Capítulo 16


O el inevitable acercamiento...




Una hora después del mediodía, el sujeto que atendía la tienda —y que también parecía ser el dueño—, bajó por fin las persianas haciendo que la iluminación fuera más tenue. Sawyer se sintió nervioso, tenía un mal presentimiento sobre el rumbo que estaba tomando esta investigación y ya creía que estaban completamente perdidos.

Pero la determinación de Jessie por no retroceder era demasiado fuerte y ahora, Sawyer solo se mantenía por el instinto protector y el animal que se negaba a dejarle sola. Ya estaba metido hasta el cuello, debía continuar.

—Muchas historias rodean a esa mujer —masculló el hombre—. Hay quienes dicen que es un androide súper inteligente que programaron para llevar a cabo los experimentos genéticos, hay otros que la ven como una simple mujer humana al mando de un laboratorio.

—¿Y lo es?

El tipo se detuvo frente a las persianas, de ahí observó a la gente caminar por la acera.

—Nadie lo sabe, era un secreto hasta que ese lugar explotó.

—¿Dónde se ubicaba? —Jessie preguntó.

—Cerca de Calgary, en Canadá.

Jessie estrechó la mirada.

—¿Pero cómo es que...?

—La experimentación genética estaba oculta del ojo público —respondió, tranquilamente se dio vuelta—. Ella dirigía el sitio que catalogó como un centro de investigación bacteriológica.

Fue entonces que Sawyer recordó las anotaciones de Agnes en esa libreta, y la historia comenzó a cuadrar, solo había un detalle suelto que daba vueltas, ¿La investigación de Camille era la responsable de la liberación de esa bacteria mutada? Porque eso coincidía perfectamente con la Enfermedad L que estaba infectando a los cambiantes lobos. De solo imaginar a Jessie enferma con esa cosa..., sintió un profundo escalofrío en la espalda que le sacudió antes de que pudiera disimularlo, ella lo notó, por supuesto, era una loba ante ella no podía ocultar sus emociones, Jessie le sentía.

Y probablemente sentía el miedo de imaginarle con esa enfermedad mortal.

—Entonces, ¿está viva o no?

El hombre esbozó media sonrisa.

—Nadie lo sabe.

Jessie gruñó bajo, su impaciencia iba en aumento. Lo sabía tanto en su mirada como en los puños a ambos lados de sus anchas caderas.

—Encontramos unas coordenadas que dan en un punto cerca de Thompson Falls.

Él se encogió de hombros y los observó con cierta indiferencia.

—¿Quieren un consejo? No se involucren con Camille Anders.

Jessie levantó un poco la barbilla, cruzándose de brazos le miró fijo, con esa pose que anunciaba que era la dueña y señora del lugar. Oh..., Sawyer comenzó a sentir calor.

—Sí, ya aclaraste eso —replicó—. Y no vamos a dar un paso atrás, tu padre trabajo para ella, ¿cierto?

El hombre movió un hombro, parpadeando lento.

—Fue su jefe de seguridad hasta la explosión..., pero no hablarán con él —aseveró.

El choque de miradas fue poderoso, aquel sujeto era fuerte a pesar de ser un humano, debía estar consciente que ellos podían destrozarlo si así lo querían. Sawyer esperó el movimiento de Jessie, pero ella solo ladeó la cabeza y chasqueó la lengua.

—Perfecto. —Jessie agarró a Sawyer del brazo—. Ya no tenemos nada que hacer aquí, vamos. —Momentáneamente giró hacia el dueño—. Gracias por nada.

Casi arrastrándole, Jessie le llevó afuera, se alejaron hasta la otra manzana, y ahí se detuvieron en una zona de aparcamiento, usando la pared de un edificio —que parecía ser un bar abierto—, ella descansó un rato, se quedó mirando a la nada misma, pensando, la decepción abarcaba su rostro.

—Solo perdemos el tiempo —masculló irritada, luego subió la mirada hasta el cartel—. Oh, genial, necesito un trago.

No. No lo hacía, ella no necesitaba caer en eso de nuevo.

—Jessie...

—Vamos por un trago.

—No.

Echó a andar, alterado, Sawyer le tomó por un brazo consciente de que eso provocaría su enfado, pero Jessie solo se dejó girar para mirarlo con una seriedad que helaba por dentro, ¿acaso estaba a punto de resignarse? Su respiración comenzó a aumentar, quería llorar pero estaba resistiéndose y eso le hacía daño, y alteraba al nervioso leopardo que clamaba arañando las paredes de su mente que la envolviera en la seguridad de sus brazos.

—Estamos perdidos. Tenías razón... —sus labios temblaron, y ella, cediendo su orgullo evitó su mirada—. ¿Qué estamos haciendo Sawyer?

El olor salino se hizo más fuerte. Demonios, Sawyer tenía tantas ganas de abrazarla...

—Jessie calma, ya lo resolveremos...

—No... —Volvió a temblar, respiró una vez más pero los temblores en sus labios no amainaron, tampoco el llanto que tragaba—. Tal vez..., esto es en vano..., no lo traeré de regreso conmigo. Deberíamos volver, yo..., rayos. —Negó bajando la mirada—. Detesto verme así.

Y el detestaba que tragara tantas emociones nocivas, que ocultara sus sentimientos de tal forma que se hacía daño a sí misma.

—Jessie... —Endulzó su voz, giró su bello rostro con un dedo y luego lo subió para poder ver el hermoso color avellana de sus ojos—. Puedes... —¿Qué rayos iba a decirle para tranquilizarle? Ella no seguía consejos era tan independiente como el viento—. Tú puedes llorar, puedes gritar, puedes golpearme ahora mismo y decir mil razones para dejarlo todo, pero..., tú no puedes rendirte y lo sabes. Porque volver ahora, sabiendo que Arif descubrió algo que nadie más supo, hará que te arrepientas. ¿Qué sucede si, esa mujer planeaba hacer algo malo? ¿Qué pasaría si hay una amenaza mucho más grande, para tu clan, para nuestra raza o para el mundo entero? —Silencio, oh..., era terrible dando consejos pero estaba desesperado por cuidar de ella, necesitaba afecto, contacto—. No lo sabemos aún, pero podemos averiguarlo.

Jessie cerró los ojos, y Sawyer se deleitó durante esos frágiles segundos en los que pudo contemplarle, estaba tan cerca de ella..., de su cítrico aroma que despertaba su hambre, del rubor en sus mejillas y el calor de su cuerpo, del sabor que ocultaban esos labios..., y así, tan cerca y a la vez tan lejos, él ya sentía que ella confiaba en él.

—Necesito un trago.

—No, Jessie, no probarás una gota de alcohol.

—Oh vamos gato, no seas aguafiestas, lo necesito.

Con ambas manos le tomó el rostro, preguntándose qué rayos le había sucedido para recurrir al alcohol cada vez que se sentía sin opciones, acorralada, Jessie ocultaba tantas cosas..., y Sawyer necesitaba desesperadamente saber cada una de ellas.

—No, solo es una excusa, estamos sin opciones pero encerrarte a beber no es una de ellas —elevó la voz—. Así que vamos a volver a la plaza, te subirás a esa motocicleta y nos llevarás a Thompson Falls para averiguar de una maldita vez qué es lo que está pasando.

Ella se quejó en un gruñido bajo que retumbó contra su cuerpo, bien, estaba de vuelta.

—Eres tan..., tan..., exasperante.

Sawyer sonrió complacido.

—No sería un felino si no lo fuera.

Logró alejarla del bar, pero mientras tomaban el rumbo de regreso al lugar en donde dejaron la motocicleta, Sawyer pensó si había hecho lo correcto, la incertidumbre de no saber a qué clase de peligro la había dirigido era un amargo pesar clavándose profundo en su carne. Pero en un punto, tenía razón, detrás de todo esto había algo más grande que podría traer repercusiones y ellos estaban en el camino de saber qué era, y así, quizá poder detenerlo antes de que se volviera un peligro mayor.

Odiaba la maldita cosa de dos ruedas, pero por el bien de su angustiado corazón, Jessie fue más prudente al recorrer el camino que conectaba Hungry Horse con la ciudad de Kallispell, de ahí se detuvieron solo para cargar combustible en una estación y comprar algunas barras de chocolate. El tiempo se les escurrió al seguir la senda marcada en el mapa, Sawyer sabía que llegar a Thompson Falls solo era una parte del problema.

La otra era saber qué hacer y hacia donde dirigirse.

La ciudad era más grande de lo que pensó en un principio, él había esperado el tamaño de un pueblo. Estaba a las orillas del río Clark Fork que se extendía hasta el sur. Jessie se detuvo en una calle central.

—¿Qué pasa?

—Debemos preguntar por esa supuesta mina ilegal y cómo llegar ahí.

—Oh, yo creo que deberíamos consultar cómo llegar al monte Headley, es más discreto.

—Bien, allí viene una mujer, hazlo.

Resoplando a través del casco, Sawyer se bajó del monstruoso vehículo que ronroneaba fuerte, esperó con discreción que aquella mujer se acercara, llevaba de la mano a una niña que tomaba helado de vainilla. Cuando ella estaba cerca, se quitó el casco e intentó no asustarla con su tamaño.

—Disculpe señorita —Sawyer se aclaró la voz—. ¿Podría decirnos cómo llegar al monte Headley?

Aquella mujer dudó un segundo, y la niña se escondió detrás de ella. Sí, era la clase de miedo que provenía de tener un tamaño tan grande, las mujeres humanas eran asustadizas, sobre todo porque los hombres dejaron huellas de violencia en sus recuerdos.

—Sí, solo tiene que seguir por Church Road hasta el final de ese camino, en donde encontrará una desviación que lleva a la mitad de la montaña, de ahí deberán continuar a pie, pero no recomiendo subir sin un guía.

Jessie murmuró algo que la humana no pudo, pero Sawyer sí, una burla irónica.

—Oh, muchas gracias señorita.

—Tenga buen día.

Volvió a sentir la vibración del asiento, y la incomodidad de no tener el control.

—Bien, ya escuchaste a la mujer. Andando.

Jessie hizo rugir el motor, Sawyer maldijo entre dientes. Church road atravesaba la ciudad a lo ancho y se alejaba hacia una zona rural, parte de la reserva maderera estatal. Pronto encontraron el final y la desviación que Jessie siguió, el camino no presentó demasiados obstáculos más allá de la altura, y a mitad de la montaña en una saliente plana, tuvieron que detenerse.

Tras apagar el vehículo, Jessie se bajó y se quitó el casco, desde ahí observó el entorno, el viento susurrante que mecía la hierba y los matorrales a su gusto le alborotaba ese corto cabello castaño. Ella estaba estudiando el terreno desconocido, haciendo un barrido visual, sin embargo, Sawyer notó algo más, Jessie no usaba el olfato.

Por lo que tenía entendido, el sentido primario de los lobos era el olfato, ellos se guiaban desde ahí, lo usaban no solo para oler, sino para rastrear, percibir, sentir el gusto de las emociones, raro, sí, pero a través del olfato ellos conocían el mundo y reaccionaban a él. ¿Por qué Jessie, siendo una loba hasta la médula, no lo usaba?

Sawyer estaba cansado de morderse la lengua.

—¿Detectaste algún olor extraño? —Preguntó, para disimular fingió estar buscando algo.

—No... —murmuró—. Yo... —Se detuvo, inhaló profundo.

—¿Qué pasa?

En sus ojos de avellana encontró resignación.

—¿Puedes rastrear por mí? —Sorprendentemente, su voz salió más frágil de lo que jamás había escuchado en ella antes.

Sawyer se acercó.

—Claro, pero..., ¿puedo preguntar...?

Jessi chasqueó la lengua, dirigió su mirada de nuevo al horizonte, allá abajo estaba la pequeña ciudad, y el río, los campos de trigo y maizales, y los cerros.

—Yo..., no tengo un buen sentido del olfato.

Su murmullo fue tenue, más las palabras indicaron algo extraño.

—¿Cómo que no?

—No lo tengo —replicó—. ¿Entiendes? Apenas puedo percibir los olores que un humano normal puede.

Ella se cruzó de brazos, suspiró. Sawyer quedó en silencio, pensando en las dos posibles opciones que esa confesión le dejaba, era inocente, casi sin importancia, pero para una loba era todo.

—Así nací —dijo en voz baja—. Con un pesado equipaje lleno de defectos.

—Oye...

—No, es verdad. —Giró hacia él, y comenzó a enumerar con los dedos—. Síndrome de abstinencia, bajo peso, déficit de crecimiento, sentido del olfato casi nulo..., el combo completo.

Lo dijo tan rápido que por poco pasa por alto la primera cosa, sus alarmas se dispararon.

—¿Eloise se drogaba?

Jessie abrió los ojos.

—¿Qué? ¡No! Ella no... —Bajó la mirada—. Ella no es mi madre biológica.

—Ah...

Jessie tenía la mirada brillosa cuando volvió a mirarlo de frente.

—Mis padres tenían diecisiete años cuando me concibieron, adictos al crack, con un montón de problemas encima. —Negó—. Y yo soy el ejemplo de lo que sucede cuando se hacen las cosas mal.

El leopardo gruñó por dentro al escuchar ese tono de decepción, si supiera la forma en que ella se veía, lo que realmente era, si Jessie pudiera verse bajo sus ojos, comprendería que no era un desastre, mucho menos una locura hecha mujer, no, para Sawyer ella era fuego ardiente con un buen corazón y lengua de acero.

Sawyer giró hacia ella, acercándose con lentitud fue cortando la brecha que los separaba, ella parecía incapaz de mirarle a los ojos, solo se mantenía muy quieta en su lugar las avellanas de sus ojos clavadas en su pecho. Jessie no era una mujer que quedaba quiera ante el avance de un hombre, esta pequeña mujer era combativa, luchaba siempre por el control y ahora... Parecía tan... Frágil... Irresistible, y su olor le estaba volviendo loco, era una marca caliente que le impedía procesar bien lo que sucedía alrededor, y eso le dejaba en una terrible desventaja.

—Jessie...

—Sawyer... —su nombre fue dicho con suavidad, encendiendo el fuego en su interior al reconocer un atisbo de necesidad.

—Jessie yo...

Una mano se dirigió hasta su hombro, sus esperanzas de obtener algo volaron alegres mientras respiraba, mientras le veía de piez a cabeza y se detenía en esos ojos de loba, tan fuertes y frágiles a la vez.

—Veamos que encontramos por aquí —dijo, en una orden disfrazada—. Vamos.

El leopardo protestó cuando le dejó ir, y no fue fácil lidiar con eso y su cuerpo prendido en llamas.

Subieron metiéndose en entre los matorrales de altos arbustos, hacia la cima se enfilaban algunos árboles abandonados, el viento se hizo más intenso, y el espacio entre ellos, incómodo.

—¿Cómo llegaste al clan? —Preguntó.

Ahora ella parecía más abierta a hablar.

—Antes las autoridades humanas obligaban a los clanes cambiantes a hacerse cargo de los niños que fueran huérfanos. Viajé de hospedaje en hospedaje hasta llegar al White Ilusion en Paradise City. El padre de Derek me llevó junto a otros siete, pero solo yo me quedé.

—¿Qué pasó con los demás?

El rostro de Jessie se tornó sombrío.

—Huyeron, supongo que no estaban acostumbrados a recibir ayuda.

—Oh vaya..., pensé que habías crecido con Arif.

—Lo hice, pero él llegó un año después.

Silencio. Ella se perdió entre sus recuerdos, y se fue, inalcanzable para él, no podía hacer nada más que esperar a que decidiera retornar al presente. Mientras le permitía un tiempo de silencio, Sawyer se encargó de sentir el mundo por ella a través de su olfato, tenía decenas de preguntas que quería hacerle, una de ellas luchaba por salir, pero la detuvo, saber si podía detectar su olor personal no era importante por el momento.

Arriba el aire estaba enrarecido, pero concluyó que se debía a la altura en la que estaban, al mirar alrededor, supo que estaban solo en una parte de la montaña, en la cumbre de una ladera que seguía hacia el oeste inclinándose y subiendo más.

—No hay nada aquí —Jessie habló, dio una vuelta completa—. Nada.

Sawyer se movió, hasta llegar a un pino aislado y pelado hasta la copa, al detenerse cerca de la base, notó en el tronco un largo corte diagonal. Parecía hecho con cuchillo.

—Esto puede servir.

—O es la huella de un montañista que anduvo por aquí —el escepticismo de Jessie hizo que el leopardo gruñera, ella se detuvo junto a él.

—No lo sé..., tengo una corazonada.

—¿Quieres transformarte?

Sawyer miró alrededor, el animal susurraba que había algo raro además del aire, y podía averiguar qué era si estaba en su segunda piel, pero dudó en hacerlo, estaban en un sitio desconocido, al aire libre, desprotegido, no tenía la seguridad de que alguien estuviera por ahí. Llevándose una mano al cabello, Sawyer sofocó el miedo, ningún ser humano de estas tierras había visto jamás a un leopardo de Amur, no conocían las diferencias que lo alejaba de los leopardos comunes, esa era su ventaja, y en todo caso, si alguien le seguía la huella podía evadirlo como lo hizo tantas veces atrás.

Sawyer siempre vivió evadiendo cazadores...

—La tierra se siente suave —Jessie habló, pasando su peso de un pie a otro—. Y no es por la humedad, ¿puedes notarlo o solo soy yo?

Sawyer se movió, en efecto, se sentía algo blanda, al agacharse percibió un olor metálico que le dejó intrigado, ¿era normal que esta tierra seca oliera a metal? Tal vez alguien estaba dejando contaminantes.

—Huele un poco extraño, pero creo que solo es tierra.

Al ponerse de pie, Sawyer pisó con fuerza para asegurarle, y luego le ofreció una sonrisa suave.

—¿Convencida?

Pisó de nuevo, y esta vez la tierra tembló.

—Eso no es normal...

—Retrocede...

La tierra se abrió debajo de ellos, dejando que esa orden quedara transformada en un grito prolongado en el vacío, un cuadrado de luz se alejaba a medida que caían en la profunda oscuridad.

Y al terminar sobre algo esponjoso que amortiguó su caída, el grito de Jessie le hizo perder el control sobre el leopardo furioso... 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top