018. cinco para cenar
Estaba todavía intentando recuperar mi aliento, sin poder apenas respirar por lo buena que era Winter en la cama. Sin embargo, ella se puso de pie y empezó a buscar su ropa que estaba tirada por toda la habitación del hotel. La miré algo extrañado, arqueando una ceja. Pero tuve que esperar unos segundos hasta que mi respiración se había calmado lo suficiente para dejarme hablar.
— ¿Dónde vas?
— ¿No crees que tres veces son suficientes? – rió, poniéndose el sujetador.
— Sí, estoy agotado – asentí –. Pero pensaba que nos quedaríamos un rato en la cama.
— No, te enamorarás de mí.
— ¿Por qué eres tan egocéntrica? – puse los ojos en blanco – No me voy a enamorar de ti, ahora ven aquí.
— No – negó, mientras se ponía las bragas –. No voy a arriesgarme.
— ¡Winter, por favor!
— Que no – bufó –. Además, James no tardará en llegar a casa y Brielle debe estar preguntándose dónde estoy y por qué estoy tardando tanto en volver.
— ¿Brielle va a quedarse aquí en Los Angeles?
— No, se vuelve a Las Vegas mañana. Tiene trabajo y familia – me contó, poniéndose los tejanos.
— ¿No estará casada? ¿Estás rompiendo otra familia, Winter?
— No está casada, idiota. Tiene que cuidar de su abuela.
— Estás tan buena... – contemplé, antes de que se pusiera la camiseta – Sabes que la discográfica va a hacerte cambiar de look, ¿no?
— ¿Qué? ¿Por qué voy a tener que cambiar de look? – arqueó una ceja.
— Ya sabes... algo que le pegue más al tipo de música que quieren que hagas.
— A mí me gusta mi look.
— A mí también, pero tienes que hacerlo. Será solo durante un par de albums, tienes que darte a conocer... lo entiendes, ¿no?
— Sí, pero es una mierda.
— Ya, pero si no quieres hacerlo puedes irte a una discográfica independiente – me encogí de hombros –. Seguro que ahí les encantará tu música y tu estilo y no querrán que cambies nada.
— Red Queen Records es una de las discográficas más grandes no solo de América sino que del mundo. No voy a dejar pasar una oportunidad para grabar un álbum con ellos.
— Buena decisión – sonreí –. ¿Salimos a cenar?
— ¿No me has oído? Tengo que ir a casa, Brielle me está esperando y James llegará dentro de poco – bufó, yendo hacia un espejo que había colgado en la pared para arreglar su maquillaje, ya que su rímel se había corrido bajo sus ojos.
— Ya, me refiero a que podemos ir los cuatro. Bueno, los cinco, Brielle también.
— ¿Estás loco? – exclamó, girándose de golpe.
— Me encanta mirarte.
— Eres muy raro.
— ¿Por favor?
— No.
— Venga, sabes que te dará morbo.
— James te odia – se encogió de hombros –. Aunque se lo sugiriera no querría.
— Venga, Erika me ha estado preguntado por ti. Está muriéndose de ganas de volver a ver a su nueva mejor amiga.
— No somos mejores amigas.
— Para su Instagram, sí que lo sois. Le gusta coleccionar chicas guapas casi tanto como a mí.
— Sois el uno para el otro, igual de repugnantes.
— Y aún así has caído en mis encantos, como todas – sonreí, poniendo mis manos bajo mi cabeza –. No puedes negarlo, soy irresistible.
— Eres imbécil – gruñó, lanzándome un cojín del sillón –. Me voy.
— Ven a darme un beso, por lo menos.
— No.
— ¿Un beso pequeñito?
— Idiota.
— ¿Por favor?
— He dicho que no.
Sonreí y aparté la sábana que estaba cubriendo mi cuerpo, para luego ponerme de rodillas sobre el colchón, justo al final de la cama. Ella suspiró, mirándome de arriba a abajo, y se acercó a mí a paso lento. Poco a poco acarició mi torso, mientras yo rodeaba su cintura con mis brazos. Agarró mi mentón con fuerza para llevarme a sus labios y empezar a besarme.
— Si quieres puedo comértelo una vez más antes de que te vayas... – susurré sobre sus labios, a la vez que acariciaba su culo.
— No, ya me he puesto los tejanos... – susurró, llevando ella su mano libre a mi culo y agarrándolo con fuerza.
— ¿Nos vemos mañana?
— Te escribo – Winter dejó de besarme y me dio un pequeño azote antes de separarse de mí e ir a por su bolso –. Yo de ti no dejaría que Erika me viera la espalda hasta dentro de un par de días.
— Sí, me has clavado las uñas bastante fuerte – dije, girándome a mirar mi espalda, pudiendo ver mi piel algo enrojecida.
— No folles tan bien y no te clavaré las uñas – se encogió de hombros y sacó su móvil del bolso –. Te escribo mañana si puedo verte.
— Te estaré esperando.
— No te hagas ilusiones, voy a pasar el día con Brielle. Quizás esté muy cansada para verte después.
— Estoy seguro de que sacarás fuerzas de flaqueza – sonreí, guiñándole el ojo –. Después de todo... follo muy bien.
— Adiós, Harry.
Mientras estaba en el Uber que me llevó de vuelta a la discográfica para que pudiera coger mi coche, envié unos cuantos mensajes e hice un par de llamadas, asegurándome de salirme con la mía. Al llegar a casa, fui directo hacia mi habitación. Por el camino, en el vestidor, vi a Erika vistiéndose. Sonreí levemente y entré.
— Hola, ya estoy en casa – dije, acercándome a darle un beso en la frente.
— Hola, Harry. ¿Cómo ha ido en el campo con papá?
— Ha ganado, como siempre. ¿Ya te has duchado?
— Sí – asintió, mostrándome un vestido rojo –. ¿Qué te parece?
— Me gusta – asentí –. Seguro que te queda espectacular.
— Aw, gracias, osito.
— Voy a ducharme, no tardaré mucho.
— Está bien, me daré prisa en maquillarme. ¿A qué hora es la reserva?
— Ocho y media.
— Vale, creo que me da tiempo – asintió, mirando la hora en la pantalla de su móvil.
— Perfecto. Ahora nos vemos.
Le di un pequeño beso y luego me fui hacia la habitación. Me di una ducha rápida, poniéndome algo de agua fría en la espalda para que dejara de estar tan roja. Cuando salí, me arreglé el pelo con algo de gomina, después de secármelo. Luego fui hacia mi vestidor, donde elegí un traje negro, con camisa blanca y una pajarita roja. A las ocho y cuarto, Erika y yo ya estábamos arreglados, así que fuimos en coche hasta el restaurante donde había hecho una reserva para cenar aquella noche. Aunque no íbamos a estar solos. Cuando llegamos, James, Winter y Brielle ya estaban en la barra del bar, tomando unas copas de vino, esperándonos. Winter iba impresionante con un ceñido vestido negro largo, con un gran corte que dejaba una de sus piernas completamente a la vista. Tanto Brielle como James tenían sus ojos fijados en la rubia, sin poder dejar de mirarla. Y les entendía perfectamente. Winter tenía un algo que hacía que te quedaras mirándola por horas sin cansarte.
— Ya están ahí, príncipe – dijo Erika, agarrando mi mano y caminando hacia ellos –. ¡Winter, hola! – exclamó, abrazando a la rubia.
— Hola, Erika... cuanto tiempo.
— Oh, me encanta tu vestido. Es un Stella McCartney, ¿verdad?
— No lo sé, James lo compró para mí – dijo la rubia, haciendo una mueca –. Hola, Harry.
— Gracias por invitarnos – dijo James, acercándose a darme la mano, yo le sonreí.
— Un placer. ¿Te está gustando Los Angeles, Brielle? Me ha dicho Winter que mañana ya te vas.
— Sí, tengo que volver a Las Vegas.
— ¿Brielle? Yo soy Erika, la mujer de Harry – dijo mi chica, acercándose a la castaña y dándole dos besos.
— Yo una amiga de Winter, he venido a visitarla.
— ¿A que James y ella hacen una pareja perfecta? – exclamó, con un pequeño gritito, James sonrió y agarró la mano de Winter para darle un beso en los nudillos – Son adorables.
— Estoy seguro de que tenéis tanto hambre como yo – interrumpí –, ¿qué os parece si vamos a sentarnos?
Todos asintieron, así que busqué a uno de los camareros y le pedí que nos llevaran a nuestra mesa. Procuré sentarme justo enfrente de Winter, ya que quería tenerla cerca. Pero James se debió dar cuenta de mi intención, ya que se apresuró en sentarse a su lado y en agarrar la mano de la rubia por encima de la mesa, asegurándose de que le viera hacerlo.
— Winter, antes de que acabe la noche tenemos que hacernos otra foto juntas – dijo Erika, completamente ajena a todo lo demás, preocupada sólo por sus números en redes sociales –. No sabes todos los likes que consiguió nuestra foto.
— Claro, luego podemos hacernos todas las fotos que quieras – sonrió la rubia, yo me quedé mirándola por un momento, sin entender cómo podía ser tan jodidamente guapa.
El mâitre nos trajo las cartas, dándonos una a cada uno. Justo cuando abría la mía, sentí un pie acariciando suavemente mi entrepierna. Miré a Winter por un segundo, viendo que ella estaba centrada en su carta, hablando con Brielle sobre platos que sonaban bien. Así que yo también volví mi mirada a mi carta, sin querer delatarnos. Su pie siguió moviéndose suavemente en mi entrepierna, y yo no podía inmutarme sino se liaría una gorda.
— ¿Qué te apetece pedir, osito? – dijo Erika, agarrando mi mano y dándome un beso en la mejilla.
— Uhm... no sé... – dije, con la voz más ronca de lo que debería tenerla – Todo suena muy bien, tengo bastante hambre...
Erika decidió mi plato por mí, para que así pudiéramos compartirlo. Yo no objeté, porque estaba demasiado concentrado en lo dura que se estaba poniendo mi entrepierna. Así que simplemente me serví agua y di un largo trago. Vi como Winter sonreía, todavía sin apartar su mirada de la carta, y sentí como poco a poco bajaba su pie por mi pierna hasta dejar de tocarme, por lo que di un suspiro de alivio, porque sabía que se me iba a acabar notando. Durante la cena, cuando yo hablaba para contar algo, Winter volvió a hacerlo. Sentía su pie en mi entrepierna, haciendo que mi pantalón estuviera a punto de reventar en cualquier momento a medida que la noche avanzaba.
— Hey, papá me ha dicho que hoy tenía una reunión contigo – se acordó Erika, hablándole a Winter, a la vez que yo agarraba el tobillo de ésta por debajo de la mesa, intentando hacer que estuviera quieta –. ¿Qué tal ha ido?
— Ha ido genial – dijo la rubia, sonriendo –. Bueno, al principio no estaban del todo convencidos, pero con la ayuda de Harry han cambiado de opinión y tres de los productores quieren trabajar conmigo para escribir algunas canciones y, potencialmente, sacar un álbum.
— ¡Eso es maravilloso! – exclamó mi mujer – ¿Y tú les has convencido, príncipe?
— Bueno, solo le he dado a Winter una canción diferente para que cantara... sabía que les gustaría más.
— ¡Eres tan bueno! – dijo ella, abrazándome.
— ¿Así que habéis pasado la tarde juntos? – dijo James, soltando la mano de Winter.
— Hemos estado en el estudio juntos con los productores y Dom – murmuré yo, sin querer que los celos de James terminaran delatándome frente a Erika.
— ¡Es genial que hayas conseguido que algunos productores se interesen por ti! Papá es el mejor en el negocio, estoy segura de que podrá conseguirte un contrato maravilloso y que te hará súper conocida... ¡y más con lo bien que cantas! – exclamó Erika. Yo, mientras tanto, estaba acariciando la pierna de Winter.
— Eso espero – sonrió ella, poniendo su pie sobre mi mano para detenerme. Sonreí levemente al ver que yo también podía ponerla nerviosa a ella –. ¿Y tú, Erika? ¿No te interesa cantar? Teniendo el padre que tienes podrías tener la mayor carrera musical del siglo.
— Ay... ojalá – suspiró mi mujer –. Pero no se me da muy bien cantar – la verdad era que no se le daba nada bien, parecía que tenía un plátano atravesado en los oídos. No entonaba ni una sola nota.
Durante el resto de la cena básicamente la que habló era Erika. Aunque también se dedicaba a hacer preguntas personales a nuestros tres acompañantes. Cuando terminamos la cena, sugerí que fuéramos a la zona lounge del lugar a tomar un par de copas. Así que fuimos hacia allá, tomando una mesa baja con dos sofás, uno a cada lado de ésta. Winter se disculpó con nosotros, diciendo que iría al baño. Poco después yo me ofrecí a ir a pedir las bebidas. Sin embargo, seguí a la rubia. Cuando ésta entró al cuarto de baño, entré tras ella, cerrando la puerta con seguro. Winter me miró y suspiró, negando con la cabeza.
— ¿Qué haces? – preguntó, arqueando una ceja.
— Estás preciosa... – susurré, abrazando su cintura – Me estaba muriendo de ganas de besarte...
— Harry... – murmuró ella, poniendo sus brazos sobre mis hombros y empujándome.
— ¿Qué pasa?
— No es una buena idea... no aquí. James no puede enterarse de esto.
— Erika tampoco – dije, encogiéndome de hombros.
— Pero James ya sabe que hemos estado juntos... si desaparecemos los dos sospechará.
— Tienes razón... – murmuré, acercándome a besarla de nuevo.
— ¿Pero qué haces? ¡Has dicho que tengo razón!
— Sí... pero ya que estamos... ¿no?
— No Harry, te mancharía de pintalabios.. Venga, vete.
— Está bien... – gruñí.
Sabía que Winter tenía razón y que no tenía sentido arriesgar todo lo que ambos teníamos... Ella con James y yo con Erika. Sin embargo, el magnetismo de la rubia hacía que mi mente se nublara, que yo dejara de pensar claro y que lo único que quisiera hacer fuera besarla, y desvestirla... era, literalmente, en lo único que podía pensar cuando la tenía frente a mí.
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