Capítulo 14


O las palabras dichas bajo las estrellas...




Sawyer miró con extrañeza el gran plato lleno hasta el borde con ensalada de lechuga, aderezada con aceite, sal, y pan para acompañar. Del otro lado de la mesa, el gran hombre pelirrojo se preparó un sándwich con un pedazo de pechuga fría que sacó del refrigerador, queso, huevo y zanahorias.

No sabía si lo hacía a propósito, y Sawyer no iba a protestar por un poco de comida, le agradaba comer verduras, pero la lechuga era como una especie de pasto y su sabor solía poner gruñón al carnívoro que tenía adentro. Para suprimir ese raro sabor procuró comer mucho pan, arriba se oyó el sonido del agua, Jessie estaba bien, eso era lo importante, todavía le daba vueltas al asunto de que ellos estaban vivos..., ningún cazador humano liberaba a sus presas.

Estrechando la mirada sobre su comida, Sawyer despejó esos pensamientos y reparó en la tensa presencia del leopardo de las nieves, comparado con él, Harry era un algodón de azúcar, ¿sería acaso que todos los cambiantes de este tipo eran tan reservados y serios? De pronto alguien apareció por detrás y rodeó la mesa con movimientos tan ágiles que apenas pudo percibirlos. Perplejo, Sawyer miró atrás, el ventanal corredizo que daba al balcón estaba cerrado, ¿en qué momento Hazel se había ido? ¿Cómo hizo para ingresar sin hacer ruido alguno? Si Harry estuviera aquí ya le habría iluminado la mente, puede que fuera un solitario arraigado pero le gustaba averiguar todo sobre los demás tipos de cambiantes, afirmaba que era una forma de conocer sus puntos débiles, pero Sawyer sabía que solo era curiosidad felina.

Bajó la mirada cuando la pareja se acercó para otra intensa muestra afectiva, de pronto sintió calor en las mejillas y el leopardo se movió inquieto bajo la piel, ansioso porque Jessie volviera con él. Pobre gato inocente, no se daba cuenta que todavía lo veía como el lastre que arrastraba por obligación.

Sawyer se aclaró la voz.

—He notado que Trevor está..., algo extraño.

Hazel le miró con cierta pena, detrás el leopardo de las nieves le fijó con esos ojos fantasmales.

—No es un asunto de tu importancia —dijo Conrad.

—No seas así, gatito —replicó Hazel—. Él nos dio armamento.

—¿Y eso qué?

Los ojos oscuros de ella volvieron a posarse sobre Sawyer, eran amables y dulces. Hazel tenía una mirada maternal, no como el fuego en los ojos avellanas de Jessie.

—No la hemos pasado bien este último año.

—¡Hazel! —Un estridente llamado le hizo sobresaltarse, pronto otra ágil figura con un regordete cuerpo rodeó la mesa para abrazar a la mujer—. Oh, ¿quién es este tipo?

Sawyer quedó mudo, estupefacto por la forma en que estos linces se movían, ¿acaso no sabían golpear antes de entrar? Parpadeó regresando al momento, Sawyer sonrió a la mujer que tenía en frente, tan pequeña y curvilínea como Jessie, pero con los ojos marrones, el largo cabello ondulado y negro, además de una piel canela. No era como Jessie, y eso hizo que automáticamente le diera una inclinación respetuosa, sin contacto de ningún tipo. Maldito comportamiento animal, si Sawyer pensaba en otra mujer que no fuera Jessie, el leopardo se enfurecía.

—Sawyer Arwall, un gusto.

—Thelma Walsh. —Ella extendió su mano, una brillante sonrisa adornaba su rostro algo alargado—. Un placer conocerlo.

Sawyer capturó el olor del interés, y contuvo al animal que se encrespó al sentir el toque firme de otra mujer. Pero por fortuna, los ojos de Thelma se desviaron al anillo de plata que utilizaba en la mano derecha, justo en el dedo de compromiso, desde que encontró a Jessie lo usaba para despistar posibles interesadas. Tristemente, era lo único que podía hacerle saber a cualquier cambiante o humano que él no estaba disponible, Sawyer quería un vínculo que lo uniera a Jessie, pero eso no sucedería pronto...

—El placer es mío —correspondió con cortesía y volvió a su ensalada.

—¿Este es el intruso que encontraron? —Otra voz, masculina, le detuvo.

Efectivamente, no sabían golpear la puerta.

—Ya no es un intruso Blaze —anunció Hazel.

Sawyer vio al pequeño hombre moreno acercarse a la mesa mientras le analizaba con detalle, estaba averiguando quién o qué era. Se detuvo junto a Thelma, demasiado cerca, la mujer se movió hasta chocar contra Conrad.

—¿Qué clase de cambiante es? —Indagó curioso.

—Leopardo —afirmó, giró el tenedor en la ensalada y se lo llevó a la boca.

—¿Vienes a dar el reporte? —Hazel le preguntó al hombre moreno.

—No, estaba buscando a Trevor, Charlie dijo que se encontraba aquí pero parece ser que llegué tarde.

—Como siempre —agregó Thelma con cierto desdén en su voz.

—Trevor se fue hace media hora —respondió Hazel—. Dijo que iba a hablar con Jude.

Justo cuando parecía que Blaze iba a decir algo, su mirada oscura se detuvo más allá de Sawyer, aquel cítrico aroma hizo que sus músculos se tensaran, no había interés en el lince, pero sí algo que era mucho más difícil de ignorar, agresión.

—¿Qué hace una loba aquí Hazel?

Jessie bajó los escalones con tanta paciencia que el silencio dejó huella en el ambiente, como si no le importase la aversión en el aire y esa incomodidad de parte de las dos mujeres.

—¿Todo en orden? —Hazel preguntó.

—Sí, gracias.

Ella se acomodó junto a él, bajo esa frescura que desprendía el desordenado cabello humedecido, había una esencia subyacente que le alteró apenas capturó el picor salino, ella había llorado.

—¿Quieres algo de comer? —Conrad preguntó.

—No, estoy bien.

Inquieto, Sawyer vio la fecha en el reloj del refrigerador negro. Habían estado fuera por dos días, conteniendo una maldición, deslizó el plato hacia Jessie.

—Come.

—No tengo hambre —murmuró.

—Come.

Jessie corrió el plato.

—No has comido nada en dos días, lo necesitas.

Ella giró, enarcó una ceja.

—¿Lechugas?

Sawyer le empujó gentilmente.

—Es una buena fuente de fibras.

Blaze se aclaró la voz para llamar la atención.

—No han respondido mi pregunta.

Por primera vez desde que bajó, Jessie dirigió su mirada al lince.

—Jessie Smith, parte del cuerpo de líderes del clan Moon Fighters.

El hombre se cruzó los brazos a la altura del pecho mientras estrechaba la mirada sobre ellos.

—Ah, ¿y cómo es que están aquí y no en su territorio?

—Aparecieron en los islotes hace una hora —respondió Hazel.

—Oh..., así nada más, mágicamente, genial eso es muy impresionante.

A su lado, Thelma gruñó bajo.

—No empieces Blaze.

—Oh perfecto, hay que darle cobijo a un par de extraños...

—Trevor dio la orden, genio.

Esa oscura mirada se volvió seria.

—Los lobos dan problemas, siempre. —Blaze sacó un pequeño anotador digital y lo deslizó sobre la mesa hacia Hazel—. Ahí está mi reporte, no hay problemas a la vista..., por ahora.

Y tan ágil como entró, el lince moreno se fue por uno de los ventanales laterales. Esta tensión era incómoda, pero a Jessie no le hacía efecto alguno pues estaba concentrada en dar vuelta los pedazos de lechuga en la ensalada, indiferente a lo que había pasado.

—Disculpen eso —Thelma habló—. Blaze tiene un mal genio.

Sawyer le sonrió con amabilidad.

—No te preocupes, hay uno en cada clan.

Varios si se tomaba a los lobos como punto de partida.

—¿Has podido contactar con tu familia? —Hazel preguntó.

—Sí, estoy más tranquila ahora que ellos no están preocupados.

«Deberíamos llamar a Harry» pensó, pero a último momento descartó la idea, ya había desaparecido días enteros cuando consumía Crazy Green a sus espaldas, ahora había logrado dejar esa maldita cosa atrás, un par de días solo no le haría ningún daño, Sawyer sabía que su amigo comenzaría a preocuparse cuando no le viera en el radar. Tanteó la piel de su nuca, hubo un deje de esperanza en su corazón por no encontrar nada ahí, sin embargo esa cosa seguía anclada firmemente en su piel. Era la peor marca que podrían haberle dejado esas horribles personas, pero al menos servía para hacerle saber a Harry que seguía vivo y bien, de hecho, Sawyer podía imaginar la cara de confusión del leopardo al encontrarlo en una ubicación tan lejana al punto en donde debía estar.

—¿Ya está todo resuelto? —Conrad le habló a alguien detrás.

Sawyer maldijo la habilidad de estos gatos de aparecerse de imprevisto, le hacían sentirse nervioso y acorralado.

Trevor Wessex, alfa del clan de linces Thunder Claws, se detuvo en la punta de la mesa apoyando una mano, respiraba intensamente mientras sus músculos se movían tensos bajo su piel, algo extraño le pasaba, pues podía sentir al lince luchando por salir.

—He hablado con el alfa lobo —dijo, para su sorpresa su voz seguía siendo firme—. Derek se alegró de saber que están vivos, y quiere que regresen a casa.

Jessie... Tan pequeña y fuerte, dejó el tenedor con un sonido metálico y no dudó siquiera un solo segundo en sostener una mirada vacía del hombre frente a ella.

—No —murmuró—. Está loco si cree que dejaré las cosas así.

—Jessie —Sawyer intervino, la verdad era que volver no era tan mala idea, ya se había arriesgado demasiado y no quería que siguiera caminando hacia el peligro—. Tal vez es momento de...

—No —protestó con un tono exigente que le recorrió el cuerpo entero, ella se giró sin darse cuenta que había cedido dominio sobre Trevor y le miró, había una súplica en sus ojos de avellana—. No podemos volver, ya llegamos hasta aquí, debemos seguir.

—¿Seguir qué? —Cuestionó—. Estamos persiguiendo un fantasma.

—¡No, no lo es! ¡Son las huellas de Arif! —Exclamó, sus labios se cerraron con tensión, que luego se diluyó con una larga respiración—. Quiero llegar al fondo de esto, quizás solo así encuentre algo de paz.

Jessie bajó la mirada un poco, jamás lo hacía frente a extraños, pero tal vez Sawyer ya no era uno y eso hizo que luchar entre la prudencia y el instintivo depredador bajo su piel fuera en vano. Por ella era capaz de darle todo, incluso si debía dejarle continuar con esta loca búsqueda, al menos estaría ahí para cuidarle desde las sombras.

—De acuerdo —murmuró, luego al contener la fuerza animal en sus puños, dirigió la mirada a los ojos claros de Trevor—. Nos iremos.

El lince hizo una suave inclinación.

—Mañana, por ahora están débiles y son un blanco fácil, acepten la estadía aquí, recuperen fuerzas y podrán irse a primera hora.

Sawyer asintió.

—Está bien, gracias por la ayuda —sonrió.

—Y en cuanto a la mujer que buscan, hay un viejo que tiene información sobre ella, según dicen fue miembro del equipo de seguridad del laboratorio en que ella trabajó. Tal vez puede ser de utilidad.

—Excelente —Jessie giró, más relajada ahora que tenía oportunidad—. ¿Dónde se encuentra?

—En Hungry Horse, del otro lado del lago, Hazel les dará la dirección. —Trevor esbozó media sonrisa vacía y luego se dirigió a la mujer—. Que su hospedaje sea cómodo —ordenó.

—Entendido.

Cuando Trevor dio media vuelta, Hazel compuso una expresión medio triste, estaba preocupada, quizá su alfa se encontraba enfermo, pero Sawyer no quería...

—¿Qué le pasa a tu alfa? —Jessie soltó la incómoda pregunta apenas el lince estuvo fuera del radar.

La tensión regresó al ambiente y Sawyer se ocupó en mirar más allá de lo que dejaban ver los ventanales. Conrad gruñó bajo mientras lavaba los platos como para ocuparse con algo, Jessie esperaba la respuesta ignorando que ellos intentaban evadirla. Por supuesto, era algo privado y personal, pero la loba al ser Gamma e instructora era curiosa por naturaleza, cuando quería saber algo no paraba hasta encontrar sus respuestas.

—Perdió a su pareja. —Fue Conrad el que respondió con un tono plano, casi vacío de emoción—. Se volverá salvaje, Jude ya está listo.

Hazel bajó la mirada, se mordió el labio.

—Agradecería que no difundan esto con nadie.

—Descuida, somos una tumba.

Hazel asintió.

—Les preparé un sitio para descansar.

Las horas fueron lentas en su marcha llevándose la brillante luz del sol. El trato de la pareja fue suavizándose a medida que hacían de la convivencia algo menos extraño, el leopardo de las nieves seguía siendo un bruto protector pero al menos ya no le veía como una amenaza, tal vez Sawyer le agradaba o el hombre había intuido su necesidad dirigida a Jessie, cualquiera de las dos opciones le sirvió para sentirse cómodo durante la cena.

Jessie no dudó en seguir recabando información sobre el anciano al que verían por la mañana, se trataba de un cambiante pantera jubilado tuerto de un ojo y en silla de ruedas, que vivía gracias al Amonium en baja concentración que dormía a su animal y evitaba las transformaciones, según Hazel si el viejo cambiaba podía morir por los daños que tenía en su cuerpo, además de que no estaba en condiciones para hacerlo.

Un sobreviviente a la explosión tendría que saber si Camille murió o no.

Todo fue calma. Hasta que la noche llegó y algo en Jessie le hizo abrir los ojos a una tenue oscuridad. Había escogido dormir en unas mantas sobre el suelo y un cojín como almohada para que ella tuviera el sillón disponible. Sawyer sintió su temblor y el leopardo susurró que le ayudara, sin embargo, permaneció en su sitio, escuchando como ella casi en silencio se sentaba quedándose así, durante un buen tiempo, hasta que hizo sonar los dientes y se levantó con pasos suaves, discretos, que se iban alejando hacia la cocina.

Uno de los ventanales apenas se escuchó, había salido.

Tranquilizando al insistente animal, Sawyer se quitó las mantas de encima y fue sin tanta discreción, salió a la plataforma que sostenía y rodeaba toda la casa, le encontró en la parte trasera sentada en una de las dos mecedoras de madera que estaban una al lado de la otra y frente a una mesa redonda de vidrio.

—No era necesario que me siguieras —ella dijo en un tono bajo, nada exigente y casi tembloroso.

Pero por supuesto, era Jessie, y al mirarlo se esforzaba por parecer fuerte e intimidante, como la loba bajo su piel que le llamaba a gritos aunque la mujer se resistiera.

—No duermo bien en casa ajena.

Sawyer ocupó la silla vacía y desde ahí contempló las alturas, las copas de los árboles y la quietud de la noche regada de estrechas en un cielo casi limpio. Jessie también las miraba, como buscando algo... O alguien ahí arriba que le diera las fuerzas que le faltaban, si ella supiera que él podía ser ese alguien...

—A él le fascinaba ver las estrellas y dormir al aire libre —murmuró, tanto anhelo había en su voz que le hizo palpitar el corazón con el ardor de los celos—. Quería estudiar astronomía pero se decantó por la mecánica y luego... Por solo cumplir como vigilante.

El dolor de los recuerdos teñía su voz, a Sawyer se le hizo un nudo en la garganta, difícil de pasar. ¿Cómo consolar a una mujer tan volátil como ella lo era? La última vez casi se le tira encima y..., Sawyer colocó su mano sobre la suya, y esperó, el silencio marcó su presencia entre ambos.

Jessie observó su acción, le miró de reojo y cuando Sawyer capturó ese movimiento ella regresó su mirada a las estrellas, los ojos se humedecieron y el salino olor del llanto le llegó como un impacto directo, sus lágrimas salieron lentas, el sonido de su temblorosa respiración era una sinfonía dolorosa, que Jessie se permitiera llorar frente a él era una enorme muestra de que tal vez, ella confiaba en él, o quizá solo era el momento y ya no podía seguir reteniendo su dolor.

—¿Por qué las personas buenas mueren? —Preguntó en voz baja—. ¿Por qué duele tanto cuando se van? ¿Por qué tenía que llevarse mi corazón?

Sawyer no dijo una sola palabra, no había respuesta a esas preguntas tan difíciles, sobre todo esa última que hizo que sus ojos se humedecieran también y que buscara en las estrellas al maldito lobo para que le devolviera el corazón de Jessie. Pero era en vano perseguir una metáfora inalcanzable, porque lo escuchaba latir acongojado cerca y bien sabía que ella podía empezar otra vez, y qué él podía hacer que ya no doliera tanto.

—Llegaremos al fondo de esto —dijo girando para poder verle, el hermoso rostro de abundantes mejillas volteó—. Lo prometo.

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