Amadeus


- ¡Amadeus! ¡Amadeus! - clamaban una y otra vez la voces de manera enérgica en su honor, y no era para menos, luego de miles de años de buscar apropiarse de ese planeta, por fin lo habían logrado gracias a su ayuda, gracias a su infinita inteligencia.

Y propiamente, nadie lo habría creído de él, tan joven, tan distinto del promedio, de apariencia tan común, y de características apenas y destacables a simple vista, que no eran notables, más allá de su singular nombre. Tal vez eso había sido lo que le había hecho sentir tan distinto del resto desde muy joven, aún pese a ser el hijo medio de una familia sencilla y humilde, quien apenas y podría aspirar a ser piloto de una nave interestelar, ahí estaba, frente a todos ellos que festejan su victoria, mientras se constataba gracias a los radares de calor, que no había ninguna tipo de vida más en ese planeta.

No había sido fácil, debía admitirlo aunque solo fuera para él, pues nunca había sido tomado en cuenta, y para tener espacio en la academia se necesitaba de una cierta condición física, que él no poseía, y que sabía por qué había estudiado de anatomía, por mero gusto, que no podría poseer del todo dado su genética, sin embargo, no se había dejado aplastar por las condiciones que le había dado la vida, y por las noches, entrenaba a su ritmo, en sus tiempos, pero de manera constante, sin importar si llovía, tronaba, o nevaba, la disciplina era la clave, como pudo comprobar cuando, pese a parecerles a los entrenadores un desperdicio hacer la prueba física en él, les demostró que tenía la condición necesaria, aún cuando su cuerpo no lo aparentara, para recibir el entrenamiento físico básico a fin de entrar a la academia, y lograr ser piloto.

De todas formas, esa no era su tirada, no obstante, sabía que era importante no solo conocer el funcionamiento de las naves, algo que había aprendido posteriormente cuando era un cabo en la academia, estudiando aquellos libros de aeronáutica, sino para saber manejarlas por él mismo, logrando así comprender las implicaciones físicas y mentales necesarias para ello. Podría estar de más decir que nadie creyó en él, tan callado, tan apartado de los demás, nadie sabía lo que realmente conocía de las naves, de sus habilidades en el área, aunque tampoco necesito decirlo con palabras, como fanfarroneaban algunos, dejó que sus pruebas y records hablaran por él, dejando callados no solo a sus compañeros de grado, sino a sus asesores de vuelo, que comenzaron a no saber que hacer con él.

Como nadie lo conocía, nadie sabía tampoco cuáles eran realmente sus miedos, por eso creyeron que acorralándolo en los baños, o en algún pasillo vacio para golpearle, harían que parara sus habilidades, sin saber que antes, previniendo sus retrógrados métodos de control, había buscado aprender defensa personal, para no tener que distraerse con sus infantiles juegos, mientras él buscaba resolver lo que realmente le aterraba, y que era no conseguir comprender lo necesario para lograr su más grande meta.

Su inteligencia era su más grande habilidad, pero también podía convertirse en su más grande debilidad, si no se cuidaba de ella misma, del ego que constantemente le tendía peligrosas jugadas, haciéndole creer que ya sabía lo suficiente, que ya era lo suficientemente listo para controlar a los demás, por eso no descasaba más de lo necesario, por eso seguía estudiando algo más, cada día que abría los ojos en ese planeta.

Sobre especies extraterrestres había comenzado a aprender cuando le movieron al área de estrategia, sin que pudiera nadie detenerlo, aún cuando muchos egos se vieron lastimados con ello, ante su corta edad, sin embargo estrategia y planeación, era una materia que ya dominaba en secreto desde hacía un tiempo, por lo que pudo enfocarse en ese nuevo, y por demás interesante tema: alienígenas.

De alguna forma ahí habían comenzado los roces con los altos mandos, su conocimiento sobre las otras especies, aunque escaso por la poca bibliografía, le hacía comprender la forma de pensar de aquellos seres, lo cual también le ayuda a hacerles ver lo absurdo de las estrategias de sus superiores, a quienes cuestionó constantemente, y a causa de ello, luego de un tiempo, fue movido al área de combate, pues pese a todo, nadie podía negar su inteligencia, y con el pretexto de hacer uso de ella, le mandaron como teniente líder de una sección de naves, que irían al campo de batalla.

En un par de ocasiones, durante batalla, desobedeció ordenes directas de su superior en turno, y aunque no recibió el castigo que debía, pues su estrategia les había hecho ganar, los altos mandos no estaban de acuerdo con su carácter, y tal vez por ello, no tuvieron problema con enviarle aquel lugar, justamente aquel planeta que más había llamado su atención, no solo ante la riqueza de su ecosistema, si no ante la forma de vida extraterrestre que ahí reinaba, y que por lo poco que se conocía de ellos, no tenía nada que envidiar a la naturaleza humana.

Cuando su nave cayó en territorio enemigo, y nadie fue mandado a su rescate, no le extrañó en lo más absoluto, después de todo, ya para ese momento, no era el niño que ellos podían controlar, y poco les interesaba su inteligencia, que siempre iba acompañada de su aplastante seguridad, inteligencia y seguridad que le mantuvieron con vida, cuando al estar frente a los alienígenas de aquel lugar, les habló con algunas palabras de había logrado descifrar de su idioma, y que aunque les causaron desconfianza, también dieron cabida a su curiosidad, haciendo que conservaran su vida, para poder estudiarle.

O por lo menos ese era su propósito, pues pronto, fue él quien se encontraba estudiándoles a ellos, y aprendiendo de manera eficaz, no solo su lengua, si no su forma de razonamiento, que era mucho más lógica, y funcional que la humana, y tanta fue su compresión de ella, de su pensar, de sus valores, y su vivir, que fue ello, y su siempre escondida, pero nunca olvidada inteligencia, lo que le había dado aquel triunfo en bandeja de plata, sin que él hubiera tenido que poner el peligro su vida en algún momento.

- ¡Amadeus! ¡Amadeus! - clamaban a sus pies, en la vasta planicie frente a él, lo miles de alienígenas, quienes ahora no solo agradecían su triunfo sobre los humanos, sino que también, le clamaban como su emperador, para así poder dominar los otros planetas de esa pequeña galaxia.

Y Amadeus sonreía simplemente, con una muy estudiada y tranquila apariencia, recordando con deleite, como uno a uno, sus planes se habían visto cumplidos, su ingreso a la academia, sus asensos a determinadas áreas, sus discusiones e irreverencias con las autoridades, que no eran más que un movimiento plenamente estudiando, e incluso su propio cambio de área, que no obedecía más que a una planeada idea para poder llegar al otro planeta, sin levantar sospechas de su deseo de ir con ellos, de conocerles, a aquella forma de vida, claramente superior a la raza humana, o tal vez no tanto, pensó mirando condescendiente, a quienes ahora le miraban con admiración, sin saber que incluso ellos mismos habían sido engañados, pues Amadeus como siempre, sabía que había nacido para más, mucho más, y ellos eran por ahora, solo un escalón más, para ir por un universo aún más grande al cual dominar.


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