serio?

Ella asintió, desde su refugio seguro en el espacio de su pecho, Sawyer se encontró con sus ojos emocionados, el color avellana brilloso.

—No importa cuantas veces diga que me gusta mi independencia —dijo, de forma rápida y con un ligero temblor en los labios—. En el fondo siempre termino deseando lo que tienen los demás.

—¿Qué cosa?

—Alguien que los ame.

Frágil y dulce, su respuesta caló profundo, hasta el hueso.

—Yo estoy aquí Jessie, yo te amo, tanto que separarme de ti ya no es una opción, y no lo será. Pero necesito saber si es la misma forma en que te sientes.

Enderezándose, Jessie subió, rodeándole con un brazo para que pudieran encontrarse a la misma altura. Saywer comenzó a sentir un nudo que aplastaba su estómago, ella estaba emocionada, una lágrima trazó un viaje hacia su labio.

—Sí —dijo, con absoluta firmeza—. Te correspondo, te quiero, te amo, sí, Sawyer Arwall.

Una irrefrenable sensación de calor y alegría se desencadenó, yendo desde su cabeza hasta explotar en su pecho. Felicidad. Eso que siempre le dijeron que no iba a sentir jamás... Lo tenía ahora, por esta loba blanca, por fin lo era.

—Soy un gato feliz.

Ella sostuvo su rostro con una mano, Sawyer se inclinó siguiendo su movimiento. Su sonrisa.

—Ronronea para mí —pidió.

Sintiendo un gruñido visceral construyéndose desde adentro, Sawyer dejó que el leopardo de Amur se asomara a la superficie.

—Será un placer, mon amour.

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Fin

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