Capítulo 18: ¿Dónde está Denzel?
Baek quedó inmóvil a mitad de la calle. La gélida brisa se paseaba alrededor suyo y el sonido que producía la vieja madera de los árboles al ondearse se colaba por sus oídos. Pero toda su atención era únicamente dirigida a las palabras de su amigo en la pantalla de su móvil. ¿Qué acababa de pasar? Con su semblante consternado y circunspecto releía una y otra vez los mensajes.
Por su cabeza pasaron millones de conjeturas espeluznantes, incluso pensaba que Denzel podría estar metido en un problema con la ley. ¿Tráfico de drogas tal vez? Conocía el instinto de supervivencia del trigueño, hacía de todo con tal de conseguir un poco de dinero que lo mantuviese vivo en este mundo. Lo consideraba capaz de estar en algún pequeño y pasajero negocio ilegal. Y no lo juzgaba por ello, sabía las razones de su obrar, pero sería una lástima que haya caído en las manos de la policía.
«¿Sería buena idea ir hasta el lugar de Denzel?»
Pensó en hacerlo, lo quería en el fondo, pero definitivamente no era una buena idea. Salió sin la motocicleta por tanto tendría que ir andando y eso no era bueno. Además de que era tarde ya para estar solo por esas zonas del pueblo, podía fácilmente sufrir un asalto o Dios sabe qué. Lo mejor que podía hacer era llegar a su casa cuanto antes y buscar a su amigo al día siguiente.
Alzó la mirada y sus ojos se encontraron con el panorama de un cielo obscuro y sin estrellas. La calle vacía, el viento era el único sonido presente. Solo vio a su alrededor árboles viejos y las aceras llenas de casas de dos pisos todas idénticas. Miró hacia todos lados, asustado y con un mal sabor de boca mientras que su mente era atacada por un raro presentimiento. Con sus manos temblorosas se guardó el móvil y echó a andar a pasos apresurados, yendo con la cabeza gacha sin querer observar nada a su alrededor.
Eran las ocho de la mañana y ahí estaba el estruendoso ruido de la alarma del móvil de Baek volviendo a sonar. Llevaba activándose cada cinco minutos desde que el reloj marcó las 7:00 a.m. y la profunda somnolencia del chico le había hecho ignorarla todas esas veces. Excepto las últimas dos, primero la apagó y siguió durmiendo pero cuando se marcaron las 8:00 a.m. y aquel odioso ruido penetró sus oídos gruñó enterrando su cabeza en la almohada y pataleó en la cama.
«¡Maldita alarma! Entiende que hoy es domingo y puedo dormir todo el día» Entiende tú que ella no tiene cerebro y eres tú quién la programó. Pero entonces, se levantó de la cama como un rayo y todo presuroso. A la cabeza le vino el recuerdo:
«¡Denzel!»
Su deber del día era salir a buscarlo. Su cuerpo se enredó con el edredón azul con que dormía y forcejeando torpemente para librarse de este terminó cayendo al suelo. Se puso de pie y corrió a vestirse con la primera ropa cómoda que encontró. Salió de su casa y fue hasta el garaje a buscar la motocicleta para dirigirse hacia el pequeño lugar de Denzel. Al llegar frente a las líneas del tren, se bajó de la moto y la dejó aparcada entre unos arbustos porque no podía avanzar el tramo que le quedaba con ella. Dejó el casco bajo su brazo y caminó hacia la puerta, tocó esta con fuerza y segundos después al no recibir respuesta comenzó a llamar a gritos el nombre de su amigo. Esperó un par de minutos y aún no le abría la puerta, lo volvió intentar pero no logró nada. Recordó la pequeñísima ventana trasera de la cabaña y fue a la parte de atrás para asomarse por ahí y mirar hacia el interior. Observó las mismas cosas de siempre. Adentro todas las luces estaban apagadas, el sofá-cama en una esquina, la guitarra junto a este, la nevera y los cojines en el suelo. Se percató de que en el suelo había una botella de cerveza abierta y junto a ella un paquete de pastillas. Encima del sofá-cama estaban esparcidas un par de prendas de vestir del trigueño. El pequeño closet estaba abierto y con varios percheros vacíos y ropas mal colgadas.
Aquello le daba muy mala espina.
El peliblanco apoyó su cabeza contra la pared de madera y bufó manteniendo los ojos cerrados. Estaba impaciente y angustiado.
—¿Dónde diablos estás Denzel? —masculló para sí mismo.
Pero si de algo estaba seguro era de que Denzel no había ido muy lejos. No se iría a ningún lado sin llevar su vieja guitarra.
Esperó sentado en las vías del tren durante unos treinta minutos. Pensó que tal vez estaba cerca de ahí y volvería pronto. Mientras esperaba se dedicó a hacerle repetidas llamadas telefónicas las cuales ninguna le respondió. Todo fue en vano, no estaba cerca de casa y no volvería tan pronto, y por alguna extraña razón tampoco le tomaba las llamadas. Baek tuvo la idea de pasarse por los centros de trabajo de su amigo, todos eran a tiempo parcial y cambiaban según los días de la semana. Sabía que los domingos en la mañana iba a tocar a la Iglesia, de seguro se encontraba allí.
Volvió a subirse en su moto y condujo hasta la Iglesia del pueblo. Se detuvo frente a esta y observó cómo entraban continuamente las personas que asistirían a la misa que comenzaba en unos minutos. En la puerta se encontraba el padre Fred recibiendo a cada uno de los visitantes y dándoles las bendiciones. Él y el padre Fred eran buenos amigos, era entendible que todos conociesen al señor ya que había sido el cura de la única Iglesia de ese pequeño pueblo durante décadas. Además de que este hombre fue quien lo bautizó, quien dictó unas palabras en el entierro de su padre, y quien le hacía visitas en el hogar después de la tragedia para comprobar su estado.
Baek subió las escaleras para acercarse al pequeño hombre, el señor había cambiado en esos años, ahora su calvicie se había extendido. Inmediatamente que este atisbó al joven entre los transeúntes esbozó un expreso semblante de sorpresa con entusiasmo. Le abrió los brazos en recibimiento y cuando estuvieron lo suficientemente cercas compartieron un cálido abrazo.
—Baek, hijo, cuánto me alegra verte —dijo mientras le tomaba las manos al peliblanco—. Que Dios te bendiga.
Este le devolvió la amplia sonrisa— Gracias, igual yo me alegro de verlo a usted padre.
—Cuéntame, ¿qué te trae por aquí? No me dirás que viniste para rezarle al altísimo en la misa o para que te haga monaguillo y acompañes a este pobre y pecador viejecito. —le bromeó de forma socarrona dedicándole pícaras miradas a Baek.
El chico no pudo evitar carcajearse ante los chistes del anciano— No es por nada padre pero yo no soy santo de la devoción del altísimo ni tampoco vengo a confesión, no hay pecado del que me arrepienta aún. —volvieron a compartir unas risas.
Fred cerró los ojos y colocó una mano encima de la cabeza de Baek, fingiendo estar en uno de sus actos sagrados— Dios te lo dejo en tus manos porque yo no sé qué hacer con este chiquillo —al decir la última palabra abrió los ojos compartiendo una mirada furtiva con el joven mientras se carcajeaban nuevamente.
Fred, pese a sus creencias y la sabiduría de su edad, siempre fue un hombre bromista e incluso un poco pícaro; claro sin salirse de los límites de la "santidad". Además de que siempre había respetado la posición de aquellas personas que no le rezaban a su mismo Dios. Baek al terminar con la diversión miró al hombre con más seriedad, dispuesto a hablarle sobre la verdadera razón por la que se encontraba allí:
—Padre, en realidad estoy aquí buscando a Denzel Fox, ¿sabe de quién le hablo?
—¡Claro que sé de quién hablas! —proferió intentando no haber sonado muy alto y mirando al chico con obviedad—. Ese desvergonzado solo viene por el vino del final de la misa y a coquetearle a las novicias. —no pudo contener la risita al recordar las travesuras de Denzel.
—Sí, imagino que le debe poner la Iglesia patas arriba. —agrandó los ojos visualizando en su mente esa situación.
—Nah pero al final yo lo gozo, es divertido ver como todas esas monjas viejas y cascarrabias se escandalizan con él. —hizo un gesto de desagrado al mencionar a las monjas.
—No lo dudo —le sonrió en respuesta—. Padre pero estoy preocupado por Denzel, ¿él está aquí? Necesito verlo. —casi que le suplicó.
—No, Fox no vino hoy. De hecho, debía haber llegado desde hace treinta minutos.
A Baek recibir esa respuesta le desalentó muchísimo. Resopló con fuerza y se pasó las manos por el cabello con frustración. El señor estudió su reacción y le miró algo preocupado.
—Baek, ¿ha pasado algo malo? —inquirió con el ceño fruncido, su semblante había pasado de juguetón a pura seriedad.
—No sé... —exclamó con angustia—: ese es el problema, que no sé qué diablos ha pasado.
—¿Ya probaste irle a buscar a casa de sus tutores? —propuso intentando ayudar.
Negó con la cabeza— No conozco la dirección.
Fred alzó los brazos y lo reprendió con la mirada— Se conocen desde hace tres años y aún no sabes dónde vive, ¿cómo es eso posible Baek Demon?
—Entiendo Fred pero es que Denzel nunca se queda en esa casa, ni menciona a esas personas, ni siquiera tienen buenas relacionas. Nunca me ha llevado allí ni me ha permitido saber mucho sobre la situación con sus tutores. —Se volvió a pasar las manos por su cabello y luego se mordió el piercing con fuerza.
—Lo lamento Baek pero no puedo hacer más nada por ti, no conozco nada de la vida privada de Fox. —negó con la cabeza sintiéndose apenado por su inutilidad y compartiendo la angustia del chico.
—Ok, no se preocupe padre, ya me ayudó lo suficiente. —Le regaló una sonrisa de boca cerrada y luego de despedirse se dispuso a marcharse.
—Baek... —Escuchó la voz del señor llamarle cuando iba por la mitad de las escaleras. Se volteó a verle y este se mostraba realmente consternado—: más que por Denzel, deberías preocuparte por tu madre.
Tal comentario le dejó descolocado y hundió las cejas profundamente— ¿Cómo padre?
El señor asintió dos veces lentamente— La semana pasada vino para confesarse y no me gustó nada lo que me contó. Cuídala Baek. —Sin más que decir giró sobre sus talones y se dirigió al interior de la Iglesia.
El chico se quedó pensante tras las palabras del cura, era notorio su semblante consternado. Terminó de bajar las escaleras con lentitud debido a la gran turbación que estaba ocurriendo en sus pensamientos en ese momento.
Su madre...
Por lo visto él no era el único que sospechaba sobre los pasos ocultos en que andaba Gea. Por un segundo odió el compromiso que tenía Fred de guardar los secretos de cada persona que se confiesa. El señor posiblemente ya sabía la entera verdad sin necesidad de mover un músculo mientras que él debía comenzar a investigar por su cuenta para entender la vida de su madre. Baek agitó su cabeza y alzó la mirada tratando de alejar todas sus conjeturas negativas porque debía volver a la búsqueda de Denzel. Se subió a la moto y la echó a andar.
•••
Al mediodía del lunes Ruth se encontraba saliendo de su segunda reunión con el Comité de Eventos. Atravesó la puerta con una carpeta en sus manos y acompañada de Ezra que también había asistido a la reunión. Hablaban de trivialidades y de otras cosas del Comité. Al despedirse del chico frente a su casillero dejó guardada sus cosas y se llevó consigo un cuaderno de notas. Cerró la puerta metálica y se quedó pensando en la próxima tarea que le encargó la jefa del Comité: recibir lecciones de algún instrumento en el Club Musical. La jefa le explicó que era solo para tenerla preparada en otros campos, que desarrollara otras habilidades de entretenimiento.
Por tanto le dieron el permiso para ausentarse a todas las clases que fuesen necesarias con tal de que comenzase con sus lecciones ese mismo día. Giró en el pasillo, yendo en dirección al Club Musical. A diferencia de la vez pasada que estuvo allí, en esta ocasión iba temprano por tanto esperaba encontrar a muchas personas en el lugar. ¡Oh cierto! Acababa de recordar que Elijah también era miembro de dicho Club. Por tanto lo más probable era que se topara allí con el chico.
Encontró la puerta de madera con el cartel que informaba qué lugar era ese y la abrió rápidamente para introducirse en la habitación. Dentro observó su entorno. Las luces estaban prendidas, dando una buena iluminación conjunto con la luz solar que se colaba por los ventanales. Los mismos instrumentos que vio la vez pasada se encontraban ahí, al igual que algunas sillas y otros utensilios relacionados con la materia. También habían personas, alumnos contemporáneos a ella que se le quedaron mirando fijamente cuando Ruth hizo acto de presencia.
Cuatro de ellos estaban en el centro de la habitación con las manos ocupadas sobre sus instrumentos, ensayando. Otros tres se encontraban sentados en el piso charlando amenamente y con papeles —lo que suponía que eran partituras— alrededor de ellos. Sus ojos no pudieron evitar dirigirse hacia la puerta del pequeño cuarto donde se encontró con Elijah días atrás.
Y ahí estaba él.
Apoyado en el umbral de la puerta en una postura relajada mientras charlaba con una chica afroamericana. El pelinegro mantenía su semblante serio de siempre pero sin embargo entablaba aquella conversación con mucho desenvolvimiento.
Hasta ahora Ruth no se había movido de la puerta de entrada, parada ahí inmóvil mientras inspeccionaba todo con su mirada. Hasta que una chica que tocaba la flauta sentada en una silla en el centro de la habitación separó el instrumento de sus labios y le dedicó atención a la pelirroja:
—Hola querida —De inmediato la susodicha reaccionó al llamado—, ¿te puedo ayudar en algo?
Esa acción de parte de la amable chica provocó que Elijah perdiera el hilo de la conversación con su compañera y dirigiera toda su atención sobre Ruth. Cambió de posición, dejó de estar apoyado en el umbral para entonces pararse con sus dos piernas abiertas y las manos dentro de los bolsillos del pantalón de uniforme. Con su mirada clavada sobre la chica, adoptando una postura más analítica y acechante.
Esta al ser consciente de que el pelinegro la observaba titubeó antes de contestar:
—Eh... yo vengo de parte del Comité de Eventos, la jefa quiere que hoy me comiencen a dar lecciones sobre cualquier instrumento. Necesito aprender solo lo básico. —explicó ansiosa por ver quién sería el primero que se pronunciara en ayudarla.
Sin darle tiempo a ninguno de los presentes a ofrecerse para las lecciones, Elijah dio zancadas hacia Ruth y lleno de seguridad la tomó de la mano para llevarla consigo hacia el cuarto del piano. Era increíble la determinación y confianza con la que ese chico realizaba sus acciones, simplemente asió a la muchacha y sin dedicarle una mirada a nadie ni pedir la aprobación de ella se la llevó. Y anunció antes de entrar en la pequeña habitación:
—Yo me encargo. —dijo en un tono serio y tras su voz hubo puro silencio, nadie refutó sus palabras.
Al pasar por la puerta este la cerró echando el cerrojo. Se sentó en la banca frente al piano y le indicó a Ruth colocarse a su lado. Sin embargo ella no respondió, se quedó parada e inmóvil mientras le miraba con desentendimiento en su semblante.
—¿Qué acabas de hacer Elijah? Te has comportado como si fueras mi dueño y tú no eres ni mi amigo. —espetó para esperar una respuesta de parte de él.
El pelinegro ni siquiera movió un músculo de su rostro para reaccionar a aquellas tajantes palabras.
—Tú esperabas a que alguien se ofreciera a ayudarte con las lecciones, pues me he ofrecido yo, no veo el problema en eso. —se explicó con su característica frialdad.
—Sí, te has ofrecido pero te agradecería que te mostrases un poquito más educado o por lo menos como una persona normal. Que seas un Murder no significa que el resto del mundo sean tus súbditos. —volvió a escupirle sus palabras en la cara para después tomar asiento a su lado.
Él siguió con su mirada inexpresiva clavada sobre ella— No le debo nada a nadie. —se encogió de hombros y llevó sus ojos hasta el piano.
Traduciendo su respuesta, lo que quiso decir fue: «Yo me comporto como me de la gana y no hay nadie que me lo discuta». Él se dispuso a levantar la tapa del instrumento y Ruth meneó su cabeza sintiendo curiosidad por algo que necesitaba preguntarle.
—¿Por qué el resto de los miembros del Club tienen sus instrumentos allá afuera, en colectivo, y tú estás aquí solo? —inquirió ella con el ceño fruncido.
—Porque yo no soy parte de La Banda, soy solista —hizo una pausa mientras paseaba sus dedos por las teclas—. Aunque la razón no es esa, el piano está apartado de los demás porque yo pedí que reservaran esta habitación solo para mí. Generalmente ensayo después de que el resto haya acabado. —terminó de explicar y la chica asintió estando satisfecha con la respuesta.
Súper casual, a él se le antojó que le trasladasen un piano que tiene tres veces su peso corporal hacia un cuarto de su uso privado y el claustro obedeció sin rechistar. En fin, cosas que solo se lograban en un colegio privado, americano, y a petición de un Murder. Incluso los otros días el susodicho rompió el piano, y ahí estaba como nuevo, ni siquiera lo expulsaron del Club.
Ruth comenzó a inspeccionar las teclas, tocándolas con inseguridad. Haciendo sonar una que otra como para querer comprobar que funcionaban correctamente. Mientras ella perdía su tiempo en eso Elijah estudiaba a la chica de pies a cabeza desaprobándola con la mirada. Hasta que la interrumpió con sus cortantes palabras.
—Endereza tu postura. —zanjó observando la manera tan dolorosa en que dejaba encorvar su columna.
Ella dio un respingón sin entender a qué se refería y le miró— ¿Qué tengo?
—Se te va a partir la columna si continúas sentada en esa mala posición durante todas las horas que estarás aquí. —sonaba un poco rudo como profesor.
Ella chasqueó la lengua mirándolo mal— Qué malas pulgas.
Elijah entrecerró los ojos por un segundo hasta que decidió voltearse hacia el piano y comenzar a hacer los primeros movimientos. Entonces Ruth se permitió analizarlo a él con detenimiento. Se percató de que, en efecto, este mantenía una erguida postura sobre la banca, lo cual le daba elegancia como siempre. También analizó sus dedos, eran tan largos y delgados, propicios para el instrumento, se movían ágiles y juguetones, como si lo hicieran por inercia pero a la vez trataran de probar nuevos movimientos.
Pasaron las horas, afuera todos continuaban con su rutina escolar, sus clases. Pero en el interior de esa pequeña habitación prácticamente vacía se encontraban ellos sin despegar las nalgas de la dura madera de la banca ni un solo momento durante todo el tiempo que llevaban ahí enfocados en su trabajo. Elijah estaba hastiado, tenía ganas de irse sobre Ruth y atacarla violentamente por lo alterado que le tenía. En todas esas horas el chico no había parado de soltar bufidos de irritación, poner los ojos en blanco, tocarse continuamente las sienes y el puente de la nariz, resoplar o balbucear groserías en un tono bajo. Al pelinegro le lloraban los oídos solo de escuchar como Ruth repetía una y otra vez el mismo cacho de la misma melodía sin parar y desastrando la pieza musical un poco más por cada vez que la intentaba tocar.
En su intento número infinito el chico no soportó más y dejó caer su ruda mano sobre las teclas del piano provocando un estruendo que la hizo dar un respingón en su asiento.
—¡Basta ya! Terminamos por hoy. —anunció deseoso porque ella se fuera.
—¡¿Qué diablos te pasa Elijah?! ¡Me has asustado joder! —reclamó toda histérica por el trauma del momento pero al segundo se relajó.
—Dije: terminamos por hoy. —mencionó sus palabras con fuerza y acentuando cada una de ellas y con su mirada penetrante sobre la chica.
—Me lo podías decir de una manera más correcta. No había necesidad de ser tan brusco conmigo. —replicó una vez más.
—Es que tú eres muy quejona. —refutó de vuelta con seriedad. Ya ambos se estaban mirando mutuamente, sentados chocando hombro con hombro.
—Y tú eres pésimo como profesor. —respondió con desdén.
—Y tú tienes los dedos pegados uno con el otro.
—Maleducado.
Al Ruth devolverle su última respuesta alzó su brazo para darle un empujoncito en el hombro pero él le agarró el brazo a mitad de la acción. Sin despegar sus ojos oscuros de los de ella. Elijah desvió la atención de sus ojos para entonces posar su mirada pretenciosa sobre los labios de la chica. Ruth solo se dejaba hacer, sin moverse, ella estaba expectante a los movimientos del pelinegro. Este esbozó una sonrisa torcida y pícara sin dejar de observar detalladamente los labios de la chica. Su intención era que para ella fueran tan evidentes sus deseos que no pudiera ignorar ese hecho.
—¿Qué me miras tanto? —inquirió Ruth con el ceño fruncido y sintiéndose insegura.
—Dímelo tú, ¿qué te estoy mirando? —respondió con sorna.
Básicamente la retó a ser capaz de mencionar con sus propios labios que «él le estaba comiendo la boca con la mirada» sin sonrojarse.
—No lo hagas más, deja de mirarme así. —replicó, los nervios la estaban atacando.
—¿O qué? —Movió sus ojos hacia los de ella, y su sonrisa ladeada aún estaba ahí burlándose de esta junto con una ceja alzada de forma cínica— ¿Me vas a acusar con Baek? —se mofó abiertamente de la chica.
—Yo... —no pudo continuar hablando porque no sabía qué le iba a decir y además no podía evitar sentirse incitada a también vacilar detalladamente los labios del pelinegro.
Este fue consciente de la mirada de la pelirroja— Vaya, parece que yo no soy el único observador aquí. —soltó ese comentario furtivo directo hacia Ruth.
Sin permitirle a la chica seguir opinando, este se puso de pie yendo en dirección a la puerta. Él era quién decidía cuándo comenzaba y cuándo terminaba el momento íntimo con ella, si algo tenía bien claro era su posición dominante en la situación. Quitó el cerrojo y abrió la puerta de par en par para después apoyarse cómodamente en el umbral a la espera de que la chica se retirara por ese camino.
—Es hora de decir adiós. —Increíblemente aún preservaba la sonrisa juguetona.
Entonces, Ruth cayó en cuenta de que ya era momento de irse de ahí, así que también se puso de pie y marchó hacia la puerta. Antes de atravesarla compartió una última mirada con el chico para después seguir su camino.
Al culminar las clases del día, los miembros de El Clan se dirigieron directo de el colegio hacia casa de Baek. Tendrían otra de sus reuniones en el ático. Estando allí Ezra y Keanu jugaban a las cartas mientras Elijah les daba conversación. Sin embargo el peliblanco se mantenía distante, sentado en un taburete con la cabeza gacha sin despegar la vista de la pantalla de su móvil y el semblante extremadamente consternado. No paraba de revolverse el cabello con las manos y de presionar sus dientes contra el piercing de su labio, luciendo desesperado. Él seguía intentando hacerle llamadas a Denzel, las cuales ninguna respondía o rechazaba, comprobando la hora cada un minuto para hacer un conteo de cuánto tiempo llevaba desaparecido su amigo. Estaba ansiosamente a la espera de recibir alguna señal de vida de Denzel.
—La verdad Elijah yo creo que no lo seguiré intentando con Ruth, esa chica no me hace ni caso —comentó Keanu mientras decidía con qué carta atacar al rubio—. Y sinceramente ella no es mi tipo.
—Esa actitud me la esperaba de Ezra, pero de ti Keanu, vamos hombre. —alzó las manos el pelinegro regañando a su amigo con la mirada.
—Hey, ¿por qué de mí? Nunca he desobedecido las reglas. —replicó el rubio acomodándose los anteojos.
—Pero siempre te quejas e incomodas con nuestros juegos. —refutó Elijah.
—Lo hago con razón, tú eres muy sádico Elijah. Nos incitas a hacer cosas que... —no terminó la frase y negó con la cabeza mientras analizaba la jugada de Keanu.
—En eso apoyo al nerd. —farfulló el futbolista.
El pelinegro hizo una expresión de asombro y ligero insulto hacia su persona— ¿Qué? ¿Ahora todos están en contra de nuestros juegos? —Les dedicó una mirada a cada uno de sus compañeros, incluso a Baek que se encontraba en otro mundo—. No me señalen a mí, ustedes siempre han estado de acuerdo y disfrutan de todo lo que hacemos. Si no fuera por la mente maestra que soy no tendrían la popularidad y la reputación que tienen en el Instituto. Me deben a mí los éxitos de su adolescencia. —les espetó a todos con soberbia y altanería cruzado de brazos con la espalda recta desde su asiento.
En efecto, El Clan y Elijah en sí eran el vivo ejemplo de esos amigos que te podían terminar llevando por el mal camino. Que te obligaban a hacer cosas que no te gustan solo por demostrar que puedes ser tan capaz como exigen. Y obedeces en contra de tu propia moral porque crees que es importante quedar bien con ellos, no parecer que eres el aburrido del grupo, y porque de una manera u otra pasas ratos divertidos en su compañía. Pero en realidad no aportan nada bueno a tu vida.
—Di lo que quieras Elijah pero a mí la verdad me da pena con la pobre Ruth lo que estamos haciendo con ella. No negaré que ella me atrae un poco, me parece genial, pero no encajamos. —Le sacó una carta a su amigo que dio por terminado el juego, resultando él ser ganador.
—Diablos Ezra, no existe un juego de mesa en el que no ganes. —bufó Keanu mientras soltaba sus cartas al aire y rodó los ojos.
El rubio se carcajeó saboreando la victoria— Acércate grandulón.
El susodicho hizo un mohín con su rostro, rendido ante su derrota y se inclinó hacia adelante para dejarle su frente disponible a su amigo. Ezra por su parte se dispuso a darle el castigo que le correspondía por perdedor y sin más le golpeó la frente con su dedo tres veces. Luego de reírse con Keanu, volteó para seguir la conversación con el pelinegro.
—Entonces Elijah, ¿a ti sí te gusta lo que estamos haciendo con Ruth?
—Sinceramente... Ruth me divierte —admitió sin abondonar la frialdad en su expresión—. No soy tan flojo como ustedes. —añadió al final para picarlos.
—Disculpa pero estos "flojos" como dices ya se besaron con ella y tú todavía no has hecho ningún movimiento. —le espetó Keanu dispuesto a molestarle con su comentario.
Elijah esbozó una sonrisa torcida— No se preocupen chicos, yo me muevo sigilosamente para dar grandes golpes al final, ustedes lo saben. Esperen y verán. —Se podía atisbar un brillo de maldad en sus ojos.
El pelinegro volteó en su asiento para observar a un circunspecto Baek en la distancia. El chico no hacía reparo en las conversaciones de sus amigos.
—¿Y tú Baek? ¿No quieres dar tu opinión también en el tema? —inquirió sacando a este de sus pensamientos.
En ese justo momento Baek había vuelto a llamar a Denzel. Dejó la llamada abierta, dando un timbre tras otro, de todas formas sabía que no recibiría respuesta alguna. Alzó su mirada para atender a Elijah que había mencionado su nombre en voz alta.
—¿Eh? ¿De qué hablan? —Les observó esperando que le actualizaran sobre el tema.
—Estábamos opinando con respecto a la apuesta de Ruth, ¿tienes algo que aportar? —el pelinegro hizo el favor de explicarle.
—Chicos yo... —dejó de hablar de inmediato.
La llamada que había dejado abierta fue cortada por la voz de la operadora que le informaba que había sido rechazada por el otro número.
¿Qué?
¡Le rechazó la llamada!
¡Eso era una señal de vida!
Espera, ¿acaso pensaba que estaba muerto?
Dos días llamando sin parar y nunca le contestaba ni rechazaba. Al menos ahora podía asegurar que Denzel estaba pendiente de su móvil. Baek volvió a ignorar por completo a los chicos para quedarse anonadado mirando la pantalla del aparato. Pero entonces la sorpresa fue mayor cuando escuchó la notificación de mensajería y se levantó como un resorte del taburete con sus ojos abiertos como platos.
Denzel: Ven a la cabaña ahora. No tenemos mucho tiempo para hablar.
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