Capítulo 28: Cuéntale a Baek
—Bro, Quinny... lo han descubierto todo. Mis tutores ya tienen fecha para el juicio en que darán la sentencia final sobre mi custodia —informó con las primeras lágrimas cayendo por sus oscuros ojos mientras les tendía el documento a sus amigos.
En tan solo un instante Denzel emitió sollozos melancólicos y levantó su vista para conectar sus ojos con los de la pelirroja que le miraba con un semblante quebrantado por una lastimosa decepción. El rostro de el trigueño parecía estar suplicando misericordia al mundo. Baek quedó reducido a la nada, tomó entre sus finos dedos el papel y tras leer detenidamente cada artículo o sentencia su mente se quedaba en blanco.
«Matrimonio Fox queda citado para juicio con el departamento de menores en los próximos cuarenta días
Causas de la citación:
Mediante una detallada investigación dentro del entorno en que se relaciona el menor en cuestión se han encontrado testimonios y evidencias contundentes que demuestran el déficit de atención por parte de su familia de acogida. Incumpliendo así con sus obligaciones de satisfacer las necesidades básicas del menor.»
Así venía encabezado el documento legal, las argumentaciones expuestas con alevosía retumbaron de forma estrepitosa en su mente. Él entendía la índole de esas palabras jurídicas, él sabía que su amigo se encontraba en un problema lo suficientemente gordo como para dejarlo abstraído en pensamientos caóticos. Regresó su atención hacia ellos y observó con tristeza la escena, Ruth entre lloriqueos consolaba a Denzel. Baek como un relámpago se puso de pie y en zancadas salió hacia el exterior de la cabaña. Cerró la puerta tras sus espaldas, el viento frío que anunciaba el cercano otoño le congeló su pálido rostro y se llevó una mano a su boca para después apretujar sus párpados con vehemencia mientras las primeras lágrimas caían en contra de su voluntad. No quería llorar, en los últimos días no paraba de sentirse como un inútil, cada situación lo superaba y lo único que podía hacer al respecto era llorar.
«¿Existe una solución para mis problemas que no sea afligirme sin lograr nada? ¿Llorando llegaría a alguna salida?»
Esas interrogantes le taladraban a cada segundo haciéndole cuestionar su existencia. Lo pensó a tal punto que en su frente se hizo visible el relieve de una pequeña vena irritada, hasta que encontró una pizca de iniciativa en su interior y volteó sobre sus talones, esta vez con más disposición, regresó atravesando la puerta de madera vieja. Sus amigos le observaron expectantes desde el suelo esperando las palabras que se veían venir de su nuevo semblante imponente. Baek se arrodilló frente a estos, asió a Denzel de los hombros y con cierto brillo en sus ojos ámbares le advirtió:
—Prepárate idiota porque vas a tener un mes estresante. Nosotros tres no vamos a parar hasta encontrar todos los testimonios que hagan falta para convencer a ese jurado y que tú sigas viviendo libremente en Pennston. —Esas palabras bastaron para que los tres adolescentes se acoplaran en un abrazo fraternal.
Denzel se secó las lágrimas y con una nueva meta en mente le respondió al peliblanco:
—Bro... de esta saldremos juntos. —Ambos chocaron sus puños esbozando sonrisas soñadoras.
—De esta y de todas. —añadió Ruth compartiendo el mismo espíritu que los chicos.
—Yo imagino que la situación no puede empeorar más así que no creo que nos debamos preocupar por otras cosas. —comentó Baek sintiéndose confiado.
No retes al futuro Baek, no lo retes...
•••
En la noche del día siguiente la residencia Demon se encontraba como de costumbre, silenciosa y ensombrecida. Todo un sábado con sus puertas cerradas, no se escuchaban pisadas por los corredores, ni voces parlanchinas, la escasa iluminación de la casa la hacía acoplarse con la oscuridad de la noche. Sin embargo, allí aún vivían dos personas, que en vez de parecer una familia daba la impresión de que eran compañeros de piso totalmente distanciados uno de otro. Baek dedicó su día a estar encerrado en el cuarto de estudios ubicado en el primer piso.
Cerró su libro de historia contemporánea para luego llevarse los dedos a las sienes intentando hacer un masaje que lograse calmar su jaqueca de tanto leer. Se dio por vencido, dejó todos los libros a un lado y engañándose a sí mismo con que "ya había aprendido lo suficiente por hoy" se retiró de su biblioteca personal, por llamarlo de alguna forma. Con pasos perezosos se dirigió hacia el baño de la segunda planta. Este se encontraba a la izquierda del corredor, la última puerta después del despacho de su madre. Aún no llegaba al baño pero Baek no pudo evitar detenerse frente a esa puerta donde sabía que Gea se quemaba las pestañas leyendo extensos documentos y haciendo cuentas para administrar los restaurantes.
El peliblanco tomó una gran bocanada de aire y manteniendo un semblante severo prosiguió con dar varios golpecitos en el despacho. Pasaron alrededor de dos minutos y al no ser atendido se comenzó a arrepentir, inesperadamente la dichosa puerta se abrió para él y la sorpresa en su semblante fue evidente. Al otro lado se encontraba la señora Gea vistiendo de manera informal con un pijama gris que cubría su cuerpo en su totalidad. Esta no mostró ninguna expresión en su rostro y regresando su atención a las hojas que sostenía en su mano derecha le hizo un ademán al peliblanco invitándolo a entrar detrás de ella. Baek por un segundo se sintió incómodo, cruzó sus brazos sobre su pecho tomando una postura distante y cerrada, se posicionó delante del buró quedando frente a su madre que había regresado a su asiento en la silla giratoria.
—¿Te hace falta algo? ¿Quieres dinero? —inquirió la rubia intentando descifrar sus intereses en su ofuscado rostro.
—Quiero una explicación. —advirtió Baek alzando la voz para sonar firme.
Gea hundió sus finas cejas y cambió su postura relajada para adquirir una de defensa. Estaba lista para atacar con rudeza cualquiera de las exigencias descabelladas de su hijo.
—¿Explicación de qué? —refutó con un deje de despotismo.
—Vi todo la otra noche Gea —dijo Baek para entonces acercarse hasta apoyar sus palmas sobre el buró—: esa noche en la que trajiste a los cerdos de Black y Leroy —La susodicha abrió los ojos como platos cuando él comenzó a hablar con más vehemencia—. Vi cuál es tu forma de pagar por sus inversiones. —Y como un balde de agua fría le cayó a esta la acusación del menor.
—¿Tú no tenías que estar en casa de la familia Murder esa noche? —preguntó su madre en un hilo de voz y con cierta palidez excesiva en su rostro.
—¡Joder Gea que te estás prostituyendo! —Este ignoró su interrogante para gesticular con un poco de drama haciendo énfasis en el asunto importante.
—Estuviste aquí, viste todo lo que pasó... —La rubia se expresaba patidifusa con la mirada perdida.
—No tiene sentido que lo hagas Gea, ¿acaso ha servido de algo que te denigres con esos hombres? —cuestionó el peliblanco siendo incrédulo de la verdad.
—¡Ha servido para que sigas viviendo como un príncipe! —Esta vez fue Baek quien se sobresaltó por semejante respuesta inesperada.
Su madre no lo toleró más, así que dando un sordo golpe contra el buró se puso de pie y espetó hacia su hijo toda la crueldad que llevaba años tragando:
—Baek Demon tú nunca dudas antes de culparme a mí de todo lo que te parece incorrecto dentro de esta casa —Se podía notar algo de desesperación en sus palabras—. ¡¿Piensas que deseo traer a esos hombres extraños a mi vida?! —Este se mantuvo expectante y asorado ante el ataque de confesión que estaba comenzando su madre—. Desde que murió tu padre no he hecho más nada que arrepentirme de mis errores, de haber sido una mujer mantenida y sin preparación, de haberme alejado de mi único hijo, y sobre todo de haber traicionado a esta familia...
El chico frunció el ceño sintiéndose intrigado por ese comentario que quedó en suspenso. ¿A qué traición se refería exactamente?
—Todos en el pueblo hablan de la excelentísima Gea Demon, madre viuda capaz de triunfar como empresaria después de su pérdida. ¡Un ejemplo de superación! —Imitó con sus manos los vítores que hacían las personas al hablar de ella—: ¡Todo es una farsa! La verdadera Gea se quedó sola, sus ex suegros la abandonaron y no supo levantar cabeza; se quedó con un niño de cinco años, con una casa que producía gastos más elevados que las ganancias y con una cadena de restaurantes que exigía miles de inversiones.
Las ideologías en la mente de Baek se comenzaron a quebrantar, cada frase le hacía sentir que desde su infancia eligió vivir por el camino fácil, eligió ignorar los problemas que ocurrían dentro de su propio hogar. Sus piernas se debilitaron y cayó derrumbado en la butaca de cuero frente al buró, tal parecía que las palabras de la rubia le abofetearan los sentimientos. El corazón del chico palpitaba con frenesí, se encontraba al borde de una hiperestesia nerviosa. Por otro lado su madre, una vez que comenzó a sincerarse, ya no podía parar de echarle en cara cada uno de sus padecimientos reprimidos. Entonces, sin desconectar los idénticos ojos ámbares de ambos, las confesiones de Gea continuaron:
—En aquel entonces yo era una mujer tan inexperta, no sabía cómo cuidar un hijo sola; no entendía nada sobre contabilidad y finanzas, siempre me equivocaba al invertir dinero en algo... Gea solo sabía gastar —musitó con un semblante de derrota—. Hasta que un día mis gastos me fueron pasando la cuenta, ya no habían suficientes fondos para consentirte, para mis viajes, para administrar los restaurantes —En esa parte de la historia fue cuando la rubia empezó a hablar entrecortado y sus ojos se cristalizaron—. Tú estabas completamente adaptado a una vida de lujos, no podía quitarte todo eso, el negocio no podía cerrarse por nada del mundo. Solo me quedaba un recurso por explotar, mi cuerpo... —Esbozó una sonrisa melancólica mientras intentaba mantener su actitud reacia.
El peliblanco ya se encontraba hiperventilando con unas taquicardias que le estrujaban el corazón. Gea giró sobre sus talones y emprendió pasos paulatinos por toda la habitación mientras reflexionaba con la historia de sus recuerdos.
—Probé con endulzar a todos esos inversores adinerados y engreídos que me habían dado la espalda anteriormente, y así mi vida se fue despejando de los problemas económicos. Cuando vi que esa era la única vía que me daba resultados me quise aferrar a esa oportunidad por muy amoral que fuese —Esta se quedó de pie observando la antigua fotografía familiar que conservaba sobre el estante de libros—. Pero nada era eterno para mi desdicha, una viuda entrando a sus cuarenta años con un poco de belleza no era de suficiente valor como para retener la fortuna de esos idiotas. Así fui cayendo consecutivamente en brazos de uno y de otro con tal de mantener el negocio —Baek se llevó las manos a la cabeza, aquellos secretos escandalizaban sus oídos y erizaban su piel—. Jeremy Black y Edward Leroy han sido los únicos que he logrado sostener entre mis coqueteos por más de un año, les debo mucho y todo lo he pagado con mi cuerpo. Cuento los días hasta que decidan abandonarme como mismo hicieron los otros, pero esta vez me estoy preparando mejor, he logrado crear mi propio fondo para sobrevivir una vez que se vayan.
Ambos se voltearon para volver a juntar sus miradas, la rubia al ver el mohíno rostro de su hijo permitió que la primera lágrima cayese por su mejilla, pero no demoró en secarla con sus dedos y regresar sus ojos a la fotografía.
—Entonces Baek, ¿estás satisfecho con la explicación? —dijo su madre casi que en un susurro.
—Sí...
Una vez más el chico huyó, a estas alturas ya se consideraba a sí mismo un cobarde. Luego de ese momento nunca podría sacarse la culpa de todo por lo que ella había estado pasando. Después de esa noche de sábado ninguno de los dos sabía si Gea era una mala madre, o Baek un hijo despreciable. Era un completo inmaduro, sus preocupaciones más frecuentes siempre fueron banalidades como: asistir a todas las fiestas; tolerar altos grados de alcohol frente a sus amigos; fumar como mismo hacían todos los del Instituto; demostrar que no le temía a los efectos de las drogas; conquistar a un gran número de chicas; vestir a la moda y lucir sus encantos en el colegio; sacar buenas notas... ninguna de esas cosas significaban problemas reales. Mientras él se quejaba de no poder ganar más apuestas que Elijah o Keanu, existían otras personas a su alrededor que vivían tragando en seco y soportando despertar un día más en este mundo.
«¿Qué clase de niñato superficial he sido todo este tiempo...?»
Esa pregunta martirizó su mente al tiempo que salía del despacho para después dejar apoyada su espalda contra la puerta. Apretó sus párpados sintiendo rabia y al abrirlos nuevamente sus ojos estaban empañados por las espesas lágrimas que se acumulaban retenidas. Agitó varias veces su cabeza y caminó en zancadas por el pasillo, finalmente ya podía ir directo hacia el baño...
•••
Días después, la semana siguió avanzando y todos continuaron con sus rutinas de siempre. Esa tarde después del colegio Ruth se encontraba en casa de los mellizos, pues había quedado con Jenny para estudiar juntas y tener un rato de "solo chicas". La morena estaba sentada sobre su cama personal buscando por todas las páginas del libro de matemáticas los contenidos que debían memorizar para su próximo examen, por otro lado Ruth se encontraba en el suelo acomodada entre varios cojines amarillos y con su laptop apoyada sobre sus piernas, se encargaba de escribir uno de los seminarios que realizarían juntas. La habitación de Jenny resultó ser del agrado de la pelirroja; pequeña pero acogedora con paredes blancas y amarillas; una cama en la que solo cabía una persona se ubicaba en una esquina pegada a la pared. Algunos retratos de la morena junto a su hermano adornaban el estante al lado del clóset, y por último una puerta que daba a un diminuto baño de uso personal.
Una que otra canción de pop se reproducía en la bocina del estante para calmar los oídos de nuestras chicas estudiosas.
—Oye Ruth, no sé cómo es que tú entiendes todo este rollo de las inecuaciones porque por mucho que me lea el libro nunca me entero de nada. —dijo la de cabellos rizos bufando por el fastidio.
La susodicha solo le respondió emitiendo una risita baja, pero llevó su atención hacia su móvil cuando lo escuchó vibrar por una notificación nueva. Se arrastró hasta alcanzar su mochila y lo sacó del bolsillo delantero para observar la pantalla:
«Tres nuevos mensajes de Colum.»
Oh no, esto tenía que ser un chiste.
Colum: ¡Hola preciosa pelirroja!
Colum: ¿No me has extrañado? Porque yo a ti sí.
Colum: Ya supe que lo tuyo con Ezra terminó, él nunca fue suficiente para ti. Tal vez tengas tiempo para vernos en esta semana. Besos.
Ruth puso sus ojos en blanco, chasqueó la lengua y negó con su cabeza repetidas veces para después lanzar su teléfono en el interior del bolso ignorando por completo los descontextualizados mensajes de semejante patán.
Definitivamente se trataba de un chiste.
Entonces se hicieron presentes unos leves golpes en la puerta de la habitación, Jenny se paró para atender y al abrir se encontró a Johnny apoyado en el umbral con un bol de galletas recién horneadas en la mano y vistiendo un simple chándal.
—Toma, mamá acaba de preparar estas galletas de chocolate para ustedes. —informó este extendiéndole el bol.
—¡Genial, qué rico! —exclamó la chica mientras sus pupilas brillaban al ver la comida.
Jenny estuvo a punto de cerrar su puerta cuando el chico la detuvo poniendo su pie de por medio. Esta frunció el ceño ante esa acción y acto seguido él unió sus manos sobre su pecho en un gesto de súplica.
—Por favor, déjame estudiar con ustedes, o al menos pásame los apuntes de Ruth. —le rogó a su hermana esbozando el puchero más forzado de su vida.
—Aish, vete a escribir en tu revista odioso. —espetó y le cerró la puerta en la cara.
Jenny regresó a la cama dando saltitos de felicidad y tras darle la primera mordida a una de las galletas se dejó extasiar con el sabor. Luego le ofreció el bol a su amiga para que disfrutasen juntas, sin embargo la pelirroja hizo un mohín de desagrado al verlas.
—¿Chocolate? Mejor no. —rechazó la chica.
—¿No te gusta el chocolate?
—Sí me gusta pero últimamente los dulces me están acabando con el estómago así que mejor no intentarlo.
—Ruth Quinn, las galletas de chocolate hechas por mi madre han sido reconocidas gloriosamente como un manjar de la repostería por todo aquel que ha pasado por esta casa... tú no serás la excepción. —sentenció la morena obligándola a probar varias veces.
En realidad sabían exquisitas, por tanto después de llevarse los primeros bocados a la boca no se pudo resistir a comerse más galletas de sopetón. Sin embargo, en cuestión de tres minutos el estómago de Ruth comenzó a rechazarlas y todo se revolvió en su interior de manera tal que la pelirroja corrió súbitamente al baño de la habitación para arrodillarse delante del váter y expulsar hasta la bilis a través de fuertes arcadas. Jenny impactada se dirigió rápidamente a ayudar sosteniendo su coleta. Tal parecía un Déjà Vu...
La pelirroja apoyó su cabeza sobre el váter intentando relajarse para soportar aquella insufrible revoltura de estómago mientras su amiga sobaba su cabello. Esta tomó una gran bocanada de aire e hizo un mohín de dolor.
—Por lo que veo sigues mal del estómago. —comentó Jenny curvando sus labios.
—Sí, la semana pasada eran los vegetales, ahora son los dulces. —agregó Ruth tratando de retener sus gases.
—Ruth, ¿ya te cayó tu período este mes? —inquirió la de cabellos rizos en un tono tajante.
—No, todavía... —No había terminado de hablar cuando su amiga se alejó de ella para ir un segundo a su cuarto a buscar algo entre sus cosas—: pero tranquila que ya sé que me dirás de nuevo lo del embarazo, y te repito Jenny es imposible, yo siempre tengo estas irregularidades con mi período es algo... —No pudo terminar de excusarse porque la otra la interrumpió sin rodeos.
—No quería llegar a esto Ruth pero me has tenido toda la semana preocupada y he comprado esto por si las moscas porque sé que tú nunca lo comprarías. —Entonces extendió ante ella un objeto que hizo palpitar el corazón de la chica.
—Me has comprado un test de embarazo. —expresó esta en un susurro abriendo los ojos como platos.
—Bueno, siendo más exactas, he comprado diez. —Ruth aún no salía de su asombro.
—No, no, no Jenny... como te dije, es imposible. —rechazó por completo la posibilidad de estar embarazada, negó con su dedo índice una y otra vez mientras se alejaba del test.
—Ruth, dime con sinceridad, ¿te has acostado con alguien? —Jenny intentó interrogarla de manera suave pero su amiga no ponía de su parte, parecía estar abstraída en una discusión dentro de su mente—. ¿Te has acostado con alguien sí o no? —Esta vez lo hizo tajantemente y vigilando cada una de sus expresiones.
—¡Sí, sí! ¡Ya para por favor! —La morena mostró asombro ante su afirmación y Ruth se llevó las manos a la cabeza con desesperación, se empezó a encoger sentada en el suelo y su pecho se fatigaba rápidamente.
La chica se agachó para estar a la misma altura que la pobre Ruth y con un semblante compasivo sostuvo su cálida mano para consolarla. Esbozó una sonrisa de boca cerrada y dedicándole una mirada confidencial le dijo para tranquilizarla:
—Amiga, yo no soy un adulto del que te tengas que ocultar, soy una chica de quince años experimentando las mismas cosas que tú. No tienes por qué asustarte de contarme la verdad, yo tampoco soy virgen y no tengo ningún problema con que lo sepas —La pelirroja asintió con la cabeza gacha—. No fue con Ezra, por eso terminaste con él ¿verdad? —Esta volvió a afirmar conectando sus ojos con los de la otra chica—. ¿Con quién lo hiciste Ruth? —preguntó sin querer presionarla.
La susodicha dudó por unos segundos hasta que decidió hablar— Fue con Baek.
Jenny abrió los ojos ampliamente y tragó en seco, esa noticia sí que la dejaba incrédula. Baek era el último chico que pasaba por sus pensamientos, eran tan amigos que nadie creía que pudiese existir un romance entre ellos.
—¿Fue un error o de verdad están teniendo algo? —se atrevió a investigar más sobre el tema.
—Estamos teniendo algo Jenny, no sé por qué lo hemos mantenido en secreto de todos pero estamos juntos. —confesó sintiéndose como una errante irresponsable.
—¿Se han protegido? —Esta se cruzó de piernas sobre el suelo del baño.
—Sí, Baek siempre usa preservativos, te lo aseguro —afirmó pero a su mente llegó un recuerdo que la hizo alarmarse—: Bueno, ahora que lo pienso... la primera vez no lo usamos —La otra chica se llevó las manos a la boca luego de escuchar eso—. Sin embargo él expulsó afuera su... ya sabes, eso, no puedo estar embarazada si nunca tuve eso en mí ¿verdad? —En su rostro se reflejó un atisbo de esperanza que se aferraba a esa posibilidad.
—La verdad no sé mucho de este tema Ruth, tal vez podamos preguntarle a alguien. —Esta se encogió de hombros.
—¿Acaso estás loca? —cuestionó la pelirroja alzando sus cejas con advertencia—: ¿Con qué adulto podemos ir a hablar sobre temas de embarazo? Con ninguno es obvio, nos pillarían al momento y nadie puede enterarse ni si quiera de que perdí la virginidad. —sentenció con un deje de histeria.
—Entonces busquemos en internet, es lo único que nos queda por intentar. —Ante esa propuesta ambas asintieron a la misma vez.
Las dos chicas se mantuvieron sentadas en el suelo observando diversas páginas sobre educación sexual que encontraban desde el móvil. Ahí en ese pequeño baño tenían creada una confidencial burbuja que intentaba mantener ocultos los pecados de Ruth. Pasó alrededor de media hora y ya se podía decir que estaban lo suficientemente informadas como para saber que pese a los métodos de protección de los jóvenes amantes seguía existiendo la nefasta posibilidad de caer embarazada. Jenny se separó de su amiga para ponerse de pie y volver a tenderle la prueba que le daría la respuesta que necesitaba.
—Aquí tienes, ya sabes las instrucciones, te daré privacidad para que lo hagas —Ruth tomó el objeto entre sus dedos observándolo como si su vida dependiera de este—. Recuerda, tal vez solo se trata de un susto, saldrás de esto. —Ambas compartieron una mirada comprometedora mientras a la pelirroja se le cristalizaban los ojos marrones.
Finalmente quedó sola en el baño, sola con el mayor temor de su vida, sentía que su ansiedad era más grande que esas cuatro paredes y que el oxígeno se le hacía escaso. Exhalando profundamente se sentó sobre el váter y prosiguió a hacer la prueba.
Cinco tests más tarde...
Jenny la esperó en su habitación, pero paciencia no era precisamente lo que sentía. Mordía sus uñas con ahínco al igual que daba pasos en círculos por todo el lugar. Su angustia le superó y sin poder aguantar un minuto más irrumpió en el baño deseosa de saber el estado de Ruth. Quedó paralizada al visualizar el débil cuerpo de su amiga tendido a lo largo del suelo experimentando espasmos consecutivos provocados por los sollozos que acompañaban a las lágrimas más deprimentes de la pequeña pelirroja.
Creo que ustedes ya saben el resultado que obtuvo, pero igual les contaré.
La morena se inclinó para recoger la prueba de embarazo tirada a un lado de la chica y ahogó un grito desde su garganta llevándose las manos a la boca al encontrarse en la pantalla del aparato las dos rayas de la desgracia; la mayor pesadilla de las adolescentes hormonales. Era irónico que todas huían de ese problema pero inevitablemente muchas terminaban envueltas en este de forma rotunda. Ese era el caso de Ruth Quinn.
«Positivo, ¿cómo le cuento esto a Baek?»
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