Capítulo 15


O la temible Dama de Hierro...




La gran mano del leopardo de Amur estaba sobre la suya y eso no le importó, le ayudaba a espantar la horrible y asfixiante sensación que le comprimía el pecho, además de que ahora lo veía como una persona amable, y no como el gato molesto que solo la quería como su compañera, Sawyer se comportaba diferente, sin embargo seguía dudando si no ocultaba algo detrás de esa fachada.

Al llorar sus mejillas se calentaron y Jessie maldijo internamente su debilidad, pero necesitaba liberarlo mientras buscaba a Arif entre las estrellas que tanto le gustaban. De solo recordarlo su corazón ardía con mayor fuerza, fue imposible regresar del pasado, de esos momentos en los que encontró un cachorro de pelaje gris ocultó entre unos matorrales, era la primera vez que veía a uno de su edad y para ella fue..., como si encontrara una parte de su familia, alguien con quien sentirse segura pues en el clan no habían cachorros de camada con los que jugar, solo lobatos jóvenes.

Jessie recordó lo enojado que estaba Arif durante esas semanas en las que trató de hacer que saliera de su escondite, lo difícil que le resultaba confiar en alguien que no fuera él mismo. Llegó destrozado por completo, y hasta el momento Jessie nunca supo si había logrado rearmarse a sí mismo, sanar las heridas psicológicas que le produjeron los años encerrado en un recinto ilegal, el lugar donde los Cazadores humanos desechaban a sus capturas menos valiosas. Era un huérfano igual que ella..., oh ambos fueron tan similares..., ¿por qué no le dio una oportunidad? Las cosas habrían sido diferentes de haberle permitido ser su pareja.

Jessie abrió los ojos cuando percibió una emoción ajena a las suyas que giraban sin descanso, encontró al leopardo reclinado en el asiento mirando también las estrellas, había tristeza surcando el aire alrededor y era profunda. Entonces recordó las palabras que había dicho, esa promesa al cielo de ayudarle a resolver todo esto. Ella sabía que podía hacerlo sola, era fuerte, era una loba pero agradecía que estuviera tan determinado a ayudarla, las personas solían dejarle por su lado apenas se daban cuenta del carácter que tenía, sobre todo los hombres que decidían dar un paso al costado para no lidiar con su locura.

Sawyer..., parecía no importarle.

—¿Tienes familiares? —Le preguntó, su voz sonó tan horriblemente ronca que se arrepintió de haber hablado.

Pero como si hubiese apretado un botón, Sawyer parpadeó, inevitablemente un par de lágrimas rodaron sobre su rostro, ¿por qué lloraba? Ella volvió a ver los aros que ocultaban esas marcas y la curiosidad creció con fuerza.

—Soy hijo único —respondió, su tono era distante—. No he visto a mis padres desde hace..., he perdido la cuenta.

—¿Huiste de casa?

—Algo así.

El hombre volteó a verle, sus ojos grises, ya sin brillo, se quedaron fijos en ella durante un largo momento en el que solo compartieron esa mirada que aguardaba algo más, y sin embargo, ninguno de los dos parecía querer quebrar ese silencio y dar el paso que aliviaría los amargos pesares que estaban afligiendo sus corazones.

De pronto, Sawyer estrechó la mirada y ladeó la cabeza, ahí fue cuando Jessie se percató de lo grande que era su mano, lo cómoda y cálida, que encajaba tan bien y el solo gesto le hacía sentir segura. Por supuesto, ¿quién no estaría segura con el poderoso y enorme hombre junto a ella? Y su tamaño no se debía a que Jessie apenas alcanzara el metro sesenta.

Es que Sawyer parecía un gigante amable por la forma en que tomaba su mano, en que le observaba, y aunque sabía que el depredador estaba ahí, lo tenía bastante oculto. De pronto quiso saber cómo era su pelaje, qué era lo que lo hacía tan especial y codiciado por los criminales que tanto aborrecía. Y en un momento, la locura le susurró que pidiera que cambie para ella, solo para sentir su pelaje entre los dedos...

No. Jessie frenó sus pensamientos.

—Ninguna persona, a excepción de Harry sabe esto —hablo de repente—. Pero siento la necesidad tan grande de compartir todo contigo que..., oh Jessie..., siento tu curiosidad, ¿puedes guardar un secreto?

Ella quedó prendida por sus ojos que palidecieron en el dorado que fue incrementándose con el paso de los segundos, arrasando con la voz de la razón en su conciencia, la loba se arrastró bajo la piel.

—Sí.

—La verdad es..., que me separaron de mis padres cuando atravesé la primera transformación.

Oh vaya, eso no se lo esperaba.

—Eso es...

—¿Ilegal? —Rió bajo—. Completamente, pero estaban desesperados por salir de las deudas, los falsos científicos tenían el mapa genético de ambos, en algún punto de su ADN tenían genes recesivos para la transformación de un leopardo de Amur siendo ellos dos leopardos comunes, en algún punto tuvieron ancestros de mi tipo. Cuando los encontraron les convencieron de ayudarles en el proyecto de revivir una estirpe extinta, y de su unión artificial salí yo.

—Oh... —Jessie estaba completamente asombrada—. ¿Y qué sucedió con ellos? ¿Qué hicieron contigo?

Esos ojos se tiñeron con un deje de tristeza y algo de..., decepción, supo que venía algo malo y entonces ella sintió culpa, tanta culpa..., maldijo su habilidad empática que le hacía desear consolarle... ¿En qué rayos estaba pensando? Este acercamiento era peligroso para ella, no quería involucrarse... ¿Quería? Quizá el dolor que Arif le dejó con su abrupta partida le estaba poniendo demasiado sensible y necesitada. Jessie recordó todas las veces en que buscó desquitarse la frustración que ocasionaba sus rechazos, todos aquellos hombres huían de ella al no poder controlar el temperamento mordaz, no quería lastimar a Sawyer, él podía encontrar algo acorde a lo que era, quizá una suave mujer tierna y sumisa, ¿qué dama no caería a gusto entre esos enormes y fuertes brazos?

—Un millón y medio de dolares al mejor postor —habló—. Así es como terminé siendo propiedad de la colección de Alexander Luren.

Jessie buscó de nuevo los aros, intrigada.

—Cuando crecí mi valor aumentó a diez millones, me vendieron a la colección de Vittorio Bulgakov, el que me hizo estas marcas... Y otras más. —Negó moviendo suave la cabeza, mechones de cabello castaño cubrieron su frente y parte de sus ojos—. Ahí conocí a Harry.

Fue un esclavo. El corazón de Jessie se oprimió dentro del pecho, pobre hombre, pobre niño, haber nacido solo para ser tratado como un objeto curioso, ¿qué clase de monstruo condena a un inocente a tal vida de humillación? Jessie sintió la rabia de la loba crecer.

—Era un niño rebelde y mal hablado, pero eramos iguales, nuestros pelajes tenían valores muy altos en el mercado.

—¿Cómo escaparon?

—En una exhibición fallaron las puertas de los recintos, fue suerte, y los demás nos ayudaron creando un caos difícil de controlar para los guardias. Nos costó, casi nos atrapan, pero logramos salir de la mansión y alcanzar una ruta de escape. Estamos juntos desde ese entonces.

—Oh..., vaya..., yo creí que él...

—¿Tiene sentimientos hacia mí? —Sawyer esbozó media sonrisa—. Harry no siente nada, solo protege al que le da de comer, me necesita para los negocios.

—¿Entonces no son amigos?

—Yo digo que sí, pero él dice que la amistad y el amor son ilusiones.

Fue ahí que el rostro de Sage le cayó de imprevisto, si Sawyer describía de esa manera a Harry entonces su hermana estaba apostando al caballo equivocado, le haría sufrir... «Oh si lo hace le patearemos su peludo trasero»

—¿Tú piensas lo mismo?

Sawyer parpadeó.

—No, yo soy una criatura emocional. —Una sonrisa fue haciéndose más amplia—. Creo en la esperanza y en el amor, en los compañeros de vida y hasta en la existencia de extraterrestres.

Jessie rió bajo, aunque no estaba segura si estaba bromeando o lo decía en serio.

—Ahora..., dime un secreto tuyo.

Ella alzó una ceja.

—Buena jugada, gato.

—Me lo debes.

—¿Disculpa?

Otra risa baja Sawyer inclinó más la cabeza hacia atrás, hasta dejarla en el respaldar de su asiento.

—Revelarte mis humildes y desastrosos orígenes es asunto serio, y además nos hemos distraído del problema mayor, ¿no?

En eso tenía razón, Jessie ya no sentía tanta tristeza dentro, al menos podía respirar, tal vez lo que Derek decía era cierto y este hombre tenía alguna clase de impacto en sus emociones. Ji

—¿Qué quieres saber? —Preguntó, si el silencio retornaba los recuerdos también lo harían.

—Dime tu mayor miedo.

Jessie tomó aire, esto iba en contra de su naturaleza dominante, las debilidades no eran expuestas así de fácil.

—Solo si tú lo haces primero.

Sawyer emitió un suspiro tenue.

—La reclusión —dijo con seriedad.

—¿Eres claustrofóbico?

—No, no es eso, es... —Exhaló—. Temo volver a ser un prisionero.

Jessie bajó la mirada al notar el tono angustiado, y pudo confirmar que todo lo que vivió desde cachorro había dejado una marca imborrable, a comparación, sus temores en vagos e insulsos.

—Tu turno.

—Bien, me asustan las tormentas —dijo a medias.

—¿Solo eso?

—Sí, ¿qué más esperabas?

Sawyer dudó.

—Ah, no sé... ¿Quizás le temías al compromiso?

Su humor cambió rotundamente al oír eso, Jessie alejó su mano y enderezó su postura inclinándose un poco hacia adelante.

—Eso es algo absurdo.

—Jessie yo...

—Creo que ya puedo dormir tranquila.

Levantándose Jessie reprimió el quejido de la loba que protestó al alejarse, pero era necesario, pues la conversación estaba dando un giro que ella no pensaba aceptar y no quería hablar de eso. Sawyer quedó atrás y ella regresó adentro, al incómodo sillón y a la oscuridad que venía cuando cerraba los ojos.

A primera hora de la mañana Jessie fue despertada por un carraspeo profundo, Sawyer estaba de pie frente al sillón, un poco inclinado hacia ella, había una suave sonrisa que tironeaba de sus labios. Oh sí, con esa vista era un buen despertar... «No pienses esas cosas»

—Buenos días Jessie.

Ella dio un largo bostezo y se incorporó, el reloj marcaba las seis y media de la mañana y parecía que los dueños todavía dormían arriba.

—Buenos días Sawyer.

—Tenemos que prepararnos. —Sawyer miró a la cocina, Jessie giró y con la mano saludó a Trevor.

Un poco tambaleante, se puso de pie, su estómago gruñó de hambre.

—Hay comida en esta mochila —Trevor señaló el objeto sobre la mesa—. Tienen un mapa, un teléfono y algo de dinero. Debemos irnos.

—¿No se ofenderán si no nos despedimos? —Sawyer preguntó.

Trevor dio un lento parpadeo.

—La mudanza los dejó agotados, no quiero despertarlo, necesito a esos dos bien descansados. Andando.

Con lentitud fueron guiados por el lince que parecía cada vez más debilitado, Jessie no pudo evitar sentir preocupación por ese estado tan terrible, cada cinco o diez pasos debía detenerse solo para poder respirar.

—¿No deberías recibir atención médica?

Trevor respiró por la boca.

—Solo un vínculo me salvaría, pero eso está lejos de suceder. —Le miró, sus ojos azules cristalinos estaban resignados—. Esto les debe servir para el viaje.

Jessie miró al frente, la sonrisa que compuso fue difícil de disimular ¡una motocicleta deportiva negra!

—Tiene que ser una broma —masculló Sawyer.

—¡Genial! —Jessie exclamó subiéndose, el casco le quedaba un poco grande pero con un ajuste de tiras se solucionaba—. Es hermosa, ¿pero no se molestarán si la usamos?

Trevor se veía complacido, se encogió de hombros y escondió las manos en los bolsillos de su pantalón deportivo negro.

—Nadie se molestará si presto mis cosas —le guiñó un ojo—. Cuando resuelvan su asunto me la devuelven, intacta.

—Por supuesto —Jessie sonrió y luego se dirigió al leopardo—. Vamos Sawyer, sube.

Con una mirada de disgusto al vehículo, el hombre se despidió agradecido al lince y acomodó su gran cuerpo en el asiento trasero, tras hacerse una cruz se puso el casco y rodeó su cintura, estaba cerca, demasiado para su gusto y oh..., sus fuertes brazos calzaban tan bien que ocasionaron un cosquilleo en su vientre.

Mordiéndose el labio, Jessie arrancó. Rodearon el lago hasta llegar al amplio espacio de lo que parecía ser el centro de reuniones del clan, de ahí giraron al camino que conectaba la ruta. El tramo fue recto y tranquilo, oh..., amaba manejar en motocicleta, la sensación de velocidad era reconfortante, pero parecía que al gato no le agradaba mucho porque estaba tenso y con cada cambio de marcha se apretaba más contra su cuerpo.

—¿Miedo a la velocidad? —Inquirió en medio de una risa.

—Más bien..., miedo a caer de este monstruo.

—Oh, no es un monstruo, es un precioso modelo nuevo, mira puede acelerar mucho más...

—Jessie por el amor a Dios conduce con cuidado.

Ella bufó.

—Eres aburrido.

—Y tú una loca por la velocidad...

—Pero bien que te gusta, ¿no?

Oh rayos, ¿había pensado en voz alta? Jessie se tensó, y una risa detrás hizo que se le erizara el vello de la nuca, el aliento de Sawyer estaba muy cerca de su cuello.

—Sí, Jessie, tu locura me encanta.

Con el nudo en la garganta y las cosquillas revoloteando en su estómago, Jessie bajó la velocidad al mínimo permitido en ruta y transitó el camino en un absoluto silencio. A media mañana llegaron a la entrada de Hungry Horse y en la pequeña plaza del pueblo se detuvieron a revisar el mapa para ubicar la casa del anciano al que irían a ver.

—Dejame hablar a mí, ¿quieres?

Jessie le quitó el mapa de las manos.

—Gato, tú no eres capaz de darme órdenes.

—No eres muy paciente que digamos.

Tras treinta minutos de deambular por las calles de tierra, dieron con un edificio de tres pisos, la casa en donde vivía el anciano se encontraba en el último, en el primero había una tienda de abarrotes.

—No veo ascensor ni alguna cosa para personas con discapacidad.

La observación de Sawyer era correcta.

—Tal vez no ha salido en mucho tiempo.

—Espera... Mira.

En la esquina del edificio, girando, vieron una puerta gris con el cartel de solo para uso de personal discapacitado.

Hay que usarlo.

—Espera, ¿qué? No podemos, el letrero lo dice, iremos por las escaleras.

Jessie se cruzó de brazos.

—Bien, pero tú le preguntarás al dueño si podemos subir.

La tienda estaba casi vacía a excepción del hombre moreno que atendía detrás del mostrador, sin aparentar la inseguridad que Jessie podía notar a la perfección, Sawyer se acercó.

—Em... —Se aclaró la voz—. Disculpa, queremos ver a Jeremy Tremaine, ¿podría decirnos cómo acceder a su departamento?

La oscura mirada del hombre humano se endureció, oh genial, esto no era bueno.

—Mi padre no está en condiciones de hablar con nadie.

—Por favor —Jessie se acercó, le dio una mirada suplicante—. Necesitamos saber algo..., sobre..., Camille Anders.

Un gruñido fuerte le hizo entrar en alerta, ¿los humanos podían hacer eso?

—No pueden hablar con él sobre esa mujer, le hará daño y no quiero que se altere, temo que tendré que pedirle que se retiren.

—No, por favor, necesitamos información.

El hombre estampó un puño sobre el mostrador, Jessie se sobresaltó y Sawyer extendió las garras.

—Creanme cuando les digo que meterse con la dama de hierro genera tragedias y muerte.

Jessie le miró fijo, tal vez no podían tener acceso al padre, pero sí al hijo, y eso era algo con lo que trabajar.

—¿Tú sabes sobre ella?

—No te importa, regresen por donde vinieron y olviden ese nombre.

—¿Por qué tanto temor hacia ella?

—La dama de hierro es el peor enemigo de un cambiante, hay muchas historias sobre ella, una más aterradora que la otra. Tiene poder, y aplasta como un gusano a todo aquel que se interpone en su camino. —Sus ojos brillaron—. No les conviene ir hacia ella. Regresen a sus hogares ahora que pueden hacerlo.

—No podemos, esa mujer... —Sawyer hizo una pausa, y luego maldijo en voz muy baja—. Creemos que es una delincuente y vamos a detenerla.

El hombre moreno rió fuerte, una sonora burla que fue sucedida por una mirada desdeñosa.

—¿Detenerla, ustedes dos? Están locos de remate.

—No estamos solos —Sawyer replicó plantándose firme—. Todo el clan Moon Fighters nos respalda.

Ahora, el tipo parecía convencerse, pues su rostro cambió a una seriedad rotunda.


—Esperen a que cierre y luego vemos.

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