Capítulo 10: Viviendo un flashback

Baek depositó el cuerpo somnoliento de Ruth sobre su cama y la arropó con el edredón azul. Ya se había encargado de hacerla refrescarse con un poco de agua y algo de comer para que durmiese tranquila; llamó a sus padres para inventarles una buena excusa diciendo que dormiría esa noche en casa de él; y Denzel dormitaba como un bebé acurrucado en el sofá de la habitación del peliblanco. Baek se vistió con su pijama y bajó hasta la cocina para merendar algo, solo tenía pura cerveza en el estómago.

Abrió el refrigerador para entonces tomar una jarra de zumo de mango y un sándwich ya preparado, las sirvientas siempre le dejaban bocadillos hechos con antelación en la nevera porque sabían que él solía darse sus atracones a mitad de la noche. Agarró la bandeja con su merienda y cuando iba a salir se detuvo en seco en la puerta de la cocina. Su mandíbula tembló y sus ojos titubearon sin saber hacia dónde mirar, el corazón le palpitaba con rapidez y dolía, joder eso le dolía.

Una vez más había sorprendido a su madre con otro de sus amantes, bajaban los últimos peldaños de la escalera cuando los divisó. Gea vestía un conjunto de lencería cubierto con una bata negra casi transparente y que le llegaba hasta la mitad de los muslos, el señor iba acomodándose el traje y se dirigía hacia la puerta de la entrada mientras esta lo despedía cariñosamente. No era el mismo hombre de la última ocasión, pero tampoco era la primera vez que pisaba el suelo de su casa.

Baek se mantuvo quieto en la entrada de la cocina, expectante y sufriendo. Le decepcionaba ver aquello. La excelentísima Gea Demon, madre viuda, adinerada y con porte de modelo de revista a sus cuarenta y tantos años, dueña de la cadena de restaurantes «Demon's Food», independiente y gallarda, tan capaz que pudo mantener en alto el negocio familiar incluso después de la muerte de su marido.

Eso y más hablaban los medios de difusión sobre su madre.

Pero sin embargo, si ella era tan imponente y capaz, ¿por qué tenía la necesidad de acostarse misteriosamente con esos hombres sin ninguna razón aparente?

¿Qué la obligaba a hacer eso?

Casi todos ellos eran hombres de familia, mayores, empresarios, mundanos, de la alta sociedad... incluso algunos eran los padres de sus compañeros del colegio.

Todo lo que escuchaba sobre la mujer que lo parió eran vítores, parabiénes, aclamaciones, respeto y admiración. Pero a él lo que le tocaba vivir de ella era su malacrianza, su insensibilidad, su desinterés maternal, ¡verla desprestigiarse con esos cerdos y tener que tragar saliva, cerrar los ojos y seguir de largo! Es deprimente tener corrompida la impoluta imagen de tu madre, ya no mirarla con pureza, y seguir lideando con eso constantemente.

«Si no te mueves no te ven»

«Si no los miras no te sienten»

«Si los ignoras se irán»

Repetía el pobre chico estas palabras en su mente, implorando que no notasen su presencia. Luego de que el hombre trajeado saliera por la puerta principal su madre continuaba parada al pie de la escalera mirando hacia la dirección de la entrada. Segundos después se fue a voltear para retirarse escaleras arriba pero en el acto sus ojos ámbares chocaron con los idénticos que compartía con su hijo y luego de procesar lo que estaba ocurriendo su semblante se suavizó para él.

Eran contadas las veces en que Gea ha mirado a Baek con aflicción.

Él no lo pudo evitar, intentaba ser fuerte y aparentar que nada importaba pero simplemente hay cosas que tienen una reacción natural en nosotros los humanos. Dos lágrimas rodaron por su blanquecino rostro mientras trataba de ahogar uno que otro sollozo aún sosteniéndole la mirada a su madre. La mujer por un momento sintió vergüenza de que su joven hijo la estuviese viendo en ese momento vistiendo ropas impropias de su persona, y en una situación engorrosa. Increíblemente esta tuvo que bajar la mirada ante él para luego caminar hacia la entrada de la cocina y estar cara a cara.

—Y-yo ya me iba. —se limitó a decir el peliblanco para evitar establecer una conversación y volteó para marcharse.

—¿Lo viste verdad? —preguntó en un tono bajo y neutro.

Él detuvo sus pasos pero se mantuvo dándole la espalda, ambos lo hacían.

—¿Qué quieres? ¿Recordármelo? —espetó crudamente intentando no seguir llorando.

—Lo has visto más veces. —Esta vez no preguntó, lo afirmó para sí misma y se volteó para quedar frente a la espalda del chico.

Ahora sí que no pudo retener el profundo sollozo de temblor que salió de su garganta— ¿Por qué quieres hablar de esto ahora? —zanjó casi que gritando y, oficialmente llorando.

—Mírame.

—No

—Baek...

—¡No!

Huyó escaleras arriba, quería evitar a toda costa el entablar una conversación con su madre y mucho menos sintiéndose así de frágil. Él no debía de mostrarse sensible ante ella, ante una mujer que no lo quería, no le rogaría su amor a una madre que nunca ha estado ahí para él ni le mostraría su debilidad. Su dolor por no poder ni siquiera llamarla "Mamá" sino por su propio nombre —y eso si se presentaba la oportunidad de que hablasen—. No la dejaría ver lo mucho que la ha necesitado todos esos años. No él no la necesitaba, él había aprendido a vivir sin su presencia.

Una vez escuché que lo más doloroso que puede haber para un hijo es pensar que sus padres no lo quieren. Que la madre es el mayor suelo de estabilidad que tenemos, y cuando este falla nunca vamos a avanzar por completo ni con felicidad.

Terminada de engullir su merienda con un nudo en la garganta, se fue a la cama prometiéndose no volver a llorar. Observó a sus dos amigos como dormían con tranquilidad, sin preocupaciones, él quería sentir la misma paz. Se cubrió con el edredón azul dándole la espalda a Ruth, cerró sus ojos y comenzó a contar ovejitas.

... 97... 98... 99... 100... 101... 102...

No definitivamente no lograría dormir. Los recuerdos de Gea se repetían constantemente taladrando su consciencia e idealizando con que le reprochaba tantas cosas en la cara, cosas que siempre le ha querido decir. Además de que se la pasaba más tiempo esforzándose por no llorar que por logar dormir.

Basta ya, solo lo dejaría estar.

Lloraría hasta quedarse dormido, lo ha hecho muchas veces en su vida. Lágrimas corrieron humedeciendo sus pálidas mejillas de porcelana y se mordía los labios lastimándose con el piercing. Se movió sobre el colchón un millón de veces incómodo en cualquier posición que se acostase, pero el llanto no cesaba, lucía deprimente y provocaba lástima verlo en ese estado de sensibilidad. Necesitaba un abrazo, uno de Ruth, su mejor amiga y templo de calma, la que había estado ahí toda la vida en lugar de su madre y de cualquier otra persona. Pero ella estaba dormida, desorientada, y hasta tal vez aún siguiese con uno que otro efecto del Molly, no le importaba. Sin más preámbulos se volteó quedando cara a cara con la pelirroja y rodeó la cintura de esta con sus brazos apoyando su cabeza en su pecho para acurrucarse como si de un pequeño niño se tratase. Ahí lloraría con menos turbación y más tranquilidad. Ruth, era la única cosa que lo hacía sentir seguro y libre en todo momento.

Ruth comenzó a mover su cabeza con pesadez sobre la almohada y a emitir bajos soniditos que se escuchaban somnolientos. Él levantó su mirada para observarla bien.

¿La habría despertado?

Entonces la chica, sin abrir los ojos ni nada, bajó su rostro quedando tan próximo al de su amigo que sus respiraciones se entrelazaban. Y sin más ella impulsó su cabeza un poco más abajo y lo besó justo en sus labios.

En ese momento el cerebro de Baek se paralizó con terror.

Flashback

Aquella vez en el jardín de niños en que Ruth fue su pareja en un vals y desfilaron ante todos los padres, tiernos e impolutos, imitando ser una madura pareja de adultos totalmente enamorados.

El San Valentín de cuando él tenía once años y ella diez. Baek se apareció en la habitación de Ruth temprano en la mañana para despertarla con una caja de bombones y un unicornio de peluche. Tocaba su guitarra mientras cantaba una romántica canción con su voz aún sin desarrollar y así la despertó de la manera más auténtica posible. Cuando la chica se sentó sobre su cama ambos se abrazaron y se dieron las felicidades por dicha festividad. El pequeño le regaló los presentes que traía y ella chilló emocionada, amando esos regalos y juntos degustaron de los deliciosos bombones. Baek había ido con todo un plan elaborado, llevaba una semana repasando lo que le confesaría ese día. Normalmente él hacía las cosas sin pensarlas, solo se atrevía a hacerlas sin más preámbulos, tampoco es que le importaran mucho las consecuencias. Pero cuando se trataba de Ruth nada era a la ligera y todo le importaba.

Ese día por fin se atrevería a pedirle a su mejor amiga que fuese su novia y que él la quería más que a nada. Solo eran niños.

Entonces todo el plan del chico se fue abajo cuando ella apoyó su cabeza en su hombro para comenzar a llorar ridículamente porque la noche anterior su amor platónico del colegio, un niño dos años mayor que ella, había comenzado un noviazgo con otra chica.

Al diablo su confesión de amor, juró que Ruth nunca se enteraría de lo que él sentía.

Un año más tarde. Uno de los profesores de Baek le había retirado su celular en medio de una clase, así que juntos se colaron en la oficina de dicho hombre para recuperar el móvil del chico. Detectaron que el profesor se acercaba a la oficina y los atraparía en el acto, corrieron a esconderse bajo el buró del susodicho y este no tardó en adentrarse cerrando la puerta tras suyo.

Se apretujaron con incomodidad bajo la mesa y escuchaban los pasos del hombre moverse por todo el interior, rezaban porque se marchara pronto. Entonces inmediatamente que el profesor se retiró Ruth le dio un beso fugaz en los labios a su amigo dejándolo pasmado con los ojos como platos. La chica se limitó a emitir una pequeña risita maliciosa y llevar su dedo índice a su boca dedicándole una mirada cómplice a su amigo para luego salir corriendo de donde estaban y dejarlo a él ahí solo procesando lo ocurrido.

Ese fue en verdad el primer beso que ambos dieron en su vida. El primerito de todos.

Fin del Flashback

Todos esos recuerdos y más le vinieron a le mente en cuestión de segundos, perturbándolo y confundiéndolo.

¿Por qué recordaba todas esas cosas?

No debería hacerlo, todos esos recuerdos y sentimientos habían desaparecido. Pasaron años desde su ridículo amor platónico por su mejor amiga, algo súper inmaduro e ilógico de su parte. Ambos han crecido, conocido cosas nuevas, sus vidas cambiaron, él ha estado con otras chicas, ahora tenían nuevas experiencias. Nada seguía igual a aquella época, ¿por qué sacar a flote algo que ya no existía? ¿por qué había reaccionado tan abruptamente a ese beso? ¿exactamente qué estaba sintiendo en ese momento?

Se había prohibido a sí mismo sentir algo tan ridículo e incongruente hacia su mejor amiga.

¡Esos sentimientos estaban desaparecidos!

No Baek, no habían desaparecido, siempre han estado ahí reprimidos y ahora volverían de peor forma. Ningún sentimiento inexpresado desaparece.

Separó sus labios de los de ella con tanta brutalidad que la empujó ligeramente y él cayó al suelo golpeándose la espalda. Sin embargo se quedó ahí acostado en el suelo sin hacer ningún otro movimiento, mirando fijamente el techo y con su pecho subiendo y bajando agitadamente. Se gritaba tajantemente en su cabeza cada una de las preguntas anteriores queriendo obligarse a responderlas, pero no podía, no tenía las respuestas. De repente, exaltado se puso de pie con velocidad y a zancadas firmes salió de su habitación. Iría a dormir a algún cuarto de huéspedes, no podía pasar más rato junto a la pelirroja o le daría un ataque cardíaco. Esa noche estaba huyendo de todo, e increíblemente también de Ruth.

•••

La chica se revolvió sobre la cama y arrugó su semblante debido a la enorme incomodidad que sentía en su cuerpo. Tenía una migraña palpitante que casi podría jurar que le resaltaba una vena de las sienes, y sobre todo un mal sabor asqueroso en la boca. Su estómago rugía inclemente, le estaba dando una acidez capaz de comerse las paredes de su estómago. El cuerpo en sí le dolía, necesitaba estirar los músculos porque todos estaban contraídos. También dormir con aquella ropa ajustada era tan incómodo.

«¡¿Qué diablos pasó anoche?!»

Se preguntaba ella con preocupación, o sea, estaba hecha leña y no recordaba haber hecho nada que la pudiese dejar en ese estado. El último recuerdo que le venía a la mente era el de ella en aquel sofá con todos sus amigos.

¡Sus padres! ¿Qué les diría?

Tranquila niña, ya tu héroe y salvador se encargó de eso.

Se decidió de una maldita vez a abrir los ojos y agradeció a la oscuridad del cuarto de Baek, no aguantaría algo más que empeorase su jaqueca. Agua, necesitaba agua inmediatamente para su garganta extra seca. Entonces la puerta de la habitación se abrió haciéndola pegar un respingo y aún con la poca iluminación logró divisar la silueta de su mejor amigo, venía con una bandeja en la mano. El chico abrió las cortinas dejando entrar un poco de luz matinal que les permitiese ver con claridad, pero ella no quería para nada eso. Se apresuró a esconder su cabeza bajó el edredón y él no tardó en jalarlo con fuerza descubriéndola por completo.

—¡Baek! —De inmediato se arrepintió de haber alzado la voz de tal manera. Su cabeza y garganta Dios.

—Te traje esto. —anunció el susodicho colocando la bandeja a un lado de ella.

Ruth se permitió abrir sus párpados por completo y observó el entorno. Baek aún vestía con su pijama que dejaba a la vista los tatuajes de sus antebrazos y lucía enseriado. En los últimos días su amigo se estaba volviendo la seriedad hecha materia, algo totalmente ilógico, ¿qué le ocurría? Además de que se le notaba que esa actitud no la asumía por mero gusto, sino porque se sentía incómodo debido a algo a su alrededor. La chica se quedó mirando la bandeja metálica, y traía sobre sí exactamente todo lo que necesitaba, él sí que sabía atenderla. Esta tenía una botella de agua y un gran vaso de zumo de mango; una pastilla suelta, de seguro para el dolor de cabeza y unas buenas recetas de comida china, desayunos prefectos de los chinos. Gracias a su amigo, Ruth había crecido con un estómago y paladar bien educados, sobre todo en la cultura culinaria china, son incontables las ocasiones en que la ha llevado a comer a los restaurantes.

En la bandeja había un bol con baozi rellenos de carne de cerdo. En teoría, son bollos de trigo rellenos, y es un dulce que los chinos degustan prácticamente a diario, en su país los podías encontrar en cualquier parte. Y a su lado un plato llano y una vasija con leche de soja y palillos de masa fritos, hablando en términos occidentales, esta receta era el equivalente al café y las rosquillas de la mañana. A la pelirroja le rugieron las tripas, qué delicia madre mía, su lado materialista afirmaba que ser la mejor amiga de alguien como Baek era todo lo que un pobre necesitaba.

Denzel ya evidentemente no se encontraba en casa del peliblanco, se había ido a la misa, los domingos tocaba la guitarra junto al coro de la Iglesia del pueblo, lo hacía por dinero no se crean. Uno más de sus trabajos a medio tiempo.

Deténgamonos un segundo solo a intentar visualizar al trigueño formalmente vestido para la ocasión; o escandalizando a todos esos evangélicos con sus estrambóticos accesorios y atuendos. Joder, que Denzel en una Iglasia casi se podía decir que representaba un objeto anacrónico.

—En el baño te dejé una muda de ropa mía que te puede servir para que te bañes y te cambies —habló en un tono neutro e insulso señalando una puerta blanca al lado de su estantería—. Vengo cuando termines. —Sin más caminó hacia la salida.

—¡Cosa! —le llamó por su cariñoso seudónimo intentando que él disminuyera su pesadez.

¿A él qué bicho le picó? ¿Estaba enojado con ella? Ya en otro momento se encargaría de arreglar las cosas con él. Ahora, lo primero, ¡a comer!

El peliblanco bajaba las escaleras cuando su madre apareció desde el comedor hacia la sala de estar, vistiendo como la empresaria que era de los pies a la cabeza. Su cabello platinado perfectamente peinado, tacones de ocho centímetros, un vestido rojo ajustado y con poco escote. De la mano llevaba una pequeña maleta. Eso significaba que iría de viaje a algún lugar cercano y que demoraría menos de tres días. Gea le dedicó una rápida mirada a su hijo y antes de irse hacia el vestíbulo le comunicó al muchacho:

—Baek no me esperes esta noche para cenar, iré a visitar los restaurantes que hay en el resto de Pennsylvania para supervisar los suministros. —De vez en cuando le gustaba imitar esos comentarios de familia unida por pura hipocresía.

El chico bufó terminando de bajar las escaleras con pesadez— Hace mucho tiempo que dejé de esperarte Gea. —Ella ya sabía eso, pero como dije, le gustaba imitar. La susodicha rodó los ojos con hastío.

—¿Puedes hacer videollamada con tus abuelos esta tarde? —Dejó la maleta a un lado y caminó tras él—: Llevan días preguntando por ti.

Baek se apoyó sobre el umbral de uno de los ventanales del comedor adoptando una posición relajada, y del bolsillo del pantalón de su pijama sacó una caja de cigarrillos.

—Bā Bā Lā me estresa cada vez que hablo con ella —hablaba de su abuela paterna—, tantos años y aún no aprende español, para colmo siempre me insiste con enseñarme mandarín. Habla como una metralleta, así nunca voy a aprender y abuelo Harry no está siempre para traducirme. —se quejó sacando un cigarrillo y encendedor de la caja.

—Por favor, alante de mí llámala Bárbara, no Bā Bā Lā —Se miró en un inmenso espejo cerciorando la impecabilidad de su aspecto. El chico se dio una calada de su cigarrillo y ella le miró con desaprobación—. Todavía te sigues intoxicando con esas porquerías.

—Pero ¿qué acabo de escuchar? ¿Eso es una muestra de preocupación por mí, madre mía? —Se llevó una mano al pecho e hizo gestos ampulosos mostrando un asombro sobreactuado—. Atención todos, la diosa magnate Gea Demon se ha tomado el grandísimo trabajo de bajar de su pedestal para darle una muestra de interés a este pobre chico marginado social. —se mofó teatralmente con el cigarrillo entre los dedos.

Su madre le miró con cara de pocos amigos y con velocidad le arrebató el cigarrillo para luego botarlo por el ventanal y dedicarle una mirada triunfante a su hijo.

—¡Mira que la preocupación no te de para tanto eh! —espetó él alzando la voz mirando con enojo como perdía su cigarrillo en el aire. Maldijo y sacó otro para fumar—. Gea acábate de ir y no me fastidies más, tú nunca has sido de despedidas así que te estás demorando en salir por esa puerta. —escupió las palabras dándole la espalda mientras fumaba.

Ella resopló— Eres un malcriado... —«Es tu culpa», refutó él en su mente—: En fin, llama a tus abuelos. —ordenó para luego irse.

—Señorito Baek, su amiga Ruth le busca. —Se acercó una de las sirvientas para informarle y él asintió expulsando el humo de su boca.

El susodicho, luego de terminar de fumar, se encaminó de vuelta a su habitación. Se introdujo y de inmediato localizó a la pelirroja dentro del lugar. Seguía acostada en la cama, pero esta vez con el cabello algo húmedo y vistiendo holgadamente prendas de él. Ella le dedicó una afable sonrisa la cual él no pudo devolver con la misma inocencia. Aún no se recuperaba de la hiperestesia nerviosa y la revolución de sentimientos que experimentó la noche anterior. Que a final de cuentas ella no tenía culpa de eso, no era consciente ni mucho menos recordaría ese... beso. Le incomodaba siquiera pronunciarlo mentalmente. Pero por otro lado sí estaba muy molesto con ella, en la fiesta fue una total irresponsable y eso no se lo dejaría pasar. Baek tomó asiento en una de las esquinas de la cama y Ruth le miró expectante hasta que habló:

—Cosa, ¿qué tienes? —inquirió con inquietud.

—La que está en problemas aquí eres tú y preguntas por: ¿qué tengo yo? —comentó riendo levemente, ella hundió el entrecejo.

—¿En qué tipo de problemas estoy yo? —cuestionó comenzando a aterrarse— ¿Mis padres se enteraron de algo? —Él negó con la cabeza y ella exhaló aliviada— ¿Qué pasó entonces?

—Anoche me diste el peor susto de mi vida y cuando vuelvas a ser así de irresponsable no volveré a llevarte a ningún lado. ¡Por Dios Ruth te advertí que comenzaras todas las cosas conmigo y no con cualquier imbécil!

Ella abrió los ojos como platos— ¿Qué diablos hice Baek? —preguntó verdaderamente asustada—: Mierda que no recuerdo nada, ¿eso es normal? —Se llevó las manos a la cabeza.

Él aflojó su carácter— Ruth, te permito que fumes, que tomes, que estés con algún chico, que disfrutes, pero lo que hiciste fue inaceptable —El semblante de la chica se descomponía más por cada palabra suya—: te drogaste. Te dejaste drogar por el mequetrefe de Colum, es un aprovechado y un pervertido, te dio una droga de las peores, te pudo pasar algo grave Ruth Quinn y yo hubiera cargado con la culpa de eso. —confesó con el rostro ofuscado y el tono fuerte.

A

LA

MIERDA

Esas tres palabritas fue todo lo que Ruth pudo expresar mentalmente y también las tenía estampadas en su semblante atónito y patidifuso. Se había drogado, Colum se había aprovechado de ella, el maldito la engatusó para luego hacerle eso. Ella nunca hubiera imaginado que él pudiera hacerle eso, desde el primer día se mostró tan halagador y divertido, ¿cómo pudo ser tan canalla?

«Amo su inocencia
17 años
Amo sus errores
17 años... »

¿Qué pasa Ruth? ¿No eras tú la que quería experimentar? Pues ahí está, en una semana has experimentado más de lo que hace una persona promedio en tres meses. Confiarse de un chico al cual acababa de conocer solo porque le hablaba bonito, el error clásico de todas las pubertas.

—¿Hice alguna...? —musitó con bochorno pero él la interrumpió.

—¿Ridiculez? —espetó terminando la frase y con los puños apoyados en las caderas—: míralo por ti misma.

Baek le alcanzó su móvil a la pelirroja con el Instagram abierto y le indicó que abriese las historias de sus amigos. Abrió la primera y encontró una foto de la escena del crimen: ella sobre la mesa con el peliazul. Con su dedo siguió deslizando las fotos publicadas y la mayoría eran similares a la primera, hasta que en una de las historias apareció un vídeo y con él pudo "disfrutar" expresamente de aquel espectáculo protagonizado por ella misma.

El baile de epiléptica.

El top negro.

El beso.

La intervención de Baek.

Toda una dignidad perdida. Diablos, ella que ni besar sabía. Siempre se idealizaba con que su primer beso fuese una experiencia para recordar, pero no, ahí quedó todo lo que pudo ser su primer beso, en una borrachera con Colum. Juraba a todos los dioses que cuando tuviese a ese chico delante le iba a abofetear la vida, no la cara, ¡la vida!

En términos de apuesta, Colum ha perdido la apuesta.

Pero la pierda o no, esta seguía en pie. La apuesta solo terminaba cuando alguno ganase o todos perdiesen...

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