011. makeover
Antes de ir hacia casa de Harry y Erika, pasé por Starbucks, pidiendo dos iced coffee, pensando que con lo de moda que estaban los cold brew de la famosa cafetería, seguro que a Erika le gustarían. Al llegar, piqué repetidamente al timbre. Una mujer fue la encargada de abrirme, y antes de tener la oportunidad de decirle quién era ella me pidió que la siguiera porque me estaban esperando. Algo extrañada, caminé tras la mujer que me llevó hacia una magnífica cocina, que parecía sacada de una revista, como si nadie hubiera comido o cocinado en ella nunca. Erika estaba sentada en un alto taburete que había en la isla central. Al verme, sonrió y se levantó para venir a darme un abrazo.
— Buenos días, Winter.
— Hola. He traído café – dije, tendiéndole uno de los dos vasos –. Pensé que sería útil después de lo tarde que acabó la fiesta ayer.
— Oh, muchas gracias, pero no bebo café. No es sano para tu cuerpo – dijo, haciendo una mueca.
— Oh... perdón.
— Sólo tomo té, sin leche.
— Lo tendré en cuenta para la próxima vez.
— A mí me vendría bien ese café... – dijo Harry, entrando en la cocina, llevando únicamente unos delatadores pantalones de deporte gris – Sino dudo que me despierte.
— Ah... claro, toma – Harry se acercó a nosotras, yo le pasé el vaso de Starbucks y tras eso él le dio un beso en la mejilla a Erika.
— Buenos días, princesa.
— Buenos días, mi rey. Winter y yo vamos a salir de compras.
— ¿De compras? – la interrumpí yo – Eso no es una buena idea... no ten-...
— No te preocupes por el dinero – adivinó la chica, sonriéndome amablemente antes de girarse hacia Harry –. Papá quería hablar contigo de algo sobre la discográfica. Me ha dicho que vayas a su oficina cuando te despiertes.
— Oh... claro, iré a vestirme entonces.
— ¿Puedes acompañar a Winter a mi vestidor? – preguntó Erika, antes de que Harry pudiera marcharse – Tengo que ir a hacer una llamada antes, pero quiero ver si le gusta algo de mi ropa antes de salir.
— No es necesario, Erika – negué con la cabeza.
— Solo pensaba que si vamos a salir juntas quizás es mejor que tengas... otro estilo, no algo tan... indie, ¿entiendes?
— Uhm, claro... – hice una mueca.
— Ven, sígueme – dijo Harry, haciéndome un gesto con la cabeza.
Erika nos sonrió y agarró su móvil, que estaba sobre la encimera, y salió al salón a hacer una llamada. Yo me puse a seguir a Harry por los largos y elegantes pasillos. Subimos una gran escalinata y abrió una pesada puerta, que me dejó ver una de las habitaciones más grandes que había visto nunca, y estaba únicamente llena de ropa, zapatos y bolsos. Aquella habitación solo probablemente valía mucho más dinero del que yo tendría en toda mi vida.
— Wow – exclamé.
— Winter, ¿qué pretendes? – susurró Harry, cerrando la puerta – No veo esto de que te hagas amiga de Erika. James dijo que te presentaría a productores... ¿por qué no te aprovechas solo de mi amigo, y no también de mi esposa?
— Harry, ¿quieres dejarme hacer mi vida como me de la gana? – bufé, poniendo los ojos en blanco antes de dar un largo trago a mi café helado. Harry dio un paso hacia mí y mi corazón empezó a latir con fuerza, no supe si por la cafeína o por la cercanía del chico.
— No quiero que me arruines esto, Winter. He trabajado mucho para llegar aquí y tener lo que merezco. No voy a dejar que me hagas perderlo todo.
— No tengo la intención de destrozar nada. Ya te dije que no le diría nada a Erika. ¿Qué más quieres?
— No es lo que le puedas decir a Erika... es lo que me haces querer hacer – murmuró a mi oído, a la vez que agarraba mi culo con fuerza.
— Harry... ¿qué haces? – susurré yo – Erika puede venir en cualquier momento.
— Lo sé. Envíame un mensaje cuando terminéis... reservaré una habitación en el Four Seasons...
— Estás loco – reí, empujándole para separarle de mí –. ¿Qué te hace pensar que voy a ir?
— Porque te encanta que sea un idiota con dinero que está completamente loco por ti – sonrió, antes de morderse el labio.
— Vete de aquí antes de que llegue Erika o el business se nos arruinará a los dos.
Harry volvió a acercarse a mí, aquella vez agarró mi mentón y me hizo mirarle a los ojos antes de sonreír y acariciar levemente mi mejilla. Sin hacer nada más, salió del vestidor, dejándome sola y pensativa. Antes de poder reflexionar sobre lo que realmente quería hacer o no, Erika entró en el vestidor. Me sonrió y vino hacia mí.
— ¿Has visto algo que te guste? – preguntó, señalando las paredes.
— No he mirado mucho, la verdad – hice una mueca –. ¿Por qué no me eliges tú algo? Tienes mejor gusto que yo – me encogí de hombros.
— ¡Pensaba que nunca me lo pedirías! ¡Me encanta hacer transformaciones! Ya verás que cuando acabe contigo serás irresistible para todo el mundo.
Erika me hizo sentarme en un acolchado taburete gris que había en una esquina. Luego empezó a echar un vistazo a las distintas estanterías, escogiendo varias prendas y colocándoselas sobre los brazos. Cuando acabó con eso, se acercó a mí. Empezó a poner aquellas prendas cerca de mi piel, supuse que mirando qué colores me favorecían más. Tras un buen rato, me pasó el outfit elegido. Lo miré y tuve que aguantar mi mueca de repulsión. Erika me había dado una corta falda rosa con los bordes todavía más rosas, y un blazer a juego, del mismo color, ambos de Chanel, por lo que ponía en las etiquetas. Para ir con éstos tan sólo me había dado un pequeño top a cuadros blancos y negros, casi un sujetador.
— Creo que esto te quedará perfecto. ¿Por qué no te lo pruebas? – sugirió con una gran sonrisa.
— Claro...
Erika me señaló un biombo, tras el cuál pude ir a cambiarme. Tener que quitarme mis shorts negros y mi camiseta de Pink Floyd para ponerme aquel outfit supuso un gran esfuerzo mental por mi parte. Pero sabía que si quería conseguir algo en el mundo de la música, Erika Richards era mi mayor oportunidad. Así que con desdén me deshice de mi ropa y me puse el conjunto que Erika me había dado. Tras eso, salí de detrás del biombo, y Erika me miró entusiasmada.
— ¡Justo lo que pensaba! ¡Te queda genial! – exclamó – Ahora solo falta algo de maquillaje, peinarte un poco y ya estamos listas. Ven conmigo.
Erika agarró mi mano y salimos juntas del vestidor, yendo hacia otro lugar. Entramos en lo que supuse que sería el dormitorio que compartía con Harry. La cama ya estaba perfectamente hecha, aunque dudaba que Harry o ella fueran los responsables de ello. Abrió otra puerta, que daba paso a un cuarto de baño. Me hizo sentarme en otro taburete que había frente a un enorme espejo y abrió los cajones donde había una cantidad indecente de maquillaje. Empezó a maquillarme poco a poco. Yo apenas usaba más maquillaje que eyeliner, rímel y pintalabios, así que no sabía muy bien qué estaba haciendo. Cuando terminó de rociar un spray por toda mi cara, soltó mi cabello, que hasta entonces había estado en un desaliñado moño. Luego me dio un cepillo para que pudiera peinarme. Tras eso, dividió mi cabello más hacia la izquierda y sonrió.
— Perfecto, ya estamos listas para irnos.
— Genial – murmuré algo confusa, sin entender por qué debía hacer todos aquellos cambios en mí antes de poder ir de compras.
— Mírate, verás que estás preciosa.
Me levanté para mirarme en el espejo principal del baño. Mi imagen me dio algo de náuseas. Llevaba tan solo un par de días en Beverly Hills y ya parecía una de ellos. Intenté sonreír, pero no conseguí más que una mueca, sin poder fingir que me gustaba aquel atuendo. Pero a Erika no parecía importarle.
— Estás divina. ¡Vamos!
— Claro...
Erika y yo salimos del cuarto de baño. Aquella vez, la habitación no estaba vacía, sino que Harry se encontraba en ella. Llevando únicamente ropa interior. Erika dio un pequeño gritito, sorprendida, y el chico nos miró. Yo aparté mi mirada de él, bajándola al suelo, con temor de que pudiera delatarme a mí misma frente a Erika.
— ¡Harry! – exclamó Erika – ¿Cómo se te ocurre pasearte así sabiendo que tenemos una invitada?
— Perdón, pensaba que ya os habíais ido – escuché que se disculpaba él.
— Discúlpale, Winter. A Harry no le gusta demasiado usar ropa.
— Está bien, no pasa nada... – susurré.
— Ya está vestido, puedes mirar – al alzar la vista vi que Harry volvía a llevar los pantalones deportivos. Me observó algo sorprendido, supuse que por mi cambio de aspecto.
— ¿¡A que la he dejado divina, mi osito!? – exclamó Erika, señalándome de arriba a abajo.
— Es... un gran cambio – asintió Harry.
— Bueno, ahora sí que nos vamos. Iremos por Rodeo Drive y luego a comer algo.
— Vale. Yo me voy a vestir para ir a ver a tu padre a su oficina. Nos vemos luego.
— Pásalo bien, te quiero, mi rey – susurró Erika, dándole un corto beso a Harry.
— Adiós, princesa. Adiós, Winter... Pasadlo bien.
— Gracias, Harry – sonreí.
Mientras bajábamos la escalinata, Erika pidió un uber. Yo, mientras tanto, saqué mi propio móvil. Entré en la agenda de contactos y bajé hasta encontrar el número guardado como "idiota con dinero". Sonreí levemente por mi propia estupidez, queriendo soltar una carcajada. Pero en vez de eso me puse a teclear.
Winter: Porfi cuando vayas al hotel puedes llevar mi ropa? La hemos dejado en el vestidor de Erika.
Winter: No quiero tener que volver a casa de James con estas pintas.
H.S.: ¿Por qué no? Te ves caliente.
Winter: El sexting no es lo tuyo, eh? Te ves caliente? En serio?
H.S.: Te empotraría tan fuerte contra la pared que quedaría tu silueta en ella?
Winter: Algo mejor pero necesita trabajo.
Winter: Progresa lentamente.
H.S.: Te llevaré la ropa, no te preocupes.
Winter: Gracias, osito.
H.S.: Basta
Winter: Quiero llorar de risa cada vez que lo dice.
H.S.: Tú tranquila, que pronto encontrará un apodo para ti también. Entonces yo sí que me reiré.
Winter: Ya está aquí nuestro uber, nos vemos luego
H.S.: Te empotraré muy fuerte, W.
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