Capítulo 30: Nuestro amigo Denzel

«A mi mejor amigo lo enviarán a un orfanato, mi madre se prostituye, embarazo a mi mejor amiga de quince años. ¿Diosito en qué momento me pasaste a la lista de mejores guerreros y por qué?»

Esa pregunta aguijoneó la consciencia de Baek impidiéndole pensar con claridad, con coherencia. Se sintió un canalla al escuchar sus propias palabras, aquella bofetada lo ayudó a centrarse, era obvio que ese bebé lo engendró él, Ruth sería incapaz de relacionarse con cualquier otro chico. Por su culpa ella estaba ahora con ese problema, por Dios deseaba abofetearse él mismo.

Por lo visto su relación con Ruth ya no era el único suelo estable en su vida.

—¡Disculpa! Discúlpame, soy un imbécil, pégame de nuevo por favor me lo merezco. —se apresuró a corregir su error juntando sus manos sobre su pecho con una de sus mejillas ardiendo por el golpe.

—Te volvería a pegar Baek pero en realidad solo quiero que te vayas. —farfulló la chica entre sollozos y lloriqueos mientras se vestía con una polera ancha que le llegaba hasta los muslos.

Ruth se acercó a la puerta de su habitación y la abrió para él dedicándole una mirada de decepción, literalmente lo estaba echando. Sin embargo el peliblanco no se rindió, salió de la cama y en un segundo se colocó su ropa interior para después abalanzarse sobre su amiga en un abrazo que la dejó sin aire, con sus ojos cristalizados al tiempo que susurraba en su oído:

—Yo te quiero Ruth, dije eso sin pensar, perdóname por favor. Te prometo que te cuidaré con este problema y con el que sea —Ella asintió calmando sus sollozos y le devolvió el abrazo—. Hablemos de esto, cuéntame bien lo que pasa. —le indicó antes de besarla con delicadeza.

La pelirroja caminó hacia su mochila que se encontraba en el suelo a un lado del tocador y revolvió sus cosas en el interior hasta sacar la única prueba de embarazo que conservaba en secreto. Baek se posicionó a su lado y ella le entregó el objeto. El chico lo observó desentendido mientras fruncía el ceño, no tenía ningún conocimiento para entender esos aparatos o cualquier tema relacionado al embarazo.

—¿Dos rayas? ¿Qué significa eso? —inquirió vencido por la ignorancia mientras inspeccionaba cada centímetro del test.

—Dos rayas es positivo, lo leí en las instrucciones. —El peliblanco exhaló profundamente sin poder asimilarlo aún.

—¿Desde hace cuánto lo sabes? —Unieron sus miradas.

—Hace varias semanas estoy teniendo síntomas, no era una mala digestión, era esto —sentenció la chica—. A mí nunca me pasó por la cabeza esta posibilidad pero Jenny comenzó a sospechar y un día en su casa me obligó a hacerme un test... y en efecto, tenía toda la razón. —culminó con la cabeza gacha.

—Entonces Jenny también lo sabe... —Asintió para sí mismo—: debiste habérmelo contado desde el principio.

—Lo sé, pero estaba muy nerviosa, aún lo estoy y tengo miedo Baek muchísimo miedo. No sé qué pasará conmigo ahora, mis padres me matarán. —Su voz se escuchó afligida evidenciando su desesperación.

—Nos matarán —añadió bufando y llevándose las manos a la cabeza—. ¿Cómo nos sucedió esto Ruth? Siempre nos protegemos, no entiendo. —Unas pequeñas lágrimas se asomaron en sus ojos pero las contuvo.

—Yo tampoco entendía pero Jenny me ayudó a investigar y al parecer fue debido a nuestra primera vez. Resulta que la posibilidad de embarazarse siempre está ahí, uses la protección que sea, solo es cuestión de suerte. Y por lo visto tú y yo tenemos una suerte de mierda. —zanjó con la última oración.

Baek se quedó pensativo por unos segundos con sus ojos clavados en el vientre de la pelirroja a la vez que se mordía su piercing sin parar. Entonces ladeó una pequeña sonrisa de boca cerrada y expresó una idea tonta que le había venido a la mente:

—Mi hijo no debe de tener ni un mes y ya se parece a mí, es fan de la comida asiática.

Hizo alusión al hecho de que Ruth solo se calmó comiendo el kimchi que este le preparó. Pero la chica sintió lástima al escuchar ese comentario que casi le llegó a destruir el corazón, podía jurar que en el rostro de su amigo se atisbaba una pequeña esperanza al decir esas palabras. Sin embargo, sintiéndose apenada tuvo que ser clara con él:

—Cosa... lo siento pero, yo quiero abortar.

Este alzó la vista enseriando su rostro y fingiendo darle poca importancia a esa decisión. Tragó en seco y de la manera más natural posible le respondió.

—Claro, eso haremos, es lo mejor. No podemos tener un hijo a esta edad, sería una locura.

La chica esbozó una dulce sonrisa para consolarlo y sin más se acercó enroscando sus brazos alrededor del cuello de este y así mutuamente se brindaron apoyo.

•••

Pasaron alrededor de dos días desde esa noche de pasión y confesiones chocantes, y seguían con las mismas dudas carcomiendo sus nervios:

«¿Qué vamos a hacer?»

«¿A quién se lo cuento?»

«¿Lo guardo en secreto?»

«¿Pido ayuda?»

«¿Cómo conseguiremos un aborto?»

«¿Esto va a dañar mi salud?»

«¡Tengo miedo!»

«¡No aguanto más!»

«¡Quiero gritar!»

Pero esa tarde ambos decidieron apaciguar todas esas preocupaciones y callarse sus problemas para buscarle solución a los problemas de un amigo que se encontraba en una situación casi tan pésima como la de ellos; Denzel. Quedaron en encontrarse con el chico frente a la entrada del centro Russian Roulette a la una de la tarde, ese día comenzarían la ardua tarea de buscar ayuda para salvar el caso de Denzel, buscar testigos que hablasen por él en el juicio. Básicamente, que mentirían por él.

—Hola Bro —Chocaron las palmas para saludarse—. ¿Qué tal Quinny? —Le guiñó un ojo a esta.

—Denzel, qué bueno verte. —respondió la susodicha.

—¿Ustedes dos por qué tienen esas caras largas? —cuestionó el trigueño observándolos con diversión.

Baek se encogió de hombros fingiendo despreocupación— No es por nada en específico, estamos normales —Ruth forzó una sonrisa para corroborar—. Sin embargo tú pareces más contento de lo que imaginábamos.

—Tsk —chasqueó la lengua—. No tengo porqué verme triste todo el tiempo, también puedo tener momentos de felicidad dentro de toda esta mierda. —se carcajeó riendo de su propio comentario.

—Hoy no andas en patines, eso sí es algo extraño. —opinó la chica y este se deslizó con sus pies imitando sus movimientos sobre ruedas.

Ambos sonrieron viendo las ocurrencias de Denzel hasta que decidieron entrar por la gran puerta giratoria del centro para darle inicio a la búsqueda. ¿Recuerdan que Denzel solía trabajar en un puesto de bebidas cerca del área de la piscina? Pues ese fue el primer lugar al que se dirigieron. Su antiguo jefe, un cuarentón afroamericano de uno ochenta que con un poco más de suerte en la vida hubiese podido ser jugador de baloncesto, descansaba arrecostado en una de las tumbonas cerca de la piscina. Caminaron entre el gentío para acercarse a este señor, una vez estando de pie frente a él se miraron entre ellos para ver quién se atrevía a ser el primero en interrumpir su siesta. Se encontraban nerviosos, era de esperarse, estaban a punto de pedirles un favor engorroso a un hombre muy poco empático la verdad.

Por unanimidad —y cobardía de los otros dos— terminó siendo Baek al que obligaron
El peliblanco aclaró su garganta para después llamarlo por su nombre forzando su voz para que sonase lo más gruesa posible. El hombre con peinado de rastas abrió los ojos, se retiró las gafas oscuras y observó con desdén como la intimidante voz que escuchó provenía de un niño pijo pálido y flacucho con orejas de Dumbo. Estaba a punto de reírse del aspecto blandengue de Baek cuando sus ojos se encontraron con el rostro conocido de Denzel.

«El hippie, otro flaco que necesita pienso de crecimiento»

¿Por qué todos confundían a Denzel como hippie?

—B-buenas ta-tardes Señor Johnson, se acuerda de mí ¿cierto? —se apresuró a presentarse el trigueño tartamudeando un poco.

—Claro Fox, trabajabas para mí hasta hace un mes. —respondió con el ceño fruncido mientras tomaba asiento sobre la tumbona.

—Buenas tardes Señor Johnson, yo soy Ruth, amiga de Denzel. —La pelirroja no tardó en saludar, debía de mostrar sus modales frente a un desconocido. Le propinó un codazo al peliblanco que aún no hablaba.

—Buenas tardes. —emitió a secas manteniendo el tono fuerte.

—No me dirán que los tres están aquí para que les de trabajo ¿verdad? No puedo contratar a tantos. —Este se adelantó a las ideas de los jóvenes y se cruzó de brazos.

—No no, para nada. —contestó Ruth esbozando una sonrisa nerviosa y Johnson los volvió a mirar de pies a cabeza a los tres.

—La verdad lo que necesitamos es un favor mucho más grande —comenzó Denzel—. Yo me vi obligado a dejar el trabajo porque, como usted ya sabe, soy adoptado... —El hombre le prestaba atención a sus palabras con un rostro serio—: pues a mis tutores legales comenzaron a hacerles un censo para saber si me tenían en buenas condiciones pero las cosas no salieron bien. Ahora el departamento de menores tiene un juicio contra ellos en el cual probablemente decidan llevarme de vuelta al orfanato al que pertenecí. —El chico se esforzaba por expresar el semblante más lastimero que pudiese ablandar a tal hombre reacio.

—Pero nosotros no queremos que se lleven a Denzel lejos, nadie quiere eso. Por tanto necesitamos toda la ayuda posible para apoyar a nuestro amigo. —Ruth intentó dar la mayor lástima posible para este suplicando con sus manos unidas sobre su pecho.

—Para resumir, queremos pedirle que asista al juicio y sea testigo a favor de los tutores de Denzel. Podría explicar que desde su punto de vista le parecía un chico bien atendido, una familia funcional. —añadió Baek que hasta ahora se había mantenido callado.

Al terminar la explicación el tal Johnson les miraba con una ceja arqueada y solo bastaron segundos para que soltase una sonora carcajada mofándose de los ingenuos adolescentes. Se puso de pie para quedar a una altura superior a la de ellos y entonces, con los brazos cruzados y un semblante severo les respondió:

—¿Serán tontos? ¿Ustedes saben que existe algo llamado perjurio? —expresó con una mirada reprobatoria.

—Dios... ¿cómo lo olvidé? —musitó la chica llevándose una mano a la frente para reprenderse a sí misma.

—Yo podría salir muy afectado si descubren que cometí perjurio en un juicio. Y es obvio que lo van a descubrir porque todo Pennston y probablemente toda Pennsylvania sabe que Denzel es un pobre diablo que deambula por las calles en patines gastados buscándose la vida. ¡Además de que podría ir preso solo por darle trabajo a un menor, que aún no llega a los dieciocho! —culminó Johnson para luego darles la espalda y retirarse sin tener más nada que hablar con ellos.

El rostro del trigueño se descompuso en desesperación, decepcionado de semejante fracaso al primer intento.

—¿Qué pasa chicos? ¡¿Qué mierda es eso del perjurio?! —inquirió cabreado sin siquiera conocer el concepto.

Baek negaba para sí mismo con frustración mientras mordía su piercing intensamente.

—Perjurio es cuando se da un juramento
en falso, un testigo que miente frente a un jurado es penado por la ley... ¿cómo no pensamos en eso? —explicó para su amigo a la vez que se reprochaba aquel error.

—¿Qué se supone que haremos ahora? Nadie va a querer ayudar sabiendo que estarán infringiendo la ley. —dijo Ruth tocándose las sienes.

—Tenemos que seguir buscando, los primeros intentos nunca funcionan —afirmó el peliblanco con determinación—. ¿Conoces a alguna otra persona que se pueda apiadar de ti, Bro? —Volteó su rostro para mirarlo esperando una respuesta y el susodicho asintió.

La próxima parada de los jóvenes fue la cancha de baloncesto del colegio público en que estudiaba el trigueño. En aquel lugar solían reunirse muchos de sus compañeros y solo algunos de ellos compartían una pequeña amistad con Denzel. Esperaban encontrarse a un chico llamado Alex Williams, pasaba casi todo su tiempo libre en esa cancha y lo más importante, le debía un favor a nuestro amigo. Cuando llegaron a su destino se mezclaron con el resto de adolescentes hormonales y amantes a la adrenalina del deporte, casi ninguno poseía un aspecto característico de un deportista pero sin embargo todos se encontraban empapados en sudor por jugar con tanta euforia. Emitían alaridos con cada canasta, pase de balón, o un dribling perfecto y al borde del cuadrilátero se ubicaban los espectadores del partido sentados apoyando con vítores y esperando a que fuese su turno de jugar.

El trigueño divisó de lejos al tal Alex parado de pie sobre una de las bancas bebiendo agua desde su botella mientras observaba con atención a los jugadores. No tardaron en acercarse a este y se saludaron entre ellos con total cordialidad y diversión.

—Vaya Denzel Fox, ya se te extrañaba por aquí. —comentó el joven vestido con pantalones cortos y polera holgada mientras le daba una palmada en el hombro al susodicho.

—Alex a mí también me alegra verte pero lamentablemente la situación por la que vengo no es nada agradable. —confesó con un poco de timidez.

—¿Pasó algo? ¿Me metí en algún lío? —inquirió nervioso por las caras serias con la que lo miraban los otros tres.

Denzel negó lentamente con su cabeza— ¿Recuerdas cuándo peleaste con tus padres, quisiste irte de casa por un tiempo y te dejé quedarte conmigo en mi pequeña cabaña? —el castaño asintió recordando esa época tan incómoda para él—. Pues amigo ahora soy yo quién necesita tu ayuda. —admitió cabizbajo guardando sus manos en sus bolsillos.

—Alex, a Denzel están a punto de enviarlo de vuelta a su orfanato lejos de aquí, pero en un juicio que van a preparar se podría evitar eso —habló Ruth y le colocó una mano en el hombro al chico para suplicarle con su mirada—: te agradeceríamos muchísimo si fueses a ese juicio y testificases a favor de sus tutores.

El susodicho conectó sus ojos con los del trigueño sintiendo pena por su caso. Tomó una gran bocanada de aire, abrió y cerró la boca varias veces sin saber con qué palabras comenzar a explicarse.

—Fox en verdad que me entristece mucho oír eso, es horrible lo que te quieren hacer. En serio, no sé qué decirte hombre... —Se encogió de hombros con indecisión, el asunto le incomodaba un poco.

—No me puedes ayudar, ¿verdad? —dijo el chico curvando sus labios en una expresión de decepción.

El otro no supo con qué rostro mirarle—Denzel en verdad lo siento amigo... yo no sé mucho de leyes pero estoy seguro de que existe alguna para sancionar a quien miente en un juicio...

Las palabras de Alex fueron interrumpidas por los inesperados actos de Baek que dejó a todos boquiabiertos. En cuanto el castaño comenzó a mencionar sus excusas, este sacó su billetera del bolsillo trasero de su pantalón y contó billetes del interior para después sacarlos y en un movimiento brusco los plantó delante de la cara del chico.

—Te doy cien dólares para que vayas a ese tribunal y apoyes a los Fox's. Cien dólares Alex, ni más ni menos. —zanjó el peliblanco con una mirada penetrante mientras los otros se encontraban anonadados.

Este titubeó un poco antes de aceptarlos, pero al final no se pudo resistir a la tentación, no era una fortuna pero le servirían de algo. Una vez que tomó el dinero, solamente acordaron un segundo encuentro para organizar las cosas que se harían en el juicio y luego se marcharon. A la salida de la cancha, Baek y Ruth aminoraron el paso quedando unos metros atrás de Denzel, permitiéndoles entablar una pequeña conversación en privado.

—Vaya, cien dólares para comprar un testigo. ¿Qué eres, un Sugar Daddy? Hasta a mí me están entrando ganas de cometer perjurio. —murmuró la pelirroja entornando sus ojos convirtiéndolo en un semblante picaresco.

Este esbozó una sonrisa ladina casi que pervertida y con una mirada furtiva le respondió:

—Cosa tú no necesitas hacer ningún perjurio para conseguir lo que quieras de mí. Yo te lo daría porque sí.

—¿En serio? ¿Tanto poder tengo sobre ti? —Ambos parecían querer tentarse con sus palabras.

—Siempre lo has tenido, solo que no lo usas —confesó contemplándola con sus ojos amarillentos posados sobre ella con intensidad mientras se mordía su piercing negro.

Entonces Denzel volteó para verlos y resoplando de mala gana les expresó en alta voz interrumpiendo el momento romántico:

—Antes de que empiecen a hacerse ojitos y suspirar como dos empedernidos les recuerdo que tenemos prisa, así que se fornican visualmente en otro momento.

Baek alzó sus ojos hasta él con cara de pocos amigos y maldiciéndolo en su mente mientras que Ruth se limitó a reír en carcajadas. Se iban de aquella cancha con el primer aliado en mano, pero necesitaban más. En unas calles más abajo del colegio público vivía Eleanor, una viejecita simpática y caritativa que mantenía una amistad fraternal con Denzel. Uno de los trabajos a medio tiempo del chico era hacer entregas a domicilio de artículos de una tienda de artesanía. Eleanor era cliente fija y entre tantas mensajerías a su casa se terminó interesando por conocer cómo era la vida de aquel joven con atuendos extraños y de buenos modales. Entonces sus visitas se extendieron más de lo que la entrega de los artículos requería; Eleanor escuchaba con atención sus divertidas historias; le daba su pésimo al enterarse de los infortunios de su vida; le regalaba comida y a veces hasta dinero. Lo trataba tal cual como una abuela.

Sin embargo, esa tarde cuando tocaron la puerta de la viejecita se llevaron una sorpresa. Esta no se encontraba en casa, ni tampoco regresaría más tarde. Uno de los vecinos les contó que se la habían llevado desde hacía varios días ingresada al hospital porque su salud estaba fallando y no tenía a nadie que la cuidase en casa. Los jóvenes se regresaron cabizbajos y desalentados por la realidad de contar con un único testigo de poca influencia y con pocos argumentos. Lo aceptaron, sería imposible lograr ganar un caso tan importante con solo la palabra imprecisa de un adolescente que diría ante el jurado que: "a su parecer Denzel llevaba una buena vida."

Pero, para la dicha de todos, al avispado de Baek se le iluminó el cerebro con una increíble idea. Sí que les quedaba una persona más con suficiente corazón como para apiadarse de un pobre huérfano.

El padre Fred.

Con presteza se dirigieron a la Iglesia del pueblo donde siempre se encontraba dicho señor. Confiaban en que Fred, después de muchísima insistencia, accedería a ayudarlos. Llamaron a un taxi que los dejó justo en la puerta del lugar, subieron las escaleras y a pesar de que parecía estar cerrado bastó con empujar un poco los inmensos portones de madera para que pudiesen introducirse en la Iglesia. El interior se encontraba iluminado con luces tenues que provenían de las velas organizadas desde el altar y recorrían toda la extensión del salón. Los asientos de caoba estaban vacíos, incluso se podía sentir eco y sus pasos inseguros resonaron hasta el punto de llamar la atención de las únicas personas presentes. Atisbaron a tres mujeres arrodilladas frente al altar con las manos unidas y las cabezas gachas, se trataba de una monja y dos novicias. Murmureaban sus rezos hasta que se detuvieron para voltear y encontrarse con los tres adolescentes que esperaban desde la entrada sin atreverse a interrumpir.

La monja le hizo un ademán a las novicias para que esperaran arrodilladas mientras que ella se acercaba a estos y con una sonrisa afable les dio la bendición para después preguntar a qué se debía su visita. Le respondieron que deseaban ver al padre Fred así que esta no dudó en alejarse en busca del susodicho. Los chicos esperaron sentados cerca del altar mientras se entretenían observando con curiosidad a las jóvenes novicias murmurando sin cesar, debían de tener aproximadamente la misma edad que ellos. En pocos minutos se hizo presente la figura de Fred entrando por una de las puertas laterales del salón, los recibió de brazos abiertos y con una sonrisa de oreja a oreja. Baek y Denzel no se lo pensaron para ir y entregarles un cálido abrazo al señor.

—Increíble, ¿a qué se debe el honor de tenerlos a ustedes dos aquí juntos? Juro por el señor Jesús que no vienen para convertirse en monaguillos. —Entre sus tratos cariñosos y carcajadas divertidas se escondía una broma sarcástica.

Ambos se contagiaron de su risa a la vez que se dedicaron miradas comprometedoras tratando de compartir a través de la telepatía los nervios que les estaban atacando por aparecerse en una Iglesia a pedirle un favor tan incorrecto a un cura.

—No padre para nada... más bien es todo lo contrario. —El trigueño intentó comenzar la conversación con una sonrisa avergonzada.

—Espera Fox, antes de que me empieces a dar malas noticias déjame saludar a esta hermosa chica que nunca la había visto pasarse por aquí.

Fred se olía las sospechas de que las intenciones de los chicos no eran precisamente obras de la santidad. Pero aún así, eso no evitó que se contagiase de ternura al ver a una pequeña como Ruth con tan buenos modales y una inocencia que casi hablaba por ella. Se acercó a esta dedicándole un semblante amable y sosteniendo sus manos.

—Bienvenido al lugar de Dios jovencita, mis bendiciones para usted. ¿Cuál es su nombre?

—Ruth Quinn, ¿y el suyo? —habló ella sintiéndose reconfortada por un trato tan cálido.

—Yo soy el padre Fred, un cura que trata de mantenerse al margen de los pecados pero que tampoco estoy exento de ellos. —se presentó con un tono socarrón en sus palabras. Era un hombre que no podía parar de reír y hacer bromas.

Baek le apoyó una mano en su hombro, se colocó a su lado y con una sonrisa cínica aprovechó el momento para dejar claro el asunto.

—Y hablando de los pecados padre, le traemos uno nuevo y que nos hace falta que nos ayude en eso. —le dejó caer de súbito con el tono más natural posible.

—Dios mío Santísimo, Señor perdóneme por siquiera escuchar las ideas de estos chicos —Se santiguó por un segundo y después le dedicó una mirada a ambos—: ¿Qué ocurrencias tienen ahora?

—El problema es que los asuntos legales con los tutores de Denzel explotaron, fueron citados a un juicio para dar la sentencia de regresarlo al orfanato. Usted, amigo Fred nos va a ayudar a evitar eso yendo como testigo y expresando que este adolescente mantenía una vida tranquila y que ha servido como voluntario en la Iglesia, bla bla bla... —explicó el peliblanco haciendo gesticulaciones con las manos.

—¡Pero niño eso es perjurio! —reaccionó el anciano un tanto molesto.

—El tribunal no tiene por qué darse cuenta de que está mintiendo. No dirá cosas tan obvias que puedan llegar a caer en un delito. —Este le dio una solución poco convincente mostrando una sonrisa de confianza.

—¡Igual estaría incumpliendo con mis creencias, con mi Señor! —Estaba a punto de darles una buena regañina.

—Ay padre por favor, no dramatice. Eso usted lo resuelve con tres Ave Marías y el de arriba lo perdona. —comentó el trigueño con simpleza encogiéndose de hombros e incluso se podía decir que escondía una risita baja.

—¡Denzel Fox más respeto! —le reprendió con un rostro severo y un tono tajante.

—Padre por favor no se desespere, nosotros no tenemos malas intenciones —salió Ruth a salvar la discusión, esta vez fue ella quien le tomó las manos al anciano—. Padre Fred, con Denzel van a cometer una injusticia, usted sabe que a donde lo enviarán existe demasiada maldad. Por favor, ayúdenos a evitar tanto sufrimiento. —A esta solo le faltó arrodillarse para suplicar.

—Hija mía pero yo soy un hombre comprometido con la voluntad del Señor. No puedo ir ahí y traicionar a mi consciencia, mis creencias, a mi Dios. Voy a salvar los abusos que durante años ha cometido el matrimonio Fox con este pobre muchacho. —le respondió prácticamente con la misma desesperación que ellos, todo eso lo ponía en una mala situación.

—En el orfanato abusaban de mí gravemente. Los Fox me ignoran y se aprovechan del dinero que reciben pero al menos me dejan ser libre a su manera. —espetó el trigueño con el rostro ofuscado esta vez.

Aquellas palabras hicieron titubear a las razones lógicas de Fred para negarse. Como ya había dicho, sus creencias y su consciencia se encontraban en juego pero por esta vez sería capaz de olvidarse de su bienestar mental para entonces sentirse con el deber de cuidar del bienestar de un chico huérfano.

—Denzel Fox hacía visitas recurrentes a la Iglesia para participar como voluntario en el coro, él tocaba la guitarra. Siempre me dio la impresión de ser un chico feliz y sus tutores no presentaban ninguna señal de ser una familia disfuncional, incluso asistían a misa de vez en cuando... —comenzó a expresar el padre de repente y con un semblante completamente enseriado—: ¿Les parece convincente mi testimonio?

Los tres chicos saltaron de júbilo y agradecimiento, todos a la vez se abalanzaron sobre el señor para estrecharlo en abrazos descoordinados. Sinceramente al padre Fred se le cristalizaron los ojos al sentir la alegría en los sentimientos de esos jóvenes, y al verlos que fueron capaces de llegar hasta allí y a pesar de todas las consecuencias y negativas que sabían que recibirían continuaron con la idea persistente de conseguir alguna ayuda que los salvase en ese juicio. En su opinión, eran jóvenes de bien pero sobre todo valientes. Luego de romper el abrazos estos les agradecieron mil veces al punto en que Fred se vio en la obligación de mandarlos a callar porque no se detenían por nada del mundo.

—Listo, se acabaron los sentimentalismos que ya me están haciendo demasiado barullo en la Iglesia y eso le incomoda a las novicias para rezar —culminó este y todos voltearon a ver a las pobres chicas beatas que aún seguían arrodilladas—. Andando, todos a casa y no se metan en líos. —los despachó sin más.

Ay padre Fred, ya Baek y Ruth se encontraban en un lío tan grande que se escapaba de sus instintos...

Pero, como Denzel era un ser volátil, a él la palabra «líos» al parecer le prendía chispa a su gasolina interna, o retaba a su límite de estupideces. Por tanto, el trigueño no se podía retirar de la Iglesia sin dejar su marca de alborotos nefastos.

—Padre... usted me va a matar pero yo lo tengo que hacer. —anunció el susodicho y los demás le observaron con pánico de un segundo a otro.

A la velocidad de la luz Denzel corrió hacia donde se encontraban las novicias cumpliendo con sus deberes muy juiciosamente. La más joven de las dos, no supo en qué momento ocurrió o por qué el tiempo voló con semejante rapidez que no le permitió evitarlo. El chico se posicionó a su lado y con total desvergüenza asió su rostro para entonces plantarle un beso en sus labios, fugaz y pecaminoso para ella. La pobre víctima quedó pálida y reducida a la nada sin poder moverse por un lapso de tiempo, mientras tanto este corrió como alma que llevaba el diablo huyendo de los alaridos embravecidos que emitía el padre Fred. En ese momento el señor podía jurar por sus creencias, por su consciencia y por su Dios que no deseaba más nada que blasfemar hasta que no hubiese un mañana.

Minutos después, cuando todas las intensas actividades del día se habían calmado y ya el ocaso anunciaba su llegada, Baek y Ruth caminaban hacia la casa de la chica. Disfrutaban en silencio de la puesta del sol que se podía apreciar con claridad desde esa parte del pueblo. Sus manos se rozaban ligeramente y sus miradas se pedían que las entrelazaran, pero estaban en público, temían ser vistos por las personas incorrectas. Sin embargo, la pelirroja detuvo sus pasos y apoyó su frente sobre el pecho de su amado, este acarició su cabello y dejó un casto beso sobre su cabeza.

—Cosa, no sé qué hacer para cuando llegue a casa... mis padres de nuevo van a preparar alguna comida que mi cuerpo va a rechazar y ya se me acabaron las excusas inventadas para no levantar sus sospechas. Lo único que me apetece es comer tus recetas chinas. —admitió en un tono bajo con tranquilidad.

Baek tomó su mentón obligándola a conectar sus miradas— No te preocupes Ruth, te llevaré a comer conmigo al restaurante más cercano de Demon's Food y cuando llegues a casa le dices a tus padres que no tienes hambre porque ya comiste. —ambos asintieron de acuerdo con esa idea y se acercaron para besarse tiernamente por escasos segundos.

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