Capítulo 32: Los secretos de mamá

—Buenas tardes, disculpe que la moleste, ¿es la trabajadora social del orfanato Happy Kids? —inquirió el chico en un tono tremendamente respetuoso.

—Sí, soy yo. ¿Con quién hablo? ¿En qué puedo ayudarle? —Una sonrisa ladina se formó en el rostro pícaro del peliblanco...

—Eh... soy Baek Demon y estoy interesado en saber sobre el caso del chico Denzel Fox. —indicó manteniendo la profesionalidad.

—¿Denzel Fox? ¿El chico de Pennston?

—Ajá, ese mismo. —asintió.

—Usualmente no ofrecemos información de manera informal y sin poder comprobar la relación que tiene con el menor, como ahora. Pero bueno, pregunte y si puedo le responderé. —dijo la señora con disposición.

—Quisiera saber sobre el padre biológico de Denzel, tal vez me podría decir su nombre al menos. —lanzó tal pregunta riesgosa mientras jugaba con su piercing con ansiedad.

—Lo siento pero esa información es bastante privada que se encuentra en el expediente del menor y los únicos que tenemos acceso a este somos los trabajadores del orfanato, familiares directos como por ejemplo sus tutores, y el mismo Denzel. —concluyó sin perder la amabilidad en sus palabras.

—Ok, comprendo, muchas gracias por su atención. —expresó esbozando una sonrisa de boca cerrada y listo para colgar la llamada.

—Un momento Señor Demon... ¿por qué su apellido me suena de algo? —preguntó sintiéndose intrigada.

Este emitió una risita con discreción— Tal vez si le gusta comer mucho sushi o ramen de ahí conoce mi apellido. —contestó con más misterio aún.

—¿Perdón...? —el chico colgó la llamada sin ganas de seguir conversando sobre ningún tema.

Baek dejó su móvil sobre el sofá y la laptop también la echó a un lado. Se frotó su rostro repetidas veces con sus manos, se aflojó la corbata roja del uniforme y luego se paseó los dedos por su cabello blanquecino, se encontraba un tanto frustrado. No había conseguido los datos que necesitaba para su plan, pero no se desanimaría por eso ya que en su mente pilla se idealizaban muchas otras ideas retorcidas para lograr su objetivo. Entonces procedió a tomar el ordenador nuevamente para entretenerse con uno de sus videojuegos favoritos.

Horas más tarde, ya eran casi las once de la noche y Baek en todo ese tiempo no había bajado ni una sola vez a la primera planta de su casa. Todas sus necesidades como bañarse o comer las había realizado desde la comodidad de su habitación. Sin embargo, en ese momento de la noche ya las sirvientas no estaban disponibles por tanto se vio obligado a bajar para tener una de sus meriendas nocturnas. Cuando iba terminando los peldaños de la escalera se percató de que las luces del comedor se encontraban encendidas y escasos sonidos llegaban a sus oídos. Apresuró sus pasos y una vez de pie en la entrada de esta habitación observó a su madre sentada a la amplia mesa de madera, con una copa de vino en sus manos, su ojos ámbares perdidos sobre los hipnóticos movimientos del denso líquido carmesí en el interior de la copa, vestida con un pijama gris de camisa y chándal, su platinado cabello estaba desaliñado, y el rímel de su maquillaje se había corrido ligeramente por la humedad de sus ojos.

Baek resopló con melancolía, Gea se veía tan lastimada por la soledad.

Este caminó lentamente hacia la señora y ella levantó su mirada encontrándose con la de él. Por instinto se dirigió a limpiarse las lágrimas que se acumulaban bajo sus párpados y acomodar su peinado para después transformar su semblante a uno inexpresivo y despreocupado, fingiendo que ningún sentimiento la atormentaba.

—¿Qué haces aquí tan tarde? —preguntó intentando sonar natural.

—Venía a buscar algo de comida en la cocina —señaló el pasillo en donde se encontraba dicho lugar. Ella asintió colocando la copa en la mesa—. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí sola bebiendo?

—Nada, se me antojó probar este vino, es muy recomendado por los clientes. —se inventó una excusa patética mientras se encogía de hombros sin sostenerle la mirada.

Baek bufó y rodó los ojos negando con su cabeza— Gea, por favor... dime la verdad aunque sea esta vez. —le insistió en un tono fuerte.

Su madre rápidamente buscó consuelo en los ojos de su hijo a la vez que su rostro iba perdiendo la valentía. Una lágrima cayó y sus labios se curvaron en una mueca de tristeza.

—¿Sabes qué día es mañana? —inquirió en un hilo de voz.

El peliblanco se quedó pensando por unos segundos y cuando cayó en cuenta cerró los ojos y apretó los puños. Tomó asiento frente a esta y chasqueó la lengua con desánimo.

—Veinte de diciembre... el aniversario de la muerte de papá. —farfulló con la cabeza gacha.

—Exactamente... —procedió a coger la botella para servirse más vino en la copa.

—Estás triste por eso, ¿verdad? —analizó sus expresiones y su aspecto desarreglado, algo que no era normal en ella.

—¿Qué crees Baek? —respondió con una pregunta retórica tomando un sorbo de su bebida.

Entonces la señora se levantó para ir hasta la vitrina ubicada a unos metros donde guardaba toda su exposición de copas caras y superfluas. Abrió las puertas de cristales y agarró una simple, igual a la que ella estaba usando. Luego se regresó a la mesa y comenzó a servir el vino tinto en esta segunda copa, Baek se sorprendió cuando la colocó frente a él invitándolo a beber.

—Gea, aún no tengo veintiún años para beber. —pretendió estar ajeno al alcohol para no levantarle sospechas a su madre.

—Baek Demon, ¿en serio crees que no sé que te emborrachas con tus amigos en las fiestas turbias que preparan? —espetó esta mirándolo con el ceño fruncido a lo que Baek reaccionó un poco asustado pero después de unos segundos comenzaron a carcajearse.

Gea y Baek riendo juntos, insólito.

—Bueno, ya que estamos... —El peliblanco dejó el comentario inconcluso para entonces sacar del bolsillo de su abrigo una caja de cigarrillos con un encendedor. Sacó uno, se lo colocó entre los labios y luego le prendió fuego.

—Baek, ¿qué te he dicho de fumar? —Esta le interrumpió antes de que siguiese.

—Gea, por favor, no discutamos hoy. —dijo con exceso de parsimonia a la vez que le daba una calada a su cigarrillo.

—Está bien, te lo dejaré pasar hoy —accedió y bebió de su vino—. Sabes, después de haberte contado tantas cosas de mí hace unos días, siento que debería eliminar por completo los secretos entre nosotros. —expuso mientras compartían miradas comprometedoras.

—¿Eso significa que aún quedan más tragedias por contarme? —exclamó con un dejo de temor, no sabía si podía aguantar más problemas de los que tenía.

La rubia asintió— Quiero que sepas la verdadera razón por la que tus abuelos me abandonaron con el negocio patas arriba.

Una alarma despertó en el interior del peliblanco al escuchar esa oración. Pensaba que nunca ninguno de ellos se animaría a confesarle lo que realmente ocurrió en aquella época de su infancia. Sus abuelos parecían no querer lastimarlo con esa historia y su madre parecía estar muy avergonzada como para hablar de ello. El chico aspiró con fuerza el cigarrillo, preparándose mentalmente para enterarse de lo que le escondían. Y Gea por su parte se dio varios tragos de una sola vez queriendo aturdirse lo suficiente para atreverse a quedar como una sinvergüenza frente a su hijo.

—El abuelo Harry no quería hablar conmigo sobre eso por miedo a que yo te terminase odiando. —comentó dándole una mirada rápida a la rubia.

—No creo que me puedas odiar más de lo que ya lo haces. —dijo con una sonrisa de boca cerrada.

—No digas eso, yo no te odio. —intentó excusarse pero ella le regaló un semblante tranquilizador, no quería hacerlo sentir culpable.

—Despreocúpate, soy consciente de que he sido una pésima madre y tampoco estoy mejorando —admitió y este se dio un trago de su copa para después dejar los ojos clavados en el suelo—. Cuatro meses antes de que tu padre muriese... —tomó una gran bocanada de aire—: contratamos a un barternder nuevo para el restaurante que tenemos a quince minutos de aquí. En aquel entonces Jun empezó a necesitar estar más tiempo en cama que de costumbre, las visitas del médico se hicieron más seguidas. Había perdido por completo la atención de mi esposo, era yo quien le daba atención a él a tiempo completo para cuidarlo, mientras tanto Jun hacía su mejor esfuerzo por llevar a cabo las acciones de los restaurantes y que yo no tuviese tanto trabajo empresarial encima. No se lo reprocho, hizo por mí todo lo que su condición le permitió... —tragó en seco pausando sus palabras por un momento—. La tarea de supervisar los restaurantes en persona era mía ya que él no podía salir de casa. Entonces, ese chico nuevo al que habíamos contratado se enteró de la enfermedad de tu papá y quiso ganarse unos puntos extras conmigo dándome su pésame y su consuelo —Baek se llevó las manos al rostro, ya lograba hacerse una idea de cómo terminó todo—. Cada vez que me llegaba allí él me invitaba a sentarme en la barra para prepararme algún trago suave y preguntarme por cómo iba todo en casa. De una manera u otra comencé a pasarme horas sentada en esa barra riendo con él, sabía hacerme sentir escuchada, me hizo recordar lo que era tener a alguien que se esfuerza por inventar chistes en el aire con el único propósito de relajar todo el estrés que tenía acumulado... era solo un par de años menor que yo, soltero y sin preocupaciones. —emitió la última frase con un suspiro de desaliento y los sollozos no tardaron en adueñarse de su voz.

—Los abuelos descubrieron todo eso, ¿no? —preguntó él un poco apenado por su desgracia.

—Tus abuelos estuvieron viviendo aquí todo el tiempo que duró el cáncer de Jun hasta que murió, te debes de acordar de eso —el peliblanco asintió—. Por tanto, para Harry no fue difícil captar las primeras sospechas en mi comportamiento de esposa infiel —confesó con un dejo de desprecio hacia sí misma mientras se servía más vino en su copa—. Harry le pagó a un investigador privado para que me siguiera los pasos y así poder comprobar lo que realmente estaba haciendo. En efecto, la verdad salió a flote con pruebas contundentes, pero él no se iba a atrever a atormentar a su hijo encamado con semejante disgusto. La vida no le dio tiempo a delatarme frente a mi esposo ya que justo una semana después tu padre falleció... y lo perdimos para siempre. —Se limpiaba una lágrima tras otra pero estas no cesaban, los recuerdos avivados eran suficientes para destruir sus sentimientos como si fuese la primera vez.

—¿Continuaste saliendo con ese empleado después de la muerte de papá? —cuestionó con el semblante enseriado.

—Por supuesto que no... tus abuelos esperaron a que pasase un tiempo considerable del luto para entonces anunciarme que no querían saber más nada de mí y que se largaban a China —Baek terminó su cigarrillo y dejó la colilla sobre la mesa ya que no tenía ningún cenicero cerca—. Debo de ser una persona repugnante cuando fui capaz de engañar al amor de mi vida en su lecho de muerte. Dejar en ridículo nuestro matrimonio con un hombre por el que ni siquiera tenía sentimientos verdaderos, solo fue una ilusión pasajera que me hizo recordar mis mejores momentos de romance con tu padre —farfulló entre dientes menospreciándose más que a cualquier otra persona—. Por eso merezco esta condena que llevo viviendo estos diez años, no sentir interés por ningún hombre y estar obligada a que se aprovechen de mi cuerpo.

—Gea, tú no destruiste ese matrimonio. Yo no fui un obstáculo en la vida de ustedes ni tampoco un símbolo de mala fuerte. Y tú no estás condenada a la soledad ni mucho menos a vender tu cuerpo por un negocio que en un inicio podías haber abandonado para buscar tu propia forma de ganarte la vida compartiendo tiempo conmigo, con tu único hijo. —espetó con crudeza y total razón en sus palabras dedicándole una mirada replicante.

Las palabras de Baek tuvieron un efecto imponente sobre ella hasta el punto de sentirse avergonzada con su propio hijo de tan solo dieciséis años. Hacía diez años atrás se había sentido como que la vida le estaba dando la espalda dejándola sin opciones y que nada sería su culpa realmente; ahora se culpaba de manera irremediable por haberse victimizado con cada uno de sus problemas y no haber tomado las decisiones correctas cuando aún le quedaba elección. Sus propios errores la habían llevado a rastras hasta ese punto de no retorno.

—Pensé que te derrumbarías cuando lo supieses. —agregó observando al chico con detenimiento.

Baek dejó sus ojos cerrados por escasos segundos y expulsó aire por sus fosas nasales, intentando mantener la paz en sus ideas.

—Creo que ya me he acostumbrado a este tipo de historias, lo tengo que aceptar, es la realidad de mi familia —respondió posando su mano sobre el hombro de la rubia—. Además, te entiendo, todos flaqueamos alguna vez... a final de cuentas no eres la única de la familia que se ha dejado caer en las tentaciones. —expresó pensando en su propia experiencia con Ruth.

Al menos la tentación que se había adueñado de él sí valía la pena el riesgo. Sus sentimientos por Ruth sí eran verdaderos.

Gea tomó aire y asintió con calma, su llanto comenzaba a desaparecer y le estaba regresando la sonrisa al rostro.

—Me siento más relajada de saber que ya no existen más secretos entre nosotros —Acarició ligeramente la mejilla de su hijo con la punta de sus dedos—. Estoy feliz de que tu conozcas todos mis errores, de que me entiendas, y sobre todo de que por primera vez conozco a una novia tuya —El joven se quedó con los ojos en blanco—. Ruth es la chica perfecta para ti Baek. —opinó con ternura para después ponerse de pie acomodando su aspecto. El chico había olvidado por completo que Gea ya los había pillado a él y a su amiga estando juntos.

«Diablos mamá, tú estás feliz pensando que lo sabemos todo uno del otro pero yo te estoy engañando todavía. Soy un asco de hijo irresponsable... un momento, ¿por qué le llamo "mamá" en mi mente?»

—No Gea, espera, tal vez debería hablarte sobre lo mío con Ruth... —La culpa lo aguijoneó por un instante y tuvo las intenciones de contarle sobre la estupidez que habían hecho él y la pelirroja.

Esta se tambaleó un poco y se llevó una mano a la frente, tanto vino ya le estaba produciendo efectos negativos.

—Baek me estoy sintiendo un poco mareada, debería irme a la cama. ¿Podrías acompañarme? —inquirió mostrando un semblante aturdido por el alcohol.

—Ok, yo te ayudo a llegar a tu cuarto. —Se puso de pie tomándola del brazo para sostenerla.

•••

Al día siguiente el cielo se encontraba ensombrecido, la llegada del invierno estaba cubriendo con bajas temperaturas al pueblo de Pennston. La brisa gélida despeinaba el cabello blanquecino de Baek, quien iba vestido con una enguatada, sobre esta un pulover azul y por último una cazadora de cuero para cubrirse completamente del frío mientras le hacía la visita a la tumba de Jun Demon en el cementerio. El chico le dejó sobre la lápida un ramo de flores azucenas de color amarillo, después tomó una gran bocanada de aire y se mordió su piercing. Luego de pasar varios minutos en silencio decidió hablar mirando fijamente la foto de su padre en la tumba.

—A mí estas cursilerías de hablarle a solas a los difuntos me parecen patéticas... —masculló entre dientes—: pero por alguna extraña razón siento que si he venido hasta aquí hoy, estoy obligado a decirte unas palabras —Se cruzó de brazos analizando lo que diría a continuación—. Desde que te fuiste la estamos pasando muy mal, a veces me pongo a fantasear con la idea de cómo hubiesen sido las cosas si siguieras vivo.

Sus ojos se humedecieron y cuando estuvo a punto de limpiarse las lágrimas una pequeña mano se apoyó en su hombro. Dio un respingo del susto cuando vio atrás suyo la figura de Ruth con una sonrisa inocente en sus labios, su cabello color zanahoria caía despreocupadamente en ondas sobre su torso y en su cuello una bufanda rosa. La chica suspiró y el vapor de su boca se presenció en el aire, esta le regalaba una mirada dulce y él no dudó en abrir los brazos para recibirla. La pelirroja lo encerró en un abrazo reconfortante, brindándose calor mutuamente. Baek acarició su cabeza y con sus frentes unidas le preguntó:

—¿Cómo me encontraste?

—No estabas en tu casa, ni en el Russian Roulette, y ninguno de los chicos del Clan sabían nada de ti. Así que debido a la fecha, solo me quedaba este lugar por comprobar. —expuso conectando sus ojos marrones con los ámbares de su amigo.

—Nunca podré escapar de ti, ¿verdad? —comentó con diversión queriendo enojarla.

—Ambos sabemos que nunca escaparías de mí, porque yo siempre he sido tu escondite favorito Baek Demon. —respondió esbozando una sonrisa de superioridad.

—Eres mi único escondite Ruth Quinn. —claudicó para entonces juntar sus narices formando un gesto de cariño.

La pelirroja se separó de él y escondió sus manos en los bolsillos de su chaqueta de mezclilla para entonces quedarse observando con atención todo el interior del mausoleo de la familia Demon.

—¿Qué planes tienen tú y Gea para esta navidad? —Le dedicó una mirada fugaz al peliblanco.

Este chasqueó la lengua y rodó los ojos— Sabes que nunca lo celebramos, Gea es muy hermética como para unirse al espíritu navideño.

—Bueno pues este año eso se acabó, se vienen a mi casa a celebrarlo con mi familia. —Este puso los ojos en blanco y volteó inmediatamente.

—¡¿Lo dices en serio?! ¿Tus padres te dieron permiso? —Le tomó por sorpresa dicha invitación.

—Mi madre es la que dio la idea de invitarlos. Aunque no sé por qué te sorprendes tanto, no es la primera vez que te pasas la navidad con nosotros. —Frunció el ceño y le golpeó el hombro con diversión.

—Ya pero nunca habían invitado a Gea también. —añadió entusiasmado.

—Esta ocasión queremos que venga, punto —Le dio una mirada cómplice antes de que se acercaran para besarse. Fue ella quien insistió para incluir a la rubia en la invitación—. Por cierto, ya que no me gusta dejarte solo en esta fecha me he traído a Denzel también para que nos haga compañía.

Baek miró hacia los alrededores con ironía— Yo no veo a Denzel en ningún lado.

—Está esperando afuera del cementerio, dice que no le gustan este tipo de lugares y que se tiene prometido entrar aquí solo una vez al año, sin excepciones. —informó encogiéndose de hombros, ignorante a los motivos del trigueño.

—Vamos con él entonces, ya fue suficiente de difuntos por hoy. —Le dio una última ojeada a la foto de su padre antes de marcharse.

Salió del mausoleo en compañía de la pelirroja y caminaron tomados de la mano entre tantos panteones y lápidas. Al llegar a la salida le hicieron un ademán de despedida al guardia y atravesando la verja vislumbraron al pequeño Denzel sentado en la acera, esperando con mucha paciencia mientras jugaba en su teléfono. Baek abrió sus ojos ampliamente cuando se percató de que su amigo había vuelto a su antiguo aspecto: abarrotado de piercings y colgantes; la raíz de su cabello teñida de rojo; las uñas con esmalte; sus patines lineales; lo único que no quedaba a la vista eran sus estrafalarios tatuajes ya que con tales temperaturas el trigueño no se atrevería a vestir con poca ropa. El peliblanco apuró sus pasos para cruzar la calle y acercarse al susodicho, Denzel se puso de pie y se chocaron las manos para después darse un corto abrazo.

—Hey Bro, ¿cómo te sientes? —inquirió el trigueño interesado por saber.

—Regular, ya sabes cómo es eso. —Se encogió de hombros y curvó sus labios.

—Sí lo sé muy bien, en cualquier momento tú y yo podríamos venir juntos aquí para hacer reunión familiar. —soltó un poco de su humor negro y se carcajeó con su propio chiste, la pelirroja le dio una mirada desaprobatoria y Baek ladeó una sonrisa tímida.

—Chicos, ¿por qué no vamos a alguna cafetería para tomar algo caliente? —propuso mientras se frotaba las manos por el frío.

Ambos chicos asintieron en respuesta y entonces los tres comenzaron su marcha hacia el establecimiento más cercano. Caminaron alrededor de dos cuadras y se encontraron con una dulcería. Tomaron asiento en una de las mesas vacía de la terraza. Ruth fue la primera en inspeccionar el menú para realizar su pedido mientras que los chicos se dedicaron a charlar.

—Entonces Bro, ¿cuál es ese plan que quieres hacer conmigo? —preguntó Denzel acomodando sus pies bajo la mesa para que sus patines quedasen bien posicionados.

—Esta noche te quedarás a dormir en mi casa y en la mañana saldremos a las 7:00 a.m. en el auto de mi señora madre para recoger a Ruth e irnos a nuestro viaje. —les informó con autoridad sin haberles avisado previamente de esa idea.

—Te agradecería que me contases a dónde diablos nos llevas a esas horas de la mañana. —dijo la chica mostrando una notoria ironía en sus palabras.

—Efectivamente. —le apoyó el trigueño.

—Nos iremos a resolver unos trámites en el orfanato Happy Kids. —anunció con una sonrisa enigmática.

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