Capítulo 10


O el peligro de meterse en donde no te llaman...




Como pudo, Sawyer tocó reiteradas veces el timbre de la casa, sus brazos temblaban por el peso de Jessie y él estaba agotado, pero con el corazón lleno y el leopardo dando vueltas de alegría por lo cerca que tenía a la loba. Ella se había desmayado luego de liquidar a los cazadores que intentaron matarlos... O dormirlos... El punto era que lo tuvo con los nervios de punta cuando empezó a murmurar dormida algo sobre experimentos genéticos y un lobo muerto.

La flor le había hecho algo, esperaba que solo fuera una leve inconsciencia.

Su estómago dolió por el hambre, Sawyer volvió a presionar el botón tantas veces que los perros de los vecinos le ladraron. Las luces se encendieron y por fin, Harry le abrió la puerta, sorprendido al verlo su verde mirada reparó en la mujer que cargaba en sus brazos.

—No me digas..., se desmayó por ti ¿verdad?

Sawyer gruñó bajo, no estaba de humor para bromas.

—Ayúdame.

El leopardo le abrió la puerta y Sawyer fue directo a su habitación, Harry movió el cobertor para que pudiera dejarle sobre la cama grande. Movió con cuidado su cuerpo y le cubrió para alejar el frío, esbozó media sonrisa al verle dormir.

—¿Qué pasó?

Miró sobre su hombro al leopardo de las nieves cruzado de brazos un par de pasos detrás. Su estómago volvió a gruñir. Él dio una última mirada a la mujer, y luego le hizo una señal para que le acompañara, fueron a la cocina. Allí se preparó un sándwich de jamón, queso y lechuga. Su cuerpo agradeció el alimento, mientras sus energías parecían regresar, Sawyer buscó una forma de resumir todo lo que había pasado en el día, pero la magia de la comida se desvaneció tan rápido como el sabor, y se sintió cansado, sus ojos pesaban y de pronto el sueño le atacó igual que a Jessie. Intrigado, Sawyer expandió sus sentidos y captó una ínfima esencia floral con un deje ácido impregnada en su chaqueta.

—Sawyer... —la voz de Harry le llegó lenta—. Hey, Sawyer... ¡Reacciona! Mierda...

Cayó. Todo se apagó y se fue oliendo a cítricos al bello país de los sueños, en donde solía ver a una loba blanca sobre lo alto de una escarpada montaña, de pie, orgullosa en la piedra suspendida casi en su totalidad... Oh... Jessie era tan hermosa... Pero como siempre, se iba, dejándole en el solitario bosque esperando eso que lo haría despertar.

Esta vez fueron pequeños pinchazos en su pierna, lentamente, Sawyer fue abriendo los ojos y ubicándose en tiempo y espacio, estaba acostado en el gran sillón blanco de la sala de estar, con medio cuerpo en el objeto y medio cuero en el aire. Levantó la cabeza, el cuello le dolió horriblemente, pero esa sensación quedó ahogada en la sorpresa de ver a un cachorro de león trepando por su pierna. Un par de ojos oscuros, como caramelo desvanecido en un tono más claro, le observaron, el pequeño animal se paralizó en cuanto se dio cuenta que el poste para trepar tenía vida. Sawyer era incapaz de moverse, estaba confundido y a la vez absolutamente maravillado de ver a una bola de pelos tan tierna... Olfateó... El leopardo susurró que se trataba de una hembra, una niña cambiante, de un año y medio tal vez. Ronroneó para calmarla y eso pareció funcionar, pues ella continuó trepando usando esas garras que perforaban más allá de la tela del pantalón.

Pronto estuvo encima de su abdomen y ahí se sentó, le observaba, analizando qué tipo de criatura era él. A esa edad no entendían mucho del mundo, la mente animal y humana no estaban separadas del todo, por eso el comportamiento era animal casi al cien por ciento. Para ella estos momentos en donde se transformaba serían como sueños... Hasta que aprendiera lo que era.

Tras una oleada de ternura cuando la pequeña leona se acurrucó para dormir como un adorable gatito doméstico, Sawyer se hizo a la idea de que una criatura como ella no estaba sola. Los leones no abandonaban a sus cachorros, y no veía a Harry adoptando.

—Papá... —una voz joven alertó algo.

—Oh, Naiara...

Un gran hombre se acercó, sí, calificaba perfectamente como papá león, Sawyer había aprendido a reconocerlos pues siempre conservaban sus melenas. El león tomó con cuidado a la cachorra, quien hizo un gruñido corto al verse molestada en su descanso, Sawyer no se quejó por las garritas pinchando su pecho.

Ahora podía estirar su cuerpo adolorido por la mala posición, observó la hora en el reloj de pulsera y se levantó. En la casa, además del león, la cachorra y Harry, había otro joven que parecía como un pre adolescente. Bostezó, intentó hallar una respuesta al por qué había una familia de leones en su casa.

—El bello durmiente ha despertado —habló Harry—. Bien, creo que podemos empezar.

Sawyer lo miró ceñudo.

—¿De qué hablas?

Harry rodó los ojos.

—Él es Patrick Mcgraw, el león que querías contratar, ha venido para la firma del contrato oficial.

—Oh..., vaya..., qué incómoda situación. —Sawyer miró al león, arregló su ropa desordenada y caminó hacia la cocina para extenderle una mano—. Sawyer Arwall, mucho gusto.

El león le estrechó sin demasiada fuerza.

—Me disculpo por los arañazos en su ropa —dijo, su voz era profunda—. No he encontrado a una niñera que esté dispuesta a cuidar a dos cachorros de león.

Un bufido le hizo cambiar su atención al niño sentado junto al león.

—Como si necesitara una niñera...

—Ian, no empieces.

Sawyer vio a la pequeña moverse inquieta sobre el regazo de su padre, esos gruñidos eran adorables.

—¿Dónde está su madre?

Los ojos verdes de Patrick se oscurecieron ligeramente.

—Murió —habló el otro niño, casi con desinterés.

—Oh..., yo...

—Sawyer, ¿por qué no vas a arreglarte un poco? Hueles terrible.

—De acuerdo, volveré en diez minutos.

Retrocediendo, Sawyer se apresuró a salir de ese entorno tenso, maldijo su legua floja mientras abría despacio la puerta de su habitación. Por imprudencia olvidó cerciorarse de que su huésped siguiera durmiendo, o al menos que estuviera vestida, la mente de Sawyer hizo un corto circuito cuando vio a Jessie a través del cambio a la forma humana, su ropa estaba destrozada, los cobertores de la cama rasgados, sin embargo ella volvió a forzar otro cambio en cuanto le vio.

Y entonces avanzó agazapada, una loba blanca encrespada con los ojos inyectados de furia. Jessie daba miedo, la falta de altura en forma humana la compensaba con un tamaño prominente en piel animal, y era deslumbrante, aún con el enojo encima y las ganas de hacerle pedazos.

—Jessie...

Un gruñido ronco, Sawyer retrocedió.

—Em..., Jessie...

No escuchaba, no se detenía, Sawyer se aferró a la perilla de la puerta y cuando vio que iba a atacar, abrió y echó a correr, el orgulloso cazador se convirtió en una presa de la loba que no daba marcha atrás, le persiguió por el pasillo, le saltó a la espalda, Sawyer cayó al suelo, Jessie plantó firme las patas delanteras a ambos lados de su cabeza.

—No, no, no, espera, Jessie..., no ha pasado nada, lo juro por mis nueve vidas. —Ella se detuvo—. Te traje al lugar más cercano para que descansaras, nadie te ha hecho nada malo.

Con un fiero choque de dientes, la loba retrocedió, luego se percató de los curiosos observadores que presenciaban la extraña escena. Sawyer volteó para verla, ella volvió a gruñirle una amenaza. Sus ojos eran hermosos, podría perderse en ellos sin siquiera sentir necesidad de volver a casa, pero ahora mismo debía hacer que su instinto protector se desactivara.

La loba no quería hacerle daño, porque lo veía como un compañero, la mujer..., ella no dudaría en morderlo a la menor provocación.

—Oye, necesito a mi amigo para hacer negocios, ¿podrías dejar que se levante? —Harry fingió un tono amable—. Después puedes jugar a cazarlo.

Unas risas apaciguaron el ambiente, Jessie notó a los cachorros, rasgó el suelo con las garras, retrocedió. Sawyer pudo darse vuelta para ponerse de pie.

—Creo que necesitarás ropa nueva.

Jessie le hizo un ademán, por supuesto, no iba a darle la espalda. Típico comportamiento lobuno. Sawyer regresó a la habitación, dejó la puerta abierta para que ella pudiera ingresar. Fue directo al armario, sacó una de sus camisas y la dejó sobre la cama, luego fue al baño y ahí cerró la puerta.

Al ser una loba de clan sabía que ella no tenía problemas con la desnudez, pero eso solo se aplicaba con sus compañeros de clan, con el resto del mundo ella defendería su cuerpo y espacio personal celosamente.

Al oír sus quejas bajas, murmullos entre dientes, Sawyer sonrió.

—Esto podría haberse evitado si no hubieras hecho añicos tu ropa.

—Oh, ¿entonces debería haberme quedado sentada sumisamente en una cama desconocida?

Sawyer se lavó la cara.

—Bueno, no, creo que esa no es una reacción lógica. ¿Pero por qué me atacaste?

—Pensé qué...

—Oh, ¿en serio? ¿Piensas que yo haría algo tan horrible?

—Me desperté de la inconsciencia en una cama ajena, ¿qué querías que pensara?

—Jamás haría algo contra una mujer inconsciente —replicó. Secó su rostro con una toalla y preparó su cepillo de dientes—. Te desmayaste por el olor de esa flor, te traje al lugar seguro más cercano. Punto.

Jessie no protestó.

—Sage me traerá ropa.

Cuando Sawyer salió del baño, Jessie estaba envuelta en su camisa blanca, le quedaba grande pero no lo suficiente como para que sus muslos quedaran cubiertos, ella se tapó con los cobertores de la cama, solo entonces se percató de los arañazos en la tela. Sus ojos le buscaron, había cierta pena en el color avellana.

—Conseguiré uno nuevo.

Al verle así... El aliento se le quedó atascado en algún lugar, y el leopardo ronroneó por tan deslumbrante vista, es que Jessie tenía ese poder sobre él, que en su mirada rebelde le tenía dominado por completo y ni siquiera se daba cuenta de eso. El desorden de su cabello revuelto y el sueño que todavía poseía sus ojos, esa expresión que le decía que cualquier paso en falso sería el último antes de caer en sus garras. Todo de Jessie era único.

—No importa, es un traste viejo.

Sawyer le dio la espalda para buscar ropa nueva, juró que ella le observó cuando se cambiaba..., bueno, él no tenía prejuicios, estaba conforme con lo que era y orgulloso de sus dos formas, aunque no pudiera mostrarle al mundo su otro pelaje. «Pero a ella sí» susurró el animal «Ella no nos va a entregar, podemos confiar... » Sawyer ignoró eso, y fue inevitable que la imagen de Katya se le apareciera en la mente para recordarle que no podía confiarle su mayor secreto a nadie.

Katya no dudó en venderlo a un cazador solitario, Sawyer escapó de milagro y Harry se encargó de liquidarlo. Esa huella se había transformado en un nuevo aprendizaje, porque una mujer era un arma de doble filo. Y Jessie podía destruirlo como cualquier otra.

—En cuanto llegue tu hermana, la haré pasar —dijo una vez arreglado.

—¿Por qué está ese león aquí?

Sawyer se dio vuelta.

—Pienso darle un trabajo, ¿por qué preguntas, lo conoces?

Al verlo a los ojos, Jessie ladeó un poco la cabeza, parecía perdida en los recuerdos.

—Él fue prisionero del clan hasta que pasó lo de Derek, pero luego fue perdonado. Oh..., tengo una idea, Patrick puede ayudarnos.

—¿Con qué?

—Las coordenadas. Él puede dar con la ubicación de Camille.

Mientras ella buscaba el libro de notas, Sawyer pensó un montón de maneras de decirle que era una completa locura, pero al instante supo que todo esto le alejaba de la pena que Arif había dejado en su corazón al morir, si Jessie no hubiese tenido estas sospechas..., quizá ahora mismo la situación sería diferente, y él sabía con certeza donde estaría... Bebiendo en un bar.

—Sí, creo que puede funcionar —dijo, a pesar de los exigentes susurros del leopardo que pensaba que estaban caminando directamente hacia el peligro—. Veré que nos ayude.

Le ofreció una amable sonrisa que ella no correspondió, pero a cambio la mirada de Jessie ya no demostraba desconfianza, bien, ese era un gran paso y Sawyer no tentaría su suerte... Por ahora.

Al volver a la cocina, el espacio estaba extrañamente silencioso y eso fue incluso más incómodo, Patrick se veía impaciente y la pequeña cachorra jugaba con los muy costosos audífonos de Harry. Al leopardo no parecía importarle los pequeños dientes clavándose en el sistema de control de volumen, ¿quién era capaz de arrebatarle un juguete a un cachorro? El leopardo de las nieves era despiadado pero no a ese nivel.

—Disculpen el retraso —dijo, dejó el libro de notas sobre la isla y de inmediato se puso a analizar el contrato que haría del león su nuevo buscador de clientes—. Bien, creo que todo está en orden, solo necesita nuestra firma.

Sawyer garabateó su nombre sobre el papel y después le extendió las hojas junto al bolígrafo cromado. Sonrió cuando el león terminó su firma, le daba una cálida sensación de bienestar darle empleo y dinero a alguien que lo necesitaba, no debía ser fácil cargar con dos cachorros sin madre, menos cuando ambos estaban en edades tan complicadas, la post transformación y adolescencia eran épocas turbulentas en la vida de cualquier cambiante.

—Perfecto, bienvenido al negocio —Harry le estrechó la mano, Sawyer se le unió después.

—Ahora, tu primer encargo.

Fue hasta la sala, de la pequeña mesa de cristal tomó su computadora.

—Quiero que rastrees estas coordenadas y este nombre.

Le entregó el aparato junto al libro de notas, a medida que leía el rostro del león fue cambiando, de un incipiente entusiasmo a la expresión que decía sin palabras que era una completa locura, bien, Sawyer también creía eso pero lo hacía por Jessie y ella valía cada maldito riesgo con tal de ayudarle.

—Tienes que estar bromeando —Patrick dijo al terminar—. Camille Anders, ¿en serio?

—¿Quién es esa mujer? —Harry preguntó intrigado.

—Una genetista muy peligrosa, todo el mundo dice que murió cuando hicieron volar su laboratorio.

Oh genial, estaban buscando a otra muerta.

—¿Hay pruebas?

El león negó.

Naiara saltó a su pecho y sus garras se atascaron en la tela del buzo negro.

—Nunca encontraron su cuerpo o restos de ADN, pero no aconsejo encontrarla.

El verde de sus ojos se tornó en un dorado lleno de peligro, y de pronto, Sawyer se encontró con la clara advertencia del poderoso león oculto dentro del hombre.

—La gente suele desaparecer cuando se meten en donde no le llaman, sobre todo si hay cosas ilegales de por medio.

Recordó las criaturas que por poco los atraparon en la noche, seres implacables con grandes habilidades y nada de consciencia, como... Máquinas. ¿Se trataba, acaso, de un nuevo tipo de cambiante? Y si era así, ¿Camille estaba creando soldados? Sawyer quería respuestas, pero todavía faltaba la conexión con Arif Anyelev y por qué motivos terminó suicidándose.

¿Había llegado a Camille? Eso daba paso a que tal vez, el lobo haya hecho un descubrimiento tan desagradable como para quitarle las ganas de vivir..., o quizá Arif había sido aniquilado sin que sus asesinos dejaran huella alguna, y lo hicieran pasar como un suicidio.

Si eso era cierto, entonces tal vez sus asesinos eran como esos cambiantes siguiendo órdenes precisas, sin olor para dar pistas a rastreadores, sin huellas dactilares para obtener ADN, un cambiante así era el perfecto asesino.


—Rastrea la ubicación de esa mujer —ordenó—. Prometo recompensar el riesgo.

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