Capítulo 33: El orfanato de los frustrados

Eran las siete de la mañana y el Lexus azul prusia de Gea se detuvo frente a casa de Ruth y el peliblanco se apresuró en dejarle una llamada perdida avisándole que ya se encontraba esperándola en compañía de Denzel como copiloto. La pelirroja se retiró de la mesa del comedor donde desayunaba tranquilamente con sus padres para entonces recoger su mochila sobre el sofá floreado, se despidió de los mayores con un beso para cada uno y por último atravesó la puerta de la entrada vislumbrando el auto aparcado en la acera de enfrente.

Vernon y Stella le habían dado permiso a la chica para perderse tantas horas a un sitio tan lejano. Digamos que se compadecieron al escuchar la historia de su amigo huérfano, además de que consideraban que junto a Baek estaría en buenas manos.

Las manos de Baek eran tan buenas que cada vez que surgía un chance se escapaban hacia la intimidad de la pelirroja... padres inocentes.

Ruth salió de su porche y en pocas zancadas ya se encontraba abriendo la puerta trasera del auto. Con prisa se introdujo ya que el frío del ambiente le estaba congelando las mejillas. Los chicos sonrieron al verla y el peliblanco, necesitado de sus caricias, en un solo movimiento ya se encontraba con la mitad de su cuerpo en el asiento trasero mientras le robaba besos a su amiga. Ella le correspondió encerrando el delicado rostro de Baek entre sus manos para entonces poder morder sus labios y este perdía el aliento por no querer alejarse de su boca.

—Como no se separen de una vez voy a terminar salpicado por toda la baba que sueltan. ¡Babosos! —zanjó Denzel quien asió al peliblanco del brazo para separarlos.

Ruth se desternilló en risas y Baek le dedicó una mirada asesina al trigueño, este en respuesta le dio un pequeño empujón en el hombro para después ordenarlo a conducir. Los tres adolescentes pusieron en marcha su viaje que duraría unas cuatro tortuosas horas, pero todo sea por Denzel. La pelirroja acercó su dedo índice a la radio y presionó el botón para reproducir la música de alguna emisora y así entretenerse haciendo discretos movimientos de baile con su cuerpo, quería opacar con canciones a la molesta voz del GPS. El trigueño por su parte hizo sonar los huesos de su espalda acomodándose en el asiento para entonces comenzar a leer una novela de ficción en su teléfono. Baek solo podía prestarle atención a la vía y durante uno que otro instante aprovechaba para deleitarse con la imagen de Ruth en el retrovisor. Tenían muchas carreteras por recorrer ya que el orfanato se ubicaba en las afueras de Pennsylvania, distanciado de la civilización, ocultando a niños desamparados en el interior de un bosque inclemente. Intentaron perder el tiempo dedicándose a todo tipo de juegos; compitieron cantando temas musicales en aleatorio; perdían sus miradas admirando cada paisaje; criticaron con bromas a los transeúntes del exterior; se atracaron comprando comida chatarra; Ruth peinó el desaliñado cabello de Denzel innumerables veces; se tomaron fotos; se dejaron atrapar por las redes sociales e incluso durmieron —a excepción de Baek—; pero ya habían transcurrido demasiadas horas y sus espaldas no aguantaban más tiempo en la misma posición, se les gastarían las nalgas de estar sentados en ese auto.

Lo peor era que aún les quedaba el viaje de regreso.

Como si el universo hubiese escuchado sus súplicas, ante ellos apareció un bosque frondoso con obstáculos para el vehículo. Se adentraron cautelosamente, evitando los arbustos, troncos caídos, y los baches en la tierra. Baek agradeció cuando el GPS le indicó girar hacia la izquierda y así tomar rumbo por un angosto camino de asfalto que al parecer fue construido para que los autos pudiesen conducir en el interior del bosque y llevarlos directo hacia la institución. En tan solo diez minutos ya pudieron apreciar el orfanato Happy Kids a pocos metros, destilando esa mala vibra mezclada entre la infancia y la tristeza. La verja estaba cerrada, ellos no esperaban a ningún visitante y en la ventanilla de la garita situada cerca de la entrada se podía atisbar a un señor de guardia. Detuvieron el auto, Baek y Ruth le dedicaron una mirada comprometedora a Denzel mientras que el chico tragó saliva respirando profundo, su rostro se enserió con tan solo ver el panorama. Incluso el clima invernal servía de apoyo para realzar la apariencia melancólica de ese orfanato.

El trigueño tomó una bocanada de aire y se retiró el cinturón de seguridad para después regalarles una sonrisa de boca cerrada a sus amigos.

—Despreocúpense, yo entraré solo. No creo que permitan visitantes así porque sí.

Baek asintió— Está bien, Ruth y yo saldremos un rato a estirar las piernas por el bosque.

—No se alejen mucho, se pueden perder. —advirtió el trigueño.

—Tranquilo, tendremos cuidado. —afirmó la chica.

Entonces los tres salieron del coche y al unísono emitieron jadeos placenteros por la gratificante sensación de haber estirado sus músculos por primera vez en cuatro horas. Los chicos le dieron un abrazo a Denzel antes de comenzar su paseo por el bosque mientras que el susodicho se acercó con pesadumbre a la imperiosa verja de la entrada. El lugar parecía estar recién reparado ya que el color azul de sus amplias paredes se veía más vivo, no había rastro del sucio moho y la construcción se notaba más fuerte. Este hizo señas con sus brazos para llamar la atención del guardia y que este notase su presencia. Efectivamente, el señor dejó a un lado la revista que estaba leyendo y se acomodó sus anteojos para observarlo desde la ventanilla, salió de la garita y con las manos sobre sus caderas dio zancadas hasta posicionarse frente al joven del otro lado de la reja. Con el ceño hundido le preguntó:

—¿En qué puedo ayudarte niño? —le habló en un tono inquisitivo pero sin llegar a tratarlo mal.

—Vengo a visitar a la trabajadora social o la directora, cualquiera de las dos que me pueda atender. —informó esbozando una sonrisa tímida.

—Aquí no está permitido que pasen personas del exterior que no tengan ninguna relación con el orfanato, o con los internos. Y la directora no se encuentra. —respondió con autoridad.

—Soy consciente señor. Yo era un interno en este orfanato hasta hace unos años, mi expediente sigue aquí, debo de aparecer en el sistema. Si quiere puede comprobar, mi nombre es Denzel Fox. —explicó sintiéndose incómodo, no le gustaba estar allí.

—Ok, ahora regreso.

Sin perder su mirada firme le dio la espalda al chico para dirigirse a su garita y chequear la información en la base de datos del ordenador. Un minuto después los portones de la verja se abrieron de forma automática, rechinando el hierro oxidado. El guardia se asomó y le dio una mirada aprobatoria a Denzel para que continuase su camino. Este suspiró al dar sus primeros pasos sobre el suelo de granito, ya estaba oficialmente dentro del orfanato. Volteó para observar todo el patio, suspiró al ver a los niños jugando en los bancos, saltando la cuerda, las niñas peinando muñecas. Sus semblantes de inocencia y soledad le hacían querer salir corriendo de ese lugar. En otra esquina vio a los típicos fortachones adolescentes reunidos para ejercitar a la vez que exhibir expresamente sus músculos. Entonces, sus ojos marrones cayeron sobre la altiva torre, allá ubicada en la parte más lejana de la institución siendo flanqueada por frondosos árboles que aportaban a su aspecto siniestro, los mismos barrotes oxidados en las diminutas ventanas de cada piso que constituían la única entrada de iluminación en el interior. Un espasmo recorrió la columna de Denzel al ver la torre de los castigos. Volver a estar de pie frente a ese lugar le hacía replantearse toda su existencia, el trigueño temblaba sin sentir frío, la única sensación que abundaba en su cuerpo en ese instante era la del temor por volver a estar tan cerca de aquella torre.

En el interior de esos ladrillos grises se habían quedado encerrados los lamentos de todos los huérfanos.

Sus labios tiritaron por segundos y tuvo que llevarse la mano al pecho para volver a sus cabales. Hacía años atrás se había prometido no volver a poner un pie en ese lugar y ahora estaba a punto de perder su libertad nuevamente. Denzel prosiguió encaminándose hacia la puerta principal, una vez allí le atendió la empleada de la recepción explicándole que la trabajadora social había sido trasladada a otra oficina y por cuáles pasillos debía coger para encontrarla. Pese a esto el chico siguió sin entender cómo llegar, evidentemente había olvidado algunas direcciones dentro del orfanato. Decidió no seguir perdiendo su tiempo intentando entender aquella explicación, ya encontraría la oficina él mismo.

Mientras tanto, entre los árboles del bosque, alejados de los ojos curiosos de niños desconocidos, se encontraban Baek y Ruth apoyados contra un tronco. El peliblanco escondía sus manos debajo de las prendas de la chica para buscar calefacción en su cuerpo mientras esta jugaba con su cabello sedoso y blanquecino. De repente sintió unas caricias en su vientre y alzó sus cejas en sorpresa inquiriendo con la mirada a su amigo.

—Lo siento Cosa, lo hice por instinto, al saber que estás embarazada automáticamente pienso en pasar mi mano por tu barriga. —se excusó con un poco de vergüenza.

Ella le dio un pequeño beso— Tranquilo, no me molesta, solo que no estoy adaptada. —este le respondió depositando otro en sus labios.

Baek siguió un camino de besos por su rostro que le provocaron un cosquilleo cursi a la pelirroja, luego paseó la punta de su lengua por el lóbulo de su oreja y a la chica una corriente excitante le recorrió su cuerpo de manera fugaz. Sus labios quedaron entreabiertos cuando el susodicho dio suaves mordidas en la sensible zona de su cuello y luego soltó un suspiro en cuanto sintió una de sus manos apretando con exigencia su trasero. Ruth comenzaba a deleitarse con sus caricias subidas de tono pero se llevó una jocosa sorpresa por parte de su amigo, este aprovechó su distracción para lamerle la nariz a la chica utilizando su lengua bien cargada de saliva espesa. Todo con la intención de mortificarla y echarse unas risas a costa de ella.

—¡Baek no! ¡Qué asco!

Su reacción por instinto fue chillar con repulsión y arrugar su rostro, golpeó al peliblanco un par de veces para después apresurarse a limpiar con la manga del abrigo su nariz humedecida. Sin embargo, él se desternilló en carcajadas mofándose de ella abiertamente. La pelirroja lo miró con recelo intentando reprenderlo con sus ojos enfurecidos pero resultó ser todo lo contrario, Baek no hacía más que reír cuando observaba con diversión la forma en que ella pretendía verse malvada.

—Lo siento Cosita pero es que te ves demasiado graciosa cuando te hago estas bromas. —admitió intentando contener sus carcajadas.

—Sabes que odio los lengüetazos en la cara. —masculló entre dientes manteniendo su ira.

—Precisamente por eso lo hago. —confesó dejando salir sus últimas risotadas.

Ruth ofuscó su rostro con indiferencia y él la volvió a encerrar entre sus brazos obligándola a abrazarlo. Baek se acercó a su oído y con picardía le susurró:

—Tú querías que yo siguiese besándote por que ya estabas imaginando cosas sucias conmigo, ¿verdad? —dijo en un tono meloso.

—Mentiras... —no se atrevió a reconocer la verdad.

Baek fue aguijoneado por la ternura al percatarse en cómo las mejillas de su amiga se fueron tornando rosadas debido a la acusación que le acababa de hacer. Entonces, el chico se sentó sobre el suelo terroso y la invitó a ella para que lo acompañase. Ruth se acomodó a su lado y se le iluminó el rostro cuando lo vio sacando dos boles con comida del interior de su mochila. El peliblanco le ofreció uno para después pellizcarle el rostro a la susodicha mientras ella se fascinaba con los deliciosos mochis guardados en su bol, los rosas estaban rellenos con mermelada de fresa, y los amarillos rellenos con mango. Se le hacía la boca agua de tan solo apreciar la adorable textura de estos dulces asiáticos. Baek le soltó su mejilla que tenía atrapado entre sus dedos para luego decirle con una fraternal sonrisa:

—Madrugué para cocinarlos —Ella le dedicó una mirada romántica—. Sé que te encantan y que además la pequeña cosita que vive en tu barriga solo sabe pedir la comida que yo preparo. —él ensanchó sus labios de oreja a oreja al terminar de hablar, haciendo que sus rasgados ojos se convirtiesen en una línea recta.

—¿Quién está sonrojado ahora? ¿Eh, Baek Demon? —anunció la pelirroja mientras paseaba sus dedos por todo el rostro de su amigo en un gesto cariñoso.

—Lo sé, me estoy volviendo demasiado cursi por tu culpa Ruth Quinn... —expresó en un tono bajo así que unieron sus miradas creando cierta complicidad amorosa entre ellos.

Regresando a los bulliciosos pasillos de un orfanato aborratado en niños olvidados por la sociedad; Denzel caminaba con pasos lentos y desconfiados, intentando recordar las instalaciones del lugar para no perderse del todo. Habían muchas caras nuevas para él, los cuales también le miraban con extrañeza al no reconocerle entre los internos de cada día. El trigueño le pasó de largo a la enfermería pero se detuvo en seco y retrocedió para comprobar si lo que sus ojos habían captado eran lo que estaba pensando. Se acercó a la entrada de la enfermería y se percató de que en el interior se encontraba Jack, un chico que había ingresado al orfanato en el mismo año que él y con pocas semanas de diferencia. Jack era dos años menor, y unos meses antes de que Denzel fuese adoptado por el matrimonio Fox, Jack también se había ido con una familia de acogida. Sin embargo, después de todo ese tiempo, ahí se encontraba ese pequeño chico de vuelta. Sentado en una camilla de la enfermería, con los huesos sobresaliendo en su aspecto y con los ojos ennegrecidos clavados en el piso, su cabello rubio estaba enmarañado entre nudos y tierra mientras era atendido por el enfermero que le curaba algunos raspones en el rostro y otros moretones en sus brazos.

¿Acaso ese era el futuro que le deparaba?

¿Así terminaría Denzel?

¿Encerrado en un orfanato con la mirada perdida y temblando en una enfermería?

Su corazón se aceleró y llevándose una mano al pecho se alejó en zancadas de ese lugar, sacudió su cabeza con fuerza para ahuyentar de su mente aquella escena y el torrente de pensamientos autodestructivos que le estaban llegando. El trigueño siguió su camino con rapidez y algo desorientado por sus sentimientos, lo cual le hizo sentirse más perdido aún dentro de esos pasillos. Sin embargo, un hecho inesperado le hizo regresar a sus cabales, Denzel se sintió culpable cuando tropezó abruptamente contra una chica morena haciéndola caer al suelo. Él se tambaleó sobre su eje pero la pobre desconocida de cabellos rizos se propinó un fuerte golpe en sus glúteos debido a esa repentina caída. Mostrándose un tanto apenado le tendió su mano a la susodicha.

—¿Te ayudo?

Ella levantó sus llamativos ojos verdes con el semblante ofuscado pero después suavizó la mirada al notar su educado ofrecimiento. Esta le tomó la mano y se puso de pie, mientras se recomponía acomodándose la ropa se dedicó a analizar al trigueño desde los pies a la cabeza. Denzel también la ojeó con discreción, era delgada y más alta que él, su espeso cabello rizado y de color castaño le daba ciertos aires de rebeldía y por su apariencia física podía intuir que tendría casi la misma edad que él. Sus piernas eran largas pero con un cuerpo discreto de pocas curvas, en cuanto a su carácter, su expresión imponente le obligaba a bajar la mirada. La chica por su parte mostró una curiosidad notoria en ciertas características del susodicho, como por ejemplo su numerosa cantidad de piercings y colgantes, o también en su peculiar estilo de cabello con la raíz teñida de un intenso rojo.

—Gracias. —dijo a secas mientras se sacudía su cuerpo con las manos.

—Me llamo Denzel Fox. —pronunció esbozando una sonrisa para intentar resultarle agradable.

—Oh... —Ella no había planeado presentarse—: yo soy Paola Vilas, o McSwey... larga historia. —respondió un poco confundida consigo misma a lo que Denzel asintió apretando sus labios para que después se apoderara de ellos un silencio incómodo.

—Por cierto Paola Vilas... —habló él con más confianza—: ya que estamos, ¿dónde queda la oficina de la trabajadora social?

—Es la segunda puerta después de que dobles por ese pasillo —le indicó la rizos al bajito señalando con su dedo la dirección a sus espaldas—. ¿Eres nuevo aquí?

—Técnicamente no, de hecho, soy bastante viejo... solo vine a buscar unos papeles. —respondió este con amabilidad.

—Eh, vale... bueno, suerte con eso. —culminó ella dando el primer paso para seguir en la dirección opuesta.

—Sí, gracias.

Y así cada uno tomó su camino dirigiéndose a donde debían, dos personas de carácter ciertamente diferentes por alguna razón ilógica se habían encontrado. Era como si fuesen de universos distintos, pero el destino era impredecible y quizás, solo quizás, debía de haber algún motivo para que ellos dos se hablasen al menos una vez. Y digo una vez, porque luego de esa mínima conversación, tanto ellos como yo quedamos seguros de que más nunca se volverían a ver.

O al menos no en esta vida de infortunios y decepciones que ambos estaban enfrentando...

Denzel hizo como le indicaron, dobló al final del pasillo y cuando ya estuvo de pie frente a la segunda puerta tomó una gran bocanada de aire para después alzar su pequeña mano y dar dos toques. Segundos después se abrió revelando a una mujer de cuarenta años tal vez, se acordó de ella al instante, era la misma trabajadora social que se ocupó de su caso años atrás. El chico no supo si sonreírle o comportarse con seriedad, se encontraba nervioso e inseguro. La señora solo se quedó expectante a que su visitante mencionara el motivo por el cual estaba allí.

—¡Hola! —exclamó el joven en un fallido intento de ser educado.

—¿Hola? —pronunció ella desentendida.

—Eh... no se acuerda de mí ¿verdad? —titubeó al hablar.

—Atiendo a doscientos treinta y tres niños de este orfanato. Si no me especificas quién eres y a qué vienes pues no, no me acuerdo de ti. —le aclaró sin rodeos.

—Sí, lógico... —Esbozaba una sonrisa chueca y forzada por sus nervios. Miró hacia todos lados organizando sus palabras hasta que se decidió a hablar—: soy Denzel Fox, hace tres años fui adoptado y ahora mis tutores están siendo procesados nuevamente para retirarles mi custodia. ¿Le sueno de algo? —hizo un resumen de su situación suplicando con su mirada que a la señora le funcionase la memoria.

—Sí, por supuesto, puedes pasar Denzel. —asintió terminando de abrir la puerta.

El chico pudo volver a respirar cuando escuchó esas palabras, se sintió tan aliviado que en su rostro se formó una sonrisa tonta. La trabajadora social vestía con una falda de tubo que le llegaba un poco por debajo de su rótula y para arriba una camisa azul de mangas largas que cubría su pecho por completo. Físicamente era sencilla, ni mucho ni poco, pero en cuanto a la estatura se podía decir que estando sobre sus tacones de aguja parecía una gigante al lado del endeble cuerpecito de Denzel. El susodicho pasó al interior de la oficina siguiéndole a sus espaldas y analizando los detalles del lugar. Por lo visto a su encargada le apasionaban las decoraciones minimalistas y de colores fríos, esto se reflejaba en las paredes color mate, los espacios ampliamente despejados, la repisa adornada con un cactus diminuto, entre otras artesanías de tejidos sencillos.

La señora lo invitó a tomar asiento frente a su buró, este obedeció sin rechistar para después quedar distraído observando un retrato sobre la mesa en el que salía dicha mujer en compañía de una niña que debía ser su hija. Esta se apresuró a cerrar los ventanales de la oficina por los cuales se colaba el frío invernal, y una vez que terminó de acomodarse su lacio cabello azabache procedió a sentarse del otro lado del buró. Se cruzó de brazos manteniendo la espalda recta y esbozó una sonrisa de boca cerrada y posó sus grandes ojos sobre el trigueño.

—Muchas gracias por atenderme Señora... —titubeó entre sus recuerdos, no le venía a la mente el nombre de la susodicha.

—Patterson, mi nombre es Cassandra Patterson —informó con amabilidad e inmediatez, a lo que él asintió repetidas veces—. ¿En qué te puedo ayudar Denzel? Imagino que si te has tomado el esfuerzo de viajar hasta aquí es porque tienes cosas importantes para hablar. —Apoyó sus codos sobre la mesa.

—Usted es quien está encargada de llevar mi caso ¿cierto? —inquirió con inseguridad.

—Sí, en compañía con otros agentes judiciales del departamento de menores. —respondió volviendo a acomodarse su peinado hacia otra posición.

—Señora Patterson yo estoy muy necesitado de su ayuda... yo no quiero regresar a este lugar, odio Happy Kids. —suplicó con una mirada doliente y dejando colocadas sus manos temblorosas sobre ambas rodillas.

Ella resopló y se pasó las manos por las sienes— Denzel eso es decisión del tribunal, mi trabajo es solo encargarme de que los niños de este orfanato sean acogidos por familias responsables y descubrir a estafadores como tus tutores, los Fox's. —sintió hastío al mencionar el apellido de estos.

—Su trabajo también debería ser asegurar la felicidad de estos niños, por encima de las leyes —sentenció con los ojos cristalizados—. Happy Kids es un infierno que nos recuerda cada día que fuimos abandonados.

—¿Personas como los Fox's no te parecen peor? Te maltratan y solo te mantienen bajo su tutela para ganar dinero a costa tuya. —zanjó queriendo defender el valor de su trabajo.

—Ellos me dejan ser libre —no tardó en refutar—. Con ellos puedo recorrer las calles sobre mis patines mientras que en este orfanato contaba las horas de castigo que me quedaban dentro de la torre. —un sollozo escapó de su garganta mientras hablaba.

Cassandra quedó estupefacta, el peso de las palabras del joven le obligaron a retirar su postura de defensa para entonces adoptar otra de confusión. No había manera de desmentir semejantes argumentos.

—Tengo diecisiete y en un año cumplo los dieciocho, no permitiré que me obliguen una vez más a perder un año de mi vida enclaustrado de la realidad. Juré que no volvería a Happy Kids y lo sigo jurando. —afirmó con determinación y luego tuvo que secarse un par de lágrimas calientes.

—La única solución para eso es que ocurra un milagro que salve en el juicio a tus tutores. —contestó intentando no sonar como su enemiga.

—O que aparezca un pariente de sangre a reclamarme... ¿verdad? —mencionó en un tono pretencioso y con cierta esperanza.

La señora alzó una ceja en el instante en que sus sentidos captaron la intención de ese comentario. Tragó en seco y analizó la expresión de Denzel con detenimiento, luego volvió a apoyar los codos sobre la mesa para acercar su rostro al del chico y así hablarle en un susurro:

—¿Qué tramas Denzel? —cuestionó imaginando lo que estaba pasando por su mente.

—En mi expediente aún está registrado el nombre de mi padre biológico junto a su direccion, ¿cierto, señora Patterson? —dijo acercándose también, formando un círculo de misterio entre ambos.

—Esos son datos desactualizados, de cuando llegaste a este orfanato hace diez años. Tu padre pudo haber cambiado de dirección un millón de veces, puede incluso estar fuera del país. —respondió queriendo hacerle cambiar de opinión.

—Tengo derecho a solicitar esa información... ¿o no? —pronunció intentando retarla con su mirada divertida.

—Sería como buscar una aguja en un pajar, Denzel... —advirtió entre dientes.

Por varios segundos se mantuvieron haciendo un duelo de miradas, manteniendo la cercanía de sus rostros. Finalmente, Cassandra se rindió ante los insistentes ojos del trigueño y negando con la cabeza se paró de su silla para después dar zancadas hasta el carpetero haciendo resonar sus tacones contra el suelo. Ahí, en esos gabinetes guardaba los expedientes de cada huérfano. El joven la observó triunfante mientras hurgaba entre carpetas, cuando encontró la que estaba marcada con su nombre se regresó hacia su asiento con el expediente en mano. Con el semblante ofuscado se lo entregó al menor para que este lo ojeara. Denzel mostró su felicidad expresamente con una sonrisa de oreja a oreja y movimientos raros en su puesto. Abrió la carpeta y leyó ligeramente la información, no quería demorar más tiempo allí así que se limitó solo a apuntar en las notas de su teléfono todo lo que necesitaba. Una vez complacido, extendió los documentos hacia la señora y le asintió, esta apartó a un lado el expediente y volvió a posar sus ojos sobre el chico.

—¿Ya estás feliz? —preguntó ella con ironía.

—Sí señora Patterson. ¡Se lo agradezco muchísimo! —hizo gesticulaciones ampulosas con sus manos.

—Yo cumpliré correctamente con mi trabajo, pero la verdad, espero que puedas seguir con tu vida en algún lugar fuera de esta institución. —le dedicó una mirada compasiva.

—Me quedan dos semanas para poder encontrar a mi padre y que me salve en ese juicio.

—Porque tu padre aparezca no significa que le vayan a dar tu custodia directamente, sino que se extenderían los trámites. Aunque en esos casos, la mayoría de las veces se le termina entregando la custodia y punto —explicó jugando con un bolígrafo en su mano—. Denzel, confío en que lo encuentres, así que haré todo lo posible para que aplacen ese juicio unos días más.

—No se imagina cuánto me está ayudando usted con todo esto. —confesó con sus ojos a punto de cristalizarse.

Entonces, se dieron un apretón de manos como despedida y el chico se dirigió a la puerta encantado por las esperanzas que crecían en su interior. Regresó por los mismos pasillos que había recorrido anteriormente, ya no le parecían escenarios siniestros, en su mente había olvidado que aún se encontraba dentro del lugar donde crecieron todos sus traumas. Simplemente iba dando pequeños saltos de alegría sin desviarse de su camino e ignorando la presencia de todos esos niños melancólicos. A diferencia de ellos, Denzel se consideraba un adolescente libre...

En las afueras de la institución caminaban Baek y Ruth tomados de la mano yendo de vuelta al coche. El frío se estaba apoderando de sus abrigos, por tanto necesitaban regresar a un lugar caliente. Esta vez ella se sentó a su lado como copiloto para poder continuar la conversación que tenían.

—Debemos buscar una clínica urgentemente Baek. —insistió la pelirroja en un tono de súplica para su amigo.

—Ya tengo en mente una que nos pueda ayudar. Mañana iremos bien temprano. —profirió él rodando los ojos y quitándose la cazadora de cuero.

—¿Estás seguro de que allí lo conseguiremos? —colocó su mano sobre la de su amigo mientras buscaba consuelo en su mirada.

Baek bufó y apartó sus ojos— Ruth no lo sé, no conozco cómo funcionan las clínicas de aborto. Solo nos queda llegarnos allí y rezar porque nos puedan atender sin problemas. —dijo intentando hacerla entender que él estaba tan inseguro e incrédulo como ella.

La chica estaba apunto de responderle algo pero se sobresaltaron con el sonido de la puerta trasera al abrirse dándole paso a la figura de Denzel quien luego cerró de un portazo. Ambos se voltearon expectantes a recibir noticias por parte del trigueño, mientras que este irradiaba regocijo con su amplia sonrisa.

—¡Chicos lo conseguí! —anunció brincando en su asiento y los otros dos se contagiaron con el mismo júbilo.

—¡Bro eso es genial! Ya podemos salir a buscar a tu padre para que nos ayude. —comentó el peliblanco.

—Exacto Bro —exclamó—. Su nombre es Robert Jones y su antigua dirección de hace diez años queda cerca de Pennston. —informó leyendo los datos en las notas de su teléfono.

—Perfecto, el lunes de la próxima semana saldremos los tres para investigar más. Hay que encontrarlo de inmediato. —planificó Baek chocando los puños con el trigueño.

—Chicos... ¿no han pensado en la posibilidad de que ese tal Robert Jones no le interese reclamar la custodia de Denzel? O sea, lleva diez años sin preocuparse por recuperar a su hijo. —analizó Ruth con total razón en sus palabras.

El susodicho se afligió perdiendo por completo sus ánimos de triunfo y las esperanzas con las que comenzaba a cegarse.

—Quinny tiene razón, esa es una posibilidad. —corroboró curvando sus labios en una mueca de tristeza, cabizbajo y guardando su teléfono en el bolsillo de su chaqueta mezclilla.

Baek reprendió a Ruth con la mirada y después le dio una palmada a Denzel en el hombro para demostrarle su apoyo.

—No pienses en eso Bro, lo conseguiremos, te lo prometo. —expresó regalándole una sonrisa de mejores amigos.

••••••••

¡Hola lectores!

Quería pasar a comentarles respecto a la escena en la que Denzel se encuentra con una chica llamada Paola Vilas.

Me imagino que algunos se preguntarán cosas como: ¿Esto es relleno? ¿A qué vino ese comentario misterioso? ¿Quién es ella? ¿Por qué la autora le puso su propio apellido a un personaje?

Bueno, les explico... yo tengo un mejor amigo el cual también escribe aquí en wattpad, aunque lleva bastante tiempo inactivo en la plataforma. Él tiene una historia completa ya que se llama "Como si de arañas fuera", y les confieso que en realidad el orfanato Happy Kids no pertenece a Amados Errores, sino a su historia, y Paola Vilas es su protagonista. Él decidió ponerle mi apellido porque de cierta forma quería dedicar una pequeña parte de mí en su novela, y juntos planificamos hacer esta pequeña unión entre nuestros libros. Por tanto, en Como si de arañas fuera también ocurre ese encuentro entre Denzel y Paola exactamente igual que como lo encontraron aquí

¡Eso es todo!

¿Disfrutaron el capítulo?

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