Capítulo 22: El chisme caminando por los pasillos

Estando aún en la oficina, Baek se dirigió sin rodeos hacia la última gaveta del fondo. Apoyó sus rodillas en el suelo y extendió sus manos para abrirla, tomó la primera carpeta de la fila la cual databa en los primeros dos años después de la muerte de su padre. Consideró que podría ser interesante por lo que observó sus hojas con cuidado y comprensión.

Entre toda esa información que registraba los productos comprados para los restaurantes, los empleados disponibles, títulos de distintas compañías, y dinero invertido, se encontraba plasmada la principal pista que él necesitaba: la única inversionista de Demon's Food en aquella época era Gea.

«¿Los abuelos habían abandonado la compañía desde años tan pasados?»

Pues sí, y hasta la actualidad hicieron lo posible para mantenerlo oculto de él. Sus pensamientos se ennegrecieron en un laberinto de conjeturas provocado por la ignorancia con la que había vivido hasta esos días. Ha de aceptar que vivía ajeno a los problemas de su familia, por muchas contrariedades que mantuviese con su madre ella era la única persona con la que compartía el mismo techo, debería de estar más al tanto de los pasos de Gea. Lo que más confusión le causaba era el hecho de que en el antaño ella fue capaz de llevar la empresa por sí sola, todo el dinero dependía de la misma persona, a diferencia del presente, que depende de esos dos hombres que solo con escuchar sus nombres se veía aguijoneado por la desconfianza y los malos presentimientos. Su ansiosa costumbre de morderse el piercing le sacó unas gotas de sangre carmesí de su labio inferior al hacerlo sin parar de tan estresado que se encontraba.

«¿La herencia que quedó de su padre fue suficiente para que Gea mantuviese la empresa por un tiempo?»

Lamentablemente hasta ahora nada en su investigación le había dado respuesta certera a su principal interrogante: ¿Qué había hecho Gea para ganarse en su juego a Black y Leroy?

Un poco insatisfecho, con preguntas a las cuales temía de sus respuestas, y con un rostro más que enseriado, se marchó de la oficina. En el exterior no le dedicó miradas a nadie, estaba absorto con el embrollo de su cabeza. Al atravesar la puerta de entrada sin más, la maitre encontró sospechoso su comportamiento, el chico ni siquiera esperó a que Gea llegase como le había dicho. Sin embargo este por nada se detuvo y con su moto se alejó del local lo antes posible.

•••

El lunes siguiente, antes de sonar la retumbante campana que anunciaba el inicio de la primera clase, todos los estudiantes uniformados caminaban de un lado a otro entre los pasillos dirigiéndose a sus casilleros como de costumbre. Entre esa multitud y haciendo exactamente las mismas cosas se encontraban nuestros protagonistas. Ruth estaba en compañía de su amiga Jenny mientras que su hermano Johnny estaba por el alrededor ajustando los lentes de su cámara. Las chicas cotilleaban entre risas a la vez que guardaban libros en sus mochilas. Pero entonces sucedió... Ezra Marin se acercaba a sus espaldas con las manos guardadas en los bolsillos, una sonrisa más amplia que de costumbre y justo después de acomodarse sus Ray Ban encerró a la pelirroja entre sus brazos para luego plantarle un casto beso en sus pequeños labios al tiempo que con dulzura pronunciaba:

—Cariño, ¿cómo amaneciste? —El semblante enamorado del rubio al decir esas palabras contagiaba de amor a todos a su alrededor.

La reacción de los gemelos —que no estaban para nada al tanto de esa situación— fue como siempre, hilarante para el público. Ambos, distanciados uno del otro pero observando la misma escena, abrieron sus ojos como platos y dieron un pequeño respingo. Y como todos sabemos, Johnny se desarmó en el lugar con el objetivo de tomarles una ráfaga de fotos.

—¿Ustedes están saliendo? —interrogó Jenny sin pasar aún esa sorpresa.

—Ehh...

—Sí. —Ezra se apresuró a responder con una fuerte afirmación.

Ruth permanecía dentro de aquel abrazo igual de sorprendida que sus compañeros y con las mejillas ruborizadas. Volviendo atrás, al momento de la tarde anterior cuando el chico le pidió que fuese su novia, podría argumentar con toda la hiperestesia de emociones y pensamientos que la pelirroja experimentó ante esa proposición;... pero prefiero resumir confesando que ella aceptó ese noviazgo. Es cierto que Ruth no paraba de enfatizar con que debía alejarse de los de El Clan, por tanto no existía una explicación lógica que pudiese convencernos de por qué ella aceptó. Simplemente sucedió con la misma espontaneidad con que suelen ocurrir los fatídicos errores de la adolescencia. La pelirroja no estaba segura de lo que estaba haciendo pero entre tanta inseguridad ya se encontraba envuelta en esos problemas de romance. Pese a estar consciente de que ahora era novia de Ezra, se sintió igual de conmocionada que sus compañeros al recibir esa demostración de cariño en público tan de súbito. Además de que le avergonzaba ser el centro de atención en el Instituto, ella no era nadie importante allí dentro, pero la noticia correría velozmente bajo el título de «Uno de los de El Clan está saliendo con aquella pelirroja loca que hizo el ridículo en la fiesta de Keanu», su nombre y cuchicheos sobre ella estarían en boca de todo el colegio. Y sinceramente no le interesaba darse tanto a notar y mucho menos recibir miradas de celo por parte de hembras envidiosas.

—Vaya Ruth, no me habías contado nada de eso. —comentó su amiga intentando no molestarse por esa acción.

—Empezamos solo ayer, no tuve tiempo de contártelo Jenny, disculpa. —La morena asintió esbozando una afable sonrisa para despreocuparla.

—Vamos cariño, te acompaño a tu salón. —ofreció Ezra con amabilidad.

Este le tendió su palma, invitándola a andar tomados de la mano y la chica titubeó con su mirada. «Es mi novio, yo lo quiero como novio, no pasa nada». Y con esa idea en mente se convenció a sí misma para tomar aquella mano, pensar en el hecho de que eran oficialmente novios y que incluso sus padres lo sabían pues de cierto modo la tranquilizaba y le hacía creer de que todo aquel paripé era lo correcto porque "estaban haciendo cosas de novios". Para ella eso era caminar de la mano con su chico, para los transeúntes del instituto era una pareja en exhibición que daba por iniciado el chisme más reciente y potente de la escuela. Pero para Ezra Marin ese paseo significaba vanagloriarse a sí mismo ante todos los participantes de la apuesta, así caminaba él con un semblante airoso ya que llevaba a su chica —y próximamente su premio por segunda vez— a su lado presumiéndola para todo El Clan y para el pelele de Colum.

Lo sé, no era de esperarse, Ezra parecía ser el chico más encantador y benevolente de todo Pennston, lo cual no era incierto. Pero como todo miembro de ese conflictivo grupúsculo, los cuatro estaban marcados por el mismo defecto, la falta de modestia sumado por considerables grados de competitividad.

Doblaron hacia la derecha tomando por el siguiente pasillo, más público aún. Y entre todos esos jóvenes se podía divisar a poca distancia la pelambrera blanquecina de Baek junto a su remilgado compañero Elijah. Ambos conversaban con amenidad, lucían neutros, hasta que vieron a la gran novedad de la mañana pasarles por al lado sin siquiera tener intenciones de saludar. Los ojos de Ruth chocaron con los achinados de su mejor amigo y el buen humor con el que este había despertado se transformó por completo en un semblante de decepción y cólera al verla. La pelirroja se sintió lastimada, en la lógica de su ignorancia, para ella no había razones por las que Baek se pudiese enojar con su noviazgo. Mientras que Ezra volteó su mirada y con una sonrisa ladina le dedicó un guiño triunfante a Elijah el cual parecía estar más anonadado que cualquiera de los presentes.

Los chicos detuvieron sus pasos, el peliblanco apretaba su mandíbula con furia manteniendo su entrecejo hundido, y el pelinegro recién cerraba la boca del asombro. Este se paseó las manos por el rostro en una muestra de ansiedad y con una mirada preocupante le dijo a su amigo:

—La verdad Baek tu amiguita ha resultado ser un poco put...

—Ni se te ocurra decirlo Elijah, todo esto es culpa tuya. —refutó el susodicho con su ira que iba en aumento.

—¿Mía? —dudó con ironía—: yo no la obligué a enrollarse con todo El Clan.

—Tú propusiste una apuesta absurda en donde le lanzaste encima a cuatro idiotas sin que ella estuviese al tanto de nada de esto. —Le apuntó con su dedo índice con completa alevosía.

El pelinegro soltó una carcajada a secas— Eso es verdad pero al parecer ella ha terminado estando más entusiasmada que todos nosotros.

Baek se mordió el piercing una y otra vez, se llevó las manos a la cabeza sacudiendo su cabello y resopló de frustración. Se detuvo a pensar un segundo las palabras de su amigo y al darse cuenta de un pequeño detalle lo asió del uniforme con un movimiento brusco.

—Espera un momento —Frunció su ceño en una clara interrogación— ¿Dijiste que se ha enrollado con todos? —enfatizó la última palabra mientras acrecentaba su amenazante mirada.

—Ehh... sí. Con Colum primero, luego con Keanu, ahora Ezra y también con... —Tragó en seco.

—¡Y también contigo! —culminó Baek estando en exceso cabreo.

—Sí lo admito. —Se soltó del agarre del peliblanco y con rectitud se acomodó su uniforme.

—Pero, ¿cuándo? —No podía creer que eso hubiese pasado delante de sus narices y que no se percatase—. Dime que fue algo accidental.

Este esbozó una sonrisa altanera— De accidental nada, ella se divirtió tanto como yo —A Baek le quería explotar el cerebro al escuchar eso— Pero, como la mayoría de las chicas como ella, ahora debe de estar arrepentida y probablemente no me hable más y se aleje de todos —argumentó con certeza—. Si te sirve de consuelo, no pasó de unos besos calientes, solo eso. —retomó su postura agraciada y semblante gélido.

—Dios, ustedes son lo peor, la han envuelto en esto tan rápido. —comentó con su mirada turbada apuntando hacia el suelo en muestra de confusión.

—Tú también lo eres —agregó—. Por cierto, menos mal que tú no formas parte de la apuesta porque en verdad que sería raro de ver a ti liándote con tu mejor amiga tan casta y virginal. —opinó formando comillas con sus dedos al hablar de la chica.

Este comentario fue suficiente para que Baek dejase caer con fuerza su frente contra los casilleros metálicos sin importarle el dolor del impacto. Tal vez necesitaba golpearse a sí mismo para darse cuenta de los errores que había estado cometiendo en compañía de la pelirroja. Elijah le miró con extrañeza pero los actos de frustración de su amigo no eran suficientes para preocupar a su característica insensibilidad, solo se le quedó observando sin mostrar gesto alguno mientras este se lamentaba patéticamente.

•••

Fuera del incongruente emparejamiento entre Ezra y Ruth, para otras personas ese lunes significaba un día más especial... o debería decir melancólico. En el infortunio de las experiencias que vive un niño huérfano, podemos agregar que para bien o para mal muchos conocen en realidad de dónde vienen y cómo terminaron viviendo la misma desgracia día tras día. Denzel Fox era uno de esos casos. Este era consciente de quién fue su madre y del día en que murió. Se podría decir que debido a su muerte es que él terminó siendo un mendigo que se arrastraba huyendo de la miseria que le perseguía, pero para su pesar su padre también tuvo gran responsabilidad de ese futuro.

Ese lunes a las diez de la mañana el agradable Denzel caminaba hacia la entrada del cementerio de Pennston, esta vez no iba acompañado de sus mejores sonrisas, pero sí de un ramo de tulipanes que sabía que a ella le gustaban en vida. El trigueño lucía tan diferente en esos días de desahucio, su cabello había vuelto a ser completamente negro y algunos de los pendientes que colgaban en su cuerpo fueron retirados, lo cual le daba un porte de seriedad. Observó con lástima la solitaria y sombría entrada, se acomodó su par de patines que sostenía colgando de su hombro y tras resoplar atravesó la verja de hierro que rechinaba al abrirse. Compartió una mirada rápida con el guardia del lugar y entre tantas lápidas y campo verdoso caminó en la dirección que recordaba que yacía su madre. No era invierno pero sin embargo dentro de aquel lugar el aire era más fresco que de costumbre, se sentía diminuto y solitario caminando entre tantos muertos.

Finalmente llegó a su destino y releyó el epitafio de la lápida el cual ya conocía de memoria.

«Con cariño, todos tus niños te recordarán.
Aquí yace Elena Scott
1980-2013»

La madre de el trigueño antes de morir en un accidente de tráfico, no tan accidental quisiera aclarar, se dedicaba a la profesión de maestra en una escuela primaria para niños especiales. Por tanto siempre estuvo rodeada de menores que a través de sus particularidades le profesaron un amor y admiración como si fuesen su segunda familia. Su pérdida fue un choque profundo para muchas personas, principalmente estos niños. Denzel solo tenía siete años cuando su futuro se desvaneció frente a sus ojos y todo comenzó a ir en picada. Dejando a un lado estos recuerdos, el delgaducho joven tomó asiento frente a la tumba y colocó los patines a su lado. Le dedicó una ojeada al horizonte verde repleto de lápidas grises y mausoleos, tomó una bocanada de aire para luego iniciar su soliloquio:

—Hey Elena —No estaba acostumbrado a llamarle «mamá»— ¿Tienes mucha compañía aquí? —soltó un chiste negro de mal gusto y esbozó una sonrisa de boca cerrada de esas que pocas veces solía mostrar— Sabes, quiero que me disculpes, estuve a punto de olvidarme que hoy cumples diez años de... tú sabes, eso —pronunciar esas cosas le provocaban un mal sabor de boca, sin mencionar el mar que se asomaba en sus pupilas—. En compensación te traje unos tulipanes, me esfuerzo muchísimo para recordar que te gustan los tulipanes —Colocó con delicadeza el ramo sobre la lápida—. Disfruta de estos tulipanes porque no te podré traer otros en mucho tiempo. También te traje estos patines, no es que te los vaya a dejar aquí obviamente, son míos, pero ya que no pudiste conocer lo mucho que me gusta patinar pensé que sería lindo de mi parte ponerme los patines aquí —Prosiguió con lentitud a calzarse los patines y ponerse de pie sobre ellos—. Soy el mejor sobre estas ruedas, que sepas que ningún chico en Pennsylvania domina los patines mejor que tu hijo.

Por un segundo dejó de respirar quedándose sin aliento y las lágrimas brotaron por sus pequeñas mejillas. Se sentía ridículo manteniendo esa conversación a solas, era consciente de que su madre estaba completamente ausente de este mundo pero por alguna extraña razón le relajaba pensar que estaba hablando con ella. Había escuchado millones de supersticiones y para muchas personas tus seres queridos te vigilaban desde el cielo, no creía por completo en ninguna superchería de supersticiones, pero prefería engañarse a sí mismo con la idea de que su madre en verdad que podía contemplarlo desde el más allá. Volvió a tomar asiento cruzándose de piernas y con sus huesudas manos se secó las lágrimas.

—Elena, ya casi ni me acuerdo de tu rostro, todos los días pienso en ti intentando grabarme tu sonrisa en mi mente. Si tan solo pudiese tener una foto tuya... —emitió varios sollozos acompañados de inaudibles gemidos melancólicos—. De papá no recuerdo nada, apenas me sé su nombre... pero no olvido lo que te hizo, nunca lo olvidaré. Tú me enseñaste el perdón, siempre decías que el resentimiento nos destruía por dentro, que lo mejor era estar en paz con nuestros conocidos. Admito que vivo con mucho resentimiento y que tenías razón, tengo sentimientos miserables por culpa de eso, pero a mi padre no sé si lo odio o no...

Por culpa del padre de Denzel era que aquel accidente de tráfico no fue tan accidental, cargaba el peso de haber sido quien puso a su familia al borde del abismo. Y una vez estando ahí, no tuvo fuerzas ni voluntad para salvarlos de ese abismo. En aquellos años su padre no solo perdió a su mujer y su hijo, se perdió a sí mismo como persona.

Luego de unas cuantas lágrimas y sollozos, Denzel marchose con una pequeña sonrisa en sus labios y patinando por todo el terreno.

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